Durante los últimos tiempos, y todavía hoy en la mayoría de los ambientes, se establece una diferencia substancial entre dos enfoques médicos bien diferenciados. Por un lado, se habla de la “medicina oficial” para referirse a la medicina académica, convencional, universitaria o alopática. Y por otro lado, se encuentran las llamadas “medicinas alternativas”, también conocidas como medicinas paralelas, holísticas, energéticas o, más modernamente, complementarias.
La división entre uno y otro enfoque, en la mayoría de los casos, sigue siendo todavía tan radical que los primeros acusan a los segundos de farsantes, embaucadores, ignorantes y de no sé cuántas cosas más. Al mismos tiempo, los segundos, piensan de los primeros que son retrógrados, refractarios al cambio y a los conocimientos actuales del nuevo paradigma científico y, por supuesto, dependientes de la manipulación que sobre ellos ejerce el potente lobby de la industria farmacéutica, de tal manera que, según piensan muchos de éste último grupo, los médicos convencionales se encontrarían más ocupados en enriquecer a las compañías farmacéuticas que en procurar el saludable bienestar de sus pacientes.
Lamentablemente, para muchos de los profesionales de uno y otro bando, este conflictivo planteamiento viene siendo el modo de relación actualmente predominante. Y el asunto es que, en medio de ambas posturas, como si quedasen atrapados entre dos fuegos enemigos, se encuentran situados los pacientes. Éste, muchas veces no sabe muy bien a quien hacer caso o qué consejo seguir, si el de su médico convencional o el de aquel otro que le orienta en el ámbito de las medicinas complementarias.
Según parece, los pacientes acuden a esas “otras medicinas” en busca de ayuda para muchos de los procesos crónicos que la medicina convencional no logra solucionar de forma satisfactoria, y también buscando un abordaje más integral hacia su persona, más allá de tal o cual enfermedad.
Pero por fortuna, dentro de uno y otro campo, a lo largo de los años han ido apareciendo profesionales responsables, inquietos y deseosos de mejorar su práctica médica, de tal manera que desde hace tiempo, y mucho más intensamente a partir de los años noventa, se han venido tendiendo puentes entre una y otra orilla, dando lugar a lo que modernamente se llama Medicina Integrativa, aunque también se le ha denominado Medicina Integral.
Ya en los años noventa se realizó un conocido estudio en el que se constataba que el 42% de los pacientes americanos acudían y pagaban de su bolsillo este otro tipo de terapias que por entonces se denominaban alternativas. Dicho número ha ido ascendiendo con el tiempo llegando al 62%, según los datos de una encuesta realizada sobre salud por el Center of Deseases Control and Prevention en el año 2004.
¿Qué hay, pues, en estas disciplinas “alternativas” que hace que cada día más, un número tan elevado de personas acuda a ellas? Y, más importante aún, ¿cómo es que muchos de estos pacientes encuentran satisfacción en los resultados obtenidos? ¿Cuáles son, por tanto, los mecanismos mediante los que se producen tales mejorías y curaciones? Cualquier mente científica no puede dejar de plantearse seriamente dichos interrogantes.
El hecho de la masificación asistencial de la medicina convencional actual, lo cual conlleva una disminución del tiempo que se dedica a cada paciente, junto con la profunda tecnificación médica del momento presente, así como el desarrollo de las superespecialidades, que cada vez se ocupan de una zona más pequeña y específica del conocimiento sobre la salud del ser humano, pueden estar en la base de un deterioro en la comunicación médico-paciente que hace que muchos de ellos se encuentren mejor atendidos por especialistas que, entre otras cosas, practican un abordaje más global de la persona y, por lo general, dedican más tiempo a escuchar al paciente y a empatizar con él que en el marco del modelo médico convencional.
Por otro lado, las exploraciones y los tratamientos cada vez más invasivos, junto con el incremento de la iatrogenia (efecto negativo, incluso la muerte, producida por el mismo fármaco que pretende curarnos o por los efectos debidos a un acto médico), han sido otros de los factores analizados a los que se atribuye esta tendencia de los pacientes a elegir medicinas “más blandas” y menos agresivas y que, por tanto, producen menos efectos secundarios y reacciones indeseables. Reseñemos que las reacciones adversas a los medicamentos son los responsables, hoy día, de un número elevado de fallecimientos en pacientes en todos los países. Datos como las 225.000 muertes en USA en el año 2000, debido a los fármacos utilizados en pacientes hospitalizados, o los 7.5 millones de procedimientos quirúrgicos innecesarios en el 2001, son cifras que, cuando menos, dan mucho que pensar.
Todo lo anterior ha ido propiciando, pues, la aparición de un nuevo concepto, la Medicina Integrativa, con un fuerte impulso y arraigo en la Universidad de Arizona, seguido también por otras prestigiosas universidades como Duke o Harvard. Desde entonces hasta ahora, se han realizado numerosos estudios que avalan la idoneidad de este planteamiento, de tal manera que el movimiento integrativo parece ir traspasando fronteras para avanzar día a día y conquistar posiciones de entendimiento dentro de la comunidad científica médica.
La Medicina Integrativa hunde sus raíces en la hipocrática Escuela de Cos, primera escuela representativa de la medicina científica occidental, allá por el siglo V a.C. En nuestra cultura, la Escuela Hipocrática, ha sentado las bases al mismo tiempo para la práctica de la Medicina Naturista, la Homeopatía y la Medicina Convencional, por lo que no es extraño que si profundizamos en las raíces de dichas disciplinas lleguemos a un mismo tronco común.
Este nuevo enfoque integrativo basado en una visión más global de la medicina no ha sido más que la cristalización de toda una tendencia surgida desde hace tiempo. No podemos olvidar que desde hace muchos años, antes de que se explicitara esta nueva tendencia en el ámbito académico, existían ya profesionales “médicos integrativos” que llevábamos tiempo practicando este tipo de medicina, a pesar de que muchas veces se denominara con otro nombre.
En la actualidad podría decirse, pues, que la Medicina Integrativa se genera por el acercamiento del modelo de la medicina convencional basada en la evidencia con las terapias complementarias que han sido validadas científicamente. Es decir, no vale todo, sino solamente aquellas terapias complementarias que han demostrado clínicamente su utilidad.
Por tanto, hemos de hacer compatibles una actitud de apertura a la incorporación de nuevas técnicas pero manteniendo al mismo tiempo un enfoque crítico, en el que resulta sumamente importante comprobar y verificar el funcionamiento o no de las distintas hipótesis que nos planteamos.
Una consecuencia de lo anterior es la necesidad de que el médico integral o integrativo, además de poseer una serie de conocimientos actualizados en el ámbito de la medicina convencional, ha de estar correctamente formado dentro del campo de las medicinas complementarias, habiendo tenido que completar sus estudios tradicionales con los de otras muchas disciplinas no convencionales. Pero, además, el médico que practica este tipo de medicina, no sólo ha de estar formado técnicamente, sino que, como decía Gregory Bateson, ha de ser un médico “genosaludable”, es decir engendrador de salud y , por tanto, ejemplo en sí mismo de los valores que propone y defiende.
La Medicina Integrativa se caracteriza porque utilizamos una aproximación integral al ser humano, lo cual permite contemplar no solamente la dimensión biológica de la persona sino también sus aspectos mentales, emocionales y espirituales, junto a la toma en consideración de su entorno social y cultural. Además, la curación de la persona está directamente conectada con lo que hoy día se denomina proceso de crecimiento y desarrollo humano.

La Medicina Integrativa contempla distintos aspectos del ser humano para lograr un estado de salud más completo
Ante cada paciente priorizamos la necesidad de entender la individualidad del mismo, tanto en lo que se refiere al diagnóstico como en el tratamiento, de tal modo que, como decía Osler, “es más importante conocer qué tipo de paciente tiene una enfermedad determinada que qué enfermedad tiene un paciente”.
Otro aspecto destacado para la Medicina Integrativa es su preferencia por utilizar métodos menos agresivos, estableciendo una verdadera escala jerárquica en cuanto a toxicidad y agresividad de los procedimientos, tanto de los métodos diagnósticos como en los diversos tratamientos.
En Medicina Integrativa entendemos que el paciente no es un receptor pasivo, un mero observador de las instrucciones del médico, sino que sostenemos que, como parte del proceso de curación, cada persona ha de aprender a desarrollar y utilizar sus propios recursos, ayudando a fomentar la autorresponsabilidad y la autonomía del paciente en la conservación y recuperación de su salud. Nos interesa mucho más fomentar la salud que estar enfocados solamente en la enfermedad.
Todos estos aspectos antes mencionados hacen que, sin renunciar a nuestras bases médico científicas estudiadas en cada facultad de medicina, la Medicina Integrativa y quienes la practicamos, nos encontremos planteando un nuevo modelo médico en el que se incorporan no sólo los conocimientos de tradiciones médicas ancestrales sino que se tienen también en consideración todos los avances tecnológicos que en el campo de la física, inmunología, neurociencias, etc. se plantean en estos momentos, convirtiendo así a la Medicina Integrativa en un lugar de encuentro para todos los enfoques que hoy día , por falta de un modelo adecuado y sólido que los sustenten, trabajan de modo separado cuando no opuestos.
La Medicina Integrativa es, pues, una verdadera Medicina para el siglo XXI y que se ejemplifica en la afirmación señalada por el, ya desaparecido, profesor Espinos Pérez, el cual afirmaba que “todo lo que cura es medicina”.
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Me parece un escrito magistral Dr. Armando, tanto lo que se dice como el cómo se dice. Lo acabo de leer 9 años después de ser escrito pero lo siento tremendamente actual y necesario. Mi máximo respeto y valoración por su dedicación.
Javier
Muchas gracias por su comentario
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