La palabra curativa

la palabra curativa“De cuando en cuando vuelvo a retomar el tema de la importancia que tienen nuestras palabras, no sólo en el ámbito de la comunicación interpersonal sino también sobre la capacidad de intervenir en la salud de una manera activa, unas veces fomentando procesos curativos y otras entorpeciéndolos o, incluso, generando un daño.

Siempre he considerado que a los estudios convencionales de medicina en las facultades de nuestro país les faltan muchas materias importantes, al tiempo que le sobran algunos otros contenidos que poco o nada aportan a la práctica médica diaria. Al menos a mí nunca me enseñaron una buena base de dietética práctica, la tuve que aprender luego; ni me hablaron de diferentes enfoques médicos en el ámbito de las medicinas complementarias, también los estudié por mi cuenta; ni tampoco me explicaron la forma de hacer que el propio acto médico fuese curativo en sí mismo, ni el efecto que tiene lo que decimos los médicos sobre los pacientes, también tuve que aplicarme en aprender sobre ello una vez finalicé la carrera.

Gregori Bateson hablaba del “médico genosaludable”, para referirse a los profesionales que son generadores de salud, no ya por la prescripción medicamentosa o por su buena técnica quirúrgica, sino por su mera presencia y su impecable forma de interactuar con los pacientes.

Sin los profesionales de la medicina nos convirtiéramos en personas “genosaludables”, como decía Bateson, sería lo mismo que admitir que es posible que la curación comience en el mismo momento de la consulta médica. Nos habríamos convertido, pues, en “personas medicina”.

Pero para ello se hace imprescindible decir adiós a la mayoría de los discursos médicos habituales, ya que muchos compañeros no han entendido todavía que promover la salud es distinto de evitar la enfermedad (muchas personas son incapaces de reconocer la diferencia).

Con frecuencia escucho el relato de pacientes que refieren cómo han salido asustados, preocupados o, incluso, emocionalmente chocados, tras una consulta médica en la que la comunicación se enfoca en términos de riesgos, peligros y posibilidades de desenlaces infaustos. Piensio que cada paciente debería salir del consultorio algo mejor de como entró.

En ningún caso digo que haya que ocultar información, decir que lo negro es blanco, ni falsear los datos evidentes. Quienes me conocen saben lo poco partidario que soy de «dorar la píldora». El asunto es otro bien distinto. Más bien se trata de tomar consciencia de la importancia del «arte de comunicar», porque ¿de cuántas manera diferentes se puede dar una mala noticia? Seguro que descubrimos que hay formas que nos hunden más y otras que, diciendo el mismo contenido, hacen que nos sintamos esperanzados.

Si los médicos fuésemos conscientes del terrible daño que produce en el sistema inmunológico ciertas emociones como el miedo, o los bloqueos a la curación que aparecen por un estado emocional alterado, nos ahorraríamos muchos problemas y también los pacientes se ahorrarían algunos malos ratos.

Soy de la opinión que ayudamos más al paciente generando una actitud positiva que metiéndole miedo para conseguir que haga algo. También soy de la opinión que la palabra dicha por el médico ha de ser usada como «la primera medicina», que no por ser más sutil e inmaterial es menos poderosa que otras.

Así que, entre las muchas tareas que propongo mejorar es la ser cada vez más «genosaludable» y utilizar cada día mejor «la palabra curativa» para promover el proceso de sanación» (ANF)

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