Autorrealizarse, crecer como personas, desarrollarse humanamente, realización de nuestro potencial, etc. son términos con los que tratamos de describir el anhelo que los seres humanos llevamos en nuestro interior de querer vivir más plenamente a través del cultivo de nuestras cualidades y de nuestras fortalezas. Este proceso complejo, al contrario de lo que muchos piensan, no involucra sólo a la mente, sino que tiene como fundamento al cuerpo y, especialmente a la respiración.
Tenemos la idea de que aquello que repetimos con mucha frecuencia lo más normal es que lo hagamos bien. Sin embargo esto no siempre es así. Muchas veces nos sentimos cómodos repitiendo patrones erróneos de forma indefinida en la creencia de que actuamos de forma apropiada. Comodidad no es sinónimo de corrección, sino de hábito.
Reflexionemos sobre lo anterior aplicándolo a la respiración. Todos los seres humanos respiramos ininterrumpidamente a lo largo de la vida y sin embargo
no todos sabemos hacerlo de forma adecuada; y una respiración anómala genera más problemas de los que en un principio cabría imaginar.
Respirar es un fenómeno complejo en el que participan no solo los pulmones y las vías aéreas superiores, sino que también requiere del concurso de la musculatura (aparato locomotor), del aparato circulatorio (corazón, arterias y venas), de la correcta proporción de hemoglobina y de hierro en la sangre, así como de ciertos enzimas mitocondriales. Todo ello permite que la persona siga viva y que, junto con los nutrientes que ingerimos a través de la dieta, obtengamos la energía necesaria para realizar todas las funciones vitales.
Para los seres humanos respirar es algo más que sobrevivir. Respirar está conectado con la dimensión psíquica y con la dimensión espiritual de la persona, de tal manera que los cambios en la respiración no sólo repercutirán en el cuerpo, sino que también lo harán en la psique. Es algo bien sabido que para aquietar la mente es necesario una respiración en calma y un patrón muscular libre de tensiones negativas.
Los grandes maestros de la antigüedad conocían perfectamente la conexión entre una respiración consciente y el proceso de desarrollo espiritual. Además supieron transmitirlo a sus discípulos a través de enseñanzas muy concretas. Hoy día, diversos experimentos científicos en el ámbito de las neurociencias, corroboran la autenticidad de dichas prácticas.
A través del entrenamiento apropiado y mediante las instrucciones precisas, es posible aprender a respirar mejor, no sólo desde el punto de vista fisiológico (lo cual es bastante importante), sino también desde el punto de vista psicoespiritual. Esto conducirá a una mejor armonización mental, emocional y todo ello permitirá un mejor desarrollo personal.
Cuando superamos los bloqueos respiratorios habituales y nos establecemos en un Patrón Respiratorio Saludable, se producirá un importante cambio de tipo cualitativo. Pasaremos de, simplemente, aprender a respirar de forma fisiológica, a recibir lo que podríamos denominar como “las enseñanzas de la respiración”.
Y una de estas enseñanzas que descubriremos es la apertura de un nuevo escenario, un ámbito de diálogo entre cuerpo, consciencia y respiración. A partir de aquí se puede decir que hemos trascendidos la pura fisiología respiratoria y nos hemos introducido por el camino que conduce hacia el desarrollo humano.
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