En el mundo suceden cosas, y a esas cosas que suceden los llamamos acontecimientos. Podríamos decir, pues, que un acontecimiento es un fenómeno histórico ocurrido en un tiempo y un espacio concreto.
Pero cuando un ser humano experimenta cualquier acontecimiento o evento lo transforma en “experiencia vital”. Y en ese preciso momento deja de ser algo histórico, sucedido y objetivo para convertirse en una construcción mental personal y subjetiva.
Dicho de otro modo, la experiencia es sólo una mera “interpretación del acontecimiento”. Comprender esto tiene una gran importancia.
Dentro de nuestro cerebro los acontecimientos sucedidos se convierten en informaciones mentales interpretables.
Por eso, ante cualquier acontecimiento existen tantas interpretaciones construidas como sujetos lo experimenten. Cada cual hará la suya propia y se quedará tan satisfecho. No existe una interpretación verdadera que haga que las demás sean falsas. Todas son subjetivas y, en términos de desarrollo humano, no nos interesa clasificarlas en buenas o malas, sino en limitantes o en potenciadoras.
Esto significa que un mismo acontecimiento me servirá para sufrir o para crecer, dependiendo del modo en que procese dicha información, ya que lo realmente acontecido suele ser algo diferente de lo que cada uno experimenta acerca del asunto.
Lo anterior no tendría mayor importancia si no fuese por el tremendo error que los seres humanos reiteramos contumázmente: creer que lo que sentimos como experiencia vital es igual al acontecimiento ocurrido.
Este error constituye la base de mucho sufrimiento inútil, de discusiones e incluso de conflictos de mayor envergadura.
A lo largo de los años trabajando con muchos pacientes, he constatado con cierta frecuencia que lo que la persona siente que sucedió apenas se parece al evento históricamente acontecido.
Así que, para salir del error, conviene tener muy claro unas cuantas cosas:
1.- Lo que en cada momento piensas y sientes no es más que una construcción mental y personal de algo diferente.
2.- Cada persona tiene la suya propia.
3.- Esta construcciones mentales no deben clasificarse como verdaderas o falsas, sino como apropiadas (potenciadoras) o no apropiadas (limitantes), según nos hagan crecer o sufrir.
4.- La felicidad o el sufrimiento, pues, no son fruto de acontecimientos vividos sino de la forma en los que cada uno los ha experimentado.
5.- Podemos aprender a construir experiencias internas de un modo más potenciador, y eso nos ayudará a vivir mejor el presente y a reinterpretar mejor nuestro pasado.
Comprender estos cinco puntos son fundamentales para aquella persona que ha tomado la decisión de sufrir menos y vivir mejor.
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