Los aminoácidos son las unidades fundamentales que constituyen las proteinas.
La L-glicina es un aminoácido que se caracteriza por ser el más pequeño de todos en cuanto a tamaño, pero con una gran importancia para numerosas funciones de nuestra fisiología.
Durante mucho tiempo se ha considerado como un aminoácido no esencial, ya que nuestro organismo es capaz de sintetizarla a partir de la serina, pero la cuestión es que no lo hace en la cantidad que necesitamos cada día. Esto significa que para cubrir las cantidades necesarias de dicho aminoácido necesitamos un aporte exógeno diario. Por esta razón, más modernamente, se ha considerado a la L-glicina como un aminoácido como “semiesencial”.
A nivel cerebral actúa como un neurotransmisor de tipo inhibidor que se encuentra en altas concentraciones en la medula espinal y el bulbo raquídeo, teniendo gran importancia en las funciones motoras del cuerpo. Tiene también un cierto efecto sedativo.
Mejora el almacenamiento del glucógeno a nivel hepático y facilita la producción de energía a partir de la glucosa.
También ayuda al sistema inmunitario y, además, es bastante útil para la reparación de los tejidos dañados.
La L-glicina es fundamental para la formación del colágeno y la hemobglobina, y es, también, un buen detoxificador hepático, ya que ayuda a eliminar ciertas toxinas celulares.
Cuando hay déficit de glicina se produce un retardo en el crecimiento de los niños, así como alteraciones en los cartílagos, huesos y tendones. Las heridas tardan más en curar y se produce un debilitamiento de nuestro sistema inmunológico.
Son alimentos ricos en glicina la carne, algunas setas, los guisantes, el queso, nueces, pescado, espinacas, huevos, zanahorias, plátano, almendras, cacahuetes y arroz integral, entre otros.
A pesar de sus bondades, las personas que hayan sufrido un accidente vascular cerebral o que se encuentren en tratamiento con antipsicóticos no deben tomar suplementos de glicina.