Quienes son aficionados a la montaña y al senderismo saben perfectamente que cuando el camino es largo y nos sentimos cansados, conviene parar cada cierto trecho, sino corremos el riesgo de agotarnos y culminar nuestra meta.
Estas paradas pueden servir para diversos fines, como por ejemplo, para reponer fuerzas, para disfrutar del paisaje o, también, para chequear y constatar si vamos por buen camino o no.
De una forma análoga podemos decir que, a lo largo de nuestra vida, hemos aprendido que todos los procesos que tienen una cierta duración en el tiempo poseerán picos y valles y, como no, habrán de tener también sus momentos de pausas, porque saber dosificar nuestras fuerzas, lo cual es una importante herramienta que conviene saber usar.
En otros artículos he comentado que el proceso de desarrollo humano puede ser comparado un largo viaje. Y uno de los aspectos que siempre deberíamos tener en cuenta es que en todo viaje de cierta envergadura necesitamos descansar, es decir, hacer pausas.
Pero, ¿de qué forma realizar la adecuada gestión de las pausas en esa especie de viaje metafórico que llamamos desarrollo personal?
Desde el punto de vista sofrodynámico sabemos que de vez en cuando nos conviene realizar pausas en nuestra vida, así como tener presente el hecho de disfrutar del propio camino, y no sólo de la meta.
A eso, disfrutar del camino y no sólo de alcanza la meta, se le llama fruir. Y saber “fruir” mientras avanzamos, hace que todos nuestros esfuerzos sean mucho más llevaderos y, al mismo tiempo, incrementamos también nuestros aprendizajes.
En Sofrodynamia® son muy importantes las llamadas “pausas de integración”, un momento en el que tomamos “la postura del observador” y nos quedamos atendiendo a lo emerge a nuestra consciencia para integrarlo plenamente.
Muchas veces no somos conscientes de que las pausas recuperativas pueden ser periodos de crecimiento tan importantes como todo lo demás. Porque una pausa sofrodynámica no consiste solamente en pararse o quedarse sin hacer nada, sino que ha de ser un espacio de crecimiento fértil y creativo.
Ha de ser, también, un momento para la calma y para la observación de lo que está sucediendo en nuestro cuerpo, mente y energía.
Una pausa integrativa no es, pues, abandonar lo que se hace sin más, porque el verdadero “guerrero interior” siempre está de guardia. Una auténtica pausa integrativa significa que en ese justo momento estamos atendiendo a nuestra experiencia de un modo diferente.
Llevar a cabo una pausa integrativa en el momento justo puede ser una gran herramienta, a condición de que sepamos enfocarla adecuadamente y no como un simple parón en el camino.
Recuerda que una pausa mal gestionada puede abocar en un estancamiento.
Una pausa integrativa no tiene por qué ser un periodo largo de tiempo, sino que
siempre dependerá de qué es lo que queremos conseguir con ella.
Si es que nos encontramos cansados, entonces habrá de durar el tiempo necesario para reponernos, pero si su finalidad es la de integrar la experiencia y hacernos salir de la inercia cotidiana, puede bastar con un sólo segundo, con un instante de profunda toma de consciencia en el que asumimos voluntariamente seguir las direcciones que nos habíamos marcado.
Por tanto, sería útil tener presente que al hacer una pausa sofrodynámica integrativa hemos de plantearnos las siguientes cuestiones:
- Dónde estamos ¿hemos llegado dónde queríamos?
- Cómo sabemos que el camino es el adecuado ¿estoy bien orientado?
- Qué habilidades he de desarrollar para la siguiente etapa (recursos para proseguir el viaje).
Te propongo ahora, una vez has acabo el artículo, que cierres los ojos, respires conscientemente y realices una pequeña pausa integrativa……….
Estás invitado a compartir tu experiencia.