Soy un privilegiado. La mayoría de quienes vivimos en países del primer mundo lo somos. Pero en mi caso particular he de agradecer el hecho de haber podido dedicarme a una de mis pasiones, el conocimiento del ser humano, y transformarla en profesión a través del ejercicio de la Medicina Integrativa. Porque en este modelo médico, no sólo se trabaja con la enfermedad, sino que procuramos sobre todo promover la salud y comprender al ser humano en su totalidad.
Esta profesión, ejercida del modo en el que la concibo, me concede la posibilidad de seguir aprendiendo cada día más, a la vez que me permite ayudar a otras personas a vivir mejor. Porque la salud, entendida como “el arte de vivir”, no la concibo como la mera eliminación de una enfermedad (lo cual está muy bien y no es nada despreciable), sino que para mí implica algo más. Entiendo que la salud se encuentra íntimamente relacionada con el proceso de desarrollo humano. ¿Qué quiere decir esta afirmación?
Pues significa que salud y desarrollo humano son procesos inseparables entre sí. Porque podemos curar el cuerpo, incluso algunos sufrimientos psíquicos, pero la auténtica salud va un paso más allá. La verdadera salud aparece cuando, además de lo anterior, la persona afectada aprende a conocerse mejor y a entender el mundo de una forma mucho más potenciadora y elevada. Es como ascender un peldaño en su propia evolucion personal. Este ascenso constituye la más grande de las curaciones, y puede alcanzarse incluso con un cuerpo enfermo o no totalmente curado. He sido testigo de ello, porque he tenido la suerte de acompañar en sus vidas a verdaderos campeones del “arte de vivir”, que han supuesto un ejemplo para mí y para los suyos.
Esta conquista de una salud más elevada es un proceso al que llegamos cuando somos capaces de trascender la visión reduccionista que se suele tener de la medicina. Pero me doy cuenta de que no todos los pacientes entienden lo que propongo. Porque cada cual lo concibe en función de su nivel de consciencia en el momento presente, y, para muchas personas, los razonamientos anteriores quedan muy lejos de ser asimilados y habrán de transitar un largo camino de transformación personal hasta situarse en el nivel que estoy describiendo.
Como dije antes, he aprendido mucho de quienes, con un cuerpo enfermo, poseen una mente cada día más sana. Porque, y esto no deberemos olvidarlo, nuestro cuerpo material se compone de substancias que se deterioran con el tiempo. Por muy bien que nos cuidemos y muy buena genética que tengamos, más tarde o más temprano el cuerpo se deteriorará. Por supuesto que nuestra misión es cuidarlo, mimarlo, protegerlo, y hacer del cuerpo el mejor vehículo material para transitar en este plano de existencia. Pero nuestra verdadera curación reside en el estado de la mente, en la ampliación de la consciencia y en el descubrimiento delo Espacio Interior concebido como lugar de encuentro con nosotros mismos, con los demás y con el universo. Esta es, según mi forma de ver las cosas, la verdadera curación, a la que podríamos denominar sanación.
Por eso me siento especialmente gratificado cuando compruebo que un paciente no sólo ha mejorado de su dolencia, sino que ha modificado su compresión de sí mismo, de sus relaciones y de su posición en el mundo, gracias al camino recorrido durante su proceso de gestión de la enfermedad. En este caso, la enfermedad ha cumplido una importante misión, porque ha servido como una especie de “maestro” cuyo propósito consiste en que la persona salga mas sabia y mas realizada que antes de enfermar.
No siempre sucede eso. Hay quienes cada día están más enfermos, a pesar de que sus dolores o sus valores bioquímicos vayan siendo mejores. Porque, y esto es especialmente importante, la salud y la enfermedad no residen únicamente en el estado de nuestro cuerpo, sino que al igual que la felicidad o el sufrimiento, son eminentemente estados mentales.
Sanar es una bella palabra que procuro usar con mucho cuidado. Porque con frecuencia se utiliza de forma sesgada en ámbitos de tipo esotérico o paranormal que no comparto. Por eso me gusta usarla sólo en contadas ocasiones y con quienes creo que pueden llegar a entenderla de este modo: curar, curamos el cuerpo; pero sanar, sanamos al ser humano en su totalidad.
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