Una de las cosas más importantes que el alumno que ha comenzado a aproximarse al entrenamiento sofrodynámico ha de aprender es a diferenciar entre el qué y el cómo. Porque una cosa es lo “qué” uno hace y otra bien distinta es “cómo lo hace”. Esta diferencia es fundamental, pero no todo el mundo es consciente de ello.
Con mucha frecuencia tenemos más dificultades en gestionar el cómo que en darnos cuenta de el qué. Por ejemplo, muchas personas meditan, pero cómo meditan es otro asunto.
Lo realmente importante, y lo que marca la diferencia, es la motivación y la actitud con la que realizamos cada acción.
Se dice que existen diferentes tipos de actitudes, de la misma forma que también existen diferentes tipos de motivaciones.
Desde mi propia experiencia, puedo afirmar que una de las actitudes más importantes para nuestro desarrollo personal y que a su vez es más sanadora, es la llamada actitud de Acogida Ecuánime.
Trataré de explicarla brevemente.
Normalmente nos pasamos la vida queriendo mantener cerca aquello que nos agrada y rechazando aquello otro nos molesta. Esto nos parece bastante lógico y normal, ya que pretender lo contrario sería calificado como enfermizo.
Y para ciertas cosas de la vida es útil dicho planteamiento. Preferimos sentarnos en una silla cómoda que hacerlo en una incómoda. Nos gusta llevar una ropa agradable al tacto en lugar que otra que nos oprime o molesta. Y así podríamos comentar un sin fin de situaciones cotidianas.
De entrada, no hay nada extraño en querer disfrutar de lo agradable y alejar lo que no lo es. Más bien es una tendencia normal y saludable.
El punto crucial radica en los mecanismos mentales que ponemos en juego para hacerlo, porque en lo referente a los procesos del mundo interior la cosa ya no está tan clara.
Las actitudes de apego y rechazo provocan tensión interior, para mantener lo que nos gusta y evitar lo que nos desagrada. Por tanto, mediante los extremos de apego y rechazo no generamos satisfacción sino sufrimiento.
Llamamos apego al deseo de mantener algo agradable, y aversión a querer rechazar lo que no nos gusta.
Curiosamente parece como si la vida jugase con nosotros, porque lo que deseamos se nos escapa y lo que no queremos suele aparecer, con lo cual generamos frustración y sufrimiento innecesario.
Según la doctrina que enseño Sidharta Gautama, el Buda, esta polaridad dualista de nuestra mente se encuentra en la base del sufrimiento humano.
Según las enseñanzas budistas, alcanzamos la liberación del sufrimiento cuando somos capaces de trascender dicha tendencia de la mente. Eso es algo que han demostrado, no sólo mediante la especulación filosófica, sino con numerosos ejemplos prácticos de personas que así lo han hecho.
Si se ha demostrado ampliamente que el aferramiento y la aversión nos hacen sufrir, entonces ¿por qué cultivarlos?
Para aquel que quiera dejar de sufrir inútilmente, se hace necesario aprender a gestionar los mecanismos que nos hacen apegarnos a ciertas situaciones o rechazar otras. Pero, ¿cómo hacerlo?
Pues mediante el cultivo de la actitud de Acogida Ecuánime.
El estado deseable de la mente que se conoce como ecuanimidad es aquel que se genera cuando nos situamos más allá del apego por unos objetos y de la aversión por otros.
Ecuanimidad significa no aferramiento y no rechazo. Es un dejar fluir sin agarrase a los contenidos mentales ni al diálogo interior que continuamente nos bombardean.
Algunas personas pensarán que dicho estado de ecuanimidad es algo así como la pasividad ante los acontecimientos. Hay quien ha creído erróneamente que desarrollar la ecuanimidad es sinónimo de hacerse un pasota de todo. Esto es una comprensión bastante limitada e inexacta del asunto.
Ser pasota significa que no nos interesa nada. Sin embargo, somos ecuánimes porque nos interesa nuestra felicidad y la de los demás. La diferencia es notable entre uno y otro estado.
Ser ecuánime no significa que nos quedemos parados sin hacer nada ante las situaciones conflictivas, sino que es una actitud interior que nos libera del sufrimiento porque afrontamos dichas situaciones desde un modelo mental diferente, de tal manera que podríamos decir que desarrollar la ecuanimidad es como aprender a aplicar inteligentemente las leyes que rigen nuestros procesos mentales.
La ecuanimidad es pues el mejor método que se conoce para matar de hambre al sufrimiento.
Imaginemos que estamos en una pista de frontón y que la pelota es un contenido mental que no nos gusta. Si tratamos de rechazar la pelota para alejarla de nosotros, encontraremos que mientras más fuerte la golpeemos mas fuerte nos volverá. Si seguimos utilizando la estrategia de querer mandarla lejos, no funcionará, porque tenderá a volver con más fuerza. Si queremos que la pelota pare, simplemente, hemos de dejar de rechazarla. Si no la volvemos a golpear, seguirá botando durante un tiempo hasta que finalmente se parará sola.
De la misma manera sucede con los contenidos mentales. Si no nos aferramos ni los rechazamos, ni utilizamos el diálogo interno para alimentarlos, poco a poco, se pararán y se disolverán.
Durante el entrenamiento en Sofrodynamia® se propone al alumno que desarrolle la actitud de “Acogida Ecuánime” de los contenidos que aparecen en su consciencia, es decir, el no aferramiento y el no rechazo, tanto si los contenidos mentales nos gustan como si no.
Este es uno de los mejores mecanismos para calmar el torbellino de nuestra mente, y aunque no es sencillo, es bastante efectivo y, por supuesto, merece la pena intentarlo.
Cultivar la Acogida Ecuánime es el primer paso que se ha de dar para alcanzar la felicidad que anhelamos, porque esta actitud es una maravillosa herramienta que nos aleja de la agitación mental y nos permite alcanzar un estado de mayor serenidad y paz.
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