Cuando recibo una nota de mi secretaria o leo un mail en el que me dicen que un paciente está con diarreas desde hace tiempo y que está tomando dieta blanda, me quedo que no me siento las piernas, como en las películas de Rambo, y agradezco que la mayoría de las veces me pille sentado en el sillón, ya que así evito caerme al suelo.
Se preguntarán ustedes el por qué de lo desmesurado de mi reacción, así como el misterio que entraña mi respuesta cuando escucho en la misma frase diarrea y dieta blanda.
Pues no tengo inconveniente en desvelarlo.
Se trata de una mala pasada de mi imaginación que en el caso descrito me lleva a imaginar al paciente que, fruto de la ignorancia, se encuentra padeciendo un intento involuntario de “caquicidio”, neologismo éste con el que defino el intento llevado a cabo de manera no consciente de pasar a mejor vida sentado en la taza del inodoro.
Y es que, en general, poca gente distingue entre lo que es una dieta astringente y una dieta blanda, incluyendo muchos profesionales.
Cuando uno tiene diarrea ha de tomar una dieta astringente, más o menos severa en función de la intensidad de la misma. Dicha dieta está compuesta por alimentos que tienen la propiedad de producir sequedad o constricción y favorecen el estreñimiento.
Sin embargo, la finalidad de una dieta blanda es que los alimentos sean fácilmente deglutibles y digeribles, evitando así dificultades en la masticación, deglución o producir digestiones pesadas.
No perdamos de vista que un alimento fácilmente digerible puede tener una carácter laxante. Es decir, una dieta blanda puede soltar el vientre.
En una dieta blanda, entre otras cosas, se recomienda fruta, verduras, leche, ciertas infusiones (entre la que con mucha frecuencia los pacientes eligen manzanilla, algo magnifico si quieres ir al baño), zumos, caldos de verdura, etc.
Es decir, si lo expresamos como una fórmula matemática:
Diarrea persistente + Dieta blanda = Incremento exponencial del gasto en papel higiénico en casa.
Recuerdo un paciente que consultó porque llevaba meses con una diarrea que no cedía a pesar de los diferentes tratamientos y medicamentos que le habían prescrito. Cuando le pregunté qué desayunaba me dijo, -zumo de naranja, pan con aceite y manzanilla-. Le contesté – ¿y no sale disparado para el W.C. en cuanto desayuna?-, y me responde sorprendido,-sí, es cierto, ¿y usted cómo lo sabe?
Lo realmente preocupante es que después de meses de tratamiento viendo a diferentes médicos ninguno le había preguntado por lo que comía y en cambio habían gastado tiempo y dinero buscando extraños virus, bacterias, analíticas, cultivos etc…
Y es que hay gente que todavía no se entera de que lo que comemos tiene que ver con nuestra salud.
Pero aquí no acaba el problema de la famosa dieta blanda. Ahora viene la segunda parte, la más dificultosa según mi experiencia: convencer al paciente y a los familiares que le rodean de que lo que toma no le va bien.
Porque, ¿cómo va ser mala la manzanilla?… “pues mi médico fue el que me recomendó lo de la dieta blanda”… “pues esta dieta me la ha puesto un vecino mío que es ATS”…etc.
Entra dentro de lo normal que un paciente no distinga entre dieta astringente y dieta blanda, pero los profesionales de la salud sí que deberíamos tenerlo claro.
En fin, resumiendo, cuando en próximas ocasiones padezca un proceso diarreico huya de la dieta blanda como del demonio, so pena de que decida trasladarse a vivir al cuarto de baño de su casa.
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