Vivir apasionadamente

Vivir apasionadamente

vivir con pasiónSer sabio significa que somos capaces de saborear la vida, de disfrutar de lo más profundo de su esencia, y eso sólo se consigue cuando se vive apasionadamente.

Siempre he admirado a las personas que ponen pasión en todo aquello que hacen, a quienes son unos enamorados de sus tareas, a quienes imprimen en su vida un sello tan especial que contagia a los demás sólo con mirarlos, porque transmiten su amor y su entusiasmo por todo aquello que hacen, ya sean las cosas más grandes o las más sencillas.

La pasión es aquella característica que transforma algo corriente en algo especial, porque cuando descubrimos y seguimos nuestra pasión nos transformamos en unos seres únicos y especiales.

Aunque no seamos consciente de ello, siempre podemos elegir entre vivir una vida mediocre o desarrollar nuestro potencial al máximo para dar al mundo aquello que hemos venido a aportar.

Para eso habremos de comprometernos con nuestros propios sueños, con aquello que nos permite florecer y dar frutos, y esto hará que nuestra vida posea un significado diferente.

Los apasionados son quienes luchan y persiguen sus sueños, ya que hacen lo que aman. Son personas brillantes y magnéticas porque enfocan su esfuerzo hacia aquello en lo que creen.

Hoy día la pasión se relaciona con la felicidad y se considera que es un elemento imprescindible para conseguirla.

Por tanto, en algún  momento de la vida habremos de preguntarnos si realmente hacemos lo que amamos o si, por el contrario, nos encontramos viviendo una vida rutinaria y sin apasionamiento.

Vivir con pasión es como dar un sí incondicional a la vida, pero, realmente ¿nos encontramos preparado para ello?

Poner pasión en la vida también se relaciona con alcanzar la excelencia, porque cuando nos apasionamos hacemos las cosas de la mejor manera posible y con la mejor calidad.

Con frecuencia, vivir con pasión, marca la diferencia entre quienes son exitosos y quienes no, porque también tiene mucho que ver con el entusiasmo, y gracias a ese entusiasmo somos capaces de perseverar incluso cuando las condiciones resultan adversas.

Por eso, si quieres saborear la vida en toda su profundidad y ser fiel a tu propio destino,

es importante que descubras y sigas tu pasión, porque seguir la pista de aquello que realmente nos apasiona, lo que nos hace vibrar y nos permite sentir la vida de un modo especial y único, es lo que marcará la diferencia entre vivir con plenitud o vegetar en una vida rutinaria y mediocre.

 

A propósito del cambio

A propósito del cambio

a propósito del cambioAprender a gestionar adecuadamente los procesos de cambio es una de la principales habilidades implicadas en el proceso de desarrollo humano.

A continuación expondré una serie de reflexiones que nos ayudarán a entender mejor dichas cuestiones.

 

1.- ESTAMOS SIEMPRE EN CONTINUO PROCESO DE CAMBIO: Todo el universo cambia y los seres humanos no escapamos a dicha ley inexorable. El cambio es el único fenómeno permanente y constante, siendo inmanente a la naturaleza humana, ya que, lo queramos o no, seamos conscientes o no, estamos siempre en continuo cambio en todos los diferentes niveles de nuestro ser, físico, mental y espiritual.

 

2.- EN TODO PROCESO PUEDEN APARECER CAMBIOS NO DESEADOS: Todo está en permanente cambio, sin embargo unas veces somos conscientes de ellos y otras veces no. En muchas ocasiones nos sentimos incapaces de gestionarlos de una forma adecuada, de tal manera que, con frecuencia, se producen aquellos cambios que no queremos y somos incapaces de llevar a cabo aquellos otros que sí deseamos.

 

3.- APRENDER ES CAMBIAR: El aprendizaje implica un cambio.  Aprender es pasar de un estado de menor a otro de mayor conocimiento. Cada vez que aprendemos una nueva habilidad o destreza estamos realizando un cambio en nuestra ,manera de entender y afrontar la realidad. Así que, sin lugar a dudas, podemos afirmar que aprender es cambiar.

 

4.- PARA CRECER NECESITAMOS CAMBIAR: En un contexto de crecimiento y desarrollo nos interesan todos aquellos aprendizajes que nos permiten generar cambios en sentido potenciador.  Sabemos que cada tipo de cambio distinto requerirá un tipo determinado de aprendizaje diferente, pero quizás el mejor aprendizaje de todos es el que nos enseña a “aprender a aprender”.

 

5.- DESARROLLARSE ES MODIFICAR NUESTRO MODELO DEL MUNDO: Es imprescindible saber que no experimentamos directamente lo que el mundo realmente es, sino que experimentamos solamente aquellas representaciones mentales que poseemos según nuestro modelo.

También es importante darse cuenta de que aquello a lo que llamamos aprender no es un mero absorber información sino que más bien será un continuo crear y recrear nuestros modelos mentales. Muchos sufrimientos se producen porque nuestro modelo no responde apropiadamente a la realidad o porque dicho modelo no tiene recursos suficientes para actuar en el mundo de una manera eficiente. Así que cualquier aprendizaje potenciador tendrá como característica un enriquecimiento de nuestro modelo.

 

6.- EL DESARROLLO NO ES UN PROCESO LINEAL: El desarrollo humano raramente es un proceso lineal, más bien es un proceso de tipo espiral, en el que en cada una de sus vueltas retomamos, básicamente, los mismos asuntos pero asumiendo nuevos y diferentes puntos de vistas con una perspectiva más global.

 

7.- CAMBIAR PUEDE SER UN PROCESO CON ALTIBAJOS: También se puede decir que el cambio puede ser un proceso en el que existen picos y valles. Habrá momentos en los que nos sentimos plenos y llenos de vitalidad y, junto a esos momentos, existen otros de gran dureza y en los que, en algunos casos, perdemos un poco el sentido de las cosas y el rumbo de la vida. Es por ello que una cierta guía y un acompañamiento de alguien que conozca estos asuntos puede ser bastante eficaz como compañero en este viaje.

 

8.- TODO CAMBIO TIENE SUS PEGAS: En todos los procesos de cambios existen pegas. Pensar que no existen o pasarlas por alto puede hacer que el cambio no funcione, pero en ningún caso ha de ser un obstáculo lo suficientemente fuerte como paraque nos instalemos en el estancamiento.

 

¿De qué trata la Sofrodynamia®?

¿De qué trata la Sofrodynamia®?

herramientas mentalesCon mucha frecuencia escucho preguntas como estas, ¿qué es eso de la Sofrodynamia®? ¿Es una especie de técnica de relajación? ¿Es algo oriental? ¿Tiene que ver con el desarrollo humano? ¿Se puede aprender?…etc.

Así que voy a tratar de aclarar algunas ideas.

Decidir arriesgarse a vivir una vida mejor que la que actualmente tenemos es algo sumamente importante, valioso y, en cierto modo, arriesgado.

Posiblemente sea ésta una de las decisiones más serias que podamos realizar en nuestra vida, ya que requiere un serio compromiso por parte de quien así lo decide. Dicho compromiso es siempre consigo mismo, nada que ver con algo o con alguien exterior o ajeno.

En el caso de que aceptes asumir el reto de vivir mejor, vas a necesitar valor, coraje, disciplina, constancia y, tal vez, algunas otras cualidades más, pero, sin lugar a dudas,  puedes confiar en que el esfuerzo que realices merecerá la pena. Al menos así lo han constatado quienes en su día decidieron emprender este camino.

En el mundo material, cuando queremos mejorar el funcionamiento de algo, parece evidente que es importante conocer la naturaleza de dicho objeto, así como las reglas que rigen su funcionamiento. Es decir, aprender acerca de lo que hace que funcione mejor, así como las posibles causas de avería y el modo de reparar el objeto cuando no funciona como es debido.

Si trasladamos esta idea al Mundo Interior, nos daremos cuenta  de que es a través del autoconocimiento que se va produciendo la progresiva transformación que nos hace más hábiles y competentes en lo referente a alcanzar nuestras metas. Es pues un asunto de autoconsciencia ligado al aprendizaje.

Un ser humano es un sistema bastante complejo sobre el que inciden simultáneamente diferentes tipos de estímulos físicos, químicos, biológicos, psicológicos y energéticos como para intentar controlarlos todos en cada instante. Sin embargo, a pesar de dicha complejidad, existen algunas reglas de funcionamiento bastante sencillas, tanto que, cuando las conoces y las aplicas, con un poco de práctica puedes mejorar tu funcionamiento.

Dicho con un ejemplo, aprender Sofrodynamia® es como descubrir de manera práctica el manual de uso de la mente, una “guía rápida” que te permitirá obtener el mejor rendimiento en un tiempo no demasiado largo.

De esto trata la Sofrodynamia®, de aprender sobre nosotros mismos y sobre las reglas que nos permiten mejorar.  En resumen, y por decirlo de una manera muy breve, la Sofrodynamia® trata de enseñarte a gestionar mejor los procesos mentales para aprender vivir más plenamente.

 

La paciencia

La paciencia

2812643Normalmente creemos que paciencia es sinónimo de aguante. Hay quienes piensan que es paciente aquella persona que es capaz de soportar determinadas situaciones por un tiempo prolongado, incluso cuando estas son injustas, pero yo me pregunto si éste es el auténtico sentido de la paciencia.

Porque si admitimos eso, entonces, podría decirse que son muy pacientes los pasivos, quienes no se rebelan, los sumisos, o cualquier persona que carece de la voluntad y la determinación suficiente como para ser capaz de realizar cambios en su vida, manteniendo indefinidamente situaciones que a veces no debiera.

Sinceramente pienso que ser paciente no significa aguantar, sin más.

Tener paciencia no es sinónimo de soportar, ni tampoco de incapacidad para la acción. Entonces, ¿qué es la paciencia?

Hace tiempo alguien me enseñó que paciencia es la “capacidad para entender la verdadera realidad de cada situación y obrar conforme a ello”.

La paciencia, al menos desde el punto de vista sofrodynámico, implica una “consciencia diligente”, y esto no tiene nada que ver con la pasividad.

Ser paciente es, como dije antes, “saber entender” y ser capaz de buscar el momento apropiado para realizar cada acción evitando precipitaciones.

En cierto modo, la paciencia, es una capacidad de la mente que nos permite trascender los automatismos no conscientes, las respuestas del tipo acción-reacción.

Paciencia es, pues, una actitud mental que nos permite establecer “espacio” en nuestro mundo interior para comprender cada situación con mayor nitidez y claridad, sabiendo discernir entre las ocasiones en las que debemos actuar y aquellas otras en las que hemos de demorar la respuesta. A partir de dicha comprensión seremos capaces de elegir actuar o no, evitando con ello caer prisionero de nuestras reacciones automáticas.

No dejes que la memoria te engañe

No dejes que la memoria te engañe

memoriaEn aquellas ocasiones en las que he expuesto algunas ideas acerca de la memoria y el modo nada fidedigno en el que recordamos nuestro pasado, muchas personas se   han sentido sorprendidas, incluso me han parecido algo incrédulas al respecto.

Quizás porque hasta ese momento pensaban que sus recuerdos eran una especie de “acta notarial de su pasado”, y se desilusionan al saber que no son tan fiables como hasta entonces creían.

Veamos esto más despacio.

Hoy día sabemos que nuestro cerebro es un órgano mucho más plástico y maleable de lo que en un principio se pensaba, de tal manera que cada día se crean, modifican y destruyen numerosas conexiones neuronales, con todo lo que ello implica.

Salvo en caso de enfermedad neurológica, siempre es posible aprender nuevas destrezas, a pesar de la edad que tengamos. Y todo ello se produce gracias a la creación de nuevas redes neuronales. Para lograr esto, la repetición y la constancia, es decir, el entrenamiento, es una herramienta clave.

También es posible mejorar y modificar lo que ya sabíamos, porque nuestro cerebro está especialmente dotado para el aprendizaje.

Hasta aquí, podríamos decir que disponemos de una fantástica herramienta para tratar de entender la realidad tanto de mundo exterior como del interior.

Sin embargo, parece que “no es oro todo lo que reluce”. Porque el cerebro también es un gran experto a la hora de crear falsas interpretaciones, ya que le encanta inventar historias y, en cierto modo, podría decirse que nos manipula.

Un ejemplo claro de esto es la memoria.

Hoy día sabemos que aquello que recordamos, muchas veces no tiene nada que ver con aquello otro que sucedió realmente. Se han realizado numerosos estudios que lo confirman.

De forma coloquial y menos académica, para comprobar lo anterior, basta con tratar de evocar un evento compartido de nuestro pasado para comprobar, en una reunión de amigos o familiares, las diferentes interpretaciones y discrepancias al respecto que pueden presentarse de ese mismo recuerdo. Porque cada cual lo recordará según su “peculiar manera”. Todos creerán que la correcta es la suya y que el otro está equivocado.

Lo cual quiere decir que una cosa es lo que experimentamos en un momento dado y otra bien distinta la que aparece en nuestra consciencia cuando queremos recordarla un tiempo después.

Pudiera parecernos extraña la afirmación de que aquello que recordamos no son más que construcciones mentales realizadas a partir de nuestra experiencia pasada, pero la cosa es así, tanto si nos gusta como si no.

Por consiguiente, sería bueno que comprendiéramos que nuestros recuerdos no son, pues, evocaciones literales históricas de nuestro pasado, como mucha gente cree de forma algo ingenua, sino que son “reconstrucciones” de los acontecimientos que han sido modificadas por el paso del tiempo y por nuestro propio modelo del mundo.

Si a esto le sumamos que, como he comentado en otros artículos, lo que llamamos “nuestras experiencias” no son más que otro tipo de construcciones mentales que también realizamos a partir de los fenómenos vividos, pues no cabe duda de que la cosa se complica un poco.

Por si fuera poco, ademas de todo ello, en cada observación que realizamos también nos encontramos limitados por la perspectiva desde la que accedemos a ella. Así que, tomando como base lo anterior, tal vez deberíamos plantearnos seriamente que, puestos a hacer construcciones mentales, ¿qué tal si aprendiésemos a realizarlas de la mejor manera posible?

Editorial de abril de 2014

Editorial de abril de 2014

primaveraCasi en un abrir y cerrar de ojos nos hemos plantado en el cuarto mes del año. Llega abril como cualificado heraldo de la reciente primavera que, tímidamente introducida por marzo, va mostrando su esplendor cada día mejor.

Me gusta mucho la primavera, ya lo he dicho bastantes veces, pero habrán de perdonarme porque parece como si no me cansase de repetirlo, quizás porque me siento un poco en deuda con ella.

Opino que nos aporta muchas más cosas positivas que negativas y, sin embargo, no siempre sale bien parada en lo que a opiniones de otras personas se refiere.

De algún modo, me veo en la obligación de tratar de compensar la mala fama que otras personas le atribuyen a esta estación, haciéndola responsable de sus males y dolencias. Y no es que les falten razones para ello, como por ejemplo a los alérgicos o también a quienes padecen ciertos tipos de enfermedades cutáneas, digestivas o circulatorias, que temen que al llegar estos momentos su calidad de vida se vea mermada.

Obviamente, es normal que quienes sufren estos percances no se encuentren demasiado contentos por la llegada de la primavera, ya que, entre otras cosas, posiblemente necesiten recurrir a más medicación para controlar sus síntomas.

Pero más allá de estos achaques, primavera, al menos para  mi, es algo mucho más mágico y grandioso. Primavera es sinónimo de vida y de eclosión de la naturaleza que lucha por perpetuarse.

Por eso, cuando digo que me gusta la primavera, no me refiero solamente a lo climatológico con sus agradables y suaves temperaturas, sino también a la luminosidad de sus amaneceres y atardeceres, a la vistosidad de sus colores y a la fragancia de los diversos aromas que inundan el ambiente y que podemos percibir por doquier, porque tanto vale el perfume que nos aporta una humilde maceta en nuestro hogar como las cálidas y complejas mixturas florales que podemos percibir paseando por un elaborado y vistoso jardín de gran extensión.

Algunas personas aprovechan estas fechas para realizar excursiones que les permitan contemplar la belleza de las exuberantes floraciones de determinadas plantas. Es fácil en nuestras tierras disfrutar de la blancura y el embriagador perfume de los azahares, de los intensos contrastes con el verde de los campos salpicados por el color rojo de las amapolas, de los aromáticos jacintos o del esplendor majestuoso de las glicinias con su copiosa floración, amen de otras muchas flores.

Inspirados por la belleza de estos momentos, han alcanzado cierta fama algunas rutas para ver  floraciones especiales, como la de los rododendros en el Parque Natural de los Alcornocales o, la muy consolidada ya, ruta de los cerezos en flor del Valle del Jerte, todo un festival de luz y color para los sentidos.

No puedo negar que me encanta presenciar la mágica transformación por la que un pequeño brote, como si se desperezara después de un largo sueño, se abre al mundo dando lugar a una hermosa, nueva y efímera flor. Tal vez mañana ya no esté, el viento o la lluvia puede haberla hecho desaparecer, pero mientras dura, ¿por qué no disfrutar de su cautivadora belleza?

La primavera es también una época propicia para el apareamiento de muchas especies, así como para de la siembra de diversas semillas, una vez la tierra se ha visto libre de los fríos y los hielos del invierno. Las aves incuban sus huevos, las abejas ponen los suyos aprovechando la bonanza de las temperaturas que nos promete esta nueva estación.

¿Cómo es posible que no sintamos esta manifestación de la vida en nuestro interior?

La primavera para mi es más que una estación, es una especie de gran metáfora de la vida. Porque hablar de primavera es hablar también de renovación, de cambio, de surgimiento y de transformación.

Lo primaveral huele a fresco, a nuevo, a limpio. Decir que algo es primaveral es como destacar su inocencia, su candidez y su pureza.

Y no me refiero sólo a lo que captan los sentidos, de luz y color, sino que para mi, la primavera, posee una especie de dimensión simbólica que se encuentra mucho más allá de lo meramente sensorial.

Atribuimos la cualidad de la “primavera” a aquellas situaciones en las que surge algo nuevo y esperanzador, porque parece como si la primavera fuese una especie de encarnación en la tierra del “espíritu de la renovación”.

Tal vez debiéramos plantearnos el modo en el que podríamos llegar a encarnar dicho espíritu en nuestra vida, es decir, cómo experimentar una verdadera “renovación” en lo cotidiano.

No cabe duda que aprendiendo a desprendernos de todos aquellos lastres del pasado que frenan nuestro desarrollo, nos impiden avanzar y, además, en la mayoría de los casos no tendríamos por qué seguir llevándolos.

Por tanto, vivir según el espíritu de la primavera es como permitirse dar un sí incondicional a la vida.

Desde este punto de vista. Podríamos llamar a la primavera la estación del despertar, porque constituye el fin del del sueño invernal para abrirnos a una  nueva luz naciente.

¡Cuanto tiene que ver esto con el camino del ser humano hacia el desarrollo!

Cada año siento en mi interior la llegada de la energía renovadora de a primavera. Es como una fuerza que va creciendo en intensidad y vigor a cada día que pasa. Una energía que se encuentra en íntima conexión con los cambios que suceden en la naturaleza exterior.

Tal vez por eso, en primavera, me siento más despierto, más lúcido y creativo, surgen en mi nuevos proyectos y se renuevan ilusiones hacia el futuro.

Durante un tiempo pensé que esto era común a todo el mundo, pero los años me han hecho desistir de esta hipótesis. Me he dado cuenta de que cada persona sintoniza mejor con la energía de una determinada estación, aunque, por desgracia, los hay que no sintonizan con ninguna.

De entre todas las grandes metáforas que la primavera nos plantea, si tuviese que destacar alguna, yo elegiría la de la resurrección.

La primavera representa el triunfo de la vida sobre la muerte, y qué mejor que la resurrección puede simbolizar esto.

En nuestra cultura, justo en estos momentos, celebramos la Semana Santa, celebración lunar que coincide con la primera luna llena después del equinoccio de primavera.

Para todo el mundo católico, la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo es la celebración central de su fe.

Pero quienes no son católicos podrían también servirse de las enseñanzas que dicha conmemoración nos aporta, ya que en su esencia contiene una rotunda afirmación de la vida, de la esperanza y del amor, supremas vencedoras de todo dolor, de todo sufrimiento y de toda clase de muerte.

Pero entender este mensaje sólo está al alcance de quienes, libres de los prejuicios, son capaces de mirar más allá de lo aparente para descubrir la riqueza simbólica que la vida en cada instante nos aporta en forma de regalo de sabiduría.

¡Quien tenga ojos que vea, y quien tenga oídos que oiga!

¿Qué sucedería en nuestra vida si nos permitiésemos florecer como una nueva primavera surgida del corazón para expresar al mundo todo nuestro oculto esplendor?

 

¡Feliz abril!

Responsabilidad  y Desarrollo Humano

Responsabilidad y Desarrollo Humano

Responsabilidad Seguro que la mayoría de los que somos padres le hemos hablado alguna vez a nuestros hijos a propósito de la responsabilidad que han de tener en el desempeño de sus compromisos en la vida, instándoles, sobre todo, a que sean personas responsables.
Al mismo tiempo estoy convencido de que la mayoría de las personas que lean estas líneas también procuran ser responsables en los distintos ámbitos de sus vidas.
Mi padre era persona poco dada a los discursos, por lo general hablaba más bien poco, pero fue a través de sus ejemplo que pude aprender de él algunas cosas que a lo largo de mi vida he considerado de suma importancia, tales como el valor de la palabra dada, la honestidad o la responsabilidad en el trabajo con el que nos comprometemos.
Vemos, pues, que este asunto de la responsabilidad no es algo lejano, sino más bien cercano y práctico.
No hace falta tener demasiada formación académica para saber el significado del término responsabilidad. En castellano, la palabra responsabilidad deriva del vocablo latino “respondere”, que significa “dar correspondencia a lo prometido”, y hace alusión también al compromiso de asumir las consecuencias de nuestras propias acciones.
En términos legales, la responsabilidad, es una noción de suma importancia, ya que se encuentra relacionada con el deber de dar cuenta, tanto de nuestras acciones como de nuestras omisiones, las cuales pueden ser constitutivas de faltas o delitos cuando éstas no se ajustan a la ley. En este ámbito, el concepto de responsabilidad suele entenderse bastante bien y, por lo general, también suele ser razonable.
Podríamos decir, por tanto, que asumir la responsabilidad respecto de lo que hacemos es muy apropiado para funcionar lo mejor posible en una sociedad como la nuestra.
Pero, por otro lado, en términos de Desarrollo Humano, la noción de responsabilidad no siempre es tan clara y precisa como lo descrito anteriormente. No obstante juega un papel fundamental en dicho proceso, por lo que conviene que profundicemos un poco en ello.
Con cierta frecuencia pasamos por alto o no tenemos en cuenta que también somos responsables de lo que sucede en nuestro interior.
Sabemos que no podemos controlar muchas cosas de las que pasan fuera, pero siempre podremos modular nuestra respuesta frente aquello que nos sucede. Esta es nuestra responsabilidad.
Según parece resulta bastante más sencillo ser responsables en el trabajo o en los asuntos de la casa, por ejemplo, que asumir esa misma responsabilidad en los asuntos de nuestro Mundo Interior. Conozco numerosos ejemplos de personas que, siendo muy responsables en el ámbito de su trabajo, no lo son tanto en lo que se refiere a sus procesos metales.
Entonces, ¿qué papel juega la responsabilidad en el terreno del Desarrollo Humano?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que hemos de comenzar aceptando que somos los responsables de nuestra propia vida.
Esto no siempre resulta sencillo de asumir, pues muchas veces preferimos atribuir a terceras personas, o a determinadas circunstancias, la causa de nuestros males, desgracias o infelicidades.
Aceptar ser responsables de nuestra vida constituye en sí mismo un reto y también una elección. Una muy importante elección, diría yo, ya que a partir de ella se derivarán significativas consecuencias para nuestra vida.
En términos generales, en cuanto al Desarrollo Humano se refiere, lo sepamos o no, siempre tenemos dos opciones: elegir seguir dormidos o elegir comenzar a despertar.
Si eliges seguir dormido, entonces no necesitas continuar leyendo. Puedes cambiar a otra lectura o tal vez a una serie de televisión, porque lo que viene a continuación está dirigido sólo al segundo grupo de personas, es decir, a aquellos que han decidido despertar.
Así que, si continúas leyendo, es porque decidiste comenzar a despertar. Entonces ¡enhorabuena!, porque este es el camino de quienes buscan la autorrealización o, dicho de otro modo, de aquellos que han decidido salir en busca de la felicidad.
Y una de las primeras creencias que deberíamos de instalar en nuestra mente es, precisamente, la de que elegir despertar conlleva una gran responsabilidad.
Pero ¿qué quiero decir exactamente con eso de que es una gran responsabilidad?
Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que la afirmación “quiero despertar”, se encuentra inseparablemente conectada con “soy responsable de mi vida”. Y si volvemos a la definición que expresé al comienzo de este artículo, es como decir “he de corresponder con lo comprometido”.
¿Y qué es lo comprometido?, pues alcanzar la autorrealización.
Quiere decir que, a partir de ahora, no podrás tratar de culpar a otros (personas, circunstancias, condiciones etc.) de tu propio destino. Y esto último suele no gustar a determinadas personas.
A partir de ahora has de saber que eres responsable de tu vida, de ser capaz de alcanzar tus metas, de poner pasión por lo que haces. Eres también responsable de buscar la excelencia y de no escatimar esfuerzo ni trabajo hasta conseguirlo, así como de muchas cosas más.
Aceptar dicha responsabilidad no es una tarea sencilla, pero si suficientemente importante y valiosa como para que lo apreciemos como un auténtico tesoro, porque esto es lo que establece la diferencia entre quienes persiguen sus sueños respecto a quienes los abandonaron hace mucho tiempo.
Por tanto, no sólo somos responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer, sino también del modo en que nos construimos como seres humanos.
La afirmación “soy responsable de mi propio destino” resulta ser tan comprometida como poderosa, porque quienes asumen el reto de acoger y aceptar la responsabilidad como parte de su proceso de Desarrollo Humano, sentirán la energía y la fuerza necesaria como para poder superar los obstáculos que encuentren en su camino, para ser capaces de afrontar la adversidad cuando ésta les llegue y para alcanzar, finalmente, las más altas metas en su camino hacia la autorrealización.

Acontecimientos y experiencia

Acontecimientos y experiencia

acontecimientos y experienciasEn el mundo suceden cosas, y a esas cosas que suceden las llamamos acontecimientos o eventos. Podríamos decir, pues, que un acontecimiento o un evento, es un fenómeno histórico ocurrido en un tiempo y un espacio concreto.
Pero cuando un ser humano lo experimenta, entonces pasa de ser un mero suceso histórico para transformase en una “experiencia vital”.
Es en ese preciso momento cuando deja de ser algo algo sucedido y objetivo, para convertirse en una construcción mental personal y subjetiva, es decir, elaborada.
Por eso, ante cualquier acontecimiento existen tantas interpretaciones construidas como sujetos lo experimenten. Cada cual hará la suya propia y se quedará tan satisfecho. No existe, pues, una interpretación verdadera y única que haga que las demás sean falsas. Todas ellas serán subjetivas y personales, pero con la característica de que cada persona la defenderá como su “auténtica verdad”. Por tanto, lo que llamamos experiencia, es sólo una mera “interpretación de algo vivido”. Comprender esto tiene una gran importancia.
En términos de desarrollo humano, no nos interesa clasificar las experiencias en buenas o malas, sino en limitantes o en potenciadoras. Es decir, un mismo acontecimiento me servirá para sufrir o para crecer, dependiendo del modo en que procese dicha información.
Lo anterior no tendría mayor importancia si no fuese por el tremendo error que los seres humanos reiteramos contumázmente: creer que lo que sentimos como experiencia vital es igual al acontecimiento histórico. Este error constituye la base de mucho sufrimiento inútil, de discusiones e incluso de conflictos de mayor envergadura.
A lo largo de los años trabajando con muchos pacientes, he constatado con cierta frecuencia que lo que la persona siente que sucedió apenas se parece al evento acontecido.
Para salir de este error, conviene tener muy claro unas cuantas premisas:
1.- Lo que en cada momento piensas y sientes no es más que una construcción mental y personal de algo diferente.
2.- Cada persona tiene la suya propia.
3.- Esta construcciones mentales no deben clasificarse como verdaderas o falsas, sino como apropiadas (potenciadoras) o no apropiadas (limitantes), según nos hagan crecer o sufrir.
4.- La felicidad o el sufrimiento, pues, no son fruto de acontecimientos vividos sino de la forma en los que cada uno los ha experimentado.
5.- Podemos aprender a construir experiencias internas de un modo más potenciador, y eso nos ayudará a vivir mejor el presente y a reinterpretar mejor nuestro pasado.
Comprender estos cinco puntos es fundamental para aquellas personas que han tomado la decisión de sufrir menos y de vivir mejor.
Aquejados por el error que he comentado anteriormente, hay quienes sostienen la creencia de que “un niño herido será un adulto amargado o enfermo”. Esto es defendido actualmente por muchos psicólogos y terapeutas, constituyendo en muchos casos el dogma central de sus creencias, a partir del cual construyen una terapia basada en el trauma.
Pero lo curioso del caso es que las investigaciones psicológicas realizadas en los últimos diez años sobre poblaciones con condiciones vitales difíciles, demuestran justo lo contrario.
¿Qué hacer, entonces, ante estas nuevas evidencias científicas?
Pues tal vez debiéramos hacer lo que una vez escuché decir al Dalai Lama cuando le preguntaron a propósito de las contradicciones entre la ciencia y la tradición. Él respondió, “cuando la ciencia demuestra algo que es contrario a lo que siempre he creído, he de cambiar mis creencias”. Esta respuesta del Dalai Lama encierra una gran humildad, pero sobre todo contiene una gran sabiduría. Así, cuando la vida nos demuestra algo distinto de lo que hasta ahora habíamos creído, lo más apropiado debiera ser cambiar nuestras creencias.
Si asumimos esta perspectiva, muchas cosas podrían cambiar en nuestro interior y podríamos liberarnos de las terribles cadenas de nuestro pasado.
No cabe duda de que somos herederos de nuestro pasado. Cada uno arrastra su propia historia personal, lo cual en algunos casos puede ser un lastre para muchas personas que sienten que su vida presente se encuentra determinada por los acontecimientos que vivieron en el pasado. Estas personas viven como prisioneros de su propia biografía.
No debemos renunciar, ni tampoco negar, nuestra propia historia pasada, pero desde el punto de vista de la Sofrodynamia®, la clave estriba no en qué herencia has recibido sino en el modo en el que gestionas dicha herencia.
Todos conocemos casos familiares en el que dos hermanos reciben la misma herencia y al cabo del tiempo uno la ha multiplicado mientras el otro vive en la ruina. Algo parecido hacemos con nuestra historia vital, unos la usan para crecer y otros para quejarse y lamentarse durante el resto de su vida.
Cuando queremos salir del sufrimiento, quedarse estancado en la queja permanente acerca de lo mala suerte que hemos tenido o lo dura que ha sido la vida con nosotros, es de muy poca utilidad, más bien se convierte en un veneno, porque dicha actitud lo que hace es fomentar el rol de víctima que sólo nos traerá más sufrimiento.
Los estudios actuales sobre resiliencia demuestran que una cierta cantidad de dificultad en la vida puede ser muy apropiada porque nos hace más fuertes. Lo único que tenemos que hacer es aprender a bregar con las dificultades en lugar de quejarnos de ellas.
Otro interesante descubrimiento de la moderna psicología es el hecho de constatar que entre las personas que sentían haber tenido mala suerte en la vida y aquellos otros que se consideraban afortunados, en realidad no había tantas diferencias en lo que se refería a los acontecimientos vividos. Incluso en muchos casos, los que se consideraban afortunados habían tenido una vida más complicada y difícil que el otro grupo. ¿Cómo explicar esto? Pues muy fácil. Cada uno está limitado por sus propios procesamientos mentales y no por el acontecimiento histórico en sí.
Aprender a cambiar nuestros procesamientos limitantes por otros más potenciadores, tal vez sea la mejor manera de sanar nuestro presente y nuestro pasado, y, sobre todo, la mejor manera de construir un futuro mejor.

La consciencia humana, ¿un fenómeno cuántico?

consciencia cuanticaLa consciencia es algo que todos sabemos que tenemos y experimentamos continuamente, pero que resulta extremadamente difícil de definir, incluso por los más versados en el tema. Digamos que no existe una especie de acuerdo mayoritario a la hora de decir qué es exactamente.

Tal vez por eso, una de las curiosidades que ofrece el estudio de la consciencia humana es que, a lo largo de los años, ha sido abordada desde muy diferentes disciplinas, aportando cada una de ellas su propia visión particular de la misma.

Curiosamente, por muy dispares que resulten dichas disciplinas, resulta que, cuando uno se introduce en profundidad para conocer algunas de ellas,  observa que, con frecuencia, acaba convergiendo con otras, de tal manera que  pudiera decirse que los distintos enfoques de la consciencia, en ocasiones, se asemejan a los diferentes radios de una rueda que, manteniendo su individualidad, convergen todos juntos en el mismo eje central.

En la actualidad, resulta relevante el hecho de encontrar ciertos enfoques psicológicos, como es el caso de la Psicología Transpersonal, que conectan algunos de sus postulados con algunos de los principios de disciplinas aparentemente tan alejadas como la Física Cuántica, la Filosofía o la Mística.

Dicha convergencia nos lleva a establecer curiosas constataciones, como  por ejemplo el hecho de que algunos estudiosos de estos temas hayan resaltado las coincidencias encontradas en las descripciones que existen acerca de la consciencia al comparar los textos de las antiguas tradiciones místicas, con los textos modernos elaborados por los físicos cuánticos actuales. En algunos casos resulta prácticamente imposible diferenciar al autor de uno u otro texto cuando se leen juntos. ¿No será, pues, la consciencia un fenómeno cuántico que es posible entender mucho mejor en la actualidad debido a los avance de la Física Cuántica?

Convencionalmente, tanto en la Psicología como en las Neurociencias en general, se ha tratado de estudiar la consciencia humana desde los postulados propios del paradigma mecanicista de la Física Newtoniana, cuando en realidad el comportamiento de la misma, por lo que hemos mencionado, se parece bastante más al de las partículas subatómicas que no al de un mero objeto mecánico. Sabemos hoy día que el estudio de las partículas subatómicas es abordado por la física cuántica y no por la mecánica newtoniana.

En el caso de la consciencia humana encontramos curiosos fenómenos  difíciles de explicar desde los postulados convencionales, como por ejemplo lo concerniente a la “Teoría de las Resonancias Mórficas» de Ruppert Sheldrake, o el curioso fenómeno de la “Masa crítica” conocido como el “centésimo mono” que fue descrito por Lyall Watson y que se hizo popular a través de su obra “Lifetide: the biology of unconscious”. Además de lo anterior, todo lo estudiado y demostrado en diversas universidades del mundo acerca del “Fenómeno PSI”, apoyan este enfoque cuántico y no mecanicista del asunto.

Dana Zohar, en su famoso libro de los años 90, “La consciencia cuántica”, argumenta, desde su posición de licenciada en física y filosofía por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el modo en el que la nueva física de partículas subatómicas permite comprender mejor y explicar científicamente algunos de los fenómenos de consciencia que desde el campo de la psicología  convencional no es posible comprender, por encontrarse fuera de su modelo paradigmático.

La hipótesis cuántica de la consciencia, por tanto, cobra cada vez fundamentos más sólidos y nos permite abordar nuevos caminos de investigación que nos llevan a comprender mejor lo que los místicos de oriente y occidente, a lo largo de miles de años de práctica, experimentaron y enseñaron acerca de la consciencia, así como de las experiencias respecto a lo que hoy día se conocen como “Niveles Superiores de la Consciencia”.

Desde este punto de vista, podemos entender como las prácticas meditativas, la recitación de mantras, el sonido de los cuencos o el trabajo con los mandalas nos desvelan parte de su sentido y nos permiten una cierta comprensión más profunda del misterioso fenómeno de la consciencia humana.

Una vez comprendido este aspecto, es imposible, salvo por ignorancia manifiesta, tratar de explicar dichas prácticas como una mera curiosidad de la cultura oriental sin otra implicación para nuestra vida. Pero claro, ya sabemos que quien no quiere ver, no verá jamás por mucho que se le insista.

No hace tanto tiempo que en occidente se ha mostrado interés por estudiar en profundidad los fenómenos de la consciencia, mientras que en oriente hace miles de años que a través de la práctica y de la experiencia se han dedicado a ello con profundidad y rigor.

La psicología actual, como disciplina científica que pretende ser, ha recibido la herencia de diferentes corrientes importantes que a lo largo de los años han pugnado entre sí para conseguir la hegemonía sobre las demás y la  primacía de ser considerada como el modelo psicológico a seguir. De momento ninguna lo ha conseguido.

Primeramente podemos citar el Psicoanálisis, corriente psicológica impulsada por Freud, con una innegable aportación al mundo, a la cultura  y a la sociedad actual, pero con la importante limitación de dejar fuera de su campo de interés todos aquellos fenómenos de la consciencia que no sean los referidos al mundo del inconsciente.

Por otro lado, la Psicología Conductista, la cual, en su pretensión de ser puramente científica y objetiva, se dedicó a tratar de medir sólo lo puramente observable, es decir las conductas. Según ellos, se excluyen de su campo de interés todos aquellos fenómenos y aspectos del ser humano que por no ser objetivamente cuantificables no serían objetos de su estudio. Podría decirse que, con este modelo, hemos aprendido más acerca del comportamiento de los ratones corriendo por los laberintos que acerca de la profundidad y la grandeza del ser humano.

Una cierta suavización del radicalismo conductista supone la aparición de esa escuela psicológica conocida como Cognitiva–Conductual, gracias a la cual se incluyeron dentro de su campo de interés otros elementos que anteriormente no se contemplaban.

Finalmente, tomando a Abraham Maslow como referencia, aparece una tercera corriente de gran importancia, la Psicología Humanista.

En ella se parte de presupuestos totalmente diferentes de los anteriores. Maslow se pregunta cómo es un ser autorrealizado y de qué manera podríamos modelarlo para llegar a ser como él. Se interesa mucha más por desarrollar el potencial latente de los seres humanos que en describir modelos psicopatológicos de la psique humana. Podríamos decir que comienza aquí el primer esbozo de una “psicología de la autorrealización”.

La culminación de esta última corriente aparece con fuerza gracias a la aparición de la llamada Psicología Transpersonal (la “cuarta fuerza”, como algunos han querido denominarla), en la que se trasciende la realidad aparente y trata de ir más allá de la “máscara” (el significado etimológico de la palabra “persona” es “máscara” en griego) para llegar al núcleo auténtico del ser.

No es de extrañar, pues, que en un modelo psicológico en el que pretendemos ir más allá del ámbito personal para abordar la misma esencia del Ser, los psicólogos de esta última corriente se hayan nutrido ampliamente en el mundo del pensamiento oriental. Y este fenómeno no ha sido por snobismo o por moda, sino por el imperativo que marca el sentido común de acceder a las fuentes originales que, con mayor experiencia y precisión, nos  han legado los conocimientos sobre dicho camino.

Y esto ha sido así porque mientras que nuestra cultura se ha preocupado durante milenios de lograr unos avances tecnológicos que nos hicieran la vida más cómoda y agradable, y ciertamente que muchos avances se han logrado en este sentido, en la cultura oriental se han dedicado más a cultivar y aprender acerca de los fenómenos de consciencia.

Sin menoscabo de los grandes maestros y místicos occidentales, que los hubo y los hay, no es equívoco afirmar que, en este ámbito de la consciencia, oriente nos lleva la delantera.

La Psicología Transpersonal y la actual física de partículas, la Física Cuántica, han comprobado, como puede leerse en la obra de Fritjof Capra, “El Tao de la Física”, que la descripción de experiencia de consciencia que relatan algunos maestros orientales de épocas pasadas, se corresponde sorprendentemente con la que realizan los físicos cuánticos actuales cuando describen la naturaleza íntima de la realidad.

Tal vez consciencia y realidad material sean fenómenos coincidentes a nivel cuántico.

Para finalizar, cito a continuación las palabras textuales de Capra en un artículo de una de sus obras publicada junto con otros autores, “Mas allá del Ego”: Dice así, “La experiencia mística es necesaria para entender la naturaleza profunda de las cosas, y la ciencia es esencial para la vida moderna. Lo que necesitamos, por consiguiente, no es una síntesis, sino una interrelación dinámica entre la intuición mística y el análisis científico”.

 

El Ácido alfa lipoico, ese desconocido

El Ácido alfa lipoico, ese desconocido

acido alfa lipoicoEs posible que la mayoría de las personas que lean este texto no haya oído hablar nunca del Ácido Alfa Lipoico (ALA), salvo si están relacionados con profesiones sanitarias o les interesa mucho el tema de los antioxidantes o de la Nutrición Ortomolecular.

No es un producto tan conocido como otros que salen en los anuncios de la tele, como cuando promocionan productos antienvejecimiento con Resveratrol o cosméticos para las arrugas con Coenzyma Q-10. Estos si suenan más y parecen más cercanos a todos.

Sin embargo, el ALA, a pesar de no ser muy famoso, es una de las substancias que conviene tener presentes en el ámbito de la salud y la prevención ya que produce múltiples beneficios para quienes lo consumen.

Químicamente podemos decir que es un compuesto organosulfurado, estructuralmente es un ácido graso con dos átomos de azufre, derivado del Ácido Caprílico. También es conocido como Ácido Tióctico.

Si les cuento un poco de su historia, podría decirles que fue aislado en 1951 por Dr. Lester Reed a partir de aproximadamente 10 toneladas de hígado de vacuno. En 1989 se encontró que el ALA poseía un gran efecto antioxidante, siendo considerado hoy día como el “Antioxidante Universal”, ya que tiene la propiedad de ser a la vez hidro y liposoluble. Ayuda a la Vitamina B en la conversión de los principios inmediatos en energía, por lo que tiene una gran importancia a nivel de la obtención de energía por las células.

Aunque es un producto que se sintetiza en el organismo, la cantidad en la que se hace es insuficiente y además declina con la edad, por lo que hay que suplementarlo.

En los últimos años se han venido realizando numerosos estudios, gracias a los cuales hoy día conocemos la importancia de dicha substancia y las funciones que realiza en el organismo.

La “Natural Medicina Comprehensive Data Base” (La base exhaustiva de datos de medicamentos naturales) indica que es probablemente eficaz para el tratamiento de la diabetes tipo II, así como para la neuropatía diabética.

También indica que es posiblemente eficaz para el tratamiento de enfermedades hepáticas, sobre todo aquellas relacionadas con el consumo de alcohol, y en los problemas cerebrales relacionados con el VIH. También en la neuropatía cardiaca autonómica.

Otros estudios han señalado evidencias que demuestran que es una substancia fundamental para la producción de la energía en las células debido a que controla la oxidación de la glucosa.

También sabemos que contribuye a la regeneración de otros antioxidantes como la Vitamina C, la Vitamina E, el Coenzyma Q-10 y el Glutatión, por lo que es una substancia fundamental para el equilibrio de la Red de antioxidantes del organismo.

Ayuda a prevenir el daño celular y mejora la conducción de las neuronas. Según parece, también puede ayudar a disminuir el nivel de azúcar en la sangre, por lo que los diabéticos que lo consuman habrán de cuidar el ajuste de la dosis de medicamento.

Se ha evidenciado, además, un efecto neuroprotector contra las patologías neurodegenerativas, por lo que puede ser de utilidad en algunas enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer, así como otras patologías degenerativas asociadas al estrés oxidativo.

Aunque es un suplemento bastante seguro, al igual que otras tantas cosas, no es conveniente tomarlo sin un control médico adecuado, ya que, por ejemplo, los pacientes deficitarios en Tiamina podrían tener problemas de salud si ingieren ALA sin la debida suplementación.

Podemos encontrarlo en el brócoli, levadura, espinacas, algas, vísceras, aunque su cantidad no permite que podamos conseguir los niveles adecuados sólo con eso, por lo que en muchos casos estará recomendad la suplementación.