Siempre hemos considerado al ser humano como la cúspide de la creación, sin embargo, si miramos la prensa o escuchamos las noticias, nos entran las dudas al respecto, ya que ninguna criatura sobre el planeta ha causado tanto daño a sus semejantes y al resto de los seres, incluyendo el medio ambiente, como el que hemos producido los seres humanos.
Pero, por otro lado, al mismo tiempo que manifestamos esta nefasta capacidad de destrucción, tanto personal como ajena, el ser humano posee en su interior la semilla de la bondad y del amor, siendo capaces de realizar por sus semejantes los mayores sacrificios que podamos imaginar, llegando incluso al extremo de dar la vida por ellos desinteresadamente.
¡Realmente somos unos seres curiosos, especiales y fascinantes!
Además, también hemos sido los artífices de la creación de verdaderas maravillas, tanto en el campo del conocimiento científico y tecnológico como en el de las artes y las letras. Esto es algo que no podemos negar, ni debemos perder de vista.
Entonces, ¿cómo entender que convivan en nosotros estas dos tendencias tan extremas?, porque parece claro que en nuestro interior tenemos lo uno y lo otro, la capacidad de odiar y la de amar, la de destruir y la de crear, etc.
Podríamos compararnos, pues, a una especie de terreno en el que se encuentran múltiples y diferentes semillas, pero en el que sólo brotarán aquellas que se cuiden y se mimen. Así que hemos de aprender a elegir con esmero aquellas semillas o tendencias que queremos que crezcan y den fruto en el futuro.
A todo este conjunto de posibilidades que residen en nuestro interior desde el momento mismo de nuestro nacimiento, las llamamos potencial humano. Y al desarrollo de dicho potencial lo llamamos autorrealización.
Así que, por un lado, tenemos semillas de autorrealización, pero, por otro lado, todavía no somos seres plenamente realizados, de tal modo que podríamos decir que “ya somos, pero todavía no.”
Esto es una paradoja que necesitamos resolver, y esto lo conseguimos si dedicamos tiempo y esfuerzo para ello. Esa es nuestra responsabilidad aquí y ahora, es decir, asumir el compromiso radical de poner los medios y el esfuerzo necesario para actualizar dicho potencial, porque sabemos que en cualquier ámbito de la vida, los resultados no llegan así porque si, sino como consecuencia del compromiso y del esfuerzo consciente.
Aunque constatamos que hay personas que son capaces de realizar este proceso de manera espontánea, fluida y exitosa, los demás vamos a necesitar una cierta “Pedagogía del Mundo Interior,” es decir, una disciplina cuyas herramientas nos enseñe de manera sencilla, sistemática y asequible, de qué forma activar y poner en marcha el proceso de crecimiento y desarrollo humano.
Son muchos los que tienen buenas intenciones, pero a su vez se encuentran enredados, al igual que yo, en una vida demasiado compleja y ajetreada como para disponer de tiempo suficiente para trabajar en conseguir la famosa autorrealización.
En realidad, a muchos les parece más urgente pagar las facturas a fin de mes, así como dedicarse con esmero a la educación de los hijos, a la vida familiar y lo social que utilizar ese tiempo en otras cosas menos urgentes y más inmateriales.
Obviamente, negar que tenemos compromisos con la familia, con los amigos o con la sociedad, o huir de dichos compromisos, no suele traer buenas consecuencias.
¿Entonces qué hacer?, ¿es posible hacer algo asumiendo esta realidad?
Pues, por supuesto que habrá muchos cambios que se puedan llevar a cabo. Pero lo que no debemos permitir es que sean nuestras propias limitaciones mentales o nuestras restricciones autoimpuestas quienes nos marquen el camino.
Hace tiempo desarrollé una metodología, la Sofrodynamia®, pensando precisamente en aquellas personas de vida ocupada pero con intención de mejorar su existencia.
He de aclarar que la Sofrodynamia®, como todo proceso de crecimiento y desarrollo, no está exenta de dedicar tiempo y esfuerzo para conseguir logros. Este imperativo es inevitable y hemos de asumirlo desde el principio, teniendo la certeza de que el resultado que obtendremos será proporcional al esfuerzo realizado y seguro que descubrimos que vale la pena.
He de aclarar, también, que las estrategias que propone la Sofrodynamia® no están pensadas para meditadores avanzados o para quienes ya tienen su propio camino de desarrollo interior, sino para quienes tienen una vida ocupada, trabajan, estudian, tienen familia y tienen un tiempo escaso o limitado, pero quieren crecer y desarrollarse como seres humanos.
Uno de los planteamientos sofrodynámicos pasa por comprender que “todo lo que acontece en nuestra vida en cada momento forma parte del camino de desarrollo.” Por tanto, sea lo que sea lo que estés viviendo aquí y ahora, lo podemos utilizar como parte del camino de desarrollo.
Este cambio de actitud respecto a nuestra vida ordinaria, llegará a ser el primer impulso que nos permita despegar hacia límites más elevados.
Lo primero, por tanto, es tomar consciencia de nuestra situación vital personal en estos momentos, es decir, nuestro punto de partida. A partir de ahí, podremos incorporar los cambios vitales necesarios para empezar a realizar el trabajo de transformación interior que nos llevará a desarrollar nuestro potencial. Y eso pasa por una mayor consciencia de nuestro mundo interior.
Uno de los frutos del desarrollo de nuestras potencialidades será conseguir un mayor bienestar personal, con una repercusión directa sobre nuestra salud y nuestro bienestar. Por eso, dedicarnos a desarrollar nuestro potencial, tal vez sea la mejor inversión que podamos hacer en nuestra vida.
Con esta visión y con este sentido, el entrenamiento en Sofrodynamia®, propone estrategias, enseñanzas, prácticas y modelos operativos diseñados y pensados para quienes viven en una sociedad moderna y en un mundo como el actual, combinando la sabiduría ancestral y los conocimientos científicos actuales, con el propósito de ayudar a a las personas a mejorar su vida a través del desarrollo de su potencial de autorrealización.