“Dejarse llevar por la desesperanza es una pérdida del enfoque vital que nos derrumba indefensos en una profunda ciénaga anímica; es, además, un veneno del alma y un tóxico contaminante de nuestros ambientes. Frente a ella, acudir a nuestras más poderosas convicciones hará que cambiemos el enfoque reconectando con la alegría que palpita en toda vida” (ANF)