Tipos de reacciones ante experiencias traumáticas

Tipos de reacciones ante experiencias traumáticas

Reaccionar ante la adversidadLa psicología convencional sostiene el planteamiento de que ante un hecho traumático la mayoría de las  personas que lo padecen desarrollarán síntomas que habrán de ser tratados por profesionales.

También mantienen la creencia de que la presencia de emociones positivas en esos momentos es impropia y que, incluso, podrían retardar la curación. Se invocan fenómenos como los mecanismos psicológicos de negación o de represión para explicar esto.

Todo ello está basado en creencias y en pensamientos especulativos, pero cuando se ha tratado de corroborar  dicha premisa mediante estudios científicos actuales, los datos han demostrado justo lo contrario.

Más allá de las creencias especulativas sin fundamento científico, los estudios recientes sobre el campo de la resiliencia, sobre todo por parte de la Psicología Positiva, demuestran algo muy diferente. En términos generales se puede decir que ante los acontecimientos traumáticos de la vida, los seres humanos somos más resistentes de lo que la psicología convencional plantea y que la aparición de trastornos como consecuencia de una experiencia traumática, es sólo una de las diversas posibilidades con las que contamos.

Ante la adversidad, es posible reaccionar de las siguientes maneras:

1.- Aparición de un trastorno

Este ha sido el mecanismo principal invocado por la psicología convencional hasta ahora. Como se dijo anteriormente, plantean que cualquier  persona sometida a una situación traumática desarrollará un trastorno y, por tanto, ha de ser tratado por profesionales mediante ciertas estrategias de intervención psicológica.

Pero los estudios actuales revelan que el porcentaje de personas a las que les sucede esto es bastante bajo, y muchos de los que son diagnosticados inicialmente se recuperan de manera espontánea durante los primeros meses sin necesidad de tratamiento.

Hoy día, más que hablar de trastorno, se tiende a pensar que muchos de los síntomas que muestran estas personas (pesadillas, insomnio, etc.) no son más que “reacciones normales ante hechos especiales”.

Un ejemplo de ello han sido los trastornos relacionados con el 11-S en Estados Unidos. Se ha constatado que el porcentaje de personas que han desarrollado un trastorno crónico duradero es mínimo. Como ejemplo, podemos citar los datos referidos a los estudios realizados sobre el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) en las personas que padecieron directamente el 11-S. En la población general de New York aparecieron síntomas iniciales sólo en el 7’5%, habiéndose reducido a los 6 meses al 0.6%. Nada que ver con la “teoría del trauma”  de la que tantos adeptos participan en la psicología actual.

2.- Aparición de un trastorno retardado

Este es el caso de las personas que  no desarrollan patología en el primer momento, sino que ésta aparece tiempo después, incluso años más tarde.

A pesar de lo que se pudiera creer, según los modernos estudios sobre resiliencia, este tipo de casos es relativamente infrecuente, aunque también posee muchos partidarios entre la psicología convencional.

3.- Recuperación espontánea

Los estudios realizados revelan que el 85% de las personas sometidas a experiencias traumáticas sufren síntomas disfuncionales, pero se recuperan de forma espontánea.

La psicología convencional ha tendido a ignorar este fenómeno, sobrevalorando la importancia de las intervenciones psicológicas, y creando “enfermos para toda la vida”.

4.- Resiliencia

Son personas que cuando se encuentran sometidas a la adversidad, no experimentan síntomas relevantes, ni ven interrumpido su funcionamiento normal sino que consiguen mantener el equilibrio estable sin que se afecte su vida cotidiana.

No es un fenómeno raro sino común, al que hasta ahora se le ha prestado poca importancia y se ha tendido a pasar por alto.

Existe una fuerte evidencia de que somos más fuertes de lo que pensamos nosotros mismos y muchísimo más de lo que tratan de hacernos creer.

5.- Crecimiento tras la adversidad

Podríamos llamarlo el “Aprendizaje a través de la lucha”. Existe un grupo importante de personas que aprenden y crecen tras la experiencia de un trauma. Existen personas que ante situaciones adversas no se deprimen sino que se fortalecen.

También puede suceder que se vean reforzadas las relaciones interpersonales (“ahora sé quiénes son mis verdaderos amigos”), tanto con los amigos como entre las parejas (casos de hijos con enfermedades graves).

Se ha constatado mediante estudios de campo que de las personas afectadas por una situación adversa, 2/3 encuentran caminos beneficiosos en su experiencia.

Igualmente, las experiencias traumáticas pueden llevarnos a importantes cambios en nuestra escala de valores o en nuestra espiritualidad, sobre todo cuando esta vivencia conlleva hacernos conscientes de la realidad de la muerte.

Es posible que pasar por una experiencia traumática sea una de las situaciones vitales que más aportan a la madurez y crecimiento de un individuo.

Pero no todas las personas son capaces de descubrir los aspectos potenciadores tras una experiencia traumática, y es importante no sentirse culpable en caso de no hacerlo.

En definitiva, lo que se deduce de las investigaciones actuales sobre los traumas y las experiencias de adversidad, es que las personas somos mucho más fuertes de lo que la psicología ha venido considerando hasta ahora.

Finalmente, citemos las palabras de un experto en este campo: “Los psicólogos han subestimado la capacidad natural de los supervivientes de experiencias traumáticas de resistir y rehacerse” (Bonanno, 2004).

Dos pérdidas… dos formas de afrontarlo

Continuamente veo personas que viven situaciones de pérdida. Unas veces pierden su salud, otras ven perder la salud o la vida a sus propios familiares y amigos. Yo también las he vivido, y sigo viviéndolas en mi entorno.
Hasta aquí, nada de nuevo, sino el juego mismo de la vida. Ese juego que acaba siempre en despedida.
Pero el modo en el que vivimos dichas situaciones, marcará la radical diferencia entre estar feliz o sufrir inútilmente.

Una paciente que perdió a su hija adolescente en un accidente me dijo:

– Sufrí mucho por ello. Lo pasé muy mal. Pero poco a poco he aprendido que ese acontecimiento forma parte del ciclo de la vida. He logrado recordarla sin dolor; agradecer el tiempo que pasé con ella, y tengo la profunda convicción de que allá donde esté se encuentra feliz.

Otra paciente a la que se le murió, ya mayor, su hermano:
– La vida me dio un vuelco. Me siento mal desde entonces y, a pesar de los años transcurridos, no he logrado superarlo. Me rebelo frente a eso…no acepto que la vida sea así… no acepto que haya muerte…

Como dice el título, «dos pérdidas…dos maneras de afrontarlas».
El dolor de la pérdida no es evitable, pero el sufrimiento sí.

¿Con cuál de las dos posturas te identificas más?

¿De qué forma podemos estar preparados para cuando las pérdidas aparezcan en nuestra vida?

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