Indefensión versus empoderamiento

Trauma e indefensión

Hay quienes se sienten indefensos ante su pasado, a menos que alguien venga a rescatarlos

Cualquier modelo terapéutico que se precie como tal, ha de considerar entre sus elementos el fomento de la autonomía del paciente y el desarrollo de las habilidades propias para el autocuidado.

Sin embargo, nos encontramos con el hecho de que no todas las personas están dispuestas a asumir el compromiso que dicho reto supone, y prefieren ser conducidos por otros a correr el riesgo que supone transitar y explorar su propio camino de desarrollo.

El asunto clave reside, pues, en la capacidad de asumir la responsabilidad  que conlleva ser el dueño de tu propia existencia o, por el contrario, delegar dicha responsabilidad en otros.

Tal vez, como una forma de dar respuesta a este dilema existencial se hayan desarrollado en el campo de la salud dos tipos de modelos: los que asumen el supuesto desvalimiento del paciente y fomentan la indefensión y aquellos otros que tratan de promover la autonomía mediante el empoderamiento del sujeto.

A  pesar de lo que pudiese creerse, los más abundantes en nuestra sociedad son los primeros, aunque, muchas veces, perfectamente disfrazados para pasar por otra cosa.

Estos enfoques se caracterizan por la presencia imprescindible de ciertos elementos que fundamentan la comprensión de la enfermedad, así como los mecanismos del proceso de curación.

Los elementos más relevantes que nos permiten identificarlos serían los siguientes:

1.- La creencia de que toda patología psíquica o somática, disconfort, dificultad o síntoma actual, no es más que la consecuencia de un trauma emocional previo. Sin dicha perturbación emocional, no habría enfermedad.

2.- La creencia de que si el sujeto no recuerda dicha situación traumática, entonces se considera como algo mucho más grave, pues se atribuye a que el supuesto trauma se encuentra reprimido en el inconsciente.

3.- La creencia de que sin la ayuda terapéutica adecuada para sacar a la luz el conflicto mencionado, no hay curación posible.

4.- La creencia de que cuando sacas a la luz el conflicto que originó el trauma, éste se resuelve.

5.- La creencia de que, en ocasiones, el conflicto que vives en el presente es el resultado de historias familiares que sucedieron en el pasado, aunque no se hayan conocido a los protagonistas de las mismas.

6.- La creencia en la correspondencia digital entre el síntoma y la emoción. Es decir, un síntoma determinado viene dado por un tipo de perturbación emocional también determinada, y no otra.

Como vemos, todos los aspectos anteriores que sustentan el modelo mencionado son creencias, y, recordemos, que una creencia no es más que una estructura psicológica que funciona como una certeza sin que realmente lo sea, ya que, en términos de creencias, pueden ser válidas estas propuestas o sus contrarias.

He tenido pacientes a los que literalmente se les ha dicho que los síntomas que padecen se deben a que “han venido a purgar los pecados de sus padres”.

Es curioso como el pensamiento mágico con el que se explicaban las

Pensamiento mágico

El pensamiento mágico no siempre es útil para nuestra salud

enfermedades como castigos de los dioses, pecados del propio individuo o de algunos de sus antecesores, vuelve a tomar fuerza en la actualidad, dos mil quientos años después de que se hubiese superado la visión mágica de las enfermedades, justo cuando aparece en Grecia la Medicina Hipocrática.

Como añadido, una de las terribles consecuencias que aparecen sibilinamente cuando se aceptan modelos como el descrito, es que, además, se fomenta el “rol de víctima” por parte del sujeto, haciéndole sentir que se encuentra desvalido bajo la agresión de una serie de circunstancias que no controla, y que sin la ayuda taumatúrgica del terapeuta no podrá resolver.

Disfrazado de supuestas explicaciones científicas, en el fondo, dichos modelos, vuelven a la concepción mágica de la enfermedad y la intercesión mediadora “cuasi” sacerdotal por medio de la figura que ahora llamamos terapeuta.

Básicamente, pues, el planteamiento de los “modelos de indefensión” consiste en hacerle creer al sujeto que, tanto si lo recuerda como si no lo recuerda, “usted tiene un conflicto traumático en sus profundidades”, una especie de bomba de relojería psicológica que está a punto de estallar y que, por supuesto usted no controla.

Lo curioso del caso es que los actuales estudios sobre resiliencia demuestran justo lo contrario. Demuestran que las personas que han tenido infancias difíciles, con mayor frecuencia se convierten en buenos luchadores en la vida.

Enraizarse en el presente

No hay herramienta más potente que el enraizamiento en nuestro presente

Hay quien plantea que hay que “curar el pasado para sanar el presente”. Mi planteamiento es justo el contrario, “sanando el presente podemos sanar el pasado”.

Al tipo de enfoques anteriormente explicado, los he llamado “los modelos de la indefensión”, porque se basan en transmitir mensajes sutiles (o no tan sutiles) acerca de ciertos peligros que usted no podrá nunca controlar por sí mismo, sino es con la ayuda de un profesional adecuado.

En este enfoque, sentirse bien, cuando en tu vida han sucedido eventos emocionalmente importantes, sin haber realizado el trabajo terapéutico que se les proponen, se valora como algo terrible, ya que creen que dichos sujetos sólo están ocultando, negando o reprimiendo el trauma. El castigo para estos “no creyentes” será terrible, piensan ellos, cuando los traumas profundos reprimidos erupcionen desde las profundidades de la psique en algún momento futuro.

Traumas infantiles

Los supuesto traumas infantiles no siempre explican nuestro presente

Frente a esta visión del ser humano como un ser indefenso y de los procesos de salud y de enfermedad anclados en la resolución de traumas pasados, a la luz de los actuales conocimientos científicos acerca de la memoria y de cómo construimos recuerdos falsos y representaciones de eventos que nunca existieron, parece que existen otras visiones más razonables y, al mismo tiempo, más potenciadoras.

A dichas visiones las llamo “modelos de empoderamiento”, ya que permiten que los sujetos tomen consciencia de su verdadero poder personal y de la responsabilidad que tienen frente a su propia existencia, comprometiéndose en el desarrollo de sus capacidades.

Obviamente son menos populares que los de indefensión, ¿por qué?

Pues porque en una sociedad, como la nuestra, en la que tanto se cultiva el miedo y la inseguridad, la gran mayoría de las personas prefieren que los lleve en lugar de caminar por sí mismo, ya lo apuntó Erich Fromm en su obra “El miedo a la libertad”. Por otro lado, también resulta mucho más sencillo echar la culpa de nuestros males a algún familiar o a un antepasado, mejor que asumir que somos nosotros quienes construimos nuestra propia vida.

Porque un modelo de salud que pretenda ser funcional ha de ayudar a las personas a explorar y descubrir sus potencialidades, sus capacidades, clarificar sus metas y ayudarles a luchar por ellas. Tiene más que ver con una enseñanza y con un acompañamiento que con una imposición de creencias.

Sí adquiriésemos la convicción de que para salir del sufrimiento no necesitamos recrearnos en él, sino enfocarnos en el desarrollo de nuestro poder personal y el cultivo de todas nuestras potencialidades, tal vez nuestra vida se transformase en una experiencia mucho más creativa, gratificante  y pacífica.

2 pensamientos en “Indefensión versus empoderamiento

  1. Pingback: Creencias que nos ayudan a avanzar | Sofrodynamia® y Salud

  2. Pingback: Creencias que nos ayudan a avanzar – Doctor Nougues

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.