
Peregrino es el que se postra ante el Misterio
El crepitar de las hojas secas bajo mis pies era lo único que se oía en el profundo silencio del bosque, solo quebrado por algún que otro trino lejano. Entre la alta arboleda se dibujaba una estrecha senda surgida por el transitar de otros que, antes que yo, pasaron por ese mismo lugar. Mis pasos, más ligeros que ahora, parecían seguir la mágica ruta dibujada por los tímidos rayos de sol que lograban sortear la espesa fronda entre las altas ramas. Caminando en soledad en un país extranjero, en un solitario lugar, me dirigí en peregrinación, cayado en mano, con un esquemático dibujo sobre un trozo de papel como única guía. La búsqueda de aquel momento persiste aun en mi corazón a pesar de que el transcurso de los años haya nutrido mi vida de numerosas y profundas experiencias.
Tras un largo camino en soledad llegué a una vieja ermita románica, la cual parecía ser el lugar marcado por mi guía. En ella reinaba una tímida y sobrecogedora semioscuridad. El suave movimiento de sombras provenientes del bailoteo de algunas gastadas velas, daba al lugar un apacible y misterioso aire de recogimiento. El olor especial, ese aroma que poseen los lugares sagrados, acentuaban las sensaciones para que mi espíritu volase más alto, si eso hubiese sido posible, de lo que lo hizo durante todo el viaje.
En esos días pude también recibir enseñanzas y conocimientos sobre el significado de peregrinar, palabra que desde entonces camina junto a mí como entrañable amiga. Peregrino, aprendí, no es el que camina, sino el que se postra. Aquel que anda, simplemente, es un caminante, y podría ser peregrino o no, pero sólo el que se postra ante lo Sagrado, ante el Misterio, sólo ese es el verdadero peregrino.
Ponernos en camino no es más que una metáfora del auténtico peregrinar. Salir de nuestras limitaciones y seguridades de la vida cotidiana, de nuestra casa, de nuestro, la mayor parte de las veces, reducido hogar, para ir al encuentro de lo que está más allá de nosotros, para ir a un territorio extraño, nuevo, desconocido, cargados de esperanza en la vida y con la única intención de adorar, de postrarse, cabeza en tierra, ante la profunda Presencia de lo Sagrado.
Creo, sinceramente, que un ser humano sano es siempre un peregrino. Porque peregrinar es buscar y, al mismo tiempo, dejarse encontrar, ya que a veces, la mayor parte de las veces, buscar, cuando nos referimos a aquello que realmente importa en nuestras vidas, no tiene el significado salir corriendo tras algo, sino que más bien es, sencillamente, ponerse en actitud de dejarse hacer, de no interferir, de estar abierto a lo trascendente para que ello, finalmente, nos encuentre, nos invada, nos penetre hasta lo más profundo de nuestro ser.
Estar abiertos a ser inundados por el misterio de nuestra propia trascendencia es, básicamente, vivir en la provisionalidad, en el cambio, en el no aferramiento a las cosas, las personas, las formas o los convencionalismos sociales. Es por eso que un peregrino, aunque no salga de casa, es alguien que siempre traspasará las fronteras.
¿Y cómo hacer una peregrinación allá dónde vivimos?, ¿cómo llegar a ser peregrinos de paz en el mundo de lo cotidiano?, ¿qué hacer para vivir el espíritu de la peregrinación como individuo y como humanidad ahora que tanto lo necesita el mundo?
Ser “peregrino en casa” no es tarea fácil, tampoco lo es difícil, sólo es algo que merece la pena ser vivido. “Sin salir de nuestra casa se hace el viaje más largo” decía el maestro Lao Tse. Así que, según el sabio chino, no tienes ningún tipo de disculpas para no hacerlo, si realmente lo que quieres es vivir el espíritu del peregrino.
Y ahora, cuando ya no siento el crujir de las hojas secas del bosque bajo mis pies, ni escucho el canto alegre de los pájaros entre los árboles, sigo sintiéndome peregrino en mi casa, en lo cotidiano, en esta habitación, mientras escribo esta líneas, con el profundo deseo de que este peregrinar me conduzca, finalmente, a experimentar la presencia inefable de aquello que me trasciende.
Pingback: LUZ EN AGORA
Extraordinaria, enriquecedora y llena de sabidiría, todo el contenido de esta valiosa expocición del
!Peregrino en casa!.
Hay en ella párrafos que tenìan que estar escritos con letras de oro.
En mi han calado profundo.
En resumen. Yo lo veo; Como un rendirse a lo Divino, en una actitud de disponibilidad y desapego, como forma de ir consiguiendo, la Paz y la alegria en la vida concreta y cotidiana.