Cuando hablamos de emociones puede que nos estemos refiriendo a uno de los conceptos más ampliamente utilizados, no solamente en el ámbito de la psicología profesional, sino en la vida diaria y en los diálogos cotidianos.
Esto tiene la ventaja de que la palabra no es desconocida y nadie quedará fuera de la conversación por no saber de qué hablamos, pero al mismo tiempo tiene el gran inconveniente de que cada cual, al tener su propia concepción acerca de ellas, puede que al nombrarlas se estén refiriendo a realidades muy diferentes.
Por eso, con la finalidad de que podamos entendernos al hablar de las emociones, será conveniente establecer algunas ideas claras para que sepamos qué estamos queriendo decir.
Así, desde el aséptico punto de vista de la psicología de la conducta y de la neurofisiología, una emoción no es más que “un patrón de respuesta fisiológica y de conducta típicas de la especie”.
Pero para la mayoría de las personas, cuando hablan de sus emociones, en realidad se están refiriendo a una serie de sentimientos agradables o desagradables producidos por los eventos que les tocan vivir.
También podemos referirnos a las emociones como aquella fuerza que nos moviliza hacia algo, o bien que nos aparta de algo. Hay quien ha expresado esto mismo indicando que la emoción moviliza mientras que la razón guía.
Con mucha frecuencia, en nuestro medio cultural, se han considerado como elementos enfrentados. La razón parece ir por unos derroteros y la emoción por otros. Esto hace que perdamos de vista la noción de complementariedad, ya que si bien es cierto que razón y emoción parecen ser dos funciones diferentes, no es menos cierto que cada pensamiento se conecta a una emoción y cada emoción con un pensamiento.
Por lo que lo más adecuado sería que siguiéramos a nuestro corazón inteligentemente o a nuestra inteligencia de un modo sintiente.
Posiblemente Daniel Goleman, con su más famosa obra “La Inteligencia Emocional”, haya sido el autor que de una manera más divulgativa ha tratado de establecer propuestas que superen la aparente dualidad contradictoria entre inteligencia y emoción. Hoy día, nos encontramos en el punto de tener que dar un paso más allá de las propuestas de Goleman para proponer una comprensión más sistémica, operativa e integrada de nuestro mundo emocional.
Hay algo especialmente claro en lo que se refiere al conocimiento y gestión de nuestras emociones, y es que no podemos negar su existencia, ni tratar de reprimirlas, ni mucho menos temerlas.
Cuando negamos, reprimimos o tememos nuestras emociones nos convertimos en seres divididos y corremos el peligro de ir perdiendo nuestro propio contacto emocional, una parte de nuestra conexión interior.
Y aunque algunas personas prefieran no sentir ninguna emoción bajo el pretexto de sufrir menos, es necesario que sepan que la pérdida de contacto consigo mismo tendrá efectos desastrosos en términos de desarrollo y crecimiento humano, con el agravante, además, de que posiblemente llegará a encontrar mucho más sufrimiento que el que primariamente trataban de evitar utilizando la estrategia de negarse a sentir.
Es necesario, pues, empezar a desarrollar un nuevo concepto, el de la Autoempatía Emocional. Lo cual no es más que la herramienta que nos permite mantenernos en contacto con nosotros mismos y nos proporciona el conocimiento necesario de nuestro estado emocional actual.
Desde este punto de vista, damos un salto cualitativo importante que nos lleva a considerar la esfera emocional como algo total y absolutamente ligado a los procesos de crecimiento y desarrollo humanos, y no sólo como un fenómeno meramente fisiológico.
Sanar una emoción no es, por tanto, curar un síntoma o una perturbación en nuestra estructura psicológica, sino que aprender a sanar las emociones significa llegar a ser capaces de crecer y desarrollarse como auténticos seres humanos.
Tal vez por eso ocurra que en cualquier camino de crecimiento en un momento dado haya que descender a nuestras partes más profundas y oscuras con el objeto de sanarnos y reconciliarnos con nosotros mismos.
Este sería el famoso “Descenso a los Infiernos” que ha sido expresado a lo largo de la historia de la humanidad y en diferentes culturas.
También se ha postulado el proceso de sanación emocional como un viaje interior de tipo iniciático en el que el héroe acaba venciendo a sus sombras para, finalmente, emerger como un ser más sabio y, de alguna manera, poderoso.
Éste suele ser el argumento de muchos relatos míticos que, de alguna forma, están conectados con el entrenamiento y armonización de nuestro mundo emocional.
Pero el enfoque más conocido respecto a los procesos de sanación emocional tal vez sea el que se refiere a llevar la vista al pasado, mirar hacia atrás para sanar.
Desde el punto de vista sofrodynámico, esta mirada al pasado es diferente al modo en el convencionalmente se viene realizando. Ya que la manera habitual de hacerlo consiste en ir al pasado para buscar traumas ocultos, niños heridos o recuerdos más o menos manipulados para explicar nuestras angustias actuales.
El trabajo con el pasado para armonizar las emociones puede ser realizado de otro modo mucho más desarrollativo, como el que utilizamos en Sofrodynamia®.
Nosotros planteamos que es importante utilizar el pasado para acceder a un enorme almacén de recursos, así como a un gran número de informaciones relevantes en términos de desarrollo, pero nunca ha de ser el “sofá” en el que instalarse a llorar nuestras desdichas.
Pero además de lo anterior, hay algo más sobre el pasado que no solemos tener en cuenta. Se trata de conectar con el pasado para agradecer. Y cuando agradecemos, sanamos.
Porque si fuésemos capaces de desarrollar una cierta consciencia de agradecimiento implantando en nuestra sociedad una verdadera “cultura del agradecimiento a los demás”, posiblemente, estaríamos generando uno de los remedios sanadores más importantes para el ser humano.
Ser capaces de reconocer y agradecer a todos aquellos que han permitido que recibamos lo que tenemos y que han colaborado, de una u otra forma, en que estemos donde estamos, es, sin duda, una poderosa herramienta de sanación emocional y el fundamento imprescindible para una cultura de paz.
Reblogueó esto en LUZ EN AGORA.
Me ha gustado mucho este articulo, es muy interesante este tema para mí.
Me interesa saber más sobre ello.
Muchas gracias por tu comentario.
En este mismo blog, si pones la palabra «emociones» en el buscador, te saldrán otros artículos.
Además, se irán publicando nuevos post sobre el tema más adelante.
Saludos
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