Ya he dicho que la mayoría de las personas aspiran a vivir felices y en paz. Pero con frecuencia su vida no es tan satisfactoria como desearían.
Parece obvio que los humanos, por lo general, poseemos un profundo impulso que nos orienta a querer mejorar la existencia, aunque en muchas ocasiones constatemos ciertas excepciones a la afirmación anterior.
Dicho impulso no es más que un tipo de energía, una especie de combustible que nos mueve hacia el cambio, hacia la transformación. Pero además de combustible necesitamos otros ingredientes para poder ser exitosos. Como expuse anteriormente, además de querer hay que saber. ¿Quién no querría tener una vida mejor?, entonces ¿por qué no la tenemos?
Muchos dirán que son los otros o las circunstancias quienes los frenan. Pocos descubren que son ellos mismos sus principales saboteadores. Hemos de entender una cosa muy clara: el principal obstáculo para nuestro bienestar no son los demás, sino que somos nosotros mismos.
Es posible que no te guste leer lo anterior. También es muy probable que en estos momentos estés pensando en personas o circunstancias que justifican tu malestar. Si es así, lo siento. Ese es el mejor modo de seguir padeciendo una vida con más sufrimiento y alienación de lo deseable.
Permítete profundizar e investigar en la afirmación anterior, la cual podría formularse como que “nosotros somos los principales responsables de nuestra propia felicidad”.
Lo primero que habría que entender es que, con frecuencia, vivimos dentro de unos límites personales autoimpuestos, siendo habitual que no nos demos cuenta de ello. También es normal excusarse echando balones fuera.
No estoy seguro de que podamos cambiar a los demás del modo que nos gustaría, pero si tengo mayor convicción en que podemos cambiarnos a nosotros mismos para lograr una vida más feliz. Conseguirlo haría que nuestro ambiente también mejorase, y es la mejor opción que tenemos para generar cambios positivos que se expandan hacia los demás.
Por tanto, la mejora personal no es un proceso meramente intimista sino que, sobre todo, y esto es muy importante, trasciende al propio individuo para contagiar a los demás y a su ambiente. A veces no somos conscientes de que cuando cada uno de nosotros mejora, de algún modo, mejora también toda la humanidad. Pero esto también se cumple cuando nuestra vida se orienta en sentido contrario. Nuestra infelicidad también es contagiosa.
Si es cierto que todos queremos ser felices, son solamente unos pocos los que llegan a entender que para eso habrán de cambiar. Y de estos pocos, son menos, todavía, los que además de saberlo se comprometen lo suficientemente en serio como para conseguirlo. Porque hay a quienes les parece más sencillo mantener la queja perpetua sobre lo insatisfactorio de su vida que lanzarse a la aventura de querer mejorarla. ¿A qué grupo pertenecerás tu?
Este texto va dirigido a estos últimos, a aquellos pocos que toman consciencia de que es mejor hacer algo positivo que quejarse. Hay un dicho muy ilustrativo al respecto, dice así “si tienes frío en la calle, quejarte no aumentará la temperatura, más te vale entrar en casa a coger un buen abrigo”.
Así que, si tu vida no es como querrías, entonces procura cambiar algunos aspectos de la misma, ya que la queja sólo te mantendrá en un estado no deseado.
Pero ojo, no estoy diciendo que tratar de mejorar la vida sea algo fácil y rápido. Sólo afirmo que es el camino para ser más feliz y disfrutar más de nuestra existencia y de paso hacer, también, más felices a los demás.
Decidir arriesgarse a vivir una vida mejor es algo muy valioso. Posiblemente una de las decisiones más valientes y comprometidas que puedas realizar en tu vida. Por eso, para hacerlo necesitaremos valor, coraje, disciplina y constancia, y tal vez algunos ingredientes más. Pero, sin lugar a dudas, merecerá la pena.
Cuando queremos mejorar el funcionamiento de algo, parece evidente que es importante conocer la naturaleza de dicho objeto, así como las reglas que rigen su funcionamiento. Es decir, aprender acerca de lo que hace que funcione mejor, así como las posibles causas de avería y como reparar el objeto cuando no funciona como es debido.
Los seres humanos somos sistemas bastante complejos y sobre el que inciden simultáneamente diferentes tipos de estímulos físicos, químicos, biológicos, psicológicos y energéticos como para poder controlarlos todos en cada instante. Sin embargo, a pesar de dicha complejidad, existen algunas reglas de funcionamiento bastante sencillas. Dicho con un ejemplo, es como si pudiésemos aprender un manual de uso, una “guía rápida”, que nos permitirá obtener el mejor rendimiento en un tiempo no demasiado largo. De eso trata la Sofrodynamia®.