En una sociedad como la nuestra en la que el estrés campa a sus anchas y da lugar a numerosos trastornos tanto de índole física, como psicológica o existencial, cualquier herramienta que nos ayude a prevenirlo, gestionarlo o amortiguar sus repercusiones, es bienvenida. La alimentación es una de ellas. Por eso me gustaría comentar algunos aspectos de lo que hoy día viene llamándose “alimentación antiestrés”.
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Alimentación antiestrés
Se ha hablado mucho acerca de la existencia de una posible alimentación antiestrés.
Hoy día sabemos que una de las indicaciones fundamentales para mejorar el estrés a través de la alimentación consiste en eliminar alimentos excitantes (té, café, bebidas de cola, etc.), pero la relación exacta entre nutrición y estrés es a veces más compleja de lo que imaginamos.
No obstante, existen aproximaciones científicas de cierta validez. Una de ellas es una encuesta realizada por el Institute for Nutrition Research de la Facultad de medicina de Oslo que concluyó con las siguientes recomendaciones para una alimentación antiestrés:
– Dieta Hipocalórica, menos calorías en conjunto. También se ha demostrado que esta medida es un factor determinan para mejorar el estado de salud y la supervivencia.
– Disminución de los alimentos grasos en general, sobre todo las grasas saturadas (mantequilla, yema de huevo, queso).
– Aumento de las grasas poliinsaturada (pescado, algunos vegetales y aceites ricos en omega 3).
– Evitar el azúcar todo lo posible incluso llegando a eliminarlo.
– Menos sal.
– Más consumo de frutas, verduras y alimentos ricos en fibra (salvado, frutas, arroz integral vegetales)
– Aumentar el consumo de alimentos con almidón (patatas, pasta, legumbres).