Sofrodynamia® y mandalas

Existen en el mundo muchas cosas sobre las que podemos realizar acertadas descripciones. Eso significa que, de alguna forma, quienes las escuchan, se harán una idea suficientemente correcta y precisa acerca de lo descrito. En este caso decimos que son fenómenos fácilmente descriptibles.

Sin embargo, también encontramos otro tipo de experiencias que entrañan una compleja dificultad a la hora de comunicarlas a terceras personas. En este segundo caso, decimos de ellas que son experiencias inefables, es decir, experiencias para las que las palabras conocidas resultan insuficientes como para describirlas con exactitud y fidelidad.

La mayoría de los procesos del mundo interior, sobre todo, aquellos de cierta relevancia, así como las experiencias de más alto nivel, es decir, las que nos conmocionan profundamente, suelen pertenecer a este último grupo. Sucede, entonces, que las palabras comunes no nos sirven para transmitir a otros lo que hemos vivido o experimentado en un nivel elevado o sutil de nuestra mente.

Tal vez por esa razón, desde la más remota antigüedad, los seres humanos han tratado de expresar sus experiencias vitales más profundas e inefables por medio de símbolos e imágenes arquetípicas que, apuntando hacia lo más profundo del inconsciente, eran capaces de transmitir una gran carga de información esencial que trascendía la mera literalidad de dicho símbolo o imagen.

En relación al crecimiento y desarrollo humano, unas de las expresiones simbólicas que podemos encontrar con más alto contenido relevante son los mandalas.

Provenientes de la cultura oriental, los mandalas, han llegado hasta nosotros como un elemento de enorme riqueza simbólica y que, además de su enorme carga descriptiva, guardan en su interior una capacidad transformadora de la consciencia de quienes lo contemplan.

Utilizados frecuentemente en el ámbito de la meditación, dichas representaciones mandálicas poseen tal capacidad de transformación de la mente humana que han llegado a ser considerados, incluso, como elementos con una cierta capacidad sanadora.

Mandala es una palabra sánscrita que significa círculo, y son llamados así debido a que todos sus contenidos se encuentran encerrados en el interior del círculo que los contiene. El círculo representa la iluminación y la perfección humana. Cuando están formados exclusivamente por líneas geométricas, reciben el nombre de Yantra.

De forma resumida podría decirse que, los mandalas, poseen distintos niveles de significación. 

Por un lado, se considera el mandala como la representación simbólica de una verdad trascendente que no puede describirse con palabras. Una especie de “texto” en forma de imágenes que pueden ser descifradas por quienes tienen  las claves de dichos símbolos.

Por otro lado, los mandalas se consideran como soportes de ciertas meditaciones en las que el adepto es capaz de conseguir avanzados estados meditativos mediante su contemplación.

En el ámbito del budismo tibetano, un mandala, representa “la residencia de una deidad”, entendida ésta como un aspecto purificado e iluminado de nuestra propia consciencia.

Una de las principales finalidades de los mandalas ha sido la transmisión de información esencial para el mundo interior del ser humano. Dichas informaciones y conocimientos mandálicos se han venido transmitiendo a lo largo de los siglos por medio de representaciones, sobre todo geométricas, encerradas dentro de un círculo.

No obstante, su impacto en la profundidad de la psique y del espíritu humano es tan profundo que, incluso sin conocer las claves ocultas, la mera contemplación respetuosa del mismo, es capaz de inducir las transformaciones necesarias en el mundo interior de quien realiza dicha práctica contemplativa.

Su misión consiste en activar el yo profundo del sujeto que lo contempla, permitiendo la comprensión de verdades cósmicas difíciles de describir con palabras, y conectando, por vía visual, con la esencia de insondables enseñanzas o de estados de consciencia alcanzados mediante la práctica de la meditación.

Los mandalas encierran dentro de sí la representación simbólica del universo y han sido, generalmente, utilizados como una forma de expresión para que el individuo pueda realizar el camino que le permite alcanzar la unificación con la esencia del ser. Como se ha dicho anteriormente, la simple observación atenta y respetuosa de un mandala tiende a encaminar nuestra atención hacia los contenidos espirituales.

Desde la noche de los tiempos, a lo largo de la historia de la humanidad, han aparecido todo tipo de representaciones mandálicas, como por ejemplo las ruedas solares neolíticas, las cuales, curiosamente, aparecieron en el mundo mucho antes que se inventase la propia rueda como medio de desplazamiento.

Expresiones tales como «Entrar en el mandala» o «Recorrer el mandala» son equivalentes a practicar la vía espiritual o transitar el camino de retorno al centro.

Relacionado con esto, tratar de concebir nuestra propia vida, globalmente, como un auténtico mandala, puede llegar a tener grandes repercusiones para cada uno de nosotros.

Porque establecer en nuestra mente la experie ncia vital del mandala equivale a pasar de lo mecánico a  lo holístico, de la recta al círculo o la espiral. Es, también, la posibilidad de realizar el tránsito de dejar de percibirse como seres aislados e incompletos para sentirse como elementos pertenecientes a un sistema de orden superior, el Gran Mandala de la Creación.

Si trasladamos el significado de la esencia del símbolo mandálico a nuestra propia vida, podremos obtener ciertas comprensiones reveladoras. Por esta razón, desde el modelo de entrenamiento sofrodynámico, se propone la posibilidad de trabajar con distintos aspectos del enfoque mandálico, tanto en lo que se refiere a su significado profundo como a la realización de algunas prácticas sofrodynámicas.

Hoy día se ha puesto de moda trabajar con mandalas, mediante la realización de dibujos de mandalas a través de plantillas que suelen colorearse libremente. Se deja a la iniciativa de quien lo realiza la libertad en la elección de los colores y, a veces, en completar el diseño. Quienes han realizado dichos ejercicios refieren beneficios curiosos.

Pero en Sofrodynamia® trabajamos los mandalas de un modo muy diferente. Por un lado, asumimos que nuestra vida se estructura de manera semejante a los mandalas y, desde este punto de vista, conseguimos comprender ciertos mecanismos implicados en nuestros procesos vitales. Por otro lado, utilizamos también el planteamiento mandálico para realizar ciertos tipos de ejercicios mentales.

Pongamos un ejemplo de un sencillo ejercicio sofrodynámico. Imaginemos que nos encontramos en el centro de un gran círculo que se extiende hacia el horizonte, y dentro del cual se encuentra contenida toda nuestra vida. Imaginemos, también, que dicho círculo se haya subdividido en innumerables círculos concéntricos, de tal manera que situamos en los círculos más próximos a las personas, proyectos, valores, objetos, etc. más queridos y cercanos. Y progresivamente en los demás círculos vamos colocando a todo lo demás que existe en nuestra vida, organizándolo todo en función de la mayor o menor cercanía.

Podemos visualizar, también, que dichos círculos concéntricos no están separados unos de otros, sino que existen conexiones, como calles, que muestran una auténtica red tridimensional de relaciones entre los contenidos de unos y otros círculos concéntricos que conforman nuestro mandala.

Bien, dicha imagen mental no es más que un recurso para tratar de establecer una representación simbólica de algo difícilmente representable de otra forma, como es toda una vida. Es decir, mediante el ejercicio anterior, habríamos expresado nuestra vida en formato mandálico.

Una vez hecho eso, y manteniendo la visualización, realizamos un segundo paso, la indagación por medio de las Preguntas de Alto Nivel (PAN). Dicha indagación puede ser llevada a cabo de forma reflexiva, es decir, preguntándose y reflexionando en el nivel habitual de vigilia. Pero también podría realizarse de forma meditativa, lo cual significa realizar las preguntas mientras se permanece en estados más profundos de consciencia, sin buscar activamente la respuesta, simplemente permitiendo que las comprensiones emerjan desde la profundidad.

Elijas hacerlo de un modo u otro, podemos comenzar a preguntarnos ¿cómo es actualmente nuestro mandala?, ¿cuidamos nuestro mandala?, ¿qué significa y qué implica cuidar el mandala?, etc.

Aclaremos algún aspecto importante. Cuando hablamos de cuidar nuestro mandala, lo que estamos planteando es cómo cuidar a las personas, relaciones, proyectos, valores, etc., que dentro de él se contienen.

Cuidar el mandala se encuentra, por tanto, muy relacionado con honrar a los demás y con honrarse a sí mismo, así como con ser fiel a nuestra propia vocación y destino.

Es posible distinguir entre un mandala exterior o externo, que es el modo en el que se configuran las cosas, personas y relaciones en nuestro mundo exterior, y un mandala interno, que es el modo en el que nuestro mundo interior se encuentra organizado y dispuesto.

Ambos se encuentran directamente relacionados, de tal manera que nuestro mandala externo no es más que una representación de nuestro mandala interno.

Por eso, cuando decimos que hemos de cuidar nuestro mandala nos referimos a la vez al externo y al interno. Por tanto, significa que hemos de aprender a cuidar nuestro espacio vital personal, nuestra casa, nuestra habitación, nuestros seres queridos, nuestra mente (pensamientos, emociones, etc.) y, como no, nuestro tiempo, porque nuestro tiempo vital también forma parte del Gran Mandala de la Vida.                                       

Cuando por ignorancia, olvido o descuido renunciamos a cuidar nuestro mandala, nos esperarán, sin lugar a dudas, muchos más sufrimientos y decepciones de los que cabría imaginarse.

Sabemos que cuando alguien quiere disfrutar de su hogar lo mantiene limpio y en orden. Tira aquello que sobra e incorpora poco a poco lo que falta, tratando de buscar un cierto estado de armonía de las cosas.

Así, del mismo modo, hemos de proceder con nuestro mandala para que llegue a ser un auténtico “Mandala de Sabiduría”, habitado por una consciencia despierta que ayude, también, a despertar y a liberar del sufrimiento a todos aquellos que también forman parte de él.

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