Lo que la enfermedad enseña

Enfermar no es nada deseable y tratamos de evitarlo a toda costa. Sin embargo, muchas veces  a pesar de nuestro esfuerzo, ocurre. 

Poseemos un cuerpo material compuesto de substancias que se deterioran con el tiempo y, por mucho que nos cuidemos y por muy buena genética que tengamos, más tarde o más temprano, el cuerpo se deteriorará. A pesar de nuestros esfuerzos, envejecer, enfermar y morir, forman parte del ciclo de la vida.

Asumir que somos “seres enfermables” no significa que nos de igual caer enfermos, sino que más bien nos debería de animar a cuidarnos lo suficiente para disminuir la probabilidad de contraer una enfermedad y vivir el tiempo que nos toque con una mejor calidad de vida. En medicina trabajamos con probabilidades más que con certezas. Cuidarse de forma apropiada disminuye las probabilidades de enfermar, pero no genera una certeza al cien por cien de que la enfermedad no aparezca.

Así que es bastante probable que en algún momento de la vida enfermemos de alguna manera. ¿Qué hacer entonces? Básicamente tenemos varias opciones: 1) Enfadarnos o desesperarnos; 2) Abordarlo de forma remediativa (que significa tratar el síntoma sin entender el proceso); 3) Abordarlo de forma generativa, lo cual significa utilizar la enfermedad como palanca para seguir creciendo.

Cada cuál elegirá qué hacer, aunque muchas veces dichas elecciones sean de forma no consciente. La medicina actual se enfoca en la prevención y en el tratamiento de las dolencias cuando estas aparecen. Pero, además de lo anterior, hay también algo más, un aspecto sutil que no deberíamos obviar.

La salud, entendida como “el arte de vivir en plenitud”, no se puede reducir a la mera eliminación de una enfermedad (lo cual está muy bien y no es nada despreciable), sino que implica algo más, ya que se encuentra íntimamente conectada con el proceso de desarrollo humano. ¿Qué quiero decir con esta afirmación? Pues significa que salud y desarrollo humano son procesos inseparables entre sí, y que podemos curar el cuerpo, incluso algunos sufrimientos psíquicos, pero la auténtica salud se encuentra un paso más allá. 

La verdadera curación aparece cuando, además de tratar el síntoma, la persona aprende a conocerse mejor y a entender el mundo de una forma mucho más potenciadora y real. Es como si tras vencer la enfermedad pudiéramos ascender un peldaño en el camino de la evolución personal. Podría decirse que la enfermedad nos ha hecho un poquito mas sabios.

Algunos pensarán que estas palabras suenan bonitas o que es mera teoría filosófica, pero tras muchos años de práctica médica he sido testigo de bastantes casos que así lo demuestran. He tenido el privilegio de acompañar en estos procesos a verdaderos “campeones del arte de vivir en plenitud” que han logrado lo que mas arriba describo y que han supuesto todo un ejemplo para mí y, también, para los demás. 

Por eso me siento especialmente gratificado cuando compruebo que un paciente no sólo ha mejorado de su dolencia, sino que también ha modificado su compresión de sí mismo, sus relaciones y su posición en el mundo, gracias al camino recorrido durante su proceso de gestión de la enfermedad. En esteos casos, la enfermedad ha cumplido una importante misión, porque ha servido como una especie de “maestro” cuyo propósito consistió en que la persona saliera mas sabia y mas realizada que antes de enfermar.

No siempre sucede eso. Hay quienes cada día están más enfermos, a pesar de  mejorar de sus dolores o de sus valores bioquímicos, porque, y esto es especialmente importante, la salud y la enfermedad no residen únicamente en el estado de nuestro cuerpo, sino que al igual que la felicidad o el sufrimiento, residen en nuestra mente.

Toda enfermedad es un lastre que no queremos padecer. No podemos obviar el lado negativo o peyorativo de la enfermedad, pero además de eso, también esconde la semilla del crecimiento, gracias a la cual desarrollamos una mayor capacidad de afrontar la adversidad, y a eso lo llamamos resiliencia.

Dicho de otro modo, igual que aprendemos a estar sanos, deberíamos también aprender a cómo gestionar nuestra vida cuando estamos enfermos. La verdadera curación reside en la forma en la que gestionamos el dolor y las limitaciones propias de los procesos morbosos, es decir, en la ampliación de la consciencia y en el descubrimiento del Espacio Interior, concebido éste como lugar de encuentro con nosotros mismos, con los demás y con el universo. 

Según mi forma de ver las cosas ésta es la verdadera curación. Y a este tipo de curación lo podríamos denominar sanación. Sanar es algo mas que curarse, significa haber aprendido de la enfermedad. Curar curamos el cuerpo, pero sanar sanamos al ser humano en su totalidad. 

Recorrer el camino de la sanación, es comparable con avanzar un paso mas en el proceso de crecimiento y desarrollo humano. En este caso, la enfermedad, además de ser algo no deseable y algo que tratamos de evitar, encierra también en su interior un enorme potencial para evolucionar como seres humanos.

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