Después de finalizar un grupo de Sofrodynamia®, en más de una ocasión me han preguntado por qué me gusta contar historias para mostrar algunas enseñanzas. Suelo contestar que me gusta hacerlo y que son bastante útiles porque a veces podemos expresar con ellas muchas cosas que son difíciles de explicar de otra manera.
Hoy desvelaré una respuesta algo más amplia.
Lo cierto es que suelo disfrutar leyendo o escuchando relatos, los cuales, en muchos casos, suponen para mi una fuente de inspiración y de aprendizaje.
A los seres humanos siempre nos ha gustado contar y, también, escuchar historias. A través de los tiempos, relatar historias era una actividad que solía realizarse en común y permitía que los miembros de una misma comunidad pudieran trasmitir, generación tras generación, enseñanzas acerca de sus orígenes, así como sus costumbres, sus mitos, su cultura, etc.
Pero los relatos, además de todo lo dicho anteriormente, también pueden ser utilizados como una importante herramienta terapéutica, sobre todo cuando lo usamos intencionalmente tratando de producir dicho efecto. Es decir, los relatos, al igual que otras formas de lenguaje, pueden incluirse dentro del uso terapéutico de la palabra.
Por esa razón, en Sofrodynamia® solemos contar historias. Y esta herramienta se utiliza con una doble finalidad, enseñar y sanar.
Hay que indicar que, en cierta medida, un relato terapéutico siempre trata de enseñar algo, por lo que podría decirse que los relatos terapéuticos, al mismo tiempo, son también relatos didácticos.
Un relato didáctico es aquel que posee la capacidad de estimular el aprendizaje ayudando a desarrollar factores tales como el pensamiento sistémico, la creatividad y la capacidad para resolver problemas, entre otras cosas.
Cuando en un grupo de Sofrodynamia® decido contar una historia no lo hago a la ligera, sino que busco el momento apropiado para ello. Además, he de tener en cuenta que para relatar historias existen diversos formatos para hacerlo, como por ejemplo los cuentos, las parábolas, las historias metafóricas, etc. Es importante, pues, que en cada momento se utilice el formato más adecuado para transmitir lo que se quiere enseñar.
A la hora de contar una historia es posible echar mano de los antiguos relatos conocidos, pero también suelo utilizar algunos de propia creación. A estos últimos los llamo “historias sofrodynámicas”, y, posiblemente, dentro de un tiempo, edite un libro con algunas de ellas.
Pero para que un relato sofrodynámico pueda ser terapéutico ha de cumplir una
serie de condiciones, no vale cualquier historia sin más.
Desde el punto de vista de la Sofrodynamia® procuro que las historias que cuento en los grupos tengan las siguientes características:
- Han de estructurarse de tal manera que les hable, a la vez, al consciente y al no consciente.
- Busco que ayude al alumno a generar o a cambiar hacia estados mentales potenciadores.
- En muchos casos procuro enseñar a conectar con el Espacio Interior.
- Se pueden utilizar para modificar el nivel de consciencia durante una práctica.
- Han de aportar elementos para cuestionar el modelo del alumno.
- Deben generar nuevas opciones o puntos de vista diferentes.
Además de todo lo anterior, en las historias sofrodynámicas, es muy importante no sólo lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Es decir, en este caso cuenta tanto el contenido como el envoltorio.
Pero eso será materia de otro post.