
Aprender a cuidarse es imprescindible para disfrutar de la vida
Si preguntase abiertamente si existe alguna razón que nos impulse a cuidarnos, creo que la respuesta sería abrumadora. Pienso que habría pocas dudas razonables sobre la importancia que tiene para nosotros desarrollar el autocuidado, siempre que se quiera vivir lo más saludable posible, porque, claro está, “como hay gente para todo”, es posible que haya personas a las que le importe un bledo su nivel de salud y por ende todo lo referente al autocuidado.
Pero como quiera que este blog tiene la salud en su título y se publican post en este sentido, doy por supuesto que mis lectores estarán interesados en estos temas y que aquellos a los que la salud física, mental, emocional y espiritual, les importe poco seguro que estarán ocupados con otras cuestiones más interesantes para ellos.
Aprender a cuidarse es justo lo contrario de la llamada “dependencia terapéutica”, lo cual significa poner la responsabilidad de nuestra salud en otras manos.
Desarrollar el autocuidado no es sólo una actividad imprescindible para mantener y recuperar la salud, es también un modo de manifestar amor y respeto hacia sí mismo.
Pero hemos de diferenciar entre lo que es cuidarse y lo que es mirarse demasiado.
El autocuidado no tiene nada que ver con la actitud neurótica que hoy día se venido a definir como “ortorexia”, haciendo alusión a quienes están obsesionados con temas de salud y pasan horas leyendo etiquetas o evitando lo que, según su rígido criterio, pudiera resultar nocivo.
Es diferente asumir los cuidados personales desde un modelo en el que prima la promoción de la salud que hacerlo desde un modelo en el que prevalece el miedo a la enfermedad.
Pudiera parecer lo mismo, pero no lo es. Tomar una alimentación apropiada por el placer de disfrutar de la vida estando sano, no se parece a enfocar la dietética a través del miedo a caer enfermo. En la primera actitud predomina la alegría y el placer de disfrutar la vida, en la segunda el miedo a sufrir. Obviamente existen grandes diferencias entre lo uno y lo otro.

Aprender a cuidarse para ser capaz de promover la salud en nuestros ambientes
Hemos de tener en cuenta que hay ocasiones en los que, para solventar ciertos asuntos, es necesario la orientación de un profesional, pero existen ciertos aspectos básicos que todos deberíamos conocer y saber gestionar con un mínimo de habilidad, como qué hacer cuando uno está acatarrado o en caso de diarrea, por ejemplo.
Como antes indiqué, para alguien que quiere crecer en salud, es importante evitar la “dependencia terapéutica”, es decir, tener que recurrir al médico para clarificar cualquier decisión que haya que tomar en la vida. Entre el extremo de la dependencia terapéutica y la dejadez manifiesta, existe un correcto punto de equilibrio que establece el sentido común.
A partir de ir creciendo en los autocuidados, podemos aspirar a convertirnos en agentes activos de salud, lo cual significa que, más allá de la salud individual, somos capaces de generar estados saludables en nuestro entorno, más por el ejemplo que por el discurso contumaz sobre lo que se debe o no se debe hacer.
Alguien que se cuida se convierte en una persona “·genosaludable”, como decía Bateson, lo cual implica que promoverá la mejora en sus ambientes, y esto no sólo es bueno para el sujeto sino también para la sociedad en general.
Desde este punto de vista, dedicar un tiempo a aprender los principios de autocuidados no debe ser considerado como una actividad egoísta o intimista, sino que por el contrario, bien entendida, es algo beneficioso y necesario para el conjunto de los seres.
Aprendemos a cuidarnos a partir de quienes saben hacerlo, por eso es tan importante alcanzar un cierto nivel de habilidad que nos permita transmitirlo a quienes nos rodean.
Hace más de veinticinco años que soy partidario de la educación para la salud en la sociedad. Como anécdota contaré que hace algunos años, en un congreso de educación en Andalucía, en una de las mesas de trabajo propuse la creación de una asignatura de Educación para la Salud en las escuelas, pero los pedagogos del momento entendieron que eso habría de hacerse mediante un enfoque que llamaron “transversal” (cosa hartamente teórica pero un auténtico “bluf” en la práctica), y no como una asignatura aparte. El hecho es que dicho enfoque transversal nunca llegó a realizarse, como era obvio para cualquiera con sentido común, cosa de la que a todas luces carecían quienes mandaban en los designios de la educación andaluza en esos años y que, por lo que parece evidente, siguen careciendo en los momentos actuales.
No descubro ningún secreto si digo que desde hace bastante tiempo ronda por mi cabeza la creación de una “Escuela de salud”, con la finalidad de llevar a la práctica una educación para la salud y una promoción de la misma. Por tanto, abriga la intención de dar respuesta a aquellas personas que quieren aprender a cuidarse un poco mejor.
Y aunque, de una forma o de otra, llevo la mayor parte de mi vida dedicado a este asunto, creo que ha llegado el tiempo de comenzar a dar los primeros pasos para establecer una estructura de aprendizaje algo más formal, en este sentido.
En pocos días comenzaremos con una primera actividad dedicada a los autocuidados en invierno.
El tiempo dirá si lo que ahora sólo se encuentra en mi mente se cristaliza exitosamente en la realidad.
Espero que el esfuerzo realizado sea lo suficientemente apropiado como para despertar el interés de quienes quieren aprender a cuidarse un poco mejor
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