Pausa sofrodynámica de integración

Pausa sofrodynámica de integración

 

Hacer pausas

Es conveniente realizar pausa. Pero ¿qué tipo e pausas?

Quienes son aficionados a la montaña y al senderismo saben perfectamente que cuando el camino es largo y nos sentimos cansados, conviene parar cada cierto trecho, sino corremos el riesgo de agotarnos y culminar nuestra meta.

Estas paradas pueden servir para diversos fines, como por ejemplo, para reponer fuerzas, para disfrutar del paisaje o, también, para chequear y constatar si vamos por buen camino o no. Sigue leyendo

La queja limitante y la queja asertiva

La queja limitante y la queja asertiva

LA QUEJALa queja es una expresión frecuente cuando sentimos que alguien nos trata mal o que en la vida suceden cosas que creemos que no nos merecemos.

Habitualmente la consideramos como una expresión normal, porque se piensa que si las cosas son  malas o injustas, al menos, nos queda el derecho al pataleo. En ese sentido, la queja, es la expresión de una cierta insatisfacción o desacuerdo, ya que nos quejamos cuando pensamos que no recibimos lo que creemos justo. Sigue leyendo

¿Problemas o dificultades?

¿Problemas o dificultades?

dificultades o problemasMe resulto curioso cuando hace años escuché decir a Lama Gangchen Rimpoché que la primera palabra que había aprendido al venir a occidente fue la palabra “problema”.
Cada uno que se acerca a mí me dice, “Lama, tengo un problema”- comentaba Rimpoché, mientras sonreía.
Me resultó extraño comprobar como los occidentales, con su alto nivel de vida, sentían que tenían muchos problemas- continuó diciendo.
No había reparado hasta entonces en este hecho, pero lo cierto es que a partir de fijarme en ello un poco más, no pude sino constatar cuánta razón tenía Lama Gangchen. Sigue leyendo

Lo que hemos de evitar para ser resilientes

Lo que hemos de evitar para ser resilientes

ResilienciaLa resiliencia es una capacidad que tenemos los seres humanos para hacer frente a la adversidad y salir indemnes de ella, afrontándola de una manera apropiada.
Esta capacidad es universal y puede ser incrementada mediante el correcto aprendizaje. Pero para ello hemos de aprender a evitar algunas de las creencias limitantes que hacen que muchas personas no sean capaces de desarrollar una conducta resiliente.
Desde el punto de vista genérico, nos convendría abandonar todas aquellas creencias que nos limitan y nos condicionan negativamente.
Si observamos un enfoque más particular del asunto, es posible enumerar aquellas creencias o actitudes que con más frecuencia tenemos instaladas y que deberíamos saber identificar y transformar, si queremos ser resilientes.

1.- Evitar jugar ciertos roles en la vida, sobre todo el de mártir y el de víctima.
Sabemos que cada uno de nosotros asume e interpreta un cierto papel en la vida. Dicho papel condiciona nuestro modo de estar en el mundo de tal manera que hay algunos roles que nos potencian y otros que nos limitan.
Dos de los más limitantes es asumir el papel de víctima o el de mártir. Ambos impiden el aprendizaje de una sana resiliencia.

2.- Abandonar ciertas ideas preconcebidas acerca del sufrimiento, como por ejemplo que tras la pérdida de seres queridos, lo normal ha de ser la depresión o la desesperación.
Las personas que creen lo anterior piensan que “cuando te pasa esto, ya tu vida no tiene sentido, se ha acabado.”
Recuerda que lo que pensamos acerca de la felicidad o del sufrimiento puede condicionar el rumbo de nuestra vida.

3.- Evitar creer que cualquier evento doloroso conlleva siempre un trauma.
Está ampliamente demostrado que lo importante no es lo que acontece, sino el modo en el que lo afrontamos y lo que somos capaces de hacer con ello.

4.- Evitar creer que nuestro sufrimiento actual es la consecuencia de un trauma previo.
Quienes se dedican con ahínco a bucear en el pasado para encontrar las causas del sufrimiento presente, con frecuencia olvidan tomar las riendas de su vida en el “aquí y en el ahora”.
Hay personas que experimentan un trauma ante eventos mínimos, o incluso ante sucesos que no han pasado en la realidad sino sólo en su imaginación. No es necesario un daño para generar un trauma, sino una mente con tendencia a fabricarlos.

5.- Evitar dejarse arrastrar por los prejuicios y las creencias del entorno. En situaciones complicadas es frecuente que el ambiente social adquiera una gran fuerza, pudiendo incluso contagiarnos emocionalmente.
Hemos de conectar con nuestro “Centro” y con nuestras profundas convicciones para permanecer estables.

6.- Abandonar la creencia de que si no sufres mucho ante los acontecimientos traumáticos eso significa que los niegas o los reprimes.
Hemos de recordar que disponemos de muchas más estrategias para evitar o disminuir el sufrimiento, además de la represión o la negación.

7.- Abandonar la creencia de que “un niño herido será un adulto fracasado”, porque los estudios científicos actuales nos muestran lo contrario.
Nuestra vida se escribe en el presente, en cada instante que elegimos un camino u otro. No podemos seguir quedando prisioneros de nuestro pasado.

8.- Evitar la tentación de esperar una vida en la que no ocurra nada traumático o doloroso, porque en la vida suceden cosas.

9.- Abandonar la creencia de que el mundo es un lugar seguro, previsible y controlable. La realidad nos muestra que vivimos en un universo probabilístico y no en un universo de certezas. Eso quiere decir que podemos llegar a sentirnos seguros en él cuando somos capaces de descubrir la sabiduría que la inseguridad lleva implícita.

10.- Sobre todo, evita rendirte.
¿Qué hace un pájaro cuando el viento le tira su nido?, lo vuelve a construir de nuevo.
¿Qué deberíamos hacer nosotros cuando las adversidades frustran nuestros planes?

Autocontrol no es ser controlador

Autocontrol no es ser controlador

autocontrolMuchas veces nos damos cuenta de que a nuestro alrededor existen personas que prefieren dedicar sus esfuerzos a tratar de controlar a los demás en lugar de afanarse en la difícil, pero provechosa tarea, de aprender a controlarse ellos mismos.

Obviamente, se trata de una estrategia psicológica, a veces no consciente, que desarrollan estos sujetos en un intento de amortiguar sus propias angustias e inseguridades, pero sucede que dicha maniobra acarrea más problemas que otra cosa.

Con frecuencia, se puede constatar que los comportamientos que persiguen la finalidad de mantener el control de los demás, no obtienen buenos resultados, sino más bien lo contrario, de tal manera que su uso continuado llegará a crear tensiones en el ambiente y en las personas sobre las que se ejerce, y, en bastantes ocasiones, suele generar otros conflictos mayores que aquellos otros que se pretendían evitar o aliviar.

Sin embargo, si esta energía que dedicamos erróneamente a tratar de controlar a los demás, la gestionásemos de modo más apropiado en orden a seguir avanzando en la senda de nuestro propio autocontrol, otro gallo cantaría.

Autocontrol es sinónimo de autogestión. Esto incluye el saber gestionar nuestras conductas, nuestros pensamientos y emociones, así como el modo en el que adoptamos ciertas decisiones vitales. Todo ello parece ser muy necesario a la hora de armonizar nuestra vida y de mejorar nuestra relación con los demás, por lo que podríamos afirmar que, avanzar en dicho autocontrol, es equivalente a aseverar que vamos creciendo como seres humanos.

En cierto modo, la práctica del autocontrol está relacionada con la batalla interior que cada uno de nosotros ha de librar para desarrollar el potencial que todos tenemos y, también, para evitar caer en las inercias de la vida diaria que tanto nos condicionan.

Dentro del concepto de  autocontrol se incluye la capacidad de ejecutar una acción y, también, la de ser capaz de dejar de llevarla a cabo, es decir, supone tanto un hacer como un dejar de hacer algo, siempre que se considere que eso es lo que más conviene.

Se relaciona, pues, con nuestra fuerza de voluntad y con nuestra libertad para elegir entre distintas opciones. Es una muestra del dominio que ejercemos sobre nosotros mismos, pero en nada tiene que ver con la negación, la represión o la ausencia de respuesta.

Habrá quien confunda autocontrol con una cierta rigidez o con la idea de que todo ha de estar previsto. Nada más lejos de la realidad, ya que la habilidad para controlarnos, no es algo que deba estar en oposición con la noción de fluir con la vida, ni con la natural espontaneidad que ha de presidirla.

Un auténtico autocontrol, sólo será apropiado cuando somos capaces de permanecer abiertos a aquellas sorpresas que la vida nos depara, dejándonos asombrar por lo inesperado y acogiendo con frescura aquello que está por venir.

Existen muchos instrumentos que nos ayudan a mejorar nuestro autocontrol, pero citaré sólo tres estrategias que me parecen fundamentales:

  1. Entrenar la respiración consciente, ya que es una de las más potentes herramientas de actuación sobre nuestro sistema nervioso, sobre los procesos de atención, concentración, el pensamiento, etc.
  2. Aprender a dejar pasar. Evitando entrar en todas las batallas (hay situaciones que es  mejor dejarlas pasar). Así evitaremos entrar en el ciclo limitante de acción-reacción.
  3. Ciertas Prácticas mentales: El entrenamiento en relajación, visualización y meditación promueven un nivel de serenidad que favorece la tolerancia a situaciones estresantes y mejoran el autocontrol.
Editorial de agosto de 2014

Editorial de agosto de 2014

editorial de agosto de 2014Comenzamos agosto, el mes que posiblemente sea el de mayor número de personas disfrutando de las vacaciones, aunque para otros constituya el final de las mismas. En este mes se produce el consabido trasiego entre los que se van de vacaciones y los que retornan al trabajo después de haberlas disfrutado.

Parece que en estas fechas todo va a otro ritmo, muchas empresas, excepto las del sector del turismo, cierran o se encuentran con la mitad de personal y, en muchas ocasiones, cualquier nuevo proyecto que nos planteamos es demorado hasta septiembre.

Suelen decir los periodistas que los meses de verano, por lo general, acostumbran ser parcos en noticias destacadas, pues todo se ralentiza por las vacaciones, y han de recurrir a buscar dichas noticias del modo que sea. El verano representa una especie de pausa informativa para los medios de comunicación habitual.

Sin embargo, este pasado mes de julio, la cosa no ha sido así. Diríamos que se ha comportado como una especie de excepción veraniega, ya que entre los aviones que se han estrellado o que han sido derribados, como el caso de Ucrania, los distintos avatares en la política española (siempre llenos de maletines y dineros en Suiza, la segunda patria de todo político que se precie), los problemas sanitarios en África debidos a la expansión epidémica del virus del Ébola o el sangrante conflicto entre israelíes y palestinos, se ha despedido un mes de julio especialmente prolífico, informativamente hablando.

Esperamos que el mes de agosto que ahora comenzamos, traiga la tan anhelada paz y el fin del sufrimiento de tantas víctimas inocentes en los conflictos que todavía acontecen en estos momentos.

Desconozco cuál es el mejor modo de conseguirla. Posiblemente no baste solo con las buenas intenciones. Y aunque los entresijos de la política internacional de alto nivel quedan muy lejos del ciudadano de a pie, resulta difícil permanecer ajenos e impasibles ante una tragedia humanitaria de tal magnitud, que desde hace décadas afecta a dicha zona, y cuya solución definitiva parece no vislumbrarse por ahora.

A nivel de nuestro reducido ámbito de acción, algunos pensamos que para colaborar a la paz mundial, además de manifestar nuestra opinión, nuestra denuncia o nuestra disconformidad con la situación actual, es necesario trabajar por la paz interior en cada uno de nosotros.

Por la paz en nuestra mente, por la paz en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, en nuestro barrio… Como si pudiésemos generar una especie de onda sutil de amor y compasión que irradiase hacia el exterior para impregnar todas nuestras acciones y nuestros ambientes.

Así que, una posible propuesta para tener presente durante este mes de agosto que comienza ahora, podría ser, ¿cómo aprender a cultivar la paz en nosotros mismos y en nuestro medio?

Esta práctica se encuentra muy relacionada con la salud, entendiendo ésta como “el verdadero arte de vivir en armonía”.

Podríamos comenzar por construir la paz en nosotros atendiendo a la paz en nuestro cuerpo, en nuestras palabras y en nuestra mente.

Buscar el modo de cuidar y honrar a nuestro cuerpo, aportándole lo que le conviene y evitando hacer aquello que le perjudica.

Armonizar nuestra respiración como herramienta imprescindible para que se genere en nosotros un estado de calma y de claridad mental, que no sólo nos proporcionará bienestar, sino que contribuirá a pacificar los lugares en los que nos encontremos.

Propiciar pensamientos pacíficos dedicando tiempo a reflexiones y lecturas que resulten inspiradoras.

Procurar alejar las emociones perturbadoras y “dar vacaciones” a nuestros miedos, odios y rencores.

¿Por qué no saldar definitivamente la deuda emocional que mantenemos con nosotros mismos (con nuestro pasado) y con los demás?

Poner atención para que nuestro lenguaje sea un “lenguaje de paz”, alejando las palabras ofensivas o hirientes y propiciando un modo de expresión acogedor y curativo. Sabemos que las palabras tiene el poder de herir o de sanar, ¿por qué no cultivar un lenguaje sanador?

Todo lo anterior podría traducirse en una actitud y unos actos muchos más acogedores y pacíficos, con la inevitable repercusión que tendría esto en el ámbito de nuestro pequeño microcosmos.

Como dice Lama Gangchen “paz con todos, todos con paz”.

El periodo vacacional ofrece  la potencialidad de servirnos como una especie de pausa recuperativa. Dicha pausa puede ser utilizada para volver, luego, a nuestros trabajos muchos más saludables que cuando nos fuimos, y para hacer, también, que nuestra vida se muestre como una inspiradora metáfora actuacional de aquella paz que tanto decimos anhelar.

¡Ojalá que este mes de agosto resulte próspero y pacífico para todos!

¡Feliz agosto!

Cinco posturas ante el sufrimiento

Cinco posturas ante el sufrimiento

seres humanos y sufrimientoTratar de clasificar a las personas en función de sus características físicas, psicológicas o reaccionales, se ha venido utilizando a lo largo del tiempo por diversos autores con la intención de comprender, o explicar mejor, algunos aspectos de los seres humanos y también para buscar posibles soluciones eficaces, en función de las características de cada tipo.

Como la mayoría de las cosas, esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes, ya que todo intento de clasificación respecto a una realidad tan compleja como el ser humano, resulta bastante complicado de llevar a cabo de una forma  que resulte completa, precisa y clara.

A pesar de las limitaciones que puedan aparecer en todo intento clasificatorio, existe una que suelo utilizar en algunos grupos de Sofrodynamia®, porque me resulta especialmente útil, sobre todo en lo que se refiere a la toma de consciencia de nuestra situación actual.

El planteamiento es el siguiente, vamos a tratar de establecer diferentes grupos de personas en función de su actitud ante el sufrimiento y las posibles soluciones relacionadas con el proceso de desarrollo.

Desde este punto de vista, diferenciamos varios tipos distintos y, en función de en qué grupo te encuadras, tu manera de estar en el mundo será también distinta.

 

LOS CINCO TIPOS DE SERES EN FUNCIÓN DEL SUFRIMIENTO:

  1. Las personas que pueden seguir sufriendo porque todavía son capaces de aguantar más, es decir, en el momento actual no están suficientemente hartos de sufrir. Obviamente, no hacen nada para salir de donde se encuentran. Su estrategia común suele ser la excusa.
  2. Las personas que no quieren sufrir más pero que no están dispuestas a cambiar. Ellos pretenden que cambien los demás. Son prolíficos en las quejas y reproches, y su planteamiento es que ellos sufren porque otros le hacen sufrir, por tanto, son los otros los que han de cambiar.
  3. Las personas que quieren cambiar pero no quieren asumir el coste del proceso, ni tampoco realizar el esfuerzo que ello conlleva. Se encuentran atrapados por las inercias o los automatismos. En ocasiones carecen del valor necesario para afrontar nuevos retos. Suelen ser partidarios del “más vale lo malo conocido…”
  4. Los que pueden asumir el coste pero ahora no tienen tiempo para hacerlo. Están muy liados con sus cosas, ya comenzarán otro día. Estas personas buscan sólo un alivio inmediato para seguir funcionando en el torbellino de sus actividades diarias, pensando, ilusamente, que un día lejano tendrán tiempo para mejorar.
  5. Los que no quieren sufrir más y además quieren cambiar, también son capaces de asumir el coste de dicho proceso y comprenden que han de comenzar ya. Estos son los auténticos buscadores, aquellos que han renunciado radicalmente a sufrir. Aquellos que se ponen en marcha para transformar su vida y que, además, son capaces de mejorar el ambiente que les rodea. Son ellos los que, más temprano que tarde, obtendrán el fruto a su esfuerzo.

¿En qué grupo te encuadras? Piénsalo bien antes de responder.

Tres consejos para desarrollar el potencial

Tres consejos para desarrollar el potencial

res consejos para desarrollar el potencialSeguro que muchas personas, cuando hayan leído el título habrán pensado: “¿sólo tres consejos? ¡Vaya!, los decálogos están de moda. Sería mucho mejor que nos dieran diez consejos, o tal vez doce… ¡por qué no!”

Pues la verdad es que podían ser muchos más, porque el tema de desarrollar nuestro potencial es tan amplio que, puestos a dar consejos, el número tres nos parecerá escaso.

En mi defensa diré que los tres que voy a dar son tan sumamente importantes que, si los sigues,  los demás vendrán por añadidura.

Ahí va el primero.

 

1.- Descubre tu pasión y síguela.

Pocas cosas hay tan importante como guardar fidelidad a nuestro propio camino. Y somos fieles cuando seguimos aquello que amamos, aquello que nos hace únicos y diferentes, aquello donde podemos brillar y aportar al mundo nuestro granito de arena.

Y hacemos eso cuando descubrimos y seguimos nuestra pasión.

¿Que qué es una pasión? Pues si eres capaz de darte cuenta de cuales son tus cualidades, tus talentos y, además, descubre que cuando conectas con alguno de ellos disfrutas de manera especial, podría decirse que te estás aproximando mucho a tu pasión.

Nuestra pasión, por tanto, se parece a una suma de cualidad + disfrute.

Preguntarse que cómo sabrás que es tu pasión, tiene una respuesta tan obvia como si te preguntases “¿cómo sabré que no tengo hambre? o ¿de que modo sabré que estoy contento?

¡Lo sabes y punto!

 

2.- Fomenta aquellas cosas que sean inspiradoras.

Busca aquello que te inspira en la vida, aquello que te hace ser mejor y que te conecta con los aspectos más elevados de tu existencia.

Y, sobre todo, no olvides que tenemos el compromiso de tratar de servir de inspiración a otras personas.

Por tanto, cultivar todo aquello que nos inspira al tiempo que tratamos de ser inspirador para otros será una tarea especialmente importante que no deberíamos obviar.

 

3.- Cultiva la creatividad.

Seguro que ya hay muchas cosas que estás haciendo bien. Pero, ¿podrías hacerlas mejor?, o también ¿podría hacerlas igual de bien siguiendo otro camino?

Explorar nuevas rutas es la tarea del buscador. Transitar por nuestro propio camino suele ser más comprometido, creativo y arriesgado que hacerlo por donde todo el mundo.

Qué puedes equivocarte, ¡pues posiblemente!

Pero, recuerda que el camino de la creatividad está esperando a quien osa traspasar los límites habituales y confortables de lo ya conocido.

Nunca el temeroso llegó a ser creativo.

Y, tal vez, el mayor acto creativo sea redescubrirte a ti mismo en todo tu esplendor, para llegar a lucir tan brillante como puedas.

Ser creativo es atreverse a cantar tu propia canción.

 

Espero que después de leer estos tres puntos no te siga pareciendo que habría que haber puesto muchos más, porque en este trío se encierran parte de los grandes retos a los que deberíamos dar respuestas en nuestra vida.

A propósito del despertar

A propósito del despertar

a propósito del despertarDecía nuestro insigne poeta Antonio Machado, “Tras el dormir y el soñar, lo más importante es despertar”.  Hay quien piensa que dicha frase es una obviedad, porque después de un buen sueño, qué cosa mejor que despertarse.

Pero lo más probable es que no se estuviese refiriendo al hecho fisiológico y cotidiano de levantarse de la cama después de haber dormido, sino que, a poco que vayamos más allá de la  mera literalidad, lo cierto es que nos deja entrever un significado bien distinto.

¿A qué despertar se podría estar refiriendo Machado?

Una mente ordinaria suele encontrarse presa de sus propios errores y limitaciones. A este estado mental lo llamamos mente dormida, para diferenciarlo de otro estado bien distinto que es el de la mente despierta, un estado mental más lúcido, nítido, claro y brillante. Tal vez el poeta nos esté proponiendo salir del letargo y la inercia de la mente ordinaria para vivir nuestra vida de forma “despierta”.

Puede que nos extrañe esta propuesta de Machado, ya que, por lo general, en nuestro medio cultural, la información acerca del despertar nos ha venido de la mano de las diferentes disciplinas orientales que desde hace unos años se han expandido por occidente.

Tal vez por esta razón, es frecuente que muchas personas piensen que eso del despertar es algo lejano, algo relacionado con el budismo, con el yoga, con el taoísmo o con cualquier otra doctrina similar. Que eso del despertar tiene poco que ver con las personas que viven en occidente en el siglo XXI.

Nada más lejos de la realidad, porque el proceso de despertar es un asunto específicamente humano y, por tanto, universal. No tiene ni tiempo ni frontera.

Todos estamos llamados a despertar, es decir, todos estamos llamados a salir de nuestro letargo y a perfeccionarnos por el camino evolutivo propio de nuestra especie, el del desarrollo de nuestra mente y de nuestra consciencia.

Etimológicamente la palabra Buda, significa “el despierto”, el que ha salido del sueño de los engaños mentales. Se dice que todos podemos llegar a ser un Buda porque en nuestro interior, más o menos velado por los errores de la mente, existen las semillas de la budeidad, o lo que es lo  mismo, las semillas del despertar.

Así que, según parece, necesitamos asemejarnos a un  buen jardinero que cuida las semillas para que algún día florezcan.

Optar por el camino del despertar no es, en modo alguno, una elección extravagante, ni lejana, ni una actividad narcisista por parte de aquellos que dedican su tiempo a contemplar su propio ombligo, ni tampoco es una elección meramente individualista.

Despertar, es una tarea personal pero no excluyente, ya que es a través de la propia lucidez mental que podremos beneficiar más y mejor al mayor número de seres posibles.

Comprometerse con el despertar constituye la apuesta más solidaria, entendida desde el punto de vista de la evolución global de la especie, que podríamos abordar en la vida.

Dicen las enseñanzas tradicionales que un Buda  podrá mostrarte el camino, pero que no puede despertar por ti. Por tanto, nadie podrá excusarnos del trabajo que hemos de realizar por nosotros mismos. En esta tarea no hay suplentes. He aquí el esfuerzo y el compromiso que hemos de asumir para alcanzar el estado deseado de una mente despierta.

 

Importancia de la disciplina

Importancia de la disciplina

disciplinaHay veces que hemos de realizar alguna tarea pero parece como si nuestra mente nos dijese lo contrario. Nos susurra sutilmente que no nos apetece demasiado hacer lo que sea en ese momento, y entonces buscamos alguna excusa lo suficientemente buena como para demorarlo o no hacerlo.

Las excusas son razonamientos cuya finalidad consiste en aquietar nuestra consciencia, por eso han de ser lo suficientemente plausibles como para que nosotros mismos nos las lleguemos a creer. Esto es bastante frecuente, y para muchas personas incluso les parece normal. Se dicen a sí mismos “¿por qué hacer algo que no me apetece?”

Pero para aquellos que hayan elegido realizar un trabajo personal en el sentido del desarrollo humano, este modelo no resulta válido. No funciona, porque evitar hacer lo que debemos o demorarlo, no suele ser una buena solución. Tampoco nos ayuda a alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto.

Entonces, qué hacer cuando el cansancio, la pereza o cualquier otro estado emocional o mental nos invitan a no hacer lo que deberíamos.

Pues para solucionar esto echamos mano de la disciplina.

En ciertos círculos parece como que no tiene demasiada buena fama, tal vez porque lo confundan con autoritarismo o con la disciplina externa de ciertas organizaciones o sectas. Además, en una sociedad donde se preconiza “lo rápido, “lo fácil”, “hágalo sin esfuerzo”, etc. ¿qué valor tendría ser disciplinado?

Hay que aclarar que cuando hablamos de desarrollo personal, la disciplina a la que hacemos referencia es una disciplina interna, y la podríamos definir como aquella capacidad que nos permite mantener la coherencia necesaria para cumplir con nuestras propias reglas, según nuestras propias elecciones y convicciones.

Por tanto, más que a unas normas externas me estoy refiriendo a la autodisciplina como capacidad de nuestra consciencia para gestionar mejor nuestros actos. Tener autodisciplina es como hacerse “discípulo de uno mismo”. Tú eliges qué cumplir y generas el compromiso de hacerlo.

También podríamos decir que disciplina es la capacidad que nos permite llevar a cabo aquellas cosas que son necesarias para obtener nuestras metas, aunque no nos guste demasiado el esfuerzo que hemos de realizar.

Por tanto, la disciplina, hace posible realizar una acción independientemente de nuestro estado emocional (hacer lo que tienes que hacer, tanto si te apetece como si no). Es una herramienta que nos ayuda a superar los estados emocionales de apatía, indiferencia, tristeza, hastío, etc. Nos saca de la inmovilidad, la pasividad o el bloqueo mental. Por tanto, es bastante más importante de lo que muchos piensan.

Algunas personas la confunden con la fuerza de voluntad, y la verdad es que se encuentran íntimamente relacionadas. Pero para diferenciarlas, podría decirse que, si bien la disciplina nos permite cumplir con nuestras normas internas, la voluntad aporta la fuerza que nos posibilita hacerlo. Dicho con un ejemplo, la voluntad es comparable al motor de un coche, mientras que la disciplina es como el volante. Una da la energía para el movimiento, la otra la dirección.

Desde el punto de vista sofrodynámico, cuando aplicamos la disciplina, debemos considerarlo como un esfuerzo positivo orientado hacia nuestras metas, en lugar de una negación o una renuncia a algo.

También entendemos que está muy relacionada con la firmeza, es decir con la capacidad para mantenerse estables realizando un acto para conseguir un propósito.

Cuando la recompensa es inmediata no suele hacer falta ser muy disciplinados, pero cuando la recompensa es diferida necesitaremos echar mano a nuestra autodisciplina para conseguir lo que nos proponemos.

Como otras tantas capacidades de nuestra consciencia, la disciplina, puede incrementarse mediante el entrenamiento. En cierta medida se parece a un músculo que si no se ejercita se atrofia y si se entrena se fortalece.

Desarrollar la disciplina posee múltiples ventajas, ya que es una de las herramientas claves para alcanzar el éxito. También nos enseña a atender a nuestros compromisos y a focalizar el esfuerzo.

Pero la disciplina ha de encontrarse alejada de la excesiva exigencia o del autocastigo. Es un error exigirse demasiado cuando no se está preparado para ello. Eso sólo genera infelicidad y frustración. Por eso, además de ser disciplinados, hemos de echar mano a nuestro corazón benevolente para tratarnos a nosotros mismos con la amabilidad y el respeto que merecemos.

Por tanto, recuerda siempre que ser disciplinados no está reñido con la ternura ni con la amabilidad hacia tu propia persona.