Hace muchos años que escuché por primera vez aquello de que “todos los seres sintientes deseamos ser felices”.
El anciano y enjuto lama tibetano al que le oí decir estas palabras parecía saber mucho de ello. Su forma de expresarse era sencilla, clara y evidenciando una serenidad envidiable al tiempo que su rostro esbozaba una plácida y serena sonrisa, a pesar de que quienes sabíamos algo de su vida teníamos constancia de que no había sido precisamente fácil ni sencilla. La vida de un exiliado que ha tenido que huir de un país invadido no suele serlo.
Tiempo más tarde, alguien me enseñó que en realidad la felicidad no debía ser considerada como una meta, sino que tenía mucho más que ver con el modo en el que transitamos nuestro propio camino. Es decir, la felicidad tenía más que ver con un “cómo” que con un “qué”.
La verdad es que me pareció bastante adecuada esta última opinión. Basándome en ella me di cuenta de que eso de la felicidad no era algo que estuviese fuera de nosotros, sino que se trataba más bien de un estado de nuestra mente, un estado de nuestra consciencia. Y si es verdad esto último, entonces quiere decir que depende mucho del modo en el que usamos dicha mente. De la misma forma que también quiere decir que es algo que se puede aprender y mejorar.
Entender esto es un gran avance.
Resumiendo, la cosa parece bastante obvia, todos queremos ser felices, pero el asunto es que no nos ponemos de acuerdo en qué significa exactamente eso de la felicidad, y parece que tampoco somos lo suficientemente hábiles como para alcanzar dicha felicidad de forma segura.
Según entiendo, el anhelo de alcanzar la felicidad es un deseo universal, pero cada uno lo interpreta según su peculiar manera de ver la vida. Así, hay quienes se centrarán en conseguir una vida feliz a través del logro de sus metas personales; otros en ver como triunfan sus hijos; para otros, la felicidad se basará en conseguir estabilidad económica o fortuna, etc., etc.
Pero, ¿podemos realmente ser felices?, ¡veamos!.
En la vida diaria encontramos personas que difícilmente logran ser felices por muchas cosas buenas que sucedan en su vida o a su alrededor, mientras que, también, tenemos múltiples ejemplos de lo contrario, personas que se consideran felices a pesar de que las circunstancias que le rodean sean adversas y pudieran hacernos pensar que se sentirían de otro modo.
La mayoría de las personas describen haber disfrutado de algunos momentos felices en sus vidas. Pero esto no nos parece suficiente, anhelamos la felicidad duradera, aquella que no se pierde y que se puede mantener de forma estable a pesar de los avatares que surgen cada día.
Según los que entienden de estas cosas, dicha felicidad se encuentra más fácilmente cuando buscamos en el lugar adecuado, y esto no es fuera, sino dentro de nosotros mismos, en nuestro Espacio Interior.
Si aceptamos la premisa de que la felicidad es un estado de nuestra mente, entonces quiere decir que puede ser cultivado. Así que podemos preguntarnos si es posible aprender a ser felices de una forma eficaz.
Pues los avances actuales, sobre todo en lo referente a la Psicología Positiva, nos permiten contestar afirmativamente. ¡Sí!, es posible aprenderlo.
Pero como todo aprendizaje requerirá de una dedicación (compromiso), también un método y, sobre todo, un cierto adiestramiento.
No pasamos de una mente con un modelo limitante centrado en los aspectos negativos de la existencia a una mente con un modelo potenciador así porque si, sino a través de nuestro propio esfuerzo.
Hay quienes afirman que ser felices es vivir sin miedo. Y en cierto modo también encuentro que tienen bastante razón, porque, según mi experiencia, es el miedo una de las emociones que más perturban la vida de las personas a las que suelo atender.
¿Qué sería de nuestra vida si fuésemos capaces de dar unas buenas vacaciones a nuestros miedos?
Como tantas cosas en la vida, definir la felicidad no resulta nada sencillo, como tampoco lo es definir el amor o la amistad verdadera. Sin embargo, basta con haber experimentado en alguna ocasión alguno de estos estados como para que ya no necesitemos que nadie nos los defina. Un gramo de experiencia, en estos casos, es más valiosa que cualquier definición teórica.
Así que, sea lo que sea en realidad esa cosa a la que llamamos “estar felices”, lo cierto es que conocemos la existencia de diversas condiciones que, según se ha constatado, favorecen su desarrollo, de la misma forma que existen otras condiciones que la dificulta.
Comentaré aquellas que a mi juicio considero más importantes.
Un aspecto fundamental para sentirse feliz es darle un sentido a lo que hacemos. Algunos lo llaman tener claridad, a mi me gusta llamarlo tener pasión. La pasión es lo que hace que te involucres en tu tarea de una forma que no te importa ni el tiempo ni el esfuerzo, simplemente disfrutas haciendo lo que haces porque, en ese momento, es para ti lo más importante del mundo.
Las personas que ponen pasión en sus actividades son más fácilmente felices que quienes no lo hacen.
También ayuda a conseguir la felicidad un estilo de vida saludable. No quiere decir esto que no se tengan algunas molestias o incluso alguna patología, pero si en tu vida se incluye una buena alimentación, una práctica deportiva moderada, una buena gestión del estrés y las emociones, todo marchará mucho mejor.
Otro factor importante es aprender a vivir el momento presente, ser capaz de disfrutar de cada instante. Los maestros desde la antigüedad nos han invitado a “vivir en el presente”, en “el aquí y el ahora”.
¿Cuándo tomaremos la decisión radical de dejar de una vez nuestros lastres del pasado?, porque no es posible sentirse feliz si tu mirada se enfoca sobre todo en el pasado.
También debemos tener en cuenta la importancia de ser consciente de nuestras capacidades, nuestras potencialidades y, sobre todo, lo que los psicólogos llaman ahora nuestras fortalezas, que no son más que aquellos aspectos de nuestra personalidad en la que somos brillantes, es decir, nuestras virtudes.
Por último, no debemos dejar de lado que nuestra vida se desarrolla en interacción con otras personas. Hay quienes piensan que los demás son un obstáculo, y que solos estarían más felices. Pero si, por suerte o por desgracia, les llega el momento en que experimentan esa deseada soledad, entonces resulta que no se sienten tan felices como en un principio imaginaron.
También sabemos hoy día, de manera fehaciente, que las relaciones sociales, los grupos “nutricios” y el cultivo de relaciones humanas sinceras y respetuosas constituyen un factor fundamental para conseguir personas más estables y felices.
Así que, si es cierto que, como mencioné al principio, todos los seres queremos ser felices”, no nos queda más remedio que ponernos manos a la obra y trabajar para ello cultivando todas aquellas semillas que fructificarán en estados de felicidad.
He esbozado algunas ideas para compartir con todo aquel que lo desee y, sobre todo, con quienes de verdad han asumido el reto de mejorar su existencia, sabiendo que, cuando asumimos con honestidad dicho compromiso, de forma automática, estamos contribuyendo también a mejorar la vida de todos aquellos que nos rodean.
Feliz Día Mundial de la felicidad