La mente que indaga y el sesgo de rebaño

Según he leído, Einstein, cuando era joven se preguntaba “¿cómo vería el mundo si cabalgase montado sobre un rayo de luz?” Mantener abierta dicha pregunta, junto con su enorme talento no exento de un colosal esfuerzo, culminó en importantes teorías científicas y avances para la física en particular y para la humanidad en general. Porque una buena pregunta, si se mantiene abierta, dará sus frutos a condición de que seamos capaces de mantener la constancia suficiente y esperar el momento apropiado.

Desde otro aspecto diferente también escuché a mis maestros decir que Buda dedicó su vida a buscar respuesta al sufrimiento humano y a cómo liberarse del mismo. Mantener esta pregunta hasta encontrar la solución fue el motor de su búsqueda y le permitió llegar a importantes descubrimientos acerca del funcionamiento de la mente y de la realidad de las cosas. Tanto Einstein como Buda tenían algo en común: el uso de una mente que indaga y la capacidad de compromiso y entrega suficiente hasta dar con las respuestas. 

Pero, ¿a qué llamamos indagar? A mí me gusta diferenciar entre búsqueda y exploración. Cuando buscamos lo hacemos tratando de encontrar un objeto previamente conocido. Buscamos unas llaves que se han perdido, un libro que no sabemos dónde hemos puesto, etc. Pero cuando exploramos nos abrimos a nuevas experiencias porque lo hacemos sobre un territorio no conocido. Es cierto es que tanto en la exploración como en la búsqueda podemos encontrar cosas que no esperábamos, pero obviamente, ambas poseen matices distintos.

A mí me gusta usar el término indagar, porque entiendo que incluye a las dos, a la búsqueda y a la exploración. Buscamos cosas como la salud, la felicidad, la autorrealización, etc. Pero lo hacemos explorando a veces territorios poco conocidos y sorprendentes. 

Me atrevería a decir que la mente saludable es una mente que indaga. Y añadiría que no considero saludable lo contrario, es decir, tragarse lo que nos dicen los demás, los medios de comunicación, las redes sociales, etc. sin tan siquiera cuestionar lo más mínimo. Hay una explicación neurocientífica para esta última actitud. Se llama “sesgo de rebaño”, que no es otra cosa que creer y aceptar sin reparos lo que dice la mayoría en lugar de cuestionar las bases de dichas afirmaciones, como haría una mente que indaga.

Sabemos que el cerebro es un poco vago. Tiende a trabajar lo menos posible y a generar automatismos con todo lo que puede. Así se descarga de esfuerzo y, en cierto modo, de responsabilidad. 

Hubo un tiempo en el que la mayoría de la humanidad afirmaba que la tierra es plana ¡Pues para qué calentarse más la cabeza, será plana!, si todos lo dicen por algo será.

Pero ojo, si quieres desarrollar una mente que indaga has de saber que llevar la contraria al rebaño tiene sus consecuencias. Antaño te quemaban en la hoguera. Hoy día te machacan por medios menos cruentos físicamente pero más sutiles y sofisticados en cuanto al daño inflingido moral y psicológicamente, sobre todo en redes sociales.

En una sociedad donde el “sesgo de rebaño” es más que notorio, tener una mente que indaga no está bien visto, no obstante, opino que es una cualidad irrenunciable de la mente humana e imprescindible para todos aquellos que se interesan por la salud, entendida esta como “El arte de vivir en plenitud”, así como por el proceso de desarrollo humano.

Un pensamiento en “La mente que indaga y el sesgo de rebaño

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