Decía nuestro insigne poeta Antonio Machado, “Tras el dormir y el soñar, lo más importante es despertar”. Hay quien piensa que dicha frase es una obviedad, porque después de un buen sueño, qué cosa mejor que despertarse.
Pero lo más probable es que no se estuviese refiriendo al hecho fisiológico y cotidiano de levantarse de la cama después de haber dormido, sino que, a poco que vayamos más allá de la mera literalidad, lo cierto es que nos deja entrever un significado bien distinto.
¿A qué despertar se podría estar refiriendo Machado?
Una mente ordinaria suele encontrarse presa de sus propios errores y limitaciones. A este estado mental lo llamamos mente dormida, para diferenciarlo de otro estado bien distinto que es el de la mente despierta, un estado mental más lúcido, nítido, claro y brillante. Tal vez el poeta nos esté proponiendo salir del letargo y la inercia de la mente ordinaria para vivir nuestra vida de forma “despierta”.
Puede que nos extrañe esta propuesta de Machado, ya que, por lo general, en nuestro medio cultural, la información acerca del despertar nos ha venido de la mano de las diferentes disciplinas orientales que desde hace unos años se han expandido por occidente.
Tal vez por esta razón, es frecuente que muchas personas piensen que eso del despertar es algo lejano, algo relacionado con el budismo, con el yoga, con el taoísmo o con cualquier otra doctrina similar. Que eso del despertar tiene poco que ver con las personas que viven en occidente en el siglo XXI.
Nada más lejos de la realidad, porque el proceso de despertar es un asunto específicamente humano y, por tanto, universal. No tiene ni tiempo ni frontera.
Todos estamos llamados a despertar, es decir, todos estamos llamados a salir de nuestro letargo y a perfeccionarnos por el camino evolutivo propio de nuestra especie, el del desarrollo de nuestra mente y de nuestra consciencia.
Etimológicamente la palabra Buda, significa “el despierto”, el que ha salido del sueño de los engaños mentales. Se dice que todos podemos llegar a ser un Buda porque en nuestro interior, más o menos velado por los errores de la mente, existen las semillas de la budeidad, o lo que es lo mismo, las semillas del despertar.
Así que, según parece, necesitamos asemejarnos a un buen jardinero que cuida las semillas para que algún día florezcan.
Optar por el camino del despertar no es, en modo alguno, una elección extravagante, ni lejana, ni una actividad narcisista por parte de aquellos que dedican su tiempo a contemplar su propio ombligo, ni tampoco es una elección meramente individualista.
Despertar, es una tarea personal pero no excluyente, ya que es a través de la propia lucidez mental que podremos beneficiar más y mejor al mayor número de seres posibles.
Comprometerse con el despertar constituye la apuesta más solidaria, entendida desde el punto de vista de la evolución global de la especie, que podríamos abordar en la vida.
Dicen las enseñanzas tradicionales que un Buda podrá mostrarte el camino, pero que no puede despertar por ti. Por tanto, nadie podrá excusarnos del trabajo que hemos de realizar por nosotros mismos. En esta tarea no hay suplentes. He aquí el esfuerzo y el compromiso que hemos de asumir para alcanzar el estado deseado de una mente despierta.
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