Los AGE son grasas que el organismo necesita ingerir a través de la alimentación habitual porque son necesarias para el correcto funcionamiento del organismo (imprescindibles para el desarrollo del cerebro, la producción de hormonas, etc.), y no las puede sintetizar por sí mismo. Pertenecen a este grupo el ácido linoléico (omega-6) y el alfa-linolénico (omega-3), que el organismo transforma en EPA y DHA. Hoy día sabemos que es necesario, además, un cierto equilibrio entre el aporte de grasas de la serie omega-6 y las de la serie omega-3. Porque si se consumen demasiado omega-6 en relación a los omega-3, pueden incrementarse el riesgo de padecer ciertas enfermedades tales como cardiopatías, cáncer, diabetes, asma, depresión, etc. Existen numerosas discrepancias acerca de cuál es la proporción más adecuada. Algunos defienden que la proporción correcta sería de 4:1, es decir, 4 gr. de omega 6 por 1 gr. de omega 3, mientras que otros preconizan la proporción 1:1. Según parece los omega-3 reducen los niveles de prostaglandinas proinflamatorias de forma más eficaz que los omega-6. Sea como fuere, y puesto que en una dieta normal suele haber una mayor proporción de omega-6, se hace necesitamos ingerir más EPA, DHA y ácido alfa-linoléico. Se han encontrado grandes beneficios por el aumento de consumo de los ácidos grasos omega-3. Por ejemplo, tomar pescado de forma regular disminuye la incidencia de muerte cardiaca súbita. También se sabe que los suplementos de aceite de pescado bajan los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre. Ciertos estudios avalan que de 2.5-5 gr. de DHA y EPA al día pueden contribuir a reducir el dolor y la rigidez asociadas con la artritis reumatoide. Así mismo los omega-3 puede ayudar a luchar contra algunos problemas mentales, como por ejemplo la depresión. Parece haberse demostrado que el ácido alfa linoléico ayuda a prevenir la artrosis, cardiopatías y accidentes cardiovasculares. También se ha estudiado como tratamiento para la artritis reumatoide el ácido gamma-linoléico, aunque no se han estudiado tanto como los omega-3 y podrían desviar el equilibrio de ácidos grasos en la dirección equivocada. Podemos conseguir omega-6 a partir de los aceites de maíz, girasol, soja, cártamo. El gamma-linolenico se encuentra en la borraja, grosella negra y onagra. El alfa-linolénico se encuentra en las verduras de hoja verde, aceite de semillas de lino, aceite de canola, nueces y nueces de Brasil. Algunos expertos recomiendan la ingestión diaria de 6 gr. de ácidos grasos omega 6, 1 gr. de DHA y EPA combinados, y 0.5 ácido-alfa-linoléico para conseguir el cociente 4:1 saludable. Como efectos indeseables encontramos el regusto a pescado en los suplementos de aceite de pescado. Si no están suficientemente purificados pudieran contener toxinas ambientales o metales pesados. Los omega-3 pueden interferir con ciertos medicamentos como los anticoagulantes, la aspirina, la vitamina E, el ginkgo, etc. No se han observado efectos adversos en dosis de 3-8 gr. al día de aceite de pescado. El aceite de onagra y el ácido gamma-linolenico pueden reducir la inflamación , pero tomados durante largo tiempo pueden tener efectos contrarios. Es conveniente buscar suplementos de pescados que sean inodoros que tengan DHA y EPA. Las cantidades de EPA y DHA combinadas oscilan entre alrededor de 300 a 800 mg por cápsulas de 1.000mg.
acido linoléico
El CLA, ¿verdad o mentira en las dietas de control de peso?
Por Dª Gracia María Casado, Nutricionista y colaboradora del CMI Dr. Nougués.
Este producto del que se oyó hablar incesantemente durante una época, surge como otro alimento funcional más, dados los efectos beneficiosos observados en numerosos estudios con animales, si bien no existen aún evidencias contundentes de su eficacia y seguridad para uso humano, a pesar de hablar de ciertos efectos saludables para el organismo, especialmente en lo que respecta a la regulación del apetito.
Como ácido linoleico conjugado (CLA o ALC) entendemos a un grupo de isómeros del ácido linoleico en el que los dobles enlaces (instauraciones) no están situados en las posiciones 9 y 12.
Es producido por la flora gastrointestinal de los rumiantes (por la acción de microorganismos anaerobios, (Butyrivibrio fibrisolvens, entre otros), que son capaces de hidrogenar los ácidos grasos poliinsaturados), a partir del ácido linoleico. El hombre lo produce en cantidades muy pequeñas en el hígado. Se encuentra principalmente, siendo fuentes naturales de él, en la carne de los animales rumiantes y sobre todo en su leche y derivados lácteos. Una dieta promedio contiene entre 1-2 g al día de CLA.
En el mercado se encuentra una amplia gama de productos (sobre todo derivados lácteos y zumos de fruta) ricos en CLA, pero con la peculiaridad de que, en este caso, el CLA añadido ha sido obtenido industrialmente a partir de fuentes naturales de ácido linoleico, como son los aceites de cártamo o alazor y de girasol. Estos productos pueden contribuir a incrementar de forma notable la ingesta dietética de CLA. Entre ellos uno de los preparados de CLA más conocido y utilizado, es el Tonalin®.
Entre los factores que influyen en el contenido de ácido linoleico conjugado de los alimentos, los principales están relacionados con:
– Las características fisiológicas o genéticas propias del animal.
– El tipo de alimentación que recibe. En general, el tipo de alimentación del animal puede ejercer una notable influencia sobre la composición en ácidos grasos de la leche. Un aspecto importante relacionado con la influencia de la alimentación del animal sobre el contenido de CLA en los alimentos, que ha propiciado una intensa investigación en la actualidad, es la posibilidad de modificar intencionadamente su alimentación, como estrategia para incrementar el contenido de él en los alimentos. Se ha observado que la suplementación con aceites vegetales ricos en ácido linoleico y α-linolénico (aceites de soja, algodón, girasol, lino, cártamo, colza, etc.) produce un aumento del contenido de CLA en la leche. Asimismo, se ha comprobado que estos efectos son más notables cuanto más rico es el suplemento en ácido linoleico, caso de los aceites de girasol y soja.
– Factores tecnológicos asociados a los procesos de elaboración y/o conservación de los alimentos.
Otros que parecen influir en el contenido de CLA en la grasa láctea son:
– La raza del animal.
– El estado de lactación del animal
Aunque el CLA es un componente minoritario en la dieta, en la actualidad ha despertado gran interés y ha promovido una intensa investigación acompañada de un boom publicitario debido a sus efectos potenciales sobre la salud como ya se hizo referencia (sobre todo por los efectos que se publicitan sobre la disminución de la obesidad y el sobrepeso):
– Una modificación de la composición corporal con reducción de la grasa corporal.
– Propiedades antiaterogénicas.
– Efecto hipolipemiante.
– Disminución de la resistencia a la insulina.
– Acción sobre el sistema inmunitario.
– Etc.
Estos efectos se han observado principalmente en modelos animales y cultivos celulares. Los estudios efectuados en humanos son escasos e incluso muchas veces contradictorios. Sin embargo, aunque exista una intensa investigación sobre los efectos saludables del CLA, consideramos que la información que reciben los profesionales de la salud y, por supuesto, los consumidores puede resultar escasa o al menos poco concisa, por lo que es necesario realizar una adecuada evaluación de su seguridad hacia los consumidores.
Otro aspecto importante y a tener en cuenta es cómo puede afectar, de cara a la comercialización del producto final, un incremento de CLA a las características organolépticas y a la aceptabilidad del mismo. Investigaciones hasta el momento señalan, tras realizar estudios con paneles sensoriales, que la aceptabilidad de la leche y quesos enriquecidos en CLA es similar a la de los productos con valores normales. Este dato presenta bastante relevancia, ya que el consumidor tiene la última palabra sobre el valor y la posición comercial de estos productos.