A pesar de estar con muchas cosas pendientes, las cuales necesito acabar, me pongo a escribir este editorial para publicarlo pronto y que así mi amiga “P.” pueda comenzar este mes a la mayor brevedad posible. Ella me entiende.
Ya estamos en diciembre, último mes del año y, si el calendario Maya tiene razón, también de la civilización tal como la conocemos. Así que puede que a final de mes se nos hayan acabado todos los problemas de crisis, hipotecas, paro, etc.
Pero como quiera que otras profecías apocalípticas anteriores, rebasaron sus anunciadas fechas sin que nada extraordinario sucediera, pues es bastante probable que a final de mes la cosa siga, chispa más o menos, como hasta ahora. Además, para más tranquilidad sobre este asunto, se han presentado comunicados por parte de un grupo de la Comunidad Maya que se consideran herederos de la tradición ancestral, diciendo que en realidad dicho calendario no dice lo que algunos sensacionalistas han pretendido entender.
Y es que hay verdaderos vividores de los “apocalipsis”. Escriben libros, dan conferencias y cuando todo pasa, se inventan un nuevo acontecimiento cataclísmico para seguir vendiendo otros libros y dando otras conferencias, sin el más mínimo rubor respecto a los fiascos anteriores.
Posiblemente el público general no lo sepa, pero se ha escrito mucho acerca de la simbología de la última olimpiada en Londres. Según estas esotéricas fuentes, toda la olimpiada se encontraba plagada de numerosos símbolos de sociedades secretas, los cuales se conectaban con ciertas profecías que pretendían señalar dicho acontecimiento deportivo como el momento de inicio de una nueva guerra mundial desencadenada por China. Pueden verse los vídeos y las conferencias de estos profetas en internet, si es que sus autores no las han eliminado ya, para evitar dar la cara por el bochornoso fracaso de sus predicciones. Ahora, ¿qué explicaciones darán sobre sus fallidas hipótesis?
Y es que de profetas, iluminados, curas milagrosas del cáncer y montones de zarandajas empieza uno a estar ya un poco harto. Porque una cosa es dar estupendas y preciosas explicaciones acerca del origen de “todas” las enfermedades y del descubrimiento de un maravilloso método de curación que te reprograma y borra las huellas de todos tus procesos pasados, presentes y futuros, y otra cosa bien distinta es atender el día a día, puro y duro, de cada persona concreta con sus limitaciones, dolores y miserias.
Son muchos los que asisten extasiados a estos cursos en los que en un sólo fin de semana te alinean los chakras, te borran las impresiones kármicas y te abren la puerta a la iluminación en un pis pas, sin esfuerzo alguno. Nada que ver con esos tediosos maestros de la antigüedad que dedicaban a esto mismo toda su vida. Ahora en unas pocas horas te resuelven la vida y sales del curso plenamente iluminado, totalmente sanado y en muchas ocasiones con la capacidad de sanar a distancia todo lo imaginable. ¡Bacterias y virus, temblad!
Pero para cuando el crédulo paciente que ha ido a dichos eventos se vuelve a encontrar en su realidad cotidiana, más o menos fastidiado con sus dolencias de siempre, el maravilloso maestro reprogramador se encuentra ya bastante lejos dando conferencias en otros países, y si te vi no me acuerdo.
Hay una maravillosa excusa que todo lo justifica. Y es que si la fantástica cura milagorsa no funciona bien es porque tú realmente no te lo crees como debieras, es decir, tú eres el culpable de no curarte, no el método que, como ya se dijo, es totalmente “infalible”. Te dan estas explicaciones, el crédulo paciente se queda culpabilizándose por no creer más, y todos tan felices. Cuento esto porque, aunque parezca mentira, he tenido casos exactamente como los que describo en los párrafos anteriores.
Me considero una persona de mente abierta, y que he explorado y sigo explorando numerosos caminos no convencionales, los cuales aplico en mi trabajo diario aportando a los procesos de salud y enfermedad un enfoque complementario muy diferente al de la medicina clásica. Pero no por ello practico la doctrina del “todo vale”, como si por el hecho de ser raro, novedoso o simplemente porque nos suena bien, ya fuese suficiente como para darle credibilidad.
Es decir, que entre Profecías Mayas por un lado y el asunto de si la mula y el buey estaban en el Belén o no, por otro, no nos van a faltar audaces y distraídos temas de conversación que nos permita olvidarnos, aunque sea por un rato, de que muchos no trabajarán este mes, ni tampoco los meses que vienen; que los que trabajan ganarán menos que antes, al tiempo que las cosas valen cada día más; que la paga de Navidad se esfumó en el aire y como se comprarán menos cosas, aquellos que tiene un pequeño negocio estarán en estas fechas bastante ocupados intentando inventar algo con lo que poder sobrevivir con el agua al cuello; y muchas otras cosas nada auspiciosas.
Pero no quiero dar una visión pesimista en estas fechas. No era esa mi intención. De hecho, para mí, diciembre siempre ha resultado ser un mes muy entrañable. Quizás porque, a pesar de mi edad, conservo el recuerdo de cuando era niño y esta época significaban vacaciones, roscos y mantecados (que por entonces esperábamos con indescriptible ilusión, porque no había tantas cosas como ahora), comidas y cenas algo más especiales, los Belenes, la Cabalgata, los juguetes de los Reyes Magos, etc.
Esos son los recuerdos de un niño. Pero ya de adulto, investigando sobre los símbolos de la Navidad, sus orígenes y el modo en el que ha llegado hasta nosotros, pude descubrir que existe un profundo mensaje arquetípico, que trasciende los aspectos sociales actuales e incluso las manifestaciones religiosas concretas, y dicho mensaje sigue siendo válido para cualquier ser humano que lo quiera asumir, independientemente de que sea cristiano o no.
Dicho mensaje fue entendido hace miles de años por personas que se encontraban mucho más conectadas que nosotros con los ciclos de la naturaleza, y que actualmente podemos llegar a captar gracias a los cambios cíclicos de los diferentes flujos de energías, tanto cósmicas como teluricas, que recibimos todos los seres vivos en función de las diferentes épocas del año.
Desde el punto de vista del significado simbólico, el mensaje es claro. El triunfo del día sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad, lo cual significa el nacimiento de la llama que ilumina nuestras consciencias. El surgimiento del sol invicto, no sólo en el cielo, sino también en nuestros corazones, fue representado en el cristianismo por la figura de un recién nacido (una especie de semilla que hay que cuidar para que crezca), y que nos invita a vivir los valores de la paz, el amor y la solidaridad.
Con frecuencia escucho personas a las que les ponen triste estas fechas. Bueno, en la mayoría de los casos que he conocido, suelen ser personas a las que también les ponen tristes otras muchas fechas. Tal vez sea porque se encuentran más conectadas con las pérdidas que sufrieron en su vida que con la riqueza de lo que cada día les aporta el momento presente. Y esto es así porque si no sabes decir adiós a todo lo que ya se fue, es muy difícil que sepas decir hola a lo que la vida te ofrece a cada instante y, entonces, la sensación de pérdida y desvalimiento se hace presente de manera continuada y recurrente
Tener presente a nuestros seres queridos ausentes de forma amorosa, es también muy apropiado en estas fechas. Todos tenemos muchas personas a las que recordar, pero el modo en el que lo hacemos marcará la diferencia entre alguien que sufre nostálgicamente y alguien que da gracias por todo aquello que le tocó compartir con quien ya se fue.
Diciembre marca, pues, el triunfo de la luz y de la vida sobre la oscuridad y la muerte. Busquemos el modo de sintonizarnos con esas energías y desarrollar las intenciones de hacer crecer en nosotros las semillas de paz y solidaridad que estas fechas proponen.
Feliz diciembre
Magnifico articulo, me ha gustado mucho, efectivamente nos han bombardeado con lo de la olimpiada no se yo cuantas veces ahora se esconden y si te vi no me acuerdo, estoy totalmente de acuerdo con su articulo y sus opiniones, saludos de un paleño, felices pascuas y felices fiestas.
Muchas gracias por su amable comentario. Deseo igualmente que pase unas felices fiestas. Saludos
¡Brillante!. El triunfo de la luz sobre la oscuridad, el día sobre la noche, la vida sobre la muerte, sol invicto, llama que ilumina. Son todas palabras con muchísima fuerza, más sanadoras y benevolentes que cualquier falsa profecía.
Hay que iluminar como un faro el futuro que queremos vivir y no el que nos imponen