Hace ya muchos años, a principios de marzo de 1975, tuve la ocurrencia de decir en tono de broma a un sacerdote, profesor y amigo, que me haría mucha ilusión recibir un regalo por el día del padre. No esperaba que a los pocos días apareciera con un regalo, un libro de Teilhard de Chardíin titulado “El Medio Divino” en el que había escrito la siguiente dedicatoria:
“Ser padre es ser fecundo.
El dónde, el cómo, el cuándo…
¡Lo importante es ser fecundo!”
He de decir que me impactó más la dedicatoria que el resto del libro, pues esa frase ha marcado en gran parte el rumbo de mi vida. Una vida a la que agradezco haber podido conocer y compartir momentos especiales con grandes “padres” o, lo que es lo mismo, grandes seres fecundos. Jose María ha sido uno de ellos.
En estos días son muchos los que, desde el corazón, han descrito sus experiencias con él y sobre lo que su persona ha significado para Málaga en relación al mundo del baloncesto. En ese aspecto no puedo más que suscribir lo que otros muchos ya han expresado.
Pero mi vivencia personal va más allá de las canchas deportivas en las que tantos buenos momentos hemos compartido. Para mí, el aspecto más significativo es haber tenido la suerte de tener cerca a un “padre fecundo”.
Sé que no soy un caso único ni excepcional si digo que en un momento muy duro de mi vida él estuvo a mi lado. Me cuidó, me mimó y también me exigió como él sabía hacerlo. Nunca lo he olvidado. Pero lo más importante no es que hiciera eso por mí, sino que la misma dedicación, respecto y amor lo mostró por un número incontable de personas a las que, sin lugar a dudas, su presencia, sus palabras y sus acciones tuvieron como resultado que todos pudiésemos vivir una vida mejor.
Aquellos que tuvimos la suerte de compartir largas horas de entrenamientos, desplazamientos y partidos, aprendimos algo más que técnicas y tácticas del baloncesto, aprendimos de nuestro maestro pasión por la vida, honestidad, esfuerzo, disciplina, compañerismo, espíritu de sacrificio, generosidad, bondad, abnegación, perdón, perseverancia, valentía…
Pero nada de ello hubiese sido posible sin la persona que le acompañó desde su adolescencia, Maribel. Su amor incondicional hizo posible que Jose María pudiese disponer del tiempo necesario para dedicarlo a sus dos grandes pasiones: la Semana Santa y el baloncesto.
Si hace unos días le presenté a Jose Maria a un amigo diciéndole “para mí es como un segundo padre”, soy consciente de que sin la generosa y discreta presencia de Maribel, toda una “segunda madre”, Jose María no habría desarrollado la labor que desarrolló.
Somos legión “los niños de Josemari”, como algunos nos llaman todavía. Así lo contaba a su hijo, Curro, y a mi amigo Santi, nuestro querido Paco Llorca cuando nos acercábamos mi mujer y yo. “Estos son los niños de Josemarí” – decía Paco- refiriéndose al grupo de jugadores y, sobre todo amigos, que, durante las comidas de veteranos del baloncesto, nos sentábamos junto a Jose María en la llamada “mesa de los Juniors”. Con nuestras más de seis décadas a las espaldas seguimos siendo sus “niños” y “los juniors”.
Querido Josemari, en los últimos momentos que compartimos horas antes de tu partida hablamos de muchas cosas, entre ellas de la vida y también de la muerte. Volviste a expresar públicamente tu enorme fe en Dios y tu convicción de que el camino hacia él es a través de la entrega y de la generosidad a quienes más lo necesitan, cosa que practicaste a lo largo de tu fecunda vida.
Seguro que Alfonso y tú encontraréis tantos buenos jugadores en las canchas del cielo como para organizar una liguilla de basket. Espero que en algunos de esos torneos celestiales haya un sitio para mí en vuestro equipo, aunque sea en el banquillo, cuando Dios, al que tanto amaste en vida, me llame a su presencia y nos volvamos a reunir para toda la eternidad y podáis enseñarle a los ángeles a defender en “presión a todo el campo” como tanto os gustaba a los dos.
Expresas tus sentimientos con una elegancia que es digno de admirar. Dices la esencia de lo que significó José María para todos nosotros y le das el sitio que se merece a Maribel.
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