La estrategia del «como si»

La estrategia del «como si»

La estrategia del %22como si%22Tenemos al tendencia a repetir patrones mentales, de tal manera que, casi sin que nos demos cuenta, vamos construyendo una mente que funciona de una forma rígida y previsible.

Pero es posible invertir esta tendencia. Para ello, lo primero que debiéramos hacer es  comenzar a plantearnos las cosas de un modo diferente.

Por ejemplo, preguntándonos ¿qué sucedería si nos asomásemos a la calle desde un balcón con una orientación diferente a la habitual, aunque dentro de la misma casa?

Pues sucedería que veríamos un panorama distinto. Esto no le extrañaría a nadie, porque todo el mundo asume que si miramos desde otro ala de la casa es lógico observar cosas diferentes.

¿Pero y si hiciésemos eso mismo desde los “balcones” de nuestro mundo interior? ¿Y si tratásemos de captar un mismo acontecimiento desde dos aspectos bien distintos de nuestro modelo?

Pues en este caso nos daríamos cuenta de que somos capaces de captar nuevas informaciones, las cuales ni siquiera imaginamos, y estas nuevas informaciones nos permitirían tener una comprensión distinta del acontecimiento.

A esta herramienta mental que amplia nuestro conocimiento la llamamos cambiar de perspectiva, y nos ayuda a disponer de  nuevos puntos de vista y, gracias a ello, a la posibilidad de acceder a una información mucho más completa. Un cambio de perspectiva significa, pues, que es posible contemplar los eventos de un modo diferente al habitual, lo cual, como ya se ha indicado, da lugar a que accedamos a matices que de otro modo pasaríamos por alto.

De este hecho se deducen varias cosas. Una de ellas es que, de manera común, toda información que manejamos acerca de cualquier evento es siempre relativa, ya que cambiará en función de quién lo observe y desde dónde lo observemos. Así que cualquier conclusión que saquemos tras una experiencia en la vida es también relativa.

Recuerda que es importante no perder de vista la posibilidad de aprender y avanzar incluso cuando los acontecimientos a los que nos enfrentamos sean adversos, a condición de que seamos capaces de cambiar de perspectiva y de obtener informaciones más relevantes y potenciadoras.

Visto esto, podríamos hacernos una pregunta algo más profunda y algo más teórica, ¿podría existir un determinado punto de observación privilegiado desde el cual fuese posible captar simultáneamente toda la información de un evento?

Porque si existiese dicho punto de observación, se podría afirmar entonces que existiría también un estado de consciencia desde el cual podríamos trascender las limitaciones de los procesos psicológicos habituales, accediendo, desde dicho punto, a todo el conocimiento acerca de la esencia de lo que las cosas son en realidad. Sería como tener acceso a un “Balcón de Sabiduría”.

Encontramos la respuesta en las diferentes tradiciones espirituales, las cuales sostienen la existencia de dicho estado de consciencia. Es lo que se ha venido llamando la “Mente Despierta” o la “Mente Búdica”, o en la cultura cristiana “la Mente Divina”, un aspecto omnisciente de la consciencia clara y lúcida.

De momento, usamos nuestra mente de una forma mucho más limitada, pero ¿podemos albergar la esperanza de acercarnos al logro de una “Mente Despierta”?

Se cuentan numerosos relatos de seres que lo han conseguido, y según parece es cuestión de tiempo, esfuerzo y dedicación.

Para aquellas personas implicadas en un proceso de desarrollo y crecimiento humano, dicho trabajo tendría, pues, una dirección bien clara, la de acercarse a este tipo de mente y, a la vez, alejarse de las percepciones propias de una mente limitada.

¿Cees posible trascender tus limitaciones para continuar avanzando por la “Senda del Despertar”?

Si hemos entendido correctamente todo lo que se ha expuesto hasta ahora, concluiremos que sí, que es posible.

Y si realmente sentimos el deseo de avanzar y desarrollarnos, entonces, una de las herramientas que deberíamos aprender a desarrollar es la de aprender a observar la realidad desde diferentes perspectivas.

Y para ello podemos comenzar utilizando la estrategia del “como si”.

Me explico. Dicha estrategia consiste en tratar de captar los acontecimientos imaginando como lo haríamos si nuestra mente estuviese despierta ya. También podríamos imaginar como aprehendería la información de dicho evento un Ser de Sabiduría.

El uso de esta estrategia, a la vez que potente es también divertida.

Podemos, pues, tomar la propuesta anterior como una especie de juego mental, pero es bastante probable que, si lo intentas, te sorprenda la capacidad de dicho “juego” para producir en nosotros transformaciones potenciadoras.

¡Acuérdate pues! Si tu anhelo es alcanzar un estado de la mente en el que predomine la sabiduría, ¿por qué no comenzar a ejercitarlo desde ya?

 

La consciencia humana, ¿un fenómeno cuántico?

consciencia cuanticaLa consciencia es algo que todos sabemos que tenemos y experimentamos continuamente, pero que resulta extremadamente difícil de definir, incluso por los más versados en el tema. Digamos que no existe una especie de acuerdo mayoritario a la hora de decir qué es exactamente.

Tal vez por eso, una de las curiosidades que ofrece el estudio de la consciencia humana es que, a lo largo de los años, ha sido abordada desde muy diferentes disciplinas, aportando cada una de ellas su propia visión particular de la misma.

Curiosamente, por muy dispares que resulten dichas disciplinas, resulta que, cuando uno se introduce en profundidad para conocer algunas de ellas,  observa que, con frecuencia, acaba convergiendo con otras, de tal manera que  pudiera decirse que los distintos enfoques de la consciencia, en ocasiones, se asemejan a los diferentes radios de una rueda que, manteniendo su individualidad, convergen todos juntos en el mismo eje central.

En la actualidad, resulta relevante el hecho de encontrar ciertos enfoques psicológicos, como es el caso de la Psicología Transpersonal, que conectan algunos de sus postulados con algunos de los principios de disciplinas aparentemente tan alejadas como la Física Cuántica, la Filosofía o la Mística.

Dicha convergencia nos lleva a establecer curiosas constataciones, como  por ejemplo el hecho de que algunos estudiosos de estos temas hayan resaltado las coincidencias encontradas en las descripciones que existen acerca de la consciencia al comparar los textos de las antiguas tradiciones místicas, con los textos modernos elaborados por los físicos cuánticos actuales. En algunos casos resulta prácticamente imposible diferenciar al autor de uno u otro texto cuando se leen juntos. ¿No será, pues, la consciencia un fenómeno cuántico que es posible entender mucho mejor en la actualidad debido a los avance de la Física Cuántica?

Convencionalmente, tanto en la Psicología como en las Neurociencias en general, se ha tratado de estudiar la consciencia humana desde los postulados propios del paradigma mecanicista de la Física Newtoniana, cuando en realidad el comportamiento de la misma, por lo que hemos mencionado, se parece bastante más al de las partículas subatómicas que no al de un mero objeto mecánico. Sabemos hoy día que el estudio de las partículas subatómicas es abordado por la física cuántica y no por la mecánica newtoniana.

En el caso de la consciencia humana encontramos curiosos fenómenos  difíciles de explicar desde los postulados convencionales, como por ejemplo lo concerniente a la “Teoría de las Resonancias Mórficas» de Ruppert Sheldrake, o el curioso fenómeno de la “Masa crítica” conocido como el “centésimo mono” que fue descrito por Lyall Watson y que se hizo popular a través de su obra “Lifetide: the biology of unconscious”. Además de lo anterior, todo lo estudiado y demostrado en diversas universidades del mundo acerca del “Fenómeno PSI”, apoyan este enfoque cuántico y no mecanicista del asunto.

Dana Zohar, en su famoso libro de los años 90, “La consciencia cuántica”, argumenta, desde su posición de licenciada en física y filosofía por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el modo en el que la nueva física de partículas subatómicas permite comprender mejor y explicar científicamente algunos de los fenómenos de consciencia que desde el campo de la psicología  convencional no es posible comprender, por encontrarse fuera de su modelo paradigmático.

La hipótesis cuántica de la consciencia, por tanto, cobra cada vez fundamentos más sólidos y nos permite abordar nuevos caminos de investigación que nos llevan a comprender mejor lo que los místicos de oriente y occidente, a lo largo de miles de años de práctica, experimentaron y enseñaron acerca de la consciencia, así como de las experiencias respecto a lo que hoy día se conocen como “Niveles Superiores de la Consciencia”.

Desde este punto de vista, podemos entender como las prácticas meditativas, la recitación de mantras, el sonido de los cuencos o el trabajo con los mandalas nos desvelan parte de su sentido y nos permiten una cierta comprensión más profunda del misterioso fenómeno de la consciencia humana.

Una vez comprendido este aspecto, es imposible, salvo por ignorancia manifiesta, tratar de explicar dichas prácticas como una mera curiosidad de la cultura oriental sin otra implicación para nuestra vida. Pero claro, ya sabemos que quien no quiere ver, no verá jamás por mucho que se le insista.

No hace tanto tiempo que en occidente se ha mostrado interés por estudiar en profundidad los fenómenos de la consciencia, mientras que en oriente hace miles de años que a través de la práctica y de la experiencia se han dedicado a ello con profundidad y rigor.

La psicología actual, como disciplina científica que pretende ser, ha recibido la herencia de diferentes corrientes importantes que a lo largo de los años han pugnado entre sí para conseguir la hegemonía sobre las demás y la  primacía de ser considerada como el modelo psicológico a seguir. De momento ninguna lo ha conseguido.

Primeramente podemos citar el Psicoanálisis, corriente psicológica impulsada por Freud, con una innegable aportación al mundo, a la cultura  y a la sociedad actual, pero con la importante limitación de dejar fuera de su campo de interés todos aquellos fenómenos de la consciencia que no sean los referidos al mundo del inconsciente.

Por otro lado, la Psicología Conductista, la cual, en su pretensión de ser puramente científica y objetiva, se dedicó a tratar de medir sólo lo puramente observable, es decir las conductas. Según ellos, se excluyen de su campo de interés todos aquellos fenómenos y aspectos del ser humano que por no ser objetivamente cuantificables no serían objetos de su estudio. Podría decirse que, con este modelo, hemos aprendido más acerca del comportamiento de los ratones corriendo por los laberintos que acerca de la profundidad y la grandeza del ser humano.

Una cierta suavización del radicalismo conductista supone la aparición de esa escuela psicológica conocida como Cognitiva–Conductual, gracias a la cual se incluyeron dentro de su campo de interés otros elementos que anteriormente no se contemplaban.

Finalmente, tomando a Abraham Maslow como referencia, aparece una tercera corriente de gran importancia, la Psicología Humanista.

En ella se parte de presupuestos totalmente diferentes de los anteriores. Maslow se pregunta cómo es un ser autorrealizado y de qué manera podríamos modelarlo para llegar a ser como él. Se interesa mucha más por desarrollar el potencial latente de los seres humanos que en describir modelos psicopatológicos de la psique humana. Podríamos decir que comienza aquí el primer esbozo de una “psicología de la autorrealización”.

La culminación de esta última corriente aparece con fuerza gracias a la aparición de la llamada Psicología Transpersonal (la “cuarta fuerza”, como algunos han querido denominarla), en la que se trasciende la realidad aparente y trata de ir más allá de la “máscara” (el significado etimológico de la palabra “persona” es “máscara” en griego) para llegar al núcleo auténtico del ser.

No es de extrañar, pues, que en un modelo psicológico en el que pretendemos ir más allá del ámbito personal para abordar la misma esencia del Ser, los psicólogos de esta última corriente se hayan nutrido ampliamente en el mundo del pensamiento oriental. Y este fenómeno no ha sido por snobismo o por moda, sino por el imperativo que marca el sentido común de acceder a las fuentes originales que, con mayor experiencia y precisión, nos  han legado los conocimientos sobre dicho camino.

Y esto ha sido así porque mientras que nuestra cultura se ha preocupado durante milenios de lograr unos avances tecnológicos que nos hicieran la vida más cómoda y agradable, y ciertamente que muchos avances se han logrado en este sentido, en la cultura oriental se han dedicado más a cultivar y aprender acerca de los fenómenos de consciencia.

Sin menoscabo de los grandes maestros y místicos occidentales, que los hubo y los hay, no es equívoco afirmar que, en este ámbito de la consciencia, oriente nos lleva la delantera.

La Psicología Transpersonal y la actual física de partículas, la Física Cuántica, han comprobado, como puede leerse en la obra de Fritjof Capra, “El Tao de la Física”, que la descripción de experiencia de consciencia que relatan algunos maestros orientales de épocas pasadas, se corresponde sorprendentemente con la que realizan los físicos cuánticos actuales cuando describen la naturaleza íntima de la realidad.

Tal vez consciencia y realidad material sean fenómenos coincidentes a nivel cuántico.

Para finalizar, cito a continuación las palabras textuales de Capra en un artículo de una de sus obras publicada junto con otros autores, “Mas allá del Ego”: Dice así, “La experiencia mística es necesaria para entender la naturaleza profunda de las cosas, y la ciencia es esencial para la vida moderna. Lo que necesitamos, por consiguiente, no es una síntesis, sino una interrelación dinámica entre la intuición mística y el análisis científico”.

 

Éxito y fracaso

Éxito y fracaso

Exito y fracaso¿Cuántas veces las cosas no salen tal como esperamos? ¿En cuántas ocasiones los resultados son menores que el esfuerzo que hemos invertido en ello?

Decimos que hemos fracasado cuando lo que sucede no se corresponde con nuestras expectativas o, simplemente, cuando no conseguimos lo que nos habíamos planteado previamente.

Hay personas que viven esta experiencia de un modo limitante y sienten disminuida su autoestima. Otros, en cambio, lo experimentan de forma potenciadora como algo que sucede en sus vidas y que, por tanto, también forma parte de su proceso de aprendizaje.

¿Qué es lo que marca la diferencia para que un mismo acontecimiento pueda verse de  formas tan distintas?

Se dice que fracasar es no tener éxito. Y eso, en general, no nos gusta.

En el caso de las personas perfeccionistas, esta sensación de fracaso es algo que suelen llevar bastante mal. Su error consiste en intentar eliminar el fracaso en sus vidas, pensando que pueden controlar todos los factores para ser exitosos, pero no se dan cuenta de que eso no es posible.

Fracasar no tiene por qué ser agradable, pero podemos hacer que sea provechoso, si lo transformamos en una experiencia útil ligada a nuestro proceso de aprendizaje.

Por tanto, aprender a “fracasar apropiadamente”, puede ser una de las mejores estrategias que deberíamos tener disponible en nuestro menú de recursos.

Eso quiere decir que la experiencia a la que llamamos fracaso tal vez no sea tan negativa como algunos pudieran creer en un primer momento, porque fracasar en algo nos permite aprender y adquirir importantes experiencias vitales que podrán ser utilizadas más adelante, siempre que se encuadre en un modelo funcional de aprendizaje.

Hubo una frase que se me quedó grabada en una de las películas que vi de pequeño, “Cualquier fracaso también tiene su gloria. Si te equivocas, aprovéchate” (De la película Chyti Chyti Bang Bang)

Sin embargo, en nuestra sociedad suele existir un innegable miedo al fracaso, porque la mayoría de las personas se enfocan sólo en los logros, en lugar de atender también a lo que van aprendiendo durante cualquier proceso vital. Esto se debe a que vivimos en un ambiente demasiado polarizado en la consecución de metas y de notoriedad, lo cual nos condiciona fuertemente, ya que se generan sentimientos de desvalorización o de falta autoestima cuando no se consigue lo que nos habíamos propuesto.

En nuestra cultura, existe una tendencia a valorar a las personas en función de los “logros” que obtiene, cosa que tiene su lógica, pero que se puede convertir en una limitación si no se hace de forma adecuada. Porque hay personas que llegan a ser exitosos por aquello que aprenden durante el camino y no por el resultado que obtienen a final de él.

La vida nos deparará muchas situaciones en las que queremos una cosa y sucede otra. ¿Cómo estar preparados para el fracaso y para lo inesperado? ¿Cómo estar preparados para el cambio?

En general vivimos condicionados por una sociedad que propone un éxito fácil y rápido. Los jóvenes, y los no tan jóvenes, se encuentran seducidos por una propaganda que les induce a creer que todo se puede conseguir de una manera rápida y sin demasiado esfuerzo. En general, esto es falso y, además, perjudicial, porque en la vida cuenta más el esfuerzo y la constancia que otras muchas cosas.

Pero en algunos aspectos dicha tendencia parece que va cambiando. Hoy día hay empresas que valoran mucho a quienes han sido capaces de alcanzar el éxito después de haberse sobrepuesto a algunos fracasos previos. Expertos en aprendizaje han llegado a a conclusión que es el esfuerzo más que el talento lo que permite ser exitoso a largo plazo.

¿Pero qué es el éxito?

Según decía Winston Churchil, “éxito es ser capaz de ir de fracaso en fracaso sin desesperar”. 

Muy ilustrativa, también, me pareció en su día la definición que ofrecía sobre el éxito el que fue mítico entrenador de baloncesto de la universidad de UCLA, Jonh Wooden, “el éxito es la paz de la mente que es el resultado directo de la auto-satisfacción de saber que usted hizo todo el esfuerzo que pudo para conseguir lo mejor de lo que eres capaz”.

Eric Berne (el padre del Análisis Transacional), aporta también su punto de vista al respecto. Decía que “un triunfador no es al que todo le sale bien, sino quien sabe qué hacer cuando fracasa” ¿Qué te dice esta frase?

Según parece, éxito, es algo distinto de conseguir una meta. Tiene mucho más que ver en cómo gestionamos nuestros desenlaces y de qué modo conseguimos seguir aprendiendo y desarrollándonos.

El éxito o el fracaso dependen en gran medida de nuestra percepción, ya que cada uno de nosotros interpretamos la realidad según nuestro modelo.

En muchas ocasiones la línea que separa a éxito de fracaso no está tan clara. Hace unos días leía el relato de una cantante que refería “haber perdido el control de su vida”, y eso sucedió debido al enorme éxito que tuvo. Fue el éxito lo que le llevó a tener que retirarse durante siete años.

El éxito es algo que todos deseamos, pero que no se encuentra exento de numerosos peligros. También hay que aprender a gestionarlo.

Hoy día, muchas corrientes psicológicas insisten en que es necesario enseñar a los jóvenes a experimentar y gestionar el fracaso, ya que uno de los problemas de muchas personas en la actualidad es la poca capacidad para hacer frente a las frustraciones.

Nuestra biografía puede contener muchas fuentes de información acerca de cómo hemos gestionado nuestros fracasos en el pasado, y sobre las conductas que han sido más eficaces.

La palabra fracaso se encuentra cargada de muchas connotaciones negativas. Cuando una pareja se separa, se dice que el matrimonio ha fracasado. Si un negocio se cierra, se dice que el negocio ha fracasado, etc. Y todo ello se suele expresar con matices limitantes. Pero, ¿es mejor mantener lo que no funciona bien o mejor intentar cambiarlo?

Por otro lado, hay personas que sienten la sensación de fracaso porque tienen la pretensión de que las cosas que intentan le salgan a la primera.

Que las cosas salgan a la primera es posible, pero no es frecuente. Lo normal es que cuando queremos aprender algo nuevo, necesitemos realizar varios intentos para que salga aceptablemente bien. Es la repetición, la práctica y el entrenamiento lo que permite alcanzar la excelencia en una tarea.

La historia nos enseña que, con frecuencia, el éxito ha llegado después de múltiples intentos. Dichos intentos fallidos no son fracasos en sí, siempre que los gestionemos de modo apropiado.

Es el miedo al fracaso lo que impide a muchas personas que intenten algo de nuevo, quedándose con la sensación de que no pueden. Hemos de aprender a permitirnos la posibilidad de no acertar a la primera y desarrollar el coraje para intentar las veces que sena necesarias aquellas cosas por las que creemos merece la pena el esfuerzo.

Pero no quiero decir que no existan ciertos fracasos, porque desde el punto de vista de la Sofrodynamia®, sí que existen los fracasos en términos de desarrollo humano.

¿A qué me refiero?

Entendemos que fracasan aquellos que no lo intentan, quienes ante cualquier pequeño obstáculo prefieren “el sueño de la oruga” en su crisálida, en lugar del vuelo, incierto pero libre, de la mariposa.

También hablamos de fracaso cuando por el miedo a fallar abandonas tus sueños y tus metas, o cuando dejas pasar la vida sin llegar a desarrollar todo tu potencial.

Estos son los fracasos a los que deberíamos temer, ya que, como dirían los budistas, nos hacen desperdiciar el ”precioso renacimiento humano”.

Sin embargo, no deberíamos tener miedo a no estar a la altura porque otros hacen las cosas mejor. Ni tampoco a que las cosas sucedan de un modo distinto al que nos gustaría. Ni a tener que intentarlo más de una vez. No deberíamos tener miedo a luchar por aquello que merece la pena, pues todo lo valioso tiene un coste.

Las cosas son como son, pero somos nosotros quienes las transformamos en un fracasos o en una oportunidad para crecer, y a esto último bien que podríamos denominarlo como éxito.

El éxito, pues, desde el punto de vista sofrodynámico consiste no en sólo en obtener resultados, sino en aprovechar cada momento de la vida para seguir creciendo y avanzando como seres humanos.

 

Editorial de agosto 2013

agostoEl calendario corre que se las pela, al menos esa es la impresión que me da, y casi sin darnos cuenta estamos inaugurando el mes de agosto, puerta de entrada al último trimestre del año en curso.  

Por desgracia, hemos despedido julio con un lamentable y mortífero suceso ferroviario que ha conmovido a todo el país sin excepción. No hay persona que conozca que no se haya estremecido ante las imágenes de la tragedia emitidas por los diversos medios informativos. 

Ya en otros momentos hemos experimentado dramas similares en este país, y en todas las ocasiones, además del dolor y la consternación, se han vivido al mismo tiempo inequívocas señales de apoyo, cariño y solidaridad hacia las víctimas y sus familiares. De alguna manera esto constituye un valioso consuelo para aquellos que de un modo absurdo e inesperado han sido visitados por la fatalidad y por la pérdida de sus seres queridos.

Creo que sentir el calor de las personas cercanas, o incluso de las distantes, pudiera ser una especie de bálsamo reparador, aunque ni estos signos de apoyo, ni otros similares, devuelvan la vida a los fallecidos ni subsane el profundo dolor de sus familiares. 

Muchos piensan que rezar no sirve para nada. Yo soy de los que opinan lo contrario. Y no sólo es cuestión de fe, los estudios de Harold Koenig en la Universidad de Duke, dan  fundamento científico al hecho de que rezar es especialmente útil para quien lo hace y para los demás. En algunos otros artículos me he referido a ellos.

Este dramático acontecimiento nos ha hecho pensar a todos en la enorme fragilidad de la condición humana y en lo poco que controlamos nuestro destino. Un desplazamiento en uno de los medios de transporte más seguros que existen se puede convertir en tu último viaje.

Soy consciente de que la muerte no está al final de la vida, sino que más bien nos acompaña siempre a lo largo de nuestro camino, muertey que una vez llegado el momento nos abraza, nos toma de la mano, ya estemos sanos o enfermos, seamos ricos o pobres, jóvenes o viejos… para decirnos que nuestros días en este mundo han tocado a su fin.

Con frecuencia, cuando comento cosas de este tipo, observo como algunas personas se consternan y me dicen que hablar o pensar en ello les hace sentirse más inseguros y vulnerables. Yo, por el contrario, pienso que la seguridad no puede nunca sustentarse en el hecho de evitar mirar la realidad, sino que más bien debiera fundamentarse en afrontar e integrar en nuestras vidas las cosas tal como son. Y lo cierto es que somos mortales y que no sabemos el momento en el que llegará nuestra muerte. Estas dos afirmaciones constituyen de las pocas certezas vitales que podemos sostener sin la menor duda.

No querer pensar en ello no añadirá ni un sólo día más a tu vida, pero es posible que te haga vivir bastante más temeroso e inseguro de lo que lo harías si supieses afrontar cara a cara esta cuestión.

Y el que la cosa sea de este modo, lo que me lleva es a revalorizar cada instante como algo único e irrepetible, a dar gracias por todo lo que me rodea, y a desear disfrutar tanto como pueda de cada momento vivido, así como de la presencia de los seres queridos que me rodean. 

familiaMe lleva, también, a enfocar mi atención y mi energía hacia aquello que considero valioso y digno de ser vivido, a no perderme por las ramas en asuntos que ni me van ni me vienen, y a procurar con todas mis fuerzas que mi vida sea lo suficientemente significativa para que, llegado el momento, pueda despedirme con la tranquilidad y el sosiego de espíritu de haber vivido con el máximo de plenitud que haya podido lograr. No quiero decir adiós a este mundo con la sensación de tener muchos “deberes por hacer”. 

Por eso soy de los que piensan que hoy es el mejor momento, y ahora es el mejor lugar para comenzar a vivir aquello que queremos vivir. Demorarlo indefinidamente sólo nos puede hacer más infelices.

Una paciente me contaba hace poco, “mi marido ha dejado aplazada muchas cosas para la jubilación. Ibamos a ir a muchos sitios, y, ahora, antes de jubilarse, le han diagnósticado una demencia y ya no podemos hacer nada de lo que habíamos dejado pendiente”. Aunque no se trate de un caso de muerte, saque usted mismo la moraleja de este breve relato.

Opino, por tanto, que ser consciente de la muerte no es algo que nos deba entristecer sino que por el contrario nos ayuda a disfrutar del presente y nos permite iluminar nuestra vida, haciendo resaltar aquellos asuntos que son significativamente valiosos para nosotros.

El mes de agosto, mes vacacional por antonomasia, es un momento del año tendente al disfrute, al descanso, al fomento de las relaciones, a los viajes… y a tantas y tantas cosas que normalmente no podemos hacer por falta de tiempo en los momentos en los que nos encontramos sometidos a un horario laboral, y que por eso dejamos para estas fechas.

Es cierto que cada uno disfruta a su manera. Y también es cierto que como están las cosas, muchas personas habrán tenido que renunciar a lo que otros años han podido hacer. Pero sea como fuere, a lo que nunca deberíamos renunciar es a la opción de poner todos nuestros medios para tratar de ser felices aquí y ahora, para promover nuestro bienestar, para disfrutar del hecho de estar vivos y de lo que cada día la vida nos ofrece, y, sobre todo, para regocijarnos con el regalo de la presencia de nuestros seres queridos (que a veces sólo lo valoramos cuando los perdemos). 

Es un buen momento para compartir penas y alegrías con nuestros amigos, para recargar nuestra deteriorada energía y para reflexionar a cerca de cómo desarrollar el inmenso potencial que cada uno de nosotros poseemos en nuestro interior y que hemos venido a explicitar en este mundo.

A estas alturas del año, y después de unos meses que me han requerido una cierta  intensidad de esfuerzo en lo laboral, familiar y personal, y tras algunas contingencias de diverso tipo, siento que necesito descansar. 

A pesar de que tengo aguante para el esfuerzo, cuando me voy quedando dormido en el sofá a la hora de la siesta (cosa que habitualmente no tengo costumbre de dormir), es que mi cuerpo me va pidiendo descanso.

Así que dentro de unos días comenzaré mis vacaciones, de las que además de disfrutar lo máximo posible, espero que puedan servirme para seguir descubriendo y agradeciendo el maravilloso don que constituye el hecho de estar vivos.

Os invito a que también las aprovechéis al máximo.

¡Feliz Agosto! 

 

Editorial de Julio 2013

Editorial de Julio 2013

julio-1Julio ya está aquí. Por fin tras un largo periodo de lluvias y de inestabilidades atmosféricas podemos disfrutar de un tiempo estable, soleado y seco. No obstante, como dice el refrán, “nunca llueve a gusto de todos”, y apenas han comenzado los calores veraniegos ya hay quienes añoran el frescor de otras estaciones. 

En este sentido parece como si con frecuencia echásemos de menos aquello que no tenemos, lo que nos falta, y sin embargo olvidamos sacar el máximo partido a aquello que sí que poseemos en el momento presente. 

La actitud anteriormente descrita constituye un modo de afrontar la vida con el que sufrimos más de lo que sería deseable, sobre todo porque perdidos entre las nubes de la nostalgia y la añoranza, se desvanece ante nosotros la posibilidad real de disfrutar el presente.

Siempre hay quienes se quejan de lo mal que le sienta el verano y los calores. Y es verdad que un calor excesivo representa una cierta incomodidad, incluso para algunas personas constituye una determinada limitación, como por ejemplo le hecho de salir para las personas mayores con elevadas temperaturas en horas centrales del día. Pero no es menos cierto que, al mismo tiempo, el verano aporta otra serie de aspectos positivos que hacen de dicha estación que sea considerada como unos meses en los que predomina el disfrute, el aspecto lúdico y vacacional, esto último incluso cuando no se tienen vacaciones oficiales.

Y es que cada época del año posee su propia peculiaridad y su propio encanto. De todos ellos podemos aprender a deleitarnos si somos capaces de ver lo bueno que aporta cada momento y cada estación climática.

Pero a pesar de todas las virtudes de esta época, me asalta un cierto temor y preocupación con esto del verano, porque como dice el título de una película “Las bicicletas son para el verano”, y me temo que aumentará el tráfico rodado de dichos vehículos, y eso me produce una cierta desazón.

Me explico. En realidad, la bici, siempre me ha parecido un medio de transporte entrañable y simpático, y por supuesto ecológico. Yo tuve la mía hace ya muchos años, cuando era pequeño. Disfrutaba los veranos dando numerosos paseos por una zona más bien campestres, y la compartía turnándome con mis hermanos más pequeños. En realidad más que una bici propia, aunque me la regalaron por mi cumple, era una bici comunitaria.

Pero los tiempos han cambiado, y aunque los materiales y diseños de las bicicletas han mejorado bastante, en realidad los variopintos velocípedos siguen siendo, básicamente, parecidos a los de antaño. Así que mi desazón parece que no proviene del vehículo en sí, sino más bien del uso que algunos hacen de él.

He de decir que, como peatón, nunca he tenido incidente alguno cercano al atropello con un vehículo de motor, pero en estos últimos meses, julio-2distintos ciclistas, haciendo eslalon entre los peatones, me han golpeado por la espalda en los brazos en varias ocasiones mientras caminaba por una zona peatonal. Es decir, he sufrido lo que podríamos denominar como “pequeño atropello parcial sin secuelas”. Nada relevante en término de lesiones, pero preocupante en cuanto a la posibilidad de sufrir algo más grave cuando aumente la densidad del tráfico debido al buen tiempo. 

Posiblemente, esto se haya debido a que al haberse masificado mucho más el número de usuarios, a los prudentes y respetuosos ciclistas de toda la vida se le hayan sumado otros muchos menos prudentes y respetuosos.

Así, cuando era pequeño se decía, “esto es más difícil que ver un burro volando”. Hoy día esta frase ya no es significativa, porque basta con ir a clase preferente de cualquier vuelo y encontrar a un político allí cómodamente sentado. ¡Frase superada!

Ahora,en los momentos actuales, como paradigma de algo realmente extraño y poco habitual, habría que decir “anda que eres más raro que ver a un ciclista parado en un semáforo”.

He de aclarar que hablo desde lo que yo veo cada día en la ciudad donde vivo y en la ruta que realizo. Así que espero que nadie se ofenda diciendo que en tal o cual ciudad las cosas no son así, o que conoce un semáforo en el que todos los ciclistas se paran. Tampoco quiero que crean que por el hecho de ser andaluz soy persona dada a la exageración de los relatos. Nada de eso.

Hablaré sólo de mi experiencia, aunque podría citar la de algún conocido que ha sido atropellado por la espalda dos veces por el mismo individuo (en este caso con lesiones). ¡Esto es puntería, ¿no?!

Como digo hablaré sólo de mi propia experiencia, habiéndome dado un  tiempo prudencial de observación de campo con la intención de documentarme.

He tomado como referencia temporal los dos o tres últimos meses. En ellos sólo en una ocasión, el ciclista se ha parado junto a mí respetando el semáforo. Insisto ¡sólo uno!. Todos los demás se lo saltaron. ¡Y he coincidido con  unos pocos!

En varias ocasiones y durante este mismo periodo de tiempo, conduciendo un coche, he tenido que frenar bruscamente ante unos ciclistas que iban a contravía es decir en dirección prohibida. En uno de los casos, la mama, el papa, y dos rubitos en sendas bicis, muy  monos todos y sonrientes, pero “a pique de un repique”.

Otros frenazos han sido ocasionados por cruces perpendiculares en zonas no reguladas por semáforos es decir, cruzar desde una acera a la contraria, saltándose dos vías con circulación de vehículos en esos momentos, ¡toda un a temeridad!

Y qué me dicen del denominado “carril bici”, ese lugar pintado de rojo que el ciclista contempla desde su sillín mientras conduce por donde le apetece.

Y podría seguir relatando algunos otros diversos incidentes, pero no quiero extenderme demasiado en el tema. 

He de aclarar que no tengo nada en contra de las bicis, ni de quienes la utilizan como medio de transporte, de disfrute o con intención deportiva, siempre que se haga con prudencia y respeto a las normas de tráfico y a la integridad física de los peatones. Porque, según pienso, vivir en comunidad significa respetar el derecho de los demás y pedir respeto al tuyo propio.

julio-3Pero hablando de otra cosa, me llama también la atención de que son muchas las actividades que se organizan a modo de curso escolar, y para muchas personas el año comienza en septiembre y finaliza los últimos días de junio, siendo julio y sobre todo agosto, una especie de tiempo muerto (como en el baloncesto) o de pausa generalizada en la que todo el país parece ralentizarse, con la salvedad de los que están ya suficientemente ralentizados, porque, la verdad, es que conozco a algunos que como se ralenticen más se caen del planeta por falta de atracción gravitatoria.

En estos días, me he dado cuenta de que cuando se despiden de mí, muchas personas me dicen “feliz verano”. Y la verdad es que me alegro de escuchar dicha frase a la que yo, de modo recíproco, como no podía ser de otro modo, también respondo.

Y me alegro mucho por varias razones. La primera es que el hecho de desear felicidad a otra persona es siempre algo digno de agradecer, ya que denota una cierta delicadeza, cariño o, cuando menos, educación, un bien tan escaso últimamente.

Por otro lado, hace que me enfoque un poco más en atender a crear las circunstancias mas propicias para que emerja dicha felicidad deseada. Y eso siempre es un plus. 

Lo vivo como si esas despedidas constituyesen una oportunidad para realizar una toma continuada de consciencia, con la esperanza de que por mera repetición, de una u otra manera, acabará calando en mi interior y haciéndose realidad.

Es curioso que no decimos, o al menos yo no lo he escuchado, feliz otoño o feliz invierno. No son frases frecuentes. Pero no nos extraña nada escuchar aquello de feliz verano. 

Y aunque lo deseable sería desear felicidad en cada momento del año, lo cierto es que sólo lo hacemos en ocasiones puntuales, Navidad, Pascua, y algunas fiestas en determinados lugares. 

Así que, sea por la razón que sea, podemos aprovecharnos de esos deseos recíprocos de que nuestro verano y el de las demás personas sea lo más feliz posible.

Feliz Julio

 

Vivir en el ¡ahora!

Vivir en el ¡ahora!

pasado-presente“Si te centras mucho en evocar el ayer es posible que, apenas sin darte cuenta, te olvides vivir el presente del modo que debieras, ya que estarás muy ocupado reviviendo y atendiendo a algo que ya pasó” (ANF)

Poder curativo del Espacio Interior

Poder curativo del Espacio Interior

Espacio interior“Durante el entrenamiento sofrodynámico hacemos hincapié en la importancia de experimentar el Espacio Interior. Para algunas personas, esto, constituye un concepto algo abstracto y, en cierto modo, lejano. Tan abstracto y lejano como lo son las nociones de amistad o amor, que suenan sorprendes y oscuras para quienes no las han vivido.

Con el Espacio Interior pasa algo parecido, pero basta sólo una pequeña porción de experiencia para que se torne claro, luminoso y sugerente. Cualquier persona que tenga una cierta experiencia en prácticas de tipo meditativo podrá dar testimonio de dicha experiencia pero, obviamente, es un terreno desconocido para el no practicante.

Desde el punto de vista sofrodynámico, una de las experiencias más importantes para cualquier persona es, pues, el descubrimiento mediante su propia experiencia de dicho Espacio Interior.

Podría decirse que el Espacio Interior es un espacio de consciencia sutil y muy sutil, cuyas características principales son: Esencia, Sabiduría y Gozo.

Se encuentra más allá de los contenidos mentales y podríamos definirlo como “un espacio de pura consciencia”.

En realidad es bastante más difícil de definir que de experimentar, lo cual suele suceder cuando calmamos la agitación superficial de la mente y, a través de técnicas meditativas, accedemos a dicha dimensión del ser.

En el Espacio Interior somos y, por eso, una vida plenamente humana no puede llegar a desarrollarse sin realizar su apertura.

Con una respiración controlada, una vez eliminadas las tensiones corporales, y calmada y sosegada la mente, más allá de los pensamientos y emociones perturbadoras se encuentra una experiencia nítida, transparente y pacífica, de consciencia eternamente presente, y todo problema o turbación parece disolverse en su propia naturaleza, el espacio vacío.

Avalado por numerosos estudios actuales, es posible afirmar que dicha práctica es sanadora, ya que es capaz de armonizar diversas funciones biológicas, entre ellas la del sistema inmunitario, pero además del bienestar personal que produce, se ha constatado también que puede ayudar a mejorar las relaciones interpersonales incrementando el número de actos compasivos hacia los demás.” (ANF)

Ni ayer, ni mañana…

Ni ayer, ni mañana…

presente“Estamos llamados a descubrir todo el potencial de amor, de creatividad y de vida que brota en cada momento presente, porque no existimos ni en el ayer ni en el mañana, sólo en el ahora” (ANF)

No te olvides del ahora

No te olvides del ahora

No te olvidas del ahora“Con frecuencia nos preocupa tanto lo que tal vez pueda ocurrir mañana que perdemos de vista lo que realmente está sucediendo ahora. El futuro es incierto pero se nos olvida que el presente no lo es, así que más te vale centrarte en el hoy si quieres un mejor mañana.” (ANF)

Esperar el momento

Esperar el momento

esperar el momento “He comprobado que intentar ayudar a destiempo o cuando no se ha requerido dicha ayuda, puede ser contraproducente. Por eso, cuando surge de nuestro corazón el deseo honesto de ayudar a otros, tal vez debamos hacer una pausa para esperar el momento más adecuado, sabiendo que, en este caso, nuestro silencio no significa distancia o desinterés, sino exquisito respeto a los tiempos del otro” (ANF)