El año pasado publiqué en este mismo blog un post que cuyo título era “¿Quien cuida al cuidador?”, en el que explicaba lo referente al “trauma vicario”. Un año después, y a la vista de las diversas patologías que veo cada día, me parece importante seguir en esa línea y complementar el artículo anterior con lo que expongo a continuación.
Cuidar de otras personas es algo que a lo largo de nuestra vida hemos hecho o tendremos que hacer. Los que tenemos cierta edad hemos cuidado de los hijos y, en muchas ocasiones, también de nuestros padres cuando estos eran mayores o dependientes.
Esta actividad, cuidar de otras personas, a pesar de lo duro que pueda resultar la tarea, es algo loable y necesario que solemos hacer, unas veces, motivados por el cariño hacia esos seres y, en otras ocasiones, por el sentido del deber que nos indica que eso es lo correcto.
Sea como fuere, y a pesar de que muchas personas lo hacen con agrado, hay algo que no debemos pasar por alto. Es el hecho de asumir que el cuidador también necesita cuidados.
Surge entonces una dificultad que suele ser frecuente, porque ¿quién cuida al cuidador?
Es posible que en algún momento encontremos otras personas que nos ayuden y apoyen, pero no siempre es así. Por tanto, si estamos realizando tareas de cuidadores, es muy importante asegurarse de que vamos a recibir nosotros también aquello que necesitamos para estar sanos.
Dicho de otro modo, deberíamos aprender el “arte del autocuidado”.

A pesar de que hagamos con agrado todo lo que debemos, hemos de tener encuentra que ello implica un desgaste físico y emocional
Recordemos que las emociones son tan contagiosas como los virus y que, sin darnos cuenta, de manera inconsciente, nos encontramos experimentando emociones que no son nuestras y, además, con implicaciones piscosomáticas cuyo alcance, muchas veces, no acertamos a entender.
Para desarrollar el requerido autocuidado es necesario poseer un cierto nivel de autoconsciencia, lo cual nos permite conocer aquello que estamos experimentando y saber diferenciar qué es nuestro y qué no lo es.
La autoconsciencia corporal será una parte importante de dicha autoconsciencia global. Diversas investigaciones, como por ejemplo Forester en 2001, han demostrado que la autoconsciencia corporal es la clave para evitar la patología asociada al cuidador.
Y por supuesto, no ha de faltar tampoco una dosis suficiente de sentido común.
Esto último es lo que nos hace entender que para cuidar a otros hemos de encontrarnos suficientemente bien y, para ello, nada mejor que ser capaz de dar respuestas a nuestras propias necesidades.
Sin embargo, por lo que he venido observando, cuando existe una época de gran demanda física y emocional, como es el caso de tener que cuidar de otros, la tendencia habitual de las personas es la dejar de atenderse a ellos mismos. Por eso veo frecuentemente en consulta casos de depresiones, trastornos de ansiedad o manifestaciones corporales nuevas o que se agravan entre las personas que ejercen de cuidadores. El asunto consiste en que gastan demasiada energía con otros y obvian reponer la que ellos mismos necesitan.
En su defensa algunos argumentan, no sin razón, que no tienen tiempo para cuidarse ellos mismos. Yo no entro a discutir si eso es objetivamente así o si se podría organizar la tarea familiar de otro modo, eso es algo que ellos mismos deben resolver, el asunto es más obvio aún, y consiste en lo siguiente: si no te das lo que necesitas, tarde o temprano enfermarás.
Hay tres patrones de respuesta frente a las perturbaciones emocionales: 1) Aguantarse; 2) Quejarse; 3) Aprender. ¿Qué patrón utilizas habitualmente y cuál es el que quieres utilizar a partir de ahora?
Si has decidido escoger el último, ¡enhorabuena!, ya que es el modo en el que puedes afrontar la situación de la mejor manera posible.
Para ello, uno de los aspectos más importantes que debes priorizar es la importancia de desarrollar una salud emocional autógena, es decir, que dependa sólo de ti y no de los demás. Este es un asunto extremadamente complejo, pero las buena noticia es que puede ser aprendido y desarrollado, al menos así lo han constatado muchos de mis alumnos en los últimos años.
Por otro lado, en Sofrodynamia ®, siempre hacemos hincapié en la importancia que tiene la congruencia entre el nivel de recursos de los que disponemos en relación al reto que tenemos que afrontar. La incongruencia de estos aspectos nos llevan al fracaso. Por eso,
es importante tener en cuenta que hemos de involucrarnos en nuestro propio bienestar y desarrollo desde este mismo momento. Porque querer aplicar estrategias que no se han aprendido suficientemente, ni tampoco entrenado, en un momento de crisis vital importante es como querer frenar un camión cuesta abajo utilizando los frenos de una bicicleta.
Recuerda que, en general, tenemos poco control de los cambios del medio ambiente, pero disponemos de la posibilidad de establecer un control pleno de nuestras propias respuestas emocionales.
No renuncies a esto último, y nunca olvides que ¡el cuidador necesita cuidarse!
Reblogueó esto en LUZ EN AGORA.