La consciencia es algo que todos sabemos que tenemos y experimentamos continuamente, pero que resulta extremadamente difícil de definir, incluso por los más versados en el tema. Digamos que no existe una especie de acuerdo mayoritario a la hora de decir qué es exactamente.
Tal vez por eso, una de las curiosidades que ofrece el estudio de la consciencia humana es que, a lo largo de los años, ha sido abordada desde muy diferentes disciplinas, aportando cada una de ellas su propia visión particular de la misma.
Curiosamente, por muy dispares que resulten dichas disciplinas, resulta que, cuando uno se introduce en profundidad para conocer algunas de ellas, observa que, con frecuencia, acaba convergiendo con otras, de tal manera que pudiera decirse que los distintos enfoques de la consciencia, en ocasiones, se asemejan a los diferentes radios de una rueda que, manteniendo su individualidad, convergen todos juntos en el mismo eje central.
En la actualidad, resulta relevante el hecho de encontrar ciertos enfoques psicológicos, como es el caso de la Psicología Transpersonal, que conectan algunos de sus postulados con algunos de los principios de disciplinas aparentemente tan alejadas como la Física Cuántica, la Filosofía o la Mística.
Dicha convergencia nos lleva a establecer curiosas constataciones, como por ejemplo el hecho de que algunos estudiosos de estos temas hayan resaltado las coincidencias encontradas en las descripciones que existen acerca de la consciencia al comparar los textos de las antiguas tradiciones místicas, con los textos modernos elaborados por los físicos cuánticos actuales. En algunos casos resulta prácticamente imposible diferenciar al autor de uno u otro texto cuando se leen juntos. ¿No será, pues, la consciencia un fenómeno cuántico que es posible entender mucho mejor en la actualidad debido a los avance de la Física Cuántica?
Convencionalmente, tanto en la Psicología como en las Neurociencias en general, se ha tratado de estudiar la consciencia humana desde los postulados propios del paradigma mecanicista de la Física Newtoniana, cuando en realidad el comportamiento de la misma, por lo que hemos mencionado, se parece bastante más al de las partículas subatómicas que no al de un mero objeto mecánico. Sabemos hoy día que el estudio de las partículas subatómicas es abordado por la física cuántica y no por la mecánica newtoniana.
En el caso de la consciencia humana encontramos curiosos fenómenos difíciles de explicar desde los postulados convencionales, como por ejemplo lo concerniente a la “Teoría de las Resonancias Mórficas» de Ruppert Sheldrake, o el curioso fenómeno de la “Masa crítica” conocido como el “centésimo mono” que fue descrito por Lyall Watson y que se hizo popular a través de su obra “Lifetide: the biology of unconscious”. Además de lo anterior, todo lo estudiado y demostrado en diversas universidades del mundo acerca del “Fenómeno PSI”, apoyan este enfoque cuántico y no mecanicista del asunto.
Dana Zohar, en su famoso libro de los años 90, “La consciencia cuántica”, argumenta, desde su posición de licenciada en física y filosofía por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el modo en el que la nueva física de partículas subatómicas permite comprender mejor y explicar científicamente algunos de los fenómenos de consciencia que desde el campo de la psicología convencional no es posible comprender, por encontrarse fuera de su modelo paradigmático.
La hipótesis cuántica de la consciencia, por tanto, cobra cada vez fundamentos más sólidos y nos permite abordar nuevos caminos de investigación que nos llevan a comprender mejor lo que los místicos de oriente y occidente, a lo largo de miles de años de práctica, experimentaron y enseñaron acerca de la consciencia, así como de las experiencias respecto a lo que hoy día se conocen como “Niveles Superiores de la Consciencia”.
Desde este punto de vista, podemos entender como las prácticas meditativas, la recitación de mantras, el sonido de los cuencos o el trabajo con los mandalas nos desvelan parte de su sentido y nos permiten una cierta comprensión más profunda del misterioso fenómeno de la consciencia humana.
Una vez comprendido este aspecto, es imposible, salvo por ignorancia manifiesta, tratar de explicar dichas prácticas como una mera curiosidad de la cultura oriental sin otra implicación para nuestra vida. Pero claro, ya sabemos que quien no quiere ver, no verá jamás por mucho que se le insista.
No hace tanto tiempo que en occidente se ha mostrado interés por estudiar en profundidad los fenómenos de la consciencia, mientras que en oriente hace miles de años que a través de la práctica y de la experiencia se han dedicado a ello con profundidad y rigor.
La psicología actual, como disciplina científica que pretende ser, ha recibido la herencia de diferentes corrientes importantes que a lo largo de los años han pugnado entre sí para conseguir la hegemonía sobre las demás y la primacía de ser considerada como el modelo psicológico a seguir. De momento ninguna lo ha conseguido.
Primeramente podemos citar el Psicoanálisis, corriente psicológica impulsada por Freud, con una innegable aportación al mundo, a la cultura y a la sociedad actual, pero con la importante limitación de dejar fuera de su campo de interés todos aquellos fenómenos de la consciencia que no sean los referidos al mundo del inconsciente.
Por otro lado, la Psicología Conductista, la cual, en su pretensión de ser puramente científica y objetiva, se dedicó a tratar de medir sólo lo puramente observable, es decir las conductas. Según ellos, se excluyen de su campo de interés todos aquellos fenómenos y aspectos del ser humano que por no ser objetivamente cuantificables no serían objetos de su estudio. Podría decirse que, con este modelo, hemos aprendido más acerca del comportamiento de los ratones corriendo por los laberintos que acerca de la profundidad y la grandeza del ser humano.
Una cierta suavización del radicalismo conductista supone la aparición de esa escuela psicológica conocida como Cognitiva–Conductual, gracias a la cual se incluyeron dentro de su campo de interés otros elementos que anteriormente no se contemplaban.
Finalmente, tomando a Abraham Maslow como referencia, aparece una tercera corriente de gran importancia, la Psicología Humanista.
En ella se parte de presupuestos totalmente diferentes de los anteriores. Maslow se pregunta cómo es un ser autorrealizado y de qué manera podríamos modelarlo para llegar a ser como él. Se interesa mucha más por desarrollar el potencial latente de los seres humanos que en describir modelos psicopatológicos de la psique humana. Podríamos decir que comienza aquí el primer esbozo de una “psicología de la autorrealización”.
La culminación de esta última corriente aparece con fuerza gracias a la aparición de la llamada Psicología Transpersonal (la “cuarta fuerza”, como algunos han querido denominarla), en la que se trasciende la realidad aparente y trata de ir más allá de la “máscara” (el significado etimológico de la palabra “persona” es “máscara” en griego) para llegar al núcleo auténtico del ser.
No es de extrañar, pues, que en un modelo psicológico en el que pretendemos ir más allá del ámbito personal para abordar la misma esencia del Ser, los psicólogos de esta última corriente se hayan nutrido ampliamente en el mundo del pensamiento oriental. Y este fenómeno no ha sido por snobismo o por moda, sino por el imperativo que marca el sentido común de acceder a las fuentes originales que, con mayor experiencia y precisión, nos han legado los conocimientos sobre dicho camino.
Y esto ha sido así porque mientras que nuestra cultura se ha preocupado durante milenios de lograr unos avances tecnológicos que nos hicieran la vida más cómoda y agradable, y ciertamente que muchos avances se han logrado en este sentido, en la cultura oriental se han dedicado más a cultivar y aprender acerca de los fenómenos de consciencia.
Sin menoscabo de los grandes maestros y místicos occidentales, que los hubo y los hay, no es equívoco afirmar que, en este ámbito de la consciencia, oriente nos lleva la delantera.
La Psicología Transpersonal y la actual física de partículas, la Física Cuántica, han comprobado, como puede leerse en la obra de Fritjof Capra, “El Tao de la Física”, que la descripción de experiencia de consciencia que relatan algunos maestros orientales de épocas pasadas, se corresponde sorprendentemente con la que realizan los físicos cuánticos actuales cuando describen la naturaleza íntima de la realidad.
Tal vez consciencia y realidad material sean fenómenos coincidentes a nivel cuántico.
Para finalizar, cito a continuación las palabras textuales de Capra en un artículo de una de sus obras publicada junto con otros autores, “Mas allá del Ego”: Dice así, “La experiencia mística es necesaria para entender la naturaleza profunda de las cosas, y la ciencia es esencial para la vida moderna. Lo que necesitamos, por consiguiente, no es una síntesis, sino una interrelación dinámica entre la intuición mística y el análisis científico”.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...