El Poder Curativo del Lenguaje: Impacto en la Salud

Decía Sartre que “La palabra es sacra para quien la pronuncia y mágica para quien la escucha”, otorgándole, sin duda, un apreciado valor a la misma que rebasaba la importancia cotidiana que normalmente le concedemos.

¿Alguna vez has sentido que una palabra o una frase inadecuada te doliese o te dañase más de lo esperado? Por el contrario, ¿has experimentado, también, consuelo o alivio a través de las palabras de otra persona? Si es así, no hace falta que que explique (pues ya tienes la experiencia) la importancia que posee para el ser humano todo aquello que decimos. Nuestras palabras pueden dañar o pueden curar.

La palabra ha sido utilizada en la medicina desde la antigüedad (el ensalmo, el terpnos logos, etc.). Sin embargo, en los momentos actuales no goza del prestigio que debiera dentro del ámbito médico convencional, ya que, de manera habitual, la mayoría de los médicos desconocen este “arte” o  han renunciado al  uso del “poder de las palabras” para cederlo a otras disciplinas como la psicología, el psicoanálisis o las psicoterapias en general, en la creencia de que lo importante para el proceso de curación del paciente depende solamente de la técnica empleada: medicamentos,  cirugía, radioterapia, células madres o cualquier otro procedimiento científico actual. 

En mis seis años de carrera nunca recibí ni una sola indicación acerca de su uso, y fue tiempo después cuando realizando otro tipo de formaciones tomé consciencia de su importancia. Las palabras tienen poder, y dicho poder  puede ayudarnos a sanar, pero, al mismo tiempo, cuando se utilizan de forma inapropiada son capaces de generar un daño mayor del que imaginamos. 

En nuestro trabajo es frecuente tener que comunicar malas noticias, pero esto puede hacerse de muchas formas muy diferentes. No es necesario mentir sobre un diagnóstico, ni tampoco ocultar un dato desalentador, para ser capaz de transmitirlo al paciente de tal manera que genere una emoción positiva en lugar de producir un shock o un bloqueo emocional. 

Diversas investigaciones científicas han demostrado la importancia que tiene el estado emocional de las personas en relación a su evolución y a las respuestas a las diferentes terapias administradas. Sabemos con bastante certeza que emociones como el miedo o la inseguridad bloquean el sistema inmunitario, mientras que otras como la alegría o la esperanza lo fortalecen.

No olvidemos tampoco que el lenguaje humano va más allá del mero sonido. Existe un contenido verbal y también un “metalenguaje”. La comunicación incluye el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal, es decir, lo que dice no sólo el aspecto literal de nuestro mensaje sino también el tono de voz, la postura corporal, la mirada… todo ello puede ayudar o puede bloquear. Una misma palabra emitida con diferentes tonos de voz pueden interpretarse como dos mensajes diferentes.

Otro aspecto a considerar es “el cuando”, es decir, el momento en el que se dice lo que se dice. Es bastante posible que hayas vivido algunas situación en las que te han dicho (o has dicho tú), algo totalmente cierto, pero que no era el momento de decirlo o de escucharlo. La misma información transmitida en un tiempo inapropiado puede dejar de ser beneficiosa para tornarse en perjudicial. Por eso, es de máxima importancia decir los que queremos transmitir pero hacerlo en el momento apropiado para ello.

Desgraciadamente los médicos no siempre podemos curar, pero en cualquier situación por muy complicada que ésta sea es posible ayudar y, en este ámbito, la palabra terapéutica es una potente herramienta que tenemos a nuestra disposición. 

Son muchas las posibles indicaciones del lenguaje sanador, tales como trasmitir información, resolver dudas, cuestionar falsas creencias a cerca de una enfermedad o de un proceso, plantear objetivos terapéuticos, inducir emociones potenciadoras, mejorar la adherencia a los tratamientos, crear una base de confianza, plantear hipótesis futuras, etc., y todo ello gracias a que el lenguaje humano permite llegar no sólo a las capas conscientes del individuo sino que, además, impacta directamente sobre niveles más profundos de su inconsciente, a modo de una semilla que germinará en el momento justo.

Cada palabra puede ser un bálsamo o un veneno. Os animo a usarlas para mejorar la capacidad de transmitir lo que queremos decir de una forma potenciadora. Esto es una ciencia y un arte que se puede aprender y que se puede perfeccionar con la práctica. Tal vez, el elemento clave para decidirse a hacerlo es la toma de consciencia de la importancia que tiene todo lo que decimos en la vida en general y en el acto terapéutico en particular. Espero que todo lo descrito hasta ahora haya aportado un poco de luz y te anime a practicar lo suficiente como para conseguir el mejor uso de tus palabras. 

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