La arcilla es uno de los agentes naturales de salud que ha sido utilizado por todos los pueblos desde tiempos inmemoriales. Existen numerosas pruebas de su uso medicinal para tratar heridas, fracturas y otros muchos procesos, en prácticamente todas las culturas del mundo. Hay constancia de que desde tiempos de Hipócrates se usaba también por vía interna. Los primeros estudios de cierta consistencia se realizaron en Alemania a finales del siglo XIX.
La arcilla está compuesta por agregados de silicatos de aluminio hidratados. Existen distintos tipos con composiciones diferentes según su origen. En el comercio habitual es posible encontrar arcillas blancas, verde y roja como las de uso más frecuentes.
Su acción curativa se debe sobre todo a su gran capacidad de absorción de toxinas, su alto contenido en minerales, su capacidad para almacenar el calor y su carácter alcalinizante del organismo.
Presenta un alto poder bactericida, cicatrizante, antiinflamatorio, analgésico y descongestionante.Su preparación es muy sencilla a base de mezclar el polvo arcilloso con agua mineral o, si fuese posible, agua de manantial o mineromedicinal. Según el efecto que queramos conseguir y el tipo de patología a tratar la temperatura del agua será ambiental o caliente.
Como viene en forma de polvo, para su preparación se mezclará con la proporción de agua conveniente hasta formar una pasta, en un recipiente de barro, loza o vidrio y con espátulas de madera, nunca de metal.
Existen distintas técnicas para su utilización:
1) Directamente en la piel.
2) Cataplasma, poniendo la arcilla sobre una gasa y esta sobre la zona a tratar (en ambos caso conviene cubrirlas con un paño seco para mantener el calor).
3) Compresa. Empapando un paño sobre una mezcla de arcilla diluida.
4) Baños en agua arcillosa.
Normalmente se cambian en cuanto están suficientemente secas, pero según el caso se pueden dejar incluso durante toda una noche. Posteriormente se retirará con una esponja con agua templada o con la ducha.
Las principales indicaciones en el uso externo de la arcilla son: acné, forúnculos, úlceras, abscesos, dolores reumáticos, picaduras de insectos, fiebres, contusiones, dolores musculares y articulares.
También es posible mezclarla con diversas plantas y esencias, con lo que se potencia su efecto para tratamientos específicos, tanto médicos como de estética.