El Alineamiento sofrodynámico aplicado a la respiración

Respirar es una función imprescindible para todos los seres humanos. Comienza nuestra vida fuera del claustro materno con una primera inspiración y finaliza con una última espiración. Pareciera que toda nuestra vida se encuentra comprendida entre una gran respiración global.

Respirar es algo común a todos nosotros,pero realizarlo conscientemente, es decir, utilizar la respiración para algo más que una mera función fisiológica, sólo está al alcance de aquellos que han aprendido a hacerlo correctamente mediante un entrenamiento y una práctica apropiada.

La respiración consciente, por tanto, es una de las herramientas claves de toda disciplina que pretenda establecer un trabajo de crecimiento interior y de desarrollo humano. Además, la respiración consciente se utiliza también como una potente herramienta terapéutica por parte de numerosos sistemas psicológicos y energéticos orientados al mantenimiento de la salud y la curación, tanto física como mental.

Podemos afirmar, pues, que la respiración es un potente y eficaz remedio para muchas cuestiones que incumben al cuerpo y al alma. Hoy día, estos aspectos son cuestiones que se encuentran suficientemente conocidas y demostradas gracias a diversos estudios científicos.

En el caso de la Sofrodynamia®, la respiración constituye una de las piezas claves dentro del esquema de trabajo cotidiano que se propone a los alumnos. Esto implica que desde las primeras sesiones del entrenamiento se establezca un énfasis especial en lo referente al aprendizaje y la práctica de la respiración consciente, exponiendo diversos conocimientos teóricos y complementándolo con la realización de distintos ejercicios prácticos.

Evidentemente, tanto las técnicas sofrodynámicas como los ejercicios  respiratorios realizados, poseen ciertos elementos comunes con otro tipo de prácticas respiratorias, tanto en el ámbito de lo psicológico como en el de lo espiritual, lo cual es bastante lógico y natural. Sin embargo, existen algunas características propias y peculiares en el enfoque sofrodynámico que hace que nuestro entrenamiento se diferencie de otras disciplinas, tanto en aspectos prácticos como en fundamentación teórica.

Uno de estos tópicos propios de la Sofrodynamia® es el Sistema E.C.A.  (Enraizamiento-Centramiento-Alineamiento), el cuál puede aplicarse a la respiración al igual que a tantas otras cosas.

Comentemos un aspecto práctico del Alineamiento aplicado al entrenamiento de la respiración.

El Alineamiento Sofrodynámico de la Respiración podemos entrenarlo de diversas formas. Una de ellas consiste en tomar consciencia de los Tres Ejes Sofrodynámicos, a saber: Arriba-Abajo, Izquierda-Derecha, Delante-Detrás, incluyéndolos en el trabajo respiratorio, tanto a nivel físico como mental.

Entonces cabría preguntarse, ¿concretamente qué significa aprender a respirar en los Tres Ejes?

Paso a explicarlo. En la primera fase del entrenamiento sofrodynámico de la respiración, hemos de tomar consciencia de nuestros bloqueos respiratorios y realizar los ajustes y correcciones oportunas para superarlos. Sin esta condición previa, entrenar otros aspectos respiratorios más sutiles no resultaría conveniente.

Una vez hecho lo anterior, nos encontramos con el momento apropiado para abrirnos a una experiencia respiratoria de nivel más elevado, es decir, pasar de respirar mecánicamente a percibirse como que «somos respiración».

Justo entonces estamos en disposición de comenzar a entender mediante nuestra propia experiencia el verdadero Alineamiento Sofrodynámico de la Respiración. Como dije antes, saltarse etapas o querer llegar a la meta antes de tiempo no suele tener buenos resultados.

A veces, es necesario una buena dosis de paciencia y, sobre todo, de sentido común, para entender que las diferentes etapas del Entrenamiento Sofrodynámico, en general, y del Entrenamiento Respiratorio, en particular, no están dispuestas de manera arbitraria, sino que más bien responden a la intención de ayudar pedagógicamente a cada alumno y a obtener los mejores resultados posibles.

Comenzamos la práctica del Alineamiento de la respiración tomando consciencia del Eje Arriba-Abajo. A nivel anatómico viene representada por la correcta posición de nuestra columna vertebral, pero a nivel más sutil corresponde a la conexión dialéctica entre el nivel biológico y celular del fenómeno respiratorio (abajo), con aquellos otros niveles más sutiles y elevados de la energía respiratoria al servicio de la evolución del individuo (arriba).

Por decirlo gráficamente, podríamos imaginar una recta en el extremo de la cual situamos el aspecto más elevado y sutil de la respiración, y en el otro el  más biológico y material. De alguna manera se establece una cierta tensión entre ambos extremos ya que el sujeto suele tender a desplazarse netamente hacia uno de ellos. El justo equilibrio corresponde a la capacidad de tener en cuenta los dos sin dejarse atraer exclusivamente por uno de ellos.

Otro de los ejes sofrodynámicos, el eje Delante-Detrás, se expresa a nivel somático por la correcta posición corporal que no se inclina ni hacia delante ni hacia detrás, y a nivel psicológico y energético se relaciona con los aspectos superficiales o profundos de nuestra manifestación en el mundo, es decir, lo manifiesto frente a lo íntimo. Este eje nos plantea la diferencia entre la manifestación exterior de un fenómeno y la experiencia interior del mismo.

Es decir, tendremos un tipo de mecánica ventilatoria claramente manifiesta y visible que podría ser descrita por cualquier observador externo, pero, además, existe una experiencia de la respiración más sutil y profunda, una experiencia íntima de lo que llamamos el Aliento Vital, el cual es personal e intransferible, y únicamente experimentado por cada persona.

A veces observamos externamente una cierta respiración superficial en el sujeto, cuando en realidad se está dando un incremento de la profundidad de la misma y una experiencia profunda del fenómeno respiratorio.

Por ultimo, el Tercer Eje del Alineamiento Sofrodynámico, Izquierda-Derecha, hace referencia a nuestra relación con los demás, a la tensión entre el yo y los otros. En este caso atendemos a la respiración en términos dinámicos de los procesos de incorporar (inspiración) y soltar (espiración), poniéndolos en relación con aquellas situaciones vitales en las que diariamente hemos de decantarnos por lo uno o por lo otro.

Este enfoque sobre la práctica respiratoria es propia y específica del entrenamiento sofrodynámico. El Alineamiento de la Respiración es un ejemplo más de esas cosas que son más complejas de explicar que  de experimentar. Por eso, solamente cuando el alumno está  suficientemente preparado para ello es posible abordar este tema de manera práctica.

Cuando aplicamos simultáneamente el Alineamiento sofrodynámico a otras dimensiones del ser tales como la corporalidad, la respiración y la energía,  y  además buscamos experimentar el Principio de Congruencia (lo cual es otro de los aspectos del Alineamiento Sofrodynámico) en nuestras conductas cotidianas, estamos llevando a la práctica una de las más potentes herramientas de armonización interior y nos abrimos a la posibilidad de una experiencia del Ser Interior muchos más nítida, clara y profunda.

 

Sofrodynamia® y mandalas

Existen en el mundo muchas cosas sobre las que podemos realizar acertadas descripciones. Eso significa que, de alguna forma, quienes las escuchan, se harán una idea suficientemente correcta y precisa acerca de lo descrito. En este caso decimos que son fenómenos fácilmente descriptibles.

Sin embargo, también encontramos otro tipo de experiencias que entrañan una compleja dificultad a la hora de comunicarlas a terceras personas. En este segundo caso, decimos de ellas que son experiencias inefables, es decir, experiencias para las que las palabras conocidas resultan insuficientes como para describirlas con exactitud y fidelidad.

La mayoría de los procesos del mundo interior, sobre todo, aquellos de cierta relevancia, así como las experiencias de más alto nivel, es decir, las que nos conmocionan profundamente, suelen pertenecer a este último grupo. Sucede, entonces, que las palabras comunes no nos sirven para transmitir a otros lo que hemos vivido o experimentado en un nivel elevado o sutil de nuestra mente.

Tal vez por esa razón, desde la más remota antigüedad, los seres humanos han tratado de expresar sus experiencias vitales más profundas e inefables por medio de símbolos e imágenes arquetípicas que, apuntando hacia lo más profundo del inconsciente, eran capaces de transmitir una gran carga de información esencial que trascendía la mera literalidad de dicho símbolo o imagen.

En relación al crecimiento y desarrollo humano, unas de las expresiones simbólicas que podemos encontrar con más alto contenido relevante son los mandalas.

Provenientes de la cultura oriental, los mandalas, han llegado hasta nosotros como un elemento de enorme riqueza simbólica y que, además de su enorme carga descriptiva, guardan en su interior una capacidad transformadora de la consciencia de quienes lo contemplan.

Utilizados frecuentemente en el ámbito de la meditación, dichas representaciones mandálicas poseen tal capacidad de transformación de la mente humana que han llegado a ser considerados, incluso, como elementos con una cierta capacidad sanadora.

Mandala es una palabra sánscrita que significa círculo, y son llamados así debido a que todos sus contenidos se encuentran encerrados en el interior del círculo que los contiene. El círculo representa la iluminación y la perfección humana. Cuando están formados exclusivamente por líneas geométricas, reciben el nombre de Yantra.

De forma resumida podría decirse que, los mandalas, poseen distintos niveles de significación. 

Por un lado, se considera el mandala como la representación simbólica de una verdad trascendente que no puede describirse con palabras. Una especie de “texto” en forma de imágenes que pueden ser descifradas por quienes tienen  las claves de dichos símbolos.

Por otro lado, los mandalas se consideran como soportes de ciertas meditaciones en las que el adepto es capaz de conseguir avanzados estados meditativos mediante su contemplación.

En el ámbito del budismo tibetano, un mandala, representa “la residencia de una deidad”, entendida ésta como un aspecto purificado e iluminado de nuestra propia consciencia.

Una de las principales finalidades de los mandalas ha sido la transmisión de información esencial para el mundo interior del ser humano. Dichas informaciones y conocimientos mandálicos se han venido transmitiendo a lo largo de los siglos por medio de representaciones, sobre todo geométricas, encerradas dentro de un círculo.

No obstante, su impacto en la profundidad de la psique y del espíritu humano es tan profundo que, incluso sin conocer las claves ocultas, la mera contemplación respetuosa del mismo, es capaz de inducir las transformaciones necesarias en el mundo interior de quien realiza dicha práctica contemplativa.

Su misión consiste en activar el yo profundo del sujeto que lo contempla, permitiendo la comprensión de verdades cósmicas difíciles de describir con palabras, y conectando, por vía visual, con la esencia de insondables enseñanzas o de estados de consciencia alcanzados mediante la práctica de la meditación.

Los mandalas encierran dentro de sí la representación simbólica del universo y han sido, generalmente, utilizados como una forma de expresión para que el individuo pueda realizar el camino que le permite alcanzar la unificación con la esencia del ser. Como se ha dicho anteriormente, la simple observación atenta y respetuosa de un mandala tiende a encaminar nuestra atención hacia los contenidos espirituales.

Desde la noche de los tiempos, a lo largo de la historia de la humanidad, han aparecido todo tipo de representaciones mandálicas, como por ejemplo las ruedas solares neolíticas, las cuales, curiosamente, aparecieron en el mundo mucho antes que se inventase la propia rueda como medio de desplazamiento.

Expresiones tales como «Entrar en el mandala» o «Recorrer el mandala» son equivalentes a practicar la vía espiritual o transitar el camino de retorno al centro.

Relacionado con esto, tratar de concebir nuestra propia vida, globalmente, como un auténtico mandala, puede llegar a tener grandes repercusiones para cada uno de nosotros.

Porque establecer en nuestra mente la experie ncia vital del mandala equivale a pasar de lo mecánico a  lo holístico, de la recta al círculo o la espiral. Es, también, la posibilidad de realizar el tránsito de dejar de percibirse como seres aislados e incompletos para sentirse como elementos pertenecientes a un sistema de orden superior, el Gran Mandala de la Creación.

Si trasladamos el significado de la esencia del símbolo mandálico a nuestra propia vida, podremos obtener ciertas comprensiones reveladoras. Por esta razón, desde el modelo de entrenamiento sofrodynámico, se propone la posibilidad de trabajar con distintos aspectos del enfoque mandálico, tanto en lo que se refiere a su significado profundo como a la realización de algunas prácticas sofrodynámicas.

Hoy día se ha puesto de moda trabajar con mandalas, mediante la realización de dibujos de mandalas a través de plantillas que suelen colorearse libremente. Se deja a la iniciativa de quien lo realiza la libertad en la elección de los colores y, a veces, en completar el diseño. Quienes han realizado dichos ejercicios refieren beneficios curiosos.

Pero en Sofrodynamia® trabajamos los mandalas de un modo muy diferente. Por un lado, asumimos que nuestra vida se estructura de manera semejante a los mandalas y, desde este punto de vista, conseguimos comprender ciertos mecanismos implicados en nuestros procesos vitales. Por otro lado, utilizamos también el planteamiento mandálico para realizar ciertos tipos de ejercicios mentales.

Pongamos un ejemplo de un sencillo ejercicio sofrodynámico. Imaginemos que nos encontramos en el centro de un gran círculo que se extiende hacia el horizonte, y dentro del cual se encuentra contenida toda nuestra vida. Imaginemos, también, que dicho círculo se haya subdividido en innumerables círculos concéntricos, de tal manera que situamos en los círculos más próximos a las personas, proyectos, valores, objetos, etc. más queridos y cercanos. Y progresivamente en los demás círculos vamos colocando a todo lo demás que existe en nuestra vida, organizándolo todo en función de la mayor o menor cercanía.

Podemos visualizar, también, que dichos círculos concéntricos no están separados unos de otros, sino que existen conexiones, como calles, que muestran una auténtica red tridimensional de relaciones entre los contenidos de unos y otros círculos concéntricos que conforman nuestro mandala.

Bien, dicha imagen mental no es más que un recurso para tratar de establecer una representación simbólica de algo difícilmente representable de otra forma, como es toda una vida. Es decir, mediante el ejercicio anterior, habríamos expresado nuestra vida en formato mandálico.

Una vez hecho eso, y manteniendo la visualización, realizamos un segundo paso, la indagación por medio de las Preguntas de Alto Nivel (PAN). Dicha indagación puede ser llevada a cabo de forma reflexiva, es decir, preguntándose y reflexionando en el nivel habitual de vigilia. Pero también podría realizarse de forma meditativa, lo cual significa realizar las preguntas mientras se permanece en estados más profundos de consciencia, sin buscar activamente la respuesta, simplemente permitiendo que las comprensiones emerjan desde la profundidad.

Elijas hacerlo de un modo u otro, podemos comenzar a preguntarnos ¿cómo es actualmente nuestro mandala?, ¿cuidamos nuestro mandala?, ¿qué significa y qué implica cuidar el mandala?, etc.

Aclaremos algún aspecto importante. Cuando hablamos de cuidar nuestro mandala, lo que estamos planteando es cómo cuidar a las personas, relaciones, proyectos, valores, etc., que dentro de él se contienen.

Cuidar el mandala se encuentra, por tanto, muy relacionado con honrar a los demás y con honrarse a sí mismo, así como con ser fiel a nuestra propia vocación y destino.

Es posible distinguir entre un mandala exterior o externo, que es el modo en el que se configuran las cosas, personas y relaciones en nuestro mundo exterior, y un mandala interno, que es el modo en el que nuestro mundo interior se encuentra organizado y dispuesto.

Ambos se encuentran directamente relacionados, de tal manera que nuestro mandala externo no es más que una representación de nuestro mandala interno.

Por eso, cuando decimos que hemos de cuidar nuestro mandala nos referimos a la vez al externo y al interno. Por tanto, significa que hemos de aprender a cuidar nuestro espacio vital personal, nuestra casa, nuestra habitación, nuestros seres queridos, nuestra mente (pensamientos, emociones, etc.) y, como no, nuestro tiempo, porque nuestro tiempo vital también forma parte del Gran Mandala de la Vida.                                       

Cuando por ignorancia, olvido o descuido renunciamos a cuidar nuestro mandala, nos esperarán, sin lugar a dudas, muchos más sufrimientos y decepciones de los que cabría imaginarse.

Sabemos que cuando alguien quiere disfrutar de su hogar lo mantiene limpio y en orden. Tira aquello que sobra e incorpora poco a poco lo que falta, tratando de buscar un cierto estado de armonía de las cosas.

Así, del mismo modo, hemos de proceder con nuestro mandala para que llegue a ser un auténtico “Mandala de Sabiduría”, habitado por una consciencia despierta que ayude, también, a despertar y a liberar del sufrimiento a todos aquellos que también forman parte de él.

Emociones y desarrollo humano

Cuando decidimos emprender un camino de crecimiento y desarrollo humano sabemos que hemos de aprender, entrenar y cambiar muchas cosas con el objetivo de mejorar nuestro estado actual. El mundo de las emociones es, sin duda alguna, uno de los aspectos de este proceso de cambio que suele resultar más atractivo para la mayoría de las personas.

Tal vez una de las razones que justifiquen lo anterior sea que cuando nos referimos a las emociones, es posible que estemos abordando uno de los conceptos actuales más comúnmente utilizados no sólo en el ámbito de la psicología académica sino también en la vida diaria, incluso en muchos de nuestros diálogos cotidianos.

Como todo, eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado, hoy día, en cualquier sitio y lugar, conversar  acerca de las emociones resulta algo asequible para la mayoría de los interlocutores, de tal manera que nadie suele quedarse fuera de una conversación al respecto, más bien ocurrirá todo lo contrario, ya que posiblemente serán muchos los que opinen. Pero, por otro lado, quizás el hecho de que este término posea tan amplia difusión en nuestro medio cultural, origina también el inconveniente de que cada sujeto, desde su propia comprensión personal acerca del asunto, interpretará qué es una emoción y de qué forma nos afecta, cuando por lo general no se suele tener ni el conocimiento psicológico suficiente, ni tampoco la necesaria nitidez respecto a nuestras propias emociones.

Bajo la misma palabra, emoción, se esconden demasiados conceptos, juicios y significados, tan diferentes, a veces, como contradictorios. Por tanto, antes de dialogar sobre las emociones, sería importante tratar ciertas cuestiones previamente, como son clarificar los conceptos a los que nos referimos y descubrir las creencias que mantenemos al respecto dentro de nuestro propio modelo.

En este contexto conviene, pues, establecer algunas nociones claras y precisas que nos ayudarán a profundizar de manera apropiada en ésta importante dimensión del ser humano. Comencemos planteando ¿qué es una emoción?

Desde el aséptico punto de vista de la psicología de la conducta y de la neurofisiología, una emoción no es más que «un patrón de respuesta fisiológica y de conducta típicas de la especie».

Sin embargo la mayoría de las personas, cuando hablan de sus emociones, en realidad, se están refiriendo a “una serie de sentimientos agradables o desagradables producidos por los eventos que vivimos cada día”.

También podemos referirnos a las emociones como “aquella fuerza que nos moviliza hacia algo o bien que nos aparta de algo”. Hay quien ha expresado  esto mismo diciendo que «la emoción moviliza mientras que la razón guía», como tratando de diferenciar con una marcada tendencia dualista, las polaridades del mundo emocional, generar una respuesta, y del mundo mental,  producir pensamientos y razonamientos. Dicho planteamiento es, cuando menos, discutible.

Con mucha frecuencia en nuestro medio cultural, razón y emoción, se han  postulado como elementos psíquicos enfrentados. La razón parece ir por unos derroteros y la emoción por otros. Dicho planteamiento hace que perdamos de vista la noción de complementariedad entre ambos, ya que si bien es cierto que tanto la razón como la emoción parecen ser dos funciones diferentes, no es menos cierto que cada pensamiento se conecta a una emoción y cada emoción con un pensamiento. Es más, muchas veces confundimos la emoción que estamos sintiendo con aquello otro que pensamos en esos momentos acerca de nuestro propio sentir.

Sabemos que toda emoción, en mayor o menor medida, impacta en el cuerpo y dicho impacto somático produce una cierta conmoción psíquica a la que llamamos sentimiento. Son pues dos nociones distintas, la emoción y el sentimiento, aspectos bien conocidos en el ámbito de la psicología, sobre todo tras las aportaciones del investigador americano de origen luso, Antonio Damasio. No obstante, a nivel coloquial dicha diferencia no parece estar tan clara.

Sea como fuere, lo que nos ha de quedar claro es que cada vez que sentimos algo inmediatamente le estamos atribuyendo un significado, y  según el modo de asignar dicho significado se derivarán importantes consecuencias para cada sujeto. Ante un mismo acontecimiento emocional podremos elaborar significaciones que nos duelan y nos limiten y también es posible atribuir significados potenciadores y que nos permitan crecer. Parece importante, pues, aprender a gestionar no sólo el sentimiento percibido sino los mecanismos mediante los cuales atribuimos una significación determinada a cada experiencia emocional.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es el fenómeno de la modificación  de la experiencia emocional primaria mediante nuevas superposiciones emocionales. Dicha modificación se produce debido a una especie de bucle, cuerpo-cerebro-cuerpo-cerebro… por el que comenzamos a sentir nuevas emociones sobre lo que ya habíamos sentido previamente. Pareciera que sobre la emoción original, lo que inicialmente siento, se superpusiese una nueva emoción secundaria (terciaria, etc.), lo que siento acerca de lo que sentí al principio.

He de reseñar que todos los procesos por los que  asignamos un significado a nuestros sentimientos se producen a una gran velocidad y, la mayor parte de las veces, de manera no consciente. Lo único que solemos percibir es que algo sucede en nosotros y, seguidamente, es etiquetado como placentero,  displacentero o neutro. Frecuentemente no vamos más allá de esa pobre descripción, lo cual genera bastantes problemas para quienes la realizan, ya que muchas veces somos incapaces de tener la suficiente nitidez emocional para saber qué es lo que sentimos en realidad en cada momento.

En cierto modo se podría decir que seguimos siendo unos grandes desconocidos en lo que se refiere a nuestros procesos internos. Por eso necesitamos estrategias eficaces y herramientas precisas para llevar a cabo una  toma de consciencia que nos ayude a darnos cuenta de qué sucede realmente en nuestro interior.

Desde el punto de vista del entrenamiento sofrodynámico de las emociones,  aprender a crear espacio en nuestro Mundo Interior, ser capaces de reconocer y ser capaces de discriminar, serán tres herramientas imprescindibles para todos aquellos que quieran avanzar por el camino del autoconocimiento en el ámbito emocional.

No olvidemos que si hay algo especialmente claro en lo que se refiere al conocimiento y la gestión de las emociones, es que no debemos negar su existencia, ni tratar de reprimirlas, ni mucho menos temerlas.

Cuando negamos, reprimimos o tememos nuestras propias emociones, nos convertimos en seres escindidos, entramos en conflicto con nosotros mismos, y  debido a las tensiones que surgen en estas situaciones, corremos el peligro de ir perdiendo el contacto emocional con nuestro interior.

Y aunque algunas personas prefieran no sentir ninguna emoción, es necesario saber que dicha pérdida de contacto consigo mismo, no tendrá más que efectos desastrosos en términos de desarrollo y crecimiento del sujeto, con el agravante, además, de que posiblemente esa persona encontrará mucho más sufrimiento en su vida que el que primariamente trataba de evitar negándose a sentir.

Cada día parece más evidente la necesidad de establecer un nuevo enfoque del mundo emocional que enriquezca y complete lo que tradicionalmente conocemos, así como definir nuevos conceptos que nos ayuden a su mejor comprensión y su  más completa exploración.

Uno de estos nuevos conceptos es el de “Autoempatía Emocional”, definida ésta como «una herramienta que nos permite mantenernos en contacto con nosotros mismos y proporciona el conocimiento necesario respecto al estado emocional actual».

La Autoempatía Emocional parece ser una de las claves para el autoconocimiento de sí mismo y la apertura al mundo emocional de los demás, de tal manera que si gestionamos apropiadamente esta nueva habilidad, encontraremos en ella una oportunidad, no sólo para conocernos mejor, sino  también para desarrollar en profundidad otros importantes aspectos tales como nuestra habilidad para relacionarnos con otras personas o la capacidad para la toma de consciencia del momento presente (dónde estamos en estos momentos y hacia dónde nos dirigimos), que como es bien sabido constituye una de las bases principales del crecimiento y desarrollo humano.

Al asumir este nuevo punto de vista observaremos que podremos dar un salto cualitativo importante respecto a la gestión de las emociones. Eso se debe a que, a partir de dicha toma de consciencia, comenzaremos a considerar la esfera emocional no como algo que se expresa meramente en términos fisiológicos o de conductas, como fue definida la emoción al inicio del texto, sino que además descubriremos el enfoque emocional como un proceso total y absolutamente ligado al crecimiento y al desarrollo humano.

Así pues, sanar una emoción no quiere decir solamente curar un síntoma o una perturbación en nuestra estructura psicológica, más bien se trata de aprender a crecer y a desarrollarse globalmente como auténticos seres humanos, con todo lo que ello significa, cuerpo, pensamiento-emoción y espíritu.

Otro aspecto especialmente importante en lo que a la armonización de las emociones se refiere, es el relativo a la forma de enfocar nuestra mirada hacia el pasado, eso que conocemos como “mirar hacia atrás”.

Aunque el tiempo en el que se experimentan las emociones, al igual que nuestro tiempo de existencia real, es siempre el presente, no cabe duda que un gran número de personas son expertas en estar permanentemente conectados con emociones de su pasado y quizás, en menor proporción, con las relacionadas con sus expectativas respecto al futuro.

Es posible y ciertamente conveniente que mediante algunas técnicas y ejercicios concretos, podamos volver a retomar nuestro pasado para sanar. Pero desde el punto de vista de la Sofrodynamia®, además de eso, debiéramos aprender también a conectar con nuestro pasado para agradecer. Hacer esto permite que aparezca en nosotros la energía del agradecimiento, lo cual equivale a conquistar un altísimo logro de sanación emocional y de desarrollo espiritual.

¿Cómo seria nuestra vida si fuésemos capaces de  hacer surgir una cierta «consciencia del agradecimiento» en nuestra sociedad promoviendo una  «cultura de agradecimiento hacia los demás»?

Posiblemente podríamos experimentar uno de los remedios curativos más potentes, importantes y necesarios para el ser humano en el momento presente, el agradecimiento y directamente conectado con él, el perdón.

Sin lugar a dudas, ser capaces de reconocer y agradecer a quienes han trabajado para que disfrutemos de todo aquello que ahora poseemos, y a los que de una u otra forma han colaborado para que lleguemos a ser quienes somos, es una de las más poderosas y revolucionarias “medicinas” que podríamos aportar a la sociedad en unos momentos como los que nos ha tocado vivir.