¿El último viaje?

Paraíso

Una de las opciones, después de la muerte es la de gozar de La Vida Eterna

En estas fechas cercanas al Día de los Difuntos me ha parecido oportuno reflexionar sobre nuestro “último viaje”.

La metáfora del último viaje ha sido profusamente utilizada para ilustrar el tránsito de la vida a la muerte. Pero lo más interesante del caso es la pregunta ¿último viaje, hacia dónde?

Es decir, cuál es el destino final de ese viaje que todos emprenderemos algún día cuando abandonemos este plano de existencia.

Hay tres posibles respuestas y cada persona elige la que le parece mejor en función de sus creencias.

La primera, que es la que sostienen las personas no creyentes  de pensamiento materialista, el destino es la nada. Te mueres y ya está. Los diferentes compuestos orgánicos se disuelven en sus componentes bioquímicos y aquello que llamamos consciencia, al no ser más que el resultado de una actividad cerebral, se desvanece cuando nuestro cerebro cesa su actividad.

Una segunda opción está representada por los creyentes de diversas religiones que aspiran a vivir una vida eterna junto a su creador, la vida en el Paraíso en sus diferentes versiones. Aquí se abren varias posibles opciones, el cielo si has sido bueno, el infierno si no lo has sido y el purgatorio como estado intermedio para purificarse completamente antes de acceder a la eterna contemplación de la divinidad.

Reencarnación

Es la consciencia sutil y no la personalidad la que se encarna de vida en vida

La tercera posible respuesta a la pregunta sobre a dónde nos dirigimos en nuestro último viaje, es la reencarnación. Es decir, una vez falleces, existe un continuo mental que no muere y se traslada de vida en vida adoptando otros cuerpos y personalidades diferentes. Así que, desde esta perspectiva, más que un último viaje habría que hablar de una especie de “bonobus intervital” que parece no agotarse nunca.

Aunque existen diversos matices en el ámbito de las teorías reencarnacionistas, por motivos de simplificar el asunto y no hacerlo demasiado complejo y enrevesado las podríamos englobar en un sólo grupo.

Así pues, elegir entre la primera, la segunda y la tercera opción para dar respuesta a lo que hay más allá de la vida, parece que es cuestión de fe. Al menos eso dicen la mayoría de las personas con las que he hablado de este tema.

Tengamos presente ahora las sabias palabras de San Anselmo, Arzobispo de Canterbury del siglo XI, quien dijo aquello de “fides quaerens intellectum” (La fe queriendo entender) para referirse a lo que debía ser la Teología.

En estos momentos, en el siglo XXI, parece claro que cuando queremos entender de un asunto, buscamos fundamentos en la ciencia y tratamos de verificar los diferentes postulados mediante la aplicación del método científico. El problema reside en que no todas las cuestiones son abordables desde la metodología científica convencional.

Sin embargo, aunque a algunas personas le produzca extrañeza, la investigación acerca de qué hay después de la muerte ha sido abordada científicamente por el bioquímico y Doctor en Medicina Ian Stevenson de la Universidad de Virginia, fallecido en 2007.

Stevenson dedicó gran parte de su vida a estudiar científicamente los casos de reencarnación, y el resultado de sus investigaciones se encuentran publicados en varios libros de los que sólo se han traducido al castellano “Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación” (1974).

Aplicando la metodología científica, Stevenson, encontró un número de casos de niños que, una vez descartado cualquier atisbo de fraude, la única hipótesis válida para explicar los diferentes fenómenos que sucedían era la reencarnación.

Por tanto, si aplicamos el pensamiento científico, la lógica y no sólo la fe, la hipótesis más plausible y con mayor fundamentación documental acerca de qué sucede después de la muerte es la de la reencarnación.

¡Ojo, no estoy hablando de fe sino de datos!

Si también hacemos caso a San Anselmo y aplicamos aquello de la “fe queriendo entender”, obviamente, no debiéramos menospreciar los argumentos que las disciplinas científicas nos aportan en estos momentos. Sería bueno que superásemos visiones teológicas medievales.

Pero a pesar de lo que diga la ciencia, soy consciente de que el componente emocional y, por qué no decirlo, irracional, del ser humano es tan poderoso que a pesar de lo que las evidencias demuestren, cada cuál seguirá creyendo aquello que le de la gana. Por eso se sigue enseñando en algunos lugares que el ser humano procede de Adán y Eva, tras una habilidosa manipulación de un trozo de barro y de una posterior escultura femenina a partir de una costilla del susodicho.

Buenas acciones

Creas lo que creas, lo realmente importante es ser buena persona y realizar buenas acciones

Y cada cual está en su derecho de creer lo que le de la gana, al igual que yo en el mío de expresar respetuosamente mi opinión.

Lo realmente interesante de esta cuestión es que no merece la pena discutir acaloradamente por ello, ya que, más tarde o más temprano, tendremos todos ocasión de comprobarlo personalmente.

Así que creas lo que creas, ¡enhorabuena! Trata de ser fiel a tus creencias, respetuoso con la de los demás y, sobre todo, ser buena persona. Esto último es lo realmente importante.

Un pensamiento en “¿El último viaje?

  1. Reblogueó esto en LUZ EN AGORAy comentado:
    la muerte no es el fin sino el regreso a casa en forma de energía y lo dijo por experiencia propia al partir mi hermana de este mundo se presento ante mis ojos en forma de una luz blanca algún día contare la experiencia de la enfermedad y partida de mi hermana un saludo tony

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