Aprender a vivir la soledad

Habitualmente se habla de la soledad como de un estado no deseado, ni deseable, del ser humano que conduce a estados de ánimo depresivos a quienes lo padecen, de tal manera que nos proponemos combatirla por todos los medios. Los datos que suelen difundir los medios de comunicación acerca de la soledad en las grandes ciudades, parecen confirmar esta visión.

Sin embargo, para mí, sin negar el hecho de que existen personas, sobre todo mayores, que sufren mucho estando solos, me resulta importante plantear otro punto de vista. 

¿No será, también, que no hemos aprendido a vivir la soledad de una manera potenciadora? ¿No será que en lugar de crecer en autonomía lo hemos hecho en dependencia emocional?

Tengo la convicción que quien no gestiona bien la soledad difícilmente gestionará bien su vida, por lo que considero que es un asunto lo suficientemente interesante como para reflexionar sobre ello.

Sentirse solos y separados de los demás se percibe de forma desagradable para la mayor parte de las personas. Pero he de resaltar que el sentimiento de soledad va mucho más allá de encontrarse físicamente solos o acompañados. Es frecuente escuchar a quienes confiesan haber experimentado una intensa soledad incluso cuando están rodeados de gente. 

Por tanto, la soledad, no depende del número de personas o de la ausencia de ellas, sino que hace referencia a una modo peculiar de vivir dicha realidad. Podría decirse que, la soledad, es más bien una forma de experiencia interior.

Por otro lado, lo que sería una forma de vivencia antagónica de la soledad, la de sentirse en comunión con los demás y con el universo, tampoco depende del número de personas que nos rodea, sino que también es una experiencia interior. 

¿Qué quiere decir esto? Pues que es justamente en la profundidad de nuestro Espacio Interior donde encontramos la clave, porque quienes han experimentado esa conexión interior ya nunca más se sienten solos.

Por esta razón, aunque la soledad se valore como algo especialmente negativo para la mayoría, también se da el caso de quienes libremente eligen vivir solos, incluso  buscan la soledad de forma activa, porque encuentran en ella la paz y la plenitud que todos anhelamos. 

Sea como fuere, lo verdaderamente importante es que para gozar de una vida en paz y en armonía hemos de saber gestionar de forma apropiada la experiencia de la soledad. ¿Cómo hacerlo?

En nuestra sociedad cada vez hay mas gente a las que les cuesta sentirse a gusto con ellos mismos y necesitan del ruido o de la compañía exterior. Algunos, queriendo huir de la soledad, intentan soluciones que les genera más sufrimiento del que trataban de evitar. Ese es el caso de quienes mantienen relaciones conflictivas, limitantes o inapropiadas con otras personas por miedo a sentirse solos. Otras veces se recurre al adormecimiento del alcohol, las drogas o al frenético activismo. Hay muchas formas erróneas de tratar de evitar la soledad.

Las antiguas tradiciones espirituales, así como la moderna psicología actual, nos enseñan una misma verdad para solucionar esta situación. Se resume en una sencilla frase: “buscar dentro y no fuera”, y para ello es necesario la soledad. 

He experimentado que la soledad es un lugar privilegiado para el encuentro, primero con nosotros mismos y, posteriormente, con los demás y con nuestra propia autotrascendencia. De hecho todos los maestros espirituales de las diferentes tradiciones, han recomendado siempre la práctica del retiro y del silencio como herramientas para progresar en la vía espiritual.

Pero muchas personas no entenderán lo que digo, ya que para ellos la soledad se convierte en una especie de castigo, a veces un suplicio, del que quisieran escapar. Tengo claro que si quieres alcanzar un cierto nivel de bienestar en la vida deberías aprender a degustar y a paladear el suave y sutil aroma que nos ofrece la soledad.

Disfruto de experimentar la soledad como un espacio gozoso y creativo en el que, gracias a la conexión con mi mundo interior, soy capaz de beber de la fuente que me nutre y soy también capaz de conectar con los mejores aspectos de mi ser.

Por eso, aprender a disfrutar de los momentos de soledad me parece algo muy necesario. Todo ello me refuerza en la idea de que la soledad, más que un enemigo, es un auténtico maestro.

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