A estas alturas, y después de cerca de treinta años trabajando con grupos, podría afirmar que he tenido miles de alumnos. Eso quiere decir que de uno u otro modo el rol de profesor está muy arraigado en mi. Pero una de las cosas que nunca he querido perder de vista es la de tratar de mantenerme siempre vivo, lo que yo denomino «la mente del estudiante», es decir,la posibilidad de estar abierto al aprendizaje en cualquier circunstancia, en cualquier contexto y de cualquier persona.
Es por esa actitud por la que muchas veces he aprendido de mis maestros, otras veces de mis alumnos y en algunas ocasiones a partir de mi propia experiencia. Pero en estos días estoy experimentando un tipo especial de aprendizaje, el cual tiene para mi como padre un plus.
Me refiero a que, en esto de la informática y las redes sociales, mi hijo es el maestro y yo el aprendiz o alumno. Esta tarde, mi hijo Army, me ha estado instruyendo en los entresijos de distintas plataformas y redes. Cuando he salido de casa lo he hecho con alegría, pues me he dado cuenta de que no sólo he aprendido muchas cosas útiles e interesantes, sino que además he sentido el placer y el orgullo de que fuese él mi maestro.
Convertir a un hijo en un maestro que nos supere es una de las metas que muchos padres hemos deseado. Hoy se ha cumplido en el ámbito informático. ¡Ojalá que pronto su maestría se extienda a otras muchas facetas de la vida y pueda yo seguir siendo su alumno!