A veces he fantaseado con la idea de que en un sillón, junto a mí, pudiera tener por unos días al espíritu de Sócrates, para así poder escuchar sus consejos y sabias apreciaciones acerca de la naturaleza profunda de los seres humanos, cosa fascinante donde las haya.
Y he escogido como acompañante de sillón a un filósofo, que no a un médico, porque en este caso me intriga más lo concerniente a la sabiduría sobre la esencia última de las cosas, que es la meta que persigue toda filosofía. Pero si hubiese tenido que elegir como acompañante a un médico, habría elegido, como no, a Hipócrates de Cos, que para eso es el Padre de la Medicina Occidental. Puede apreciarse mi tendencia natural a la cultura clásica del mundo antiguo, ya que los griegos nos legaron un conocimiento que, en muchos aspectos, todavía no hemos llegado a superar. Sigue leyendo