Sensibilidad al Gluten no Celiaca

Cuando recibimos una invitación a una boda o hacemos una reserva por internet en un buen restaurante, desde hace un tiempo hay siempre un apartado que nos pregunta acerca de las intolerancias de los comensales. Según parece, las personas con problemas de intolerancias a ciertos grupos de alimentos se han multiplicado de una forma que no acabamos de explicar suficientemente bien.

Esta es una realidad que cada vez más cotidiana, y una de las problemáticas que aparecen con mayor frecuencia es la de la Sensibilidad al Gluten no Celiaca. Hace más de tres décadas que vengo atendiendo a muchos pacientes que presentan una florida sintomatología digestiva y, también en muchos casos, extradigestiva cuando consumen gluten, sobre todo procedente del trigo. 

Síntomas tales como la hinchazón abdominal, gases, diarreas, digestiones pesadas, alteraciones cutáneas, cansancio, embotamiento mental, dolores articulares, etc., son las causas que frecuentemente les llevan a la consulta. Eso y el no haber encontrado antes solución a sus padecimientos por otras vías.

Es frecuente que estas personas vengan diagnosticada de Colon Irritable, un magnífico cajón de sastre para incluir un gran número de problemas digestivos que no sabemos explicar con precisión.

Hace años, estos pacientes tenían que lidiar no sólo con sus problemas de salud, sino también con la incomprensión por parte del sistema sanitario que les decían que como las pruebas de celiaquía eran negativas podían y debían tomar gluten. Los más obedientes pagaban con su salud las consecuencias de seguir dicho consejo.

Hoy parece que la cosa ha mejorado un poco, aunque no lo suficiente. Si hago caso a mi propia experiencia profesional y a lo que me cuentan de primera mano los pacientes, todavía siguen recibiendo indicaciones un tanto absurdas acerca de la ingesta o no de gluten.

La Sensibilidad al Gluten no Celiaca se describió allá por los años setenta del siglo pasado, aunque se ha comenzado a estudiar con mayor profundidad apenas hace unos quince años, y las evidencias encontradas al respecto son cada vez más contundentes. 

Según parece, las distintas modificaciones genéticas que han sufrido algunos de los cereales, sobre todo el trigo, en las últimas décadas ha hecho que la gliadina y el gluten no sean reconocidos de forma adecuada por nuestra microbiota y generen estos problemas. Hay otras investigaciones que apuntan al uso de los pesticidas, especialmente el glifosato, como causante de esta patología que en los últimos tiempos ha venido sufriendo un incremento exponencial de casos. Se habla también de una alteración de la microbiota inmunomoduladora. Sea cual sea el origen, lo cierto es que hay que dar solución a esta situación.

Las personas que padecen este trastorno consiguen una espectacular mejoría cuando dejan de ingerir gluten, aunque en muchas ocasiones esta patología se combina además con otras alteraciones del aparato digestivo, sobre todo de la microbiota y requieren de estudios más profundos para intentar detectar otras intolerancias alimentarias, equilibrar una disbiosis o mejorar la permeabilidad del intestino.

Encuentro que algunos pacientes que presentan esta sensibilidad al gluten son capaces de tolerar pequeñas cantidades de dicha substancia, aunque lo más conveniente para ellos es que lo eliminen de la dieta tanto como puedan.

Son cereales con gluten y que, por tanto, deben evitar, el trigo, la espelta, el centeno, la cebada y también incluimos la avena. Por tanto es posible que puedan consumir otros cereales tales como el arroz, el mijo, el maíz, el trigo sarraceno, el tef, etc.

Hay quien se queja de la dieta, argumentando cosas como que es muy difícil seguirla. Por lo general, el beneficio obtenido de eliminar el gluten en estas personas es bastante mayor al sacrificio que han de realizar, porque si excluimos lo referente a los cereales con gluten que han de eliminar, la dieta que estos pacientes pueden realizar es bastante variada, ya que incluye huevos, carne, pescado, marisco, embutidos, legumbres, frutas, verduras y hortalizas, ciertos derivados lácteos (si no están contraindicados por otra razón), semillas oleaginosas, etc.

Así que con un poco de imaginación culinaria y una cierta modificación de las costumbres dietéticas, es posible seguir una alimentación sin gluten de forma saludable  y, además, disfrutar de las comidas tanto como lo hacíamos antes. 

Creo sinceramente que el esfuerzo que hay que realizar en estos casos bien merece la pena, tanto en términos de mejora de la salud digestiva como del bienestar general de la persona.

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