¿Es la leche de vaca saludable?

Hay muchas personas que toleran mal la leche y, a pesar de ello, siguen tomándola. Existe una poderosa razón para esto: el miedo que la industria láctea se ha encargado de promover mediante el cultivo de la creencia de que si no tomas leche estás mal alimentado.

Cuando a estos pacientes les digo algo tan sensato como que si tolera mal la leche pues que entonces no la tome, me contestan asustados: “¿y cómo voy a obtener calcio para los huesos?” A veces les respondo con otra pregunta, “¿a ver, dígame cuánta leche bebe una vaca lechera? O ¿de dónde saca el calcio para sus huesos y para fabricar la leche la vaca? Pues de la hierba, suelen responderme. De hecho, algunas marcas de leche resaltan como un valor adicional que sus vacas sólo se alimentan de pastos frescos naturales. Eso quiere decir que es posible conseguir calcio de otros alimentos diferentes a la leche, ¿no?

Sin embargo, la industria láctea se ha dedicado a convencernos de que sin leche no hay calcio y, por tanto, corremos un gran peligro de tener fracturas y otras enfermedades por falta de calcio.

Las personas que creen esto no saben que, aunque la leche contenga calcio, éste apenas lo absorbemos. Recuerda que no somos lo que comemos, como se suele creer habitualmente de forma errónea, “somos lo que absorbemos”.

Las falsas creencias que existe en torno a la bondad de la leche me han hecho pensar que si hubiera que dar un Premio Nobel de marketing  en el que se reconociese la capacidad para influir en las decisiones de compra y consumo de un producto por parte de la población general, habría que dárselo a aquellas personas que han manejado la propaganda de la industria láctea hasta ahora, pues han logrado instalar una creencia errónea en la mayoría de las personas. 

Hay quienes postulan que la leche de vaca posee grandes beneficios para la salud, pero no mencionan que algunos de los estudios que hablan de ello se han realizado aportando lácteos a poblaciones desnutridas o con bajos niveles nutricionales, como por ejemplo en África, América Latina o en periodos de posguerra. El sesgo que se produce en dichos estudios es tan evidente como grosero. Se podía haber aportado leche como también se podía haber aportado un bocadillo de lomo en manteca, en ambos casos se habrían obtenido buenos resultados, ya que si estás desnutrido, cualquier alimento que te den te mejorará, como por ejemplo se están haciendo con los concentrados de soja en la actualidad.

La leche no es, como se prende hacer creer, un alimento imprescindible para la salud en el adulto. Esto es una auténtica falsedad y totalmente carente de fundamentación científica, ya que la leche en todos los mamíferos es alimento de lactante, no de adulto. La leche de vaca para el adulto es tan imprescindible como el pacharán o el sorbete de mango, los cuales, si te sientan bien y te apetecen, te lo tomas, pero de ahí a sean alimentos necesarios media un abismo.

Pero en muchas casos, no sólo no es un buen alimento sino que además, en algunas personas, les causa problemas. Después de muchos años de experiencia he vivido numerosos casos que se han mejorado o resuelto cuando el paciente, además del tratamiento oportuno, ha eliminado los lácteos de su dieta. Yo mismo viví en mis propias carnes los problemas derivados del consumo de leche. Mi madre era de las que creía que la leche me hacía mucho bien porque era un niño muy delgado y procuraba que tomase de 4 a 6 vasos de leche al día. El resultado fue que me encontraba siempre acatarrado y con una enorme cantidad de mocos espesos que me producían sinusitis y bronquitis repetitivas, hasta el punto tener que quedar exento en el colegio de la practica deportiva. Todo ello cambió cuando, no sé por qué razón, en la adolescencia, decidí dejar de tomar el litro de leche que hasta entonces tomaba diariamente, y, desde que deje la leche, cuarenta y cinco años después, nunca más tuve una bronquitis, ni sinusitis, mi secreción nasal es totalmente normal y me resfrío menos que la media. Además he podido practicar deporte de manera intensa hasta que mis articulaciones aguantaron.

El consumo de leche de vaca presenta varios problemas a tener en cuenta por su composición química y, también, debido a otras substancias que suele contener. 

El primero es el problema que presenta la digestión de la lactosa, la cual requiere la acción de la lactasa, enzima que se encuentra en el intestino y que es el responsable de su hidrólisis. Conforme vamos creciendo, nuestra capacidad para digerir la lactosa disminuye, de tal manera que en uno de sus estudios, la Universidad de Harvard, indica que hasta el 70% de la población mundial es intolerante a la lactosa. Entonces, ¿es que la naturaleza es tonta y nos ha hecho intolerantes a un alimento que es “imprescindible”?

Por otro lado se encuentran las grasas lácteas, que son grasas saturadas y se relacionan con un incremento de patología cardiovascular. Se ha demostrado la disminución de problemas cardiovasculares cuando se realizan dietas en las que se disminuye el aporte de grasas saturadas de origen animal.

En tercer lugar tenemos la proteína láctea, que forma grandes coágulos en el estómago y se digiere con dificultad. Estudios realizados en diversos países relacionan el consumo de este tipo de proteínas con un incremento de la resistencia a la insulina y con la aparición de diabetes.

Finalmente, ademas de los nutrientes, cuando consumimos leche también ingerimos una gran cantidad de contaminantes tales como factores de crecimientos propios del ternero, así como hormonas que le han inyectado para que produzca más leche y también restos de antibióticos y otros fármacos que se le han administrado al animal. Todo ello tiene consecuencias negativas para nuestra salud.

No pretendo asustar a nadie con lo expuesto anteriormente, pero sí que me gustaría quitar la venda que tienen en los ojos esa cantidad de personas que, a pesar de las evidencias científicas, siguen pensando que la leche es un alimento imprescindible y saludable.

En el siguiente post seguiré profundizando en el tema y hablaré de la relación entre la leche y la osteoporosis.

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