Que bonito sería que a lo largo de la vida se cumpliese siempre todo lo que esperamos de ella, pero la experiencia nos demuestra que, con frecuencia, ocurren otros desenlaces diferentes a los que inicialmente esperábamos.
Cuando las cosas no suceden como habíamos previsto, o cuando la gente no responde a lo que esperábamos de ella, solemos reaccionar con frustración, desánimo, disminución de la autoestima o tantas y tantas reacciones emocionales limitantes que nos hacen sentirnos mal.
Que no se cumplan las expectativas que mantenemos parece ser una fuente común de conflicto y malestar para muchas personas, por lo que sería conveniente que aprendiéramos a gestionarlas apropiadamente.
Una expectativa consiste en una suposición centrada en el futuro, que puede ser realista o no. Se relaciona con la valoración subjetiva que realizamos sobre la posibilidad de alcanzar un objetivo, y también se refiere a aquello que esperamos que suceda en el mundo, o sobre nosotros mismos o sobre los demás.
En general, las expectativas puede estar relacionadas con nuestros deseos, pero hemos de tener presente que dejarnos guiar exclusivamente por nuestros deseos, sin tener en cuenta otros factores, puede llegar a ser bastante limitante.
No perdamos de vista que las expectativas que habitualmente mantenemos influyen de forma especialmente importante debido a que condicionan:
- El modo en el que captamos el mundo
- La forma en la que nos percibimos a nosotros mismos y también a los demás
- La manera en la que organizamos nuestros recursos para cumplir una predicción
Tal vez por eso encontramos que parte del sufrimiento que diariamente padecemos provenga de que la vida (real) no responda a las expectativas (imaginarias) que teníamos sobre ella.
Nuestras expectativas, dependiendo de como las gestionemos, pueden ser limitantes o potenciadoras. Eso quiere decir que las expectativas no sólo son fuentes de problemas sino que pueden ser bastante útiles, sobre todo cuando estas son realistas y funcionan como una herramienta de motivación que nos ayuda a conseguir nuestras metas.
Para lograr que las expectativas funcionen de un modo apropiado existen algunos aspectos que debieran ser tenidos en cuenta , sobre todo, si queremos que nos impulsen y no que nos frenen.
Entonces, qué podemos hacer para aprender a gestionar mejor las expectativas aplicando para ello el método sofrodynámico.
Pues desde mi punto de vista habremos de tener en cuenta lo siguiente.
1.- Atender al “Principio de realidad” (las cosas son como son, tanto si te gustan
como si no), aunque esto no ha de conducirnos a renunciar a nuestros sueños, es decir, a la posibilidad de transformar potenciadoramente aquello que no nos gusta. Por tanto, mantén tus pies en la tierra pero no renuncies a perseguir tus sueños.
2.- Evitar centrarse en expectativas que no dependen de uno mismo. Lo primero sería darnos cuenta de la diferencia existente entre aquellas expectativas que dependen de nuestro propio es fuerzo, como acabar una carrera, conseguir un logro deportivo o ser capaz de realizar alguna tarea que requiera destreza o entrenamiento, de aquellas otras expectativas que dependen de otros, como por ejemplo: esperar un determinado comportamiento por parte de ciertas personas; esperar reconocimiento por nuestras acciones; esperar ser correspondidos afectivamente; esperar que otra persona cambie, etc.
Mientras que las primeras expectativas suelen ser potenciadoras, las últimas suelen hacernos sufrir más de lo necesario, entre otras cosas, porque no disponemos de ninguna estrategia que nos pueda asegurar un resultado cuando este depende de otros y, además, porque, en general, resulta poco eficaz esperar que otras personas nos proporcionen la felicidad en lugar de ir a buscarla por nosotros mismos.
3.- Procurar equilibrar las expectativas teniendo en cuenta la relación entre la dificultad de los retos que nos proponemos respecto a los recursos y capacidades de los que disponemos.
Es decir, si deseamos alcanzar una meta más alta hemos de tener presente que necesitaremos una alta capacitación y un nivel de esfuerzo y entrega también elevado.
Querer conseguir objetivos elevados con escasas capacidades y mínimo esfuerzo es una puerta abierta al fracaso y a la frustración.
4.- Aprender a responder de forma adaptativa y flexible cuando aquello que esperamos no se cumple o sucede de un modo diferente a lo previsto.
5.- Incrementar la capacidad para reformular de nuevo, tantas veces como haga falta, cada una de las expectativas, según el feed-back que obtengamos en cada momento.
Finalmente, recordar que la manera en la que generamos expectativas así como el modo en el que lo hacemos funcionar, forman parte de nuestro modelo del mundo. Dicho modelo funciona como una especie de mapa que nos permite entender y responder al mundo que nos rodea.
Como sucede con cualquier mapa, éste puede ser fiable o tener fallos. Imaginemos que vamos al campo con un mapa erróneo y la montaña no está donde éste señala. En este caso más te vale modificar o cambiar el mapa que tratar de llevar la montaña a donde teóricamente debería estar.
¿Qué te dice esta última analogía?