¿Mental o emocional?

¿Crees que eres más mental o más emocional a la hora de decidir en asuntos de cierta importancia? Me gustaría reflexionar a propósito de esta cuestión, aunque tal vez te sorprenda el resultado de lo que vas a leer a continuación. 

Durante mucho tiempo hemos creído que los seres humanos, tal como nos decía Aristóteles, éramos “animales racionales”. Sin embargo, parece que los conocimientos científicos actuales se empeñan en contradecir al sabio estagirita.

El neurocientífico Antonio Damasio nos dice que somos bastante más irracionales de lo que creíamos en un principio, y que entre un 85 a un 95% de nuestras decisiones se toman desde un punto de vista emocional y no racional. Para Damasio, no es válida la afirmación cartesiana de “pienso, luego existo”, sino que mas bien habría que modificarla  decir “siento, luego existo”, lo cual parece que se ajusta más a la realidad.

Esta base emocional, no pensada, es de tal calibre que en el año 2017 le fue otorgado el Premio Nobel de Economía a Richard Thaler por sus aportaciones a la llamada Economía Conductual, la cual estudia el aspecto emocional en la toma de decisiones económicas. Esto quiere decir que los estudios demuestran que determinadas decisiones económicas se toman con motivaciones emocionales, a menudo inconscientes, en lugar de hacerlos con la razón 

Todo lo anterior va en la línea de lo que pensaba el filósofo Blaise Pascal con su famosa afirmación de “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Para este filósofo, lo verdaderamente determinante del ser humano es el corazón y no el pensamiento, y, efectivamente, parece que hay ciertos asuntos que tienen una lógica emocional, pero no una lógica racional.

Cuando en el año 1995 Daniel Goleman publicó el conocido bestseller “Inteligencia Emocional”, donde divulgaba las investigaciones de los menos conocidos Salovey y Mayer, los verdaderos padres del concepto Inteligencia Emocional definida en 1990, pareció haberse dado un salto cualitativo en la comprensión de la dimensión emocional del ser humano, tanto a nivel psicológico como educativo.

A pesar, pues, de las muy numerosas evidencias en diferentes campos del saber tales como la neurociencia, la economía, la filosofía o la psicología, entre otros, la persona media sigue pensando que somos seres racionales, que tenemos un gran autocontrol y que nuestras elecciones vitales son meditadas, sopesadas y debidamente filtradas por el tamiz del pensamiento. Pero lo cierto es que la realidad es bastante diferente. Tenemos menos autocontrol sobre nuestras decisiones vitales del que imaginamos y, con cierta frecuencia, desconocemos las motivaciones emocionales que nos impulsan a elegir ciertas cosas. 

Sea como fuere, parece clara una cosa, y es que nuestro sistema educativo convencional se ha basado casi exclusivamente en el desarrollo de los aspectos cognitivos de os alumnos, habiendo olvidado fomentar el conocimiento del mundo emocional. Por fortuna, últimamente son muchos los proyectos pedagógicos que han surgido en el campo de la educación emocional gracias al esfuerzo de numerosos profesores y otros profesionales preocupados por este tema. Sin embargo, creo que todavía es insuficiente y que queda un largo trecho por recorrer. No obstante, soy optimista al respecto y creo que, poco a poco, se irán dando los pasos para avanzar en la incorporación del autoconocimiento y la gestión emocional en el ámbito educativo. 

Tal vez no se trate sólo de implementar una asignatura o unos talleres extraescolares sobre educación emocional, lo cual está bien pero no son del todo suficiente, sino que quizás habría que realizar una profunda revisión de las bases epistemológicas del sistema educativo actual. Mientras tanto, es decir, mientras la enseñanza reglada no se haga cargo de este asunto, cada uno habrá de buscar por su cuenta el modo en el que poder aprender y profundizar en el  conocimiento y la gestión de su mundo emocional. 

Personalmente me gusta enfocar estas enseñanzas de una manera sistémica y bajo el enfoque Sofrodynámico que vengo desarrollando desde hace décadas. Desde este punto de vista, el aspecto emocional ha de encajarse en la dinámica global que propone lo que he denominado Enfoque Neurosistémico, mediante el cual sabemos que las emociones se encuentran en diálogo permanente con nuestra corporalidad, nuestra respiración y con los diferentes aspectos cognitivos que conforman nuestro Modelo Mental, además de con la dimensión energética que sustenta la vida. Cada uno de estos aspectos se interrelacionan mutuamente y, por tanto, se influyen mediante un mecanismo de feedback, que habrá de ser tenido en cuenta. 

Visto de esta manera, las emociones se encuentran formando parte de un sistema interactivo, tanto con nosotros mismos con con el medio que nos rodea, que habrá de ser tenido en cuenta en su totalidad para lograr una educación emocional consistente y efectiva. En esa línea se encamina mi trabajo actual.

Si os interesa el tema, podéis hacérmelo saber y así lo iré desarrollando en sucesivos post.

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