Reflexiones sobre la medicina oriental

medicina orientalEl campo de la salud y el bienestar es, sin lugar a dudas, una de las áreas del conocimiento humano por la que solemos sentir una mayor curiosidad y atracción, ya que el hecho de vivir una vida suficientemente saludable y longeva no deja indiferente a la mayoría de las personas. 

Actualmente, en los albores del siglo XXI, y disponiendo de los medios de comunicación con los que contamos, cada vez nos resultan más cercanas ciertas expresiones tales como la energía Qi, la moxibustión o la Medicina Ayurvédica, términos estos que hasta hace bien poco sólo estaban al alcance de un escaso y selecto grupo de personas. Sin embargo, hoy día quién no ha escuchado hablar de cosas como la acupuntura, las bayas de Goji o el Masaje Tailandés.

Pero más allá de esta especie de fascinación por “lo oriental” que podemos percibir en ciertos ambientes, y que bien podría tratarse simplemente de una moda más, subyace una profunda curiosidad hacia este tipo de sabiduría ancestral que sustenta una sorprendente visión del ser humano, así como de la salud y la enfermedad, que al mismo tiempo seduce a los occidentales que accedemos a ellas.

Obviamente, nosotros hemos nacido y crecido en nuestro mundo occidental, y por tanto nos encontramos impregnados, consciente o inconscientemente, de toda suerte de creencias y valores que constituyen el paradigma de lo que podríamos denominar la cultura occidental, tanto para bien como para mal 

En el ámbito de la salud nos sentimos orgullosos de los magníficos avances tecnológicos conseguidos sobre todo en las últimas décadas, y que han logrado encontrar solución a muchas enfermedades, mejorar la calidad de vida de gran número de personas y permitir un incremento de la duración de la vida hasta no hace mucho impensable.

En cierto modo es lógico que sintamos un lícito orgullo, pero si esta legítima emoción se convirtiese en sensación de superioridad, y nos impidiese percibir las carencias de nuestro propio modelo, o generase un pensamiento de tipo narcisista y etnocéntrico sin más, habría que decir, entonces, que estaríamos profundamente equivocados.

Desde muy joven me han interesado las disciplinas orientales como la acupuntura, de la cual leí mi primer libro cuando tenía quince años de edad. Posteriormente profundicé en el estudio de la Medicina Tradicional China, el Qi Gong, la Medicina Tibetana, el Reiki, el Shiatsu y los principios de la Medicina Ayurvédica, el Yoga y algunas otras ciencias orientales.

En estos momentos, tras más de treinta y dos años de experiencia de ejercicio profesional en el campo de la Medicina Integrativa, mi comprensión del asunto podría resumirse fácilmente, y es que todos nos enriqueceríamos si occidente aprendiese de oriente y oriente de occidente.

Permítaseme con fines didácticos utilizar el constructo de “Medicina Oriental” sabiendo que dicha expresión es un tanto ambigua y poco “científica”, ya que en ella se incluyen un conjunto de medicinas distintas pero con un indudable tronco común, al que quiero hacer referencia. Sin embargo voy a utilizar dicha expresión, ya que no podemos obviar el aspecto eminentemente didáctico y práctico que tiene.

Dentro de esta Medicina Oriental podríamos resaltar tres sistemas médicos que superan con mucho a todos los demás de la zona: la Medicina Ayurvédica de la India, la Medicina Tradicional China y la menos conocida Medicina Tibetana. 

De estas tres grandes medicinas se han nutrido otros muchos enfoques médicos más locales y de menos difusión e influencia que los anteriores. Estimo que estas tres grandes Medicinas Orientales, por su profunda complejidad y características, así como por la influencia que hoy día tienen en el mundo occidental, bien merecerían un tratamiento particular que podría explicitarse en futuros artículos. 

He de decir, también, que cuando hablo de Medicina Occidental, me estoy refiriendo a la medicina convencional y oficial que se practica en los centros hospitalarios y de salud de los países occidentales avanzados. Pero hay que recordar que cada vez más está apareciendo en occidente una nueva corriente con una manera diferente de entender la salud, y que posee profundos vínculos con las medicina orientales, como es el caso de la Medicina Integrativa, que asume los avances de la medicina científico-técnica moderna, pero que además incluye los aspectos psicológicos y espirituales del ser humano, y, además, entre su arsenal utiliza diversas terapias provenientes de oriente como la acupuntura o el shiatsu, entre otras.

Para alguien ajeno al campo de la salud me gustaría comentar algunas de las principales diferencias existentes entre el modo de concebir la salud y de tratar la enfermedad que existen entre occidente y oriente.

Lo primero que habría que decir es que en todo sistema médico hay tres pilares fundamentales: La técnica, la visión antropológica y el criterio de aplicación.

La medicina occidental ha avanzado mucho por el camino de la técnica. Hemos conseguido grandes logros, pero hemos quedado muy atrás en otros aspectos. Mucho de los problemas con los que nos encontramos hoy día se deben a que no existe una visión antropológica clara y el criterio de aplicación de los remedios ha sido limitado a la pura estadística.

Hace tiempo que suelo hablar del “Modelo Frankenstein” para expresar el enfoque fragmentario con el que Medicina Occidental convencional (la alopatía), considera al ser humano habitualmente. Aunque en teoría todos los médicos sabemos que somos un todo y que existe una unidad inseparable entre la mente y el cuerpo, a nivel práctico, en la sanidad del día a día, se funciona bajo el esquema de las especialidades y las superespecialidades, en las que un profesional muy cualificado en un ámbito desconoce casi todo de todo lo demás. 

Pero sucede que un ser humano no es, desde mi punto de vista, un trozo de carne anexo a un ojo, o a un hígado, sino toda una unidad que enferma y sana globalmente.

A modo de diferencia, la Medicina Oriental, posee una visión antropológica mucho más holística y global. Posee un núcleo común, a pesar de las diferencias culturales entre los distintos países orientales, que podríamos denominar visión holística y energética del ser humano.

En oriente se considera que el ser humano es energía, al igual que todo lo es también todo el universo. El ser humano no se entiende, pues, como algo aislado y separado de su entorno, sino como un ser en continuo intercambio con las energías ambientales. Curiosamente esta noción está muy próxima a los postulados ecológicos occidentales actuales. Los distintos padecimientos y enfermedades, por tanto, poseen una base  de desequilibrio energético y es posible recobrar la salud mediante aquellos procedimientos que ayuden a restaurar el equilibrio perdido dentro de cada persona y a devolver el equilibrio entre ésta y el macrocosmos. 

Hace miles de años que la interrelación entre los aspectos mentales y el cuerpo físico se tiene en consideración en el mundo oriental a la hora de abordar la salud y la enfermedad.

Podríamos decir que la Medicina Oriental posee un enfoque más global del ser humano,  considerándolo tanto en sus aspectos físicos, emocionales y espirituales, mientras que el enfoque occidental es predominantemente materialista. 

Muchas de las Medicinas Orientales están inseparablemente conectadas con la dimensión espiritual, con todo lo que ello implica. También se fundamentan en los antiguos y milenarios pensamientos filosóficos de las culturas en la que se han venido expresando. Gran parte de sus conocimientos actuales han surgido de una amplia base empírica de observación a través de los tiempos de los fenómenos de la naturaleza. 

Pero lo que en estos momentos en los que la ciencia occidental ha logrado mandar sondas especiales que van más allá del sistema solar, nos resulta realmente sorprendente es que estos conocimientos empíricos ancestrales que nos muestran las medicinas orientales, puedan ser tan precisos en muchos casos, de tal manera que la ciencia occidental ha podido hoy día constatar la utilidad de muchos de estos sistemas terapéuticos y, aunque todavía desconocemos bastantes de los mecanismos en los que se sustentan ciertas curaciones, lo realmente fascinante es pensar el modo en el que los sabios de la antigüedad llegaron a desarrollar una clara comprensión de cómo ayudar a las personas de su entorno a luchar contra la enfermedad y a conservar su salud.

Ahora, las actuales generaciones de jóvenes estudiantes occidentales, poseen un escenario privilegiado para establecer una síntesis necesaria entre ambas visiones del mundo, la oriental y la occidental. Mantengo la convicción y la esperanza de que de ese nuevo conocimiento más global y comprensivo, surgirán las semillas de un mundo mejor, porque no olvidemos que la salud y el bienestar es un anhelo y una aspiración que todos los seres humanos deseamos.

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