Una tarde primaveral en la que disfrutábamos de una agradable actividad deportiva junto al mar, un amigo y compañero, especialista en pediatría y persona especialmente ortodoxa en lo que a la ciencia médica tradicional se refiere, me comenta con cierta sorna, -oye, ¿has escuchado que se ha publicado un estudio suizo en el que se demuestra que la homeopatía es sólo placebo?, -sí- le respondo yo.
-Qué te parece- me vuelve a decir, tratando de recabar por mi parte alguna serie de justificaciones balbuceantes que el pudiera contradecir con datos del mencionado estudio; – pues que me encantada- le contesto.
Su cara de confusión no pudo ser más patente. Obviamente, ¿cómo es que alguien como yo que practica la homeopatía desde hace tantos años, puede decir que le encanta que un estudio demuestre que es sólo placebo?
Ante el estupor de mi amigo y su cara de asombro, pasé a explicarle el por qué de mi respuesta, -ahora mismo te lo explico- le dije.
– Si admitimos esa premisa, que la homeopatía es sólo placebo, y yo dispongo de miles de historias clínicas perfectamente documentadas de personas que se han curado de diversas dolencias sólo con homeopatía, entonces habría que admitir, también, que obro milagros o que dichos pacientes hallaron la curación por el simple poder de mi propia presencia, sin más, o lo que es más llamativo aún, que se curaron por su fe hacia mi, ¿no?- Y además sin ningún tipo de efecto secundario para la persona, ¿no resulta algo verdaderamente meritorio?
– Entonces, o admitimos que el estudio está equivocado o en caso de ser cierto, cosa que me agradaría, creo que me merezco una calle, puesto que por muchos menos méritos que los míos se le ha concedido una calle en la ciudad o otras personas. Incluso si exagero un poco podría llegar a hablar casi de santidad-continué diciendo irónicamente ante la cara todavía más estuporosa de mi amigo- ya que he curado a más personas que la mayoría de los reconocidos santos de la iglesia. Pero como mi vida no es ejemplar según el modelo cristiano, ni soy un ejemplo en la fe que los demás deban seguir y, además, todavía estoy vivo, de momento no cursaré esa petición al Vaticano, pero la de la calle sí.
Si hacemos caso a estos estudios que dicen que la homeopatía no puede curar nada, pero existen curaciones feacientemente demostradas y documentadas, tendremos que hablar de otra cosa. Cuando se da una curación que no tiene ningún tipo de explicación científica entonces se define como milagro. Esto quiere decir que si los homeópatas obramos milagros (según la ciencia ortodoxa se empeña en demostrar), creo que nos merecemos un reconocimiento mucho mayor que el que actualmente tenemos.
Así que voy a enviar una solicitud al ayuntamiento, junto con el famoso estudio suizo, para que se me conceda una avenida principal, nada de pequeñas calles secundarias, y se bautice como “Calle del doctor Armando Nougués, el médico que curaba por su simple presencia”.
Mi confundido amigo escuchaba absorto mi razonamiento y tras unos segundos de silencio dijo, -pues llevas razón, si el estudio es cierto te mereces una calle, y yo apoyaré tu solicitud-.
La verdad es que lo de la calle deberíamos solicitarla no solamente para mí, sino para tantos y tantos compañeros que poseen en sus archivos de historias clínicas numerosas evidencias de curaciones a través de la homeopatía, cosa sorprendentemente extraña según el estudio suizo.
Así que, a lo mejor, además de la calle, habría que ir pensando en responder a todos estos supuestos estudios que dicen que la homeopatía es sólo placebo con la construcción en cada ciudad de un monumento conmemorativo a los esfuerzos y curaciones de todos mis compañeros. Un monumento al “Homeópata desconocido, aquellos que, según los “estudios científicos”, curan por su simple presencia”.