Editorial de Noviembre 2012

Debe ser cosa de la edad, pero parece que cada año los meses pasan más deprisa, y casi sin darnos cuenta, apenas inauguramos un nuevo año cuando en poco más que un pestañeo nos encontramos diciéndole adiós. Ya sé que esto es sólo una sensación subjetiva, puesto que, de momento, los días siguen teniendo 24 horas y los años 365 días (366 los años bisiestos), pero me da la impresión de que, año tras año, el tiempo se acelera y parece pasar todo más de prisa.

Obviamente, estando como están las cosas, el fenómeno anterior pudiera ser una especie de gran ventaja evolutiva que permite, a los que ya peinamos canas, sobrevivir mejor ante a cantidad de sinrazones y despropósitos que cada día hay que escuchar.

Vivimos en un mundo complejo y difícil, no sé si más complejo y difícil que en otras épocas, pero el hecho del gran incremento de las comunicaciones hace que el flujo de información que cada uno de nosotros recibimos se haya aumentado de una forma exponencial, si lo comparamos con las personas que vivían en épocas pretéritas, con las ventajas e inconvenientes que dicho fenómeno conlleva.

Cantidad de información no siempre va acompañada de calidad ni de veracidad de la misma. El fenómeno mediático actual permite que cualquier “iluminado de turno” pueda decir u opinar sobre cualquier cosa sin el más mínimo escrúpulo ni fundamento, y que eso tenga una repercusión mundial prácticamente al instante. Esto conlleva a su vez un gran peligro cuando la población, en general, carece de las bases necesarias para sustentar un pensamiento crítico y propio, dejándose guiar por aquello que les cuentan sin reparar en la autenticidad o no de las informaciones. Tal vez por eso, en tantos campos diferentes, se sigan sustentando creencias que, cuando no son falsas, están trasnochadas y superadas.

Soy de la opinión de que una población bien informada y crítica es más libre y menos manipulable y, por lo tanto, más soberana a la hora de tomar sus propias decisiones. Tal vez sea esa la razón por la que quienes manejan el poder, tanto de modo explícito como los que se ocultan en las sombras, les interese más mantenernos enredados en asuntos diversos que ellos mismos se ocupan de construir, difundir y avivar, que en permitir que crezcamos como seres humanos libres y autónomos.

Reivindico, pues, mi derecho a sentir, vivir y actuar según mi propio criterio y no según lo que me dicten los diversos grupos mediáticos de radio, prensa y televisión, los partidos políticos, los banqueros y especuladores, los sindicatos mesiánicos y  las organizaciones nacionales o internacionales de todo tipo, ya sean de derechas, izquierda o centro, que por medio de sus panfletos y la machacona repetición de sus mensajes, tratan de hacernos pensar como a ellos les interesa. La propaganda nazi ya lo sabía, “repite una mentira muchas veces y se transformará en verdad”.

Volviendo por donde comencé, repito de nuevo, casi sin darnos cuenta nos encontramos muy cerca de finalizar un año que, para la mayoría de las personas que conozco, podría haber sido mucho mejor en todos los sentidos, pero que a la vista de las previsiones para un futuro próximo, no sé si habrá que pensar como decía el chiste “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.

Porque, ya sabemos, que cualquier situación vivida puede ser mejorable, pero también empeorable, según como se gestione. Y como tengo la certeza de que en estos momentos tan críticos y complicados para todos, no estamos guiados por los mejores líderes posibles, tanto en España como en Europa, y que cualquier otra alternativa previsible tampoco es mucho mejor que la actual, quedamos sumidos en una especie de desesperanza, lo cual trae como consecuencia que se frenen proyectos, que se enfríen ilusiones y que se vea bloqueado el ímpetu hacia un cambio necesario a todas luces.

A pesar de todo, durante estos primeros días en este nuevo mes, noviembre, con el que casi vamos finalizando el año, nos queda la alegría de que nos siguen visitando las fértiles lluvias, lo cual es un alivio para los campos y una garantía para el consumo humano de agua de los próximos meses. A pesar de ello hay que lamentar los destrozos y las pérdidas que en ciertos lugares ha producido la intensidad con la que han caído las precipitaciones.

Este año, a pesar de las abundantes lluvias y la aparición de algunas nevadas, todavía las temperaturas no son tan bajas cómo en años anteriores por estas mismas fechas. Ya se sabe que, como dicen muchos, “el tiempo está un poco loco”. Esta relativa calidez térmica, las abundantes lluvias y las escasas heladas, hacen que los campos se vistan con sus mejores galas otoñales y los recolectores de setas salten de alegría para disfrute propio y de los amantes de la gastronomía micológica. Afortunadamente, en estos días he podido dar buena cuenta de ello, y espero poder seguir haciéndolo mientras el tiempo sea propicio.

Invitan estas fechas a recorrer el campo y disfrutar de esa gama de colores ocres,amarillos y rojos con los que se visten los otoñales árboles de hojas caduca. El bosque caducifolio en otoño es un verdadero espectáculo para los sentidos, y una invitación a la reflexión y la interiorización. Un paisaje intimista, diría yo, que, personalmente, me lleva a pensar en los ritmos de la naturaleza, el carácter cíclico de la vida e incluso el modo en el que en el momento presente soy capaz de vivir las estaciones, que también, según  mi modesta opinión, experimentamos los seres humanos.

Permitidme una comparación. Si dividimos en cuatro partes el tiempo de vida de una persona, pongamos ochenta años como media, podría decirse que los veinte primeros serían comparables a la primavera, y de los veinte a los cuarenta, al verano. Siendo el otoño de cuarenta a sesenta y el invierno desde los sesenta hasta los ochenta. Es sólo un ejemplo, ya se sabe que hay gente que vive más y otros mucho menos. Desde este punto de vista, en mi caso, me encontraría disfrutando ya del otoño de mi vida, más cerca del invierno que de otra estación.

Pongamos otro ejemplo. Si comparamos la vida con un partido de fútbol, yo estaría jugando la segunda parte, bien avanzada. Por lo que, estadísticamente hablando, me queda poco tiempo disponible para cambiar el resultado del encuentro, si es que no estoy conforme con cómo transcurre “el partido de mi vida”.

Me planteo, entonces, que es un  momento propicio para mirar atrás con el deseo de aprender y cobrar energía, para que, con la experiencia acumulada, pueda ser capaz de “jugar”, lo que me queda de “partido”, de la forma más digna, humana y fructífera posible.

Siempre he tenido especial interés en “mirar atrás para aprender”, pero jamás para buscar otras historias, como supuestos traumas, dolores o historietas con las que machacarme. Eso lo dejo para quienes disfruten con ello.

Por último, decir que he tenido ocasión de contemplar recientemente los maravillosos colores de los bosques otoñales en las regiones del norte de España, entre sonidos de ríos y misteriosas brumas envolviendo valles y riveras. Pero también en el sur podemos disfrutar de nostálgicos paisajes otoñales, que pueden verse ahora en toda su riqueza y esplendor. Si podéis, no perdeos esta fantásticas oportunidad de disfrutar con la naturaleza.

Pero más allá de la experiencia estética y mágica de esos momentos, me adentro en mi mundo interior y conecto con la energía del otoño dentro de mí, que me invita, pues, a ser responsable de mi propia vida, a coger las riendas de mi existencia y a reafirmar mi creencia en que debemos dejar en el mundo lo mejor de cada uno de nosotros.

Feliz Noviembre

 

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