Recuerdo un trozo de la letra de una canción reivindicativa allá por los años setenta que ponía música a una bella letra del poeta Mario Benedetti. Decía el comienzo y el estribillo “Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañeros”. El trozo de éste poema que me gustaría hoy traer a colación es aquel que dice “cada cual con su faena porque en esto no hay suplentes”. Surge de aquí una pregunta esencial, ¿realmente sabemos cada uno cuál es nuestra faena?, o lo que es lo mismo ¿somos conscientes de la aportación que podemos hacer a un mundo como el que vivimos?
Me gustaría poner mi pequeño granito de arena desde mi “propia faena”, es decir, desde el ámbito del estudio, la reflexión y el trabajo que comparto desde hace décadas con aquellos que lo desean, el campo de la salud entendido como “El Arte de vivir·
Es desde ahí desde donde me gustaría plantear una reflexión en tal fecha como hoy, día en el que se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Habrá manifestaciones, conferencias, actos culturales y reivindicativos y los medios de comunicación darán una amplia cobertura a los distintos eventos. Para muchas personas trabajar en esos cuestiones constituye “su faena” y es su mejor forma de aportar a la sociedad.
A mí me gustaría compartir una breve reflexión desde otro contexto, desde mi ámbito, no como alternativa a lo anterior, lo cual me parece importante, sino como una ampliación de la mirada, como un enfoque poco común de estos temas como es la dimensión energética de los mismos.
Energéticamente el hombre y la mujer muestran patrones diferentes. También sabían los antiguos que un varón posee una parte femenina y una mujer una parte masculina. No es algo cultural sino energético. Desde tiempos ancestrales se conoce que existen diferentes tipos de energías que generan la vida. No existe vida con energía igual a cero. La civilización China nos aportó una visión especial de ello, y nos mostró la existencia de dos principios básicos que conforman la realidad a los que denominó Yin y Yang.
El Yin como representación de la energía femenina y el Yang de la masculina. Cada sujeto tiene esas dos energías, pero además desde el punto de vista colectivo dichas energías también se encuentran presentes en la forma en la que se estructura el modelo de una sociedad. Cada una de ellas posee características distintas que se complementan entre sí. Desde esta visión energética se entiende que no han de enfrentarse, sino complementarse, porque el enfrentamiento genera enfermedad y el equilibrio salud.
Hay Yin dentro del Yang y Yang dentro del Yin. Las dos se necesitan para existir. La salud, la armonía y la paz aparecen cuando ambas partes están en equilibrio dentro del sujeto y, por extensión, dentro de la sociedad.
Y todo esto tan filosófico y tan antiguo, en realidad ¿qué me enseña en el momento presente?
Pues me invita a reconocer la energía femenina que habita en mí, y me propone honrar el Yin (femenino) desde mi Yang (masculino), tanto interno (mi feminidad) como externo (la mujer). No soy un ser completo sin mi energía femenina, de la misma forma que la sociedad no es completa sin la energía de la mujer. Tampoco puedo serlo sin mi energía masculina, como tampoco lo puede ser la sociedad sin la energía del hombre. La exclusión de cualquiera de esas dos energías sólo genera desequilibrio y sufrimiento.
Si descubriésemos la importancia de cultivar el respeto, el reconocimiento y la aceptación hacia esas dos energías (en lo interno y en lo externo), no cabe duda de que tendríamos un cambio en nuestra comprensión y en nuestra mirada, un cambio también de actitud, y todo ello daría lugar a acciones concretas orientadas a una mejor salud individual y una mayor justicia social.
Desde “mi faena” Feliz día de la Mujer
Pingback: Honrar la energía femenina – LUZ EN AGORA