La ciencia y el arte de curar

Sabemos que la medicina es una ciencia, pero no una ciencia exacta. Esto hace que necesitemos atender a las peculiaridades de cada caso de una forma individualizada y personalizada. También sabemos que la medicina es considerada como un arte, el “Ars Médica”, que decían los hipocráticos. Eso quiere decir que para practicar la medicina necesitamos una mente científica pero también una mente lo suficientemente abierta y creativa como para poder dar respuesta a aquellos casos que muchas veces se salen de la norma.

Esta fue una de las razones por la que desde tiempos muy tempranos (incluso antes de acabar la carrera), comencé a formarme en lo que hoy día se conoce como Medicina Integrativa. Al principio no fue fácil. Apenas existían medios y el acceso a ellos también era bastante limitado. Hoy día es otra cosa. Disponemos de gran cantidad de información a la que podemos acceder de una forma cómoda y sencilla, lo cual permite que pueda seguir formándome cuarenta años después de finalizar la carrera.

Estoy convencido de la importancia social que tiene explicar al público en general, y a los compañeros sanitarios en particular, este enfoque médico del “arte y de la ciencia de curar”. La Medicina Integrativa es un nuevo concepto, una nueva corriente médica actual, impulsada desde Estados Unidos (Universidad de Arizona), que precisamente aúna estas dos vertientes, la de ciencia y la de arte. Ya que sin perder ni un ápice del enfoque científico más actual, procura siempre individualizar los tratamientos atendiendo a la propia peculiaridad del paciente entendido como un ser global en el que hay que considerar algo más que el síntoma, es decir, la totalidad del ser en su dimensión física, cognitiva, afectiva, energética, social y espiritual.

No es pues un enfoque alternativo a la medicina convencional, sino más bien la aplicación de una mirada integradora y complementaria que utiliza todos los medios convencionales más todas aquellas terapias complementarias con suficiente base científica.

Sería absurdo renunciar o no tener en cuenta los numerosos avances científicos actuales en el campo del diagnóstico, de la farmacología, de la cirugía, etc. Pero también resulta bastante limitante el hecho de que en la práctica médica habitual no se atienda a la persona como ser global, sino que se centre en el órgano, en el síntoma o en el protocolo, olvidando aquello que es esencial en el ser humano, y es que somos únicos, originales y trascendentes. 

La ciencia y el arte de curar ha de contemplar a esa totalidad y, en cierto modo a ese “misterio», que somos cada uno de nosotros, tanto cuando estamos enfermos como cuando estamos sanos.

Hoy día, afortunadamente, existen ciertos signos de cambio, lo cual me permite seguir manteniendo la esperanza de que, más temprano que tarde, toda la medicina será integrativa.

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