Decía el científico chileno Umberto Maturana: «La vida es un proceso de conocimiento”.Y posiblemente el conocimiento más deseado para la mayor parte de las personas sea aquel que se refiere al descubrimiento de las claves que permiten obtener una felicidad duradera.
Habría que recordar aquí la diferencia entre la Felicidad Hedónica, que es aquella que persigue el mero placer sensorial y es pasajera, de aquella otra Felicidad Eudaimónica que, tal como entendía Aristóteles, es mucho más estable, profunda y verdadera.
Y a propósito de la felicidad hay un asunto que mucha gente se plantea: ¿vivir feliz es cuestión de suerte o es posible hacer algo al respecto? Desde mi punto de vista he de señalar que, como en cualquier actividad humana, la suerte siempre cuenta. Pero según lo que sabemos en la actualidad gracias a diversos estudios al respecto es que el factor suerte, o las circunstancias que nos rodean, influyen aproximadamente en un 10% de la felicidad en la vida, mientras que nuestra forma de funcionar en el mundo influirá en un 40%. El otro 50% restante correspondería a factores genéticos.
Dicho de otra forma, el modo personal en el que organizamos la vida y afrontamos los retos y dificultades cuentan cuatro veces más que la suerte o el ambiente externo. Es importante entender que nuestra forma de proceder tiene un peso determinante para alcanzar la felicidad. Eso quiere decir que algo sí que podemos hacer, pero ¿qué?
Según parece, aquellos que piensan que la felicidad les caerá cómo un regalo del cielo tienen bastantes menos posibilidades de conseguirla que aquellos otros que adoptan una actitud proactiva, por tanto, de alguna manera, podríamos hacer algo para convertirnos en auténticos “constructores de felicidad”.
Para ser un buen constructor de felicidad hemos de tener en cuenta que la felicidad es un estado de la mente. El Budismo nos enseña que tanto la felicidad como el sufrimiento son estados mentales. Si aprendemos a gestionar mejor nuestros estados mentales tendremos más posibilidades de alcanzar la ansiada meta.
De forma genérica para incrementar el nivel de felicidad disponemos de dos estrategias bien simples: 1) Disminuir las experiencias de infelicidad y 2) Incrementar aquellas que generan felicidad. Pero afinando un poco más, entendemos que es en la mente, y no en el exterior, donde construimos las experiencias de felicidad o de sufrimiento, lo cual quiere decir que para transformarse en un verdadero constructor de felicidad, lo más apropiado es dirigir nuestro esfuerzo hacia un adiestramiento mental.
El adiestramiento mental permite crear una “realidad interna» gracias a la cual es posible alcanzar el bienestar al que aspiramos. En realidad lo podemos plantear como una forma de entrenamiento de la mente, y eso requiere un importante trabajo personal que ha de incluir los siguientes apartados:
1.- La pacificación de los pensamientos perturbadores. En esta tarea, la respiración consciente será una de las herramientas más apropiadas.
2.- Por otro lado es necesario transformar nuestras creencias limitantes en creencias potenciadoras. Y eso significa trabajar sobre nuestros Modelos Mentales.
3.- También es muy importante disminuir el apego y la aversión para incrementar la acogida ecuánime de aquello que aparece en nuestra vida. La práctica meditativa puede ayudarnos a lograr esta actitud.
4.- Finalmente, entender que la propia felicidad no es ajena a la felicidad de los demás, por tanto, el desarrollo del amor y la compasión por todos los seres es un ingrediente imprescindible en todo este proceso.
Todo lo expuesto ha sido enseñado en diferentes tradiciones espirituales a lo largo de miles de años pero, según parece, todavía no hemos sabido entenderlo de manera apropiada, y seguimos con la errónea creencia de que la felicidad depende de como nos traten los demás o de la suerte que tengamos en la vida. Ambas cosas son importantes, pero el auténtico poder para ser felices o desgraciados no reside en el exterior, sino en el correcto manejo de nuestra propia mente.
