La estrategia del «como si»

La estrategia del «como si»

La estrategia del %22como si%22Tenemos al tendencia a repetir patrones mentales, de tal manera que, casi sin que nos demos cuenta, vamos construyendo una mente que funciona de una forma rígida y previsible.

Pero es posible invertir esta tendencia. Para ello, lo primero que debiéramos hacer es  comenzar a plantearnos las cosas de un modo diferente.

Por ejemplo, preguntándonos ¿qué sucedería si nos asomásemos a la calle desde un balcón con una orientación diferente a la habitual, aunque dentro de la misma casa?

Pues sucedería que veríamos un panorama distinto. Esto no le extrañaría a nadie, porque todo el mundo asume que si miramos desde otro ala de la casa es lógico observar cosas diferentes.

¿Pero y si hiciésemos eso mismo desde los “balcones” de nuestro mundo interior? ¿Y si tratásemos de captar un mismo acontecimiento desde dos aspectos bien distintos de nuestro modelo?

Pues en este caso nos daríamos cuenta de que somos capaces de captar nuevas informaciones, las cuales ni siquiera imaginamos, y estas nuevas informaciones nos permitirían tener una comprensión distinta del acontecimiento.

A esta herramienta mental que amplia nuestro conocimiento la llamamos cambiar de perspectiva, y nos ayuda a disponer de  nuevos puntos de vista y, gracias a ello, a la posibilidad de acceder a una información mucho más completa. Un cambio de perspectiva significa, pues, que es posible contemplar los eventos de un modo diferente al habitual, lo cual, como ya se ha indicado, da lugar a que accedamos a matices que de otro modo pasaríamos por alto.

De este hecho se deducen varias cosas. Una de ellas es que, de manera común, toda información que manejamos acerca de cualquier evento es siempre relativa, ya que cambiará en función de quién lo observe y desde dónde lo observemos. Así que cualquier conclusión que saquemos tras una experiencia en la vida es también relativa.

Recuerda que es importante no perder de vista la posibilidad de aprender y avanzar incluso cuando los acontecimientos a los que nos enfrentamos sean adversos, a condición de que seamos capaces de cambiar de perspectiva y de obtener informaciones más relevantes y potenciadoras.

Visto esto, podríamos hacernos una pregunta algo más profunda y algo más teórica, ¿podría existir un determinado punto de observación privilegiado desde el cual fuese posible captar simultáneamente toda la información de un evento?

Porque si existiese dicho punto de observación, se podría afirmar entonces que existiría también un estado de consciencia desde el cual podríamos trascender las limitaciones de los procesos psicológicos habituales, accediendo, desde dicho punto, a todo el conocimiento acerca de la esencia de lo que las cosas son en realidad. Sería como tener acceso a un “Balcón de Sabiduría”.

Encontramos la respuesta en las diferentes tradiciones espirituales, las cuales sostienen la existencia de dicho estado de consciencia. Es lo que se ha venido llamando la “Mente Despierta” o la “Mente Búdica”, o en la cultura cristiana “la Mente Divina”, un aspecto omnisciente de la consciencia clara y lúcida.

De momento, usamos nuestra mente de una forma mucho más limitada, pero ¿podemos albergar la esperanza de acercarnos al logro de una “Mente Despierta”?

Se cuentan numerosos relatos de seres que lo han conseguido, y según parece es cuestión de tiempo, esfuerzo y dedicación.

Para aquellas personas implicadas en un proceso de desarrollo y crecimiento humano, dicho trabajo tendría, pues, una dirección bien clara, la de acercarse a este tipo de mente y, a la vez, alejarse de las percepciones propias de una mente limitada.

¿Cees posible trascender tus limitaciones para continuar avanzando por la “Senda del Despertar”?

Si hemos entendido correctamente todo lo que se ha expuesto hasta ahora, concluiremos que sí, que es posible.

Y si realmente sentimos el deseo de avanzar y desarrollarnos, entonces, una de las herramientas que deberíamos aprender a desarrollar es la de aprender a observar la realidad desde diferentes perspectivas.

Y para ello podemos comenzar utilizando la estrategia del “como si”.

Me explico. Dicha estrategia consiste en tratar de captar los acontecimientos imaginando como lo haríamos si nuestra mente estuviese despierta ya. También podríamos imaginar como aprehendería la información de dicho evento un Ser de Sabiduría.

El uso de esta estrategia, a la vez que potente es también divertida.

Podemos, pues, tomar la propuesta anterior como una especie de juego mental, pero es bastante probable que, si lo intentas, te sorprenda la capacidad de dicho “juego” para producir en nosotros transformaciones potenciadoras.

¡Acuérdate pues! Si tu anhelo es alcanzar un estado de la mente en el que predomine la sabiduría, ¿por qué no comenzar a ejercitarlo desde ya?

 

No dejes que la memoria te engañe

No dejes que la memoria te engañe

memoriaEn aquellas ocasiones en las que he expuesto algunas ideas acerca de la memoria y el modo nada fidedigno en el que recordamos nuestro pasado, muchas personas se   han sentido sorprendidas, incluso me han parecido algo incrédulas al respecto.

Quizás porque hasta ese momento pensaban que sus recuerdos eran una especie de “acta notarial de su pasado”, y se desilusionan al saber que no son tan fiables como hasta entonces creían.

Veamos esto más despacio.

Hoy día sabemos que nuestro cerebro es un órgano mucho más plástico y maleable de lo que en un principio se pensaba, de tal manera que cada día se crean, modifican y destruyen numerosas conexiones neuronales, con todo lo que ello implica.

Salvo en caso de enfermedad neurológica, siempre es posible aprender nuevas destrezas, a pesar de la edad que tengamos. Y todo ello se produce gracias a la creación de nuevas redes neuronales. Para lograr esto, la repetición y la constancia, es decir, el entrenamiento, es una herramienta clave.

También es posible mejorar y modificar lo que ya sabíamos, porque nuestro cerebro está especialmente dotado para el aprendizaje.

Hasta aquí, podríamos decir que disponemos de una fantástica herramienta para tratar de entender la realidad tanto de mundo exterior como del interior.

Sin embargo, parece que “no es oro todo lo que reluce”. Porque el cerebro también es un gran experto a la hora de crear falsas interpretaciones, ya que le encanta inventar historias y, en cierto modo, podría decirse que nos manipula.

Un ejemplo claro de esto es la memoria.

Hoy día sabemos que aquello que recordamos, muchas veces no tiene nada que ver con aquello otro que sucedió realmente. Se han realizado numerosos estudios que lo confirman.

De forma coloquial y menos académica, para comprobar lo anterior, basta con tratar de evocar un evento compartido de nuestro pasado para comprobar, en una reunión de amigos o familiares, las diferentes interpretaciones y discrepancias al respecto que pueden presentarse de ese mismo recuerdo. Porque cada cual lo recordará según su “peculiar manera”. Todos creerán que la correcta es la suya y que el otro está equivocado.

Lo cual quiere decir que una cosa es lo que experimentamos en un momento dado y otra bien distinta la que aparece en nuestra consciencia cuando queremos recordarla un tiempo después.

Pudiera parecernos extraña la afirmación de que aquello que recordamos no son más que construcciones mentales realizadas a partir de nuestra experiencia pasada, pero la cosa es así, tanto si nos gusta como si no.

Por consiguiente, sería bueno que comprendiéramos que nuestros recuerdos no son, pues, evocaciones literales históricas de nuestro pasado, como mucha gente cree de forma algo ingenua, sino que son “reconstrucciones” de los acontecimientos que han sido modificadas por el paso del tiempo y por nuestro propio modelo del mundo.

Si a esto le sumamos que, como he comentado en otros artículos, lo que llamamos “nuestras experiencias” no son más que otro tipo de construcciones mentales que también realizamos a partir de los fenómenos vividos, pues no cabe duda de que la cosa se complica un poco.

Por si fuera poco, ademas de todo ello, en cada observación que realizamos también nos encontramos limitados por la perspectiva desde la que accedemos a ella. Así que, tomando como base lo anterior, tal vez deberíamos plantearnos seriamente que, puestos a hacer construcciones mentales, ¿qué tal si aprendiésemos a realizarlas de la mejor manera posible?

Editorial de abril de 2014

Editorial de abril de 2014

primaveraCasi en un abrir y cerrar de ojos nos hemos plantado en el cuarto mes del año. Llega abril como cualificado heraldo de la reciente primavera que, tímidamente introducida por marzo, va mostrando su esplendor cada día mejor.

Me gusta mucho la primavera, ya lo he dicho bastantes veces, pero habrán de perdonarme porque parece como si no me cansase de repetirlo, quizás porque me siento un poco en deuda con ella.

Opino que nos aporta muchas más cosas positivas que negativas y, sin embargo, no siempre sale bien parada en lo que a opiniones de otras personas se refiere.

De algún modo, me veo en la obligación de tratar de compensar la mala fama que otras personas le atribuyen a esta estación, haciéndola responsable de sus males y dolencias. Y no es que les falten razones para ello, como por ejemplo a los alérgicos o también a quienes padecen ciertos tipos de enfermedades cutáneas, digestivas o circulatorias, que temen que al llegar estos momentos su calidad de vida se vea mermada.

Obviamente, es normal que quienes sufren estos percances no se encuentren demasiado contentos por la llegada de la primavera, ya que, entre otras cosas, posiblemente necesiten recurrir a más medicación para controlar sus síntomas.

Pero más allá de estos achaques, primavera, al menos para  mi, es algo mucho más mágico y grandioso. Primavera es sinónimo de vida y de eclosión de la naturaleza que lucha por perpetuarse.

Por eso, cuando digo que me gusta la primavera, no me refiero solamente a lo climatológico con sus agradables y suaves temperaturas, sino también a la luminosidad de sus amaneceres y atardeceres, a la vistosidad de sus colores y a la fragancia de los diversos aromas que inundan el ambiente y que podemos percibir por doquier, porque tanto vale el perfume que nos aporta una humilde maceta en nuestro hogar como las cálidas y complejas mixturas florales que podemos percibir paseando por un elaborado y vistoso jardín de gran extensión.

Algunas personas aprovechan estas fechas para realizar excursiones que les permitan contemplar la belleza de las exuberantes floraciones de determinadas plantas. Es fácil en nuestras tierras disfrutar de la blancura y el embriagador perfume de los azahares, de los intensos contrastes con el verde de los campos salpicados por el color rojo de las amapolas, de los aromáticos jacintos o del esplendor majestuoso de las glicinias con su copiosa floración, amen de otras muchas flores.

Inspirados por la belleza de estos momentos, han alcanzado cierta fama algunas rutas para ver  floraciones especiales, como la de los rododendros en el Parque Natural de los Alcornocales o, la muy consolidada ya, ruta de los cerezos en flor del Valle del Jerte, todo un festival de luz y color para los sentidos.

No puedo negar que me encanta presenciar la mágica transformación por la que un pequeño brote, como si se desperezara después de un largo sueño, se abre al mundo dando lugar a una hermosa, nueva y efímera flor. Tal vez mañana ya no esté, el viento o la lluvia puede haberla hecho desaparecer, pero mientras dura, ¿por qué no disfrutar de su cautivadora belleza?

La primavera es también una época propicia para el apareamiento de muchas especies, así como para de la siembra de diversas semillas, una vez la tierra se ha visto libre de los fríos y los hielos del invierno. Las aves incuban sus huevos, las abejas ponen los suyos aprovechando la bonanza de las temperaturas que nos promete esta nueva estación.

¿Cómo es posible que no sintamos esta manifestación de la vida en nuestro interior?

La primavera para mi es más que una estación, es una especie de gran metáfora de la vida. Porque hablar de primavera es hablar también de renovación, de cambio, de surgimiento y de transformación.

Lo primaveral huele a fresco, a nuevo, a limpio. Decir que algo es primaveral es como destacar su inocencia, su candidez y su pureza.

Y no me refiero sólo a lo que captan los sentidos, de luz y color, sino que para mi, la primavera, posee una especie de dimensión simbólica que se encuentra mucho más allá de lo meramente sensorial.

Atribuimos la cualidad de la “primavera” a aquellas situaciones en las que surge algo nuevo y esperanzador, porque parece como si la primavera fuese una especie de encarnación en la tierra del “espíritu de la renovación”.

Tal vez debiéramos plantearnos el modo en el que podríamos llegar a encarnar dicho espíritu en nuestra vida, es decir, cómo experimentar una verdadera “renovación” en lo cotidiano.

No cabe duda que aprendiendo a desprendernos de todos aquellos lastres del pasado que frenan nuestro desarrollo, nos impiden avanzar y, además, en la mayoría de los casos no tendríamos por qué seguir llevándolos.

Por tanto, vivir según el espíritu de la primavera es como permitirse dar un sí incondicional a la vida.

Desde este punto de vista. Podríamos llamar a la primavera la estación del despertar, porque constituye el fin del del sueño invernal para abrirnos a una  nueva luz naciente.

¡Cuanto tiene que ver esto con el camino del ser humano hacia el desarrollo!

Cada año siento en mi interior la llegada de la energía renovadora de a primavera. Es como una fuerza que va creciendo en intensidad y vigor a cada día que pasa. Una energía que se encuentra en íntima conexión con los cambios que suceden en la naturaleza exterior.

Tal vez por eso, en primavera, me siento más despierto, más lúcido y creativo, surgen en mi nuevos proyectos y se renuevan ilusiones hacia el futuro.

Durante un tiempo pensé que esto era común a todo el mundo, pero los años me han hecho desistir de esta hipótesis. Me he dado cuenta de que cada persona sintoniza mejor con la energía de una determinada estación, aunque, por desgracia, los hay que no sintonizan con ninguna.

De entre todas las grandes metáforas que la primavera nos plantea, si tuviese que destacar alguna, yo elegiría la de la resurrección.

La primavera representa el triunfo de la vida sobre la muerte, y qué mejor que la resurrección puede simbolizar esto.

En nuestra cultura, justo en estos momentos, celebramos la Semana Santa, celebración lunar que coincide con la primera luna llena después del equinoccio de primavera.

Para todo el mundo católico, la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo es la celebración central de su fe.

Pero quienes no son católicos podrían también servirse de las enseñanzas que dicha conmemoración nos aporta, ya que en su esencia contiene una rotunda afirmación de la vida, de la esperanza y del amor, supremas vencedoras de todo dolor, de todo sufrimiento y de toda clase de muerte.

Pero entender este mensaje sólo está al alcance de quienes, libres de los prejuicios, son capaces de mirar más allá de lo aparente para descubrir la riqueza simbólica que la vida en cada instante nos aporta en forma de regalo de sabiduría.

¡Quien tenga ojos que vea, y quien tenga oídos que oiga!

¿Qué sucedería en nuestra vida si nos permitiésemos florecer como una nueva primavera surgida del corazón para expresar al mundo todo nuestro oculto esplendor?

 

¡Feliz abril!

Responsabilidad  y Desarrollo Humano

Responsabilidad y Desarrollo Humano

Responsabilidad Seguro que la mayoría de los que somos padres le hemos hablado alguna vez a nuestros hijos a propósito de la responsabilidad que han de tener en el desempeño de sus compromisos en la vida, instándoles, sobre todo, a que sean personas responsables.
Al mismo tiempo estoy convencido de que la mayoría de las personas que lean estas líneas también procuran ser responsables en los distintos ámbitos de sus vidas.
Mi padre era persona poco dada a los discursos, por lo general hablaba más bien poco, pero fue a través de sus ejemplo que pude aprender de él algunas cosas que a lo largo de mi vida he considerado de suma importancia, tales como el valor de la palabra dada, la honestidad o la responsabilidad en el trabajo con el que nos comprometemos.
Vemos, pues, que este asunto de la responsabilidad no es algo lejano, sino más bien cercano y práctico.
No hace falta tener demasiada formación académica para saber el significado del término responsabilidad. En castellano, la palabra responsabilidad deriva del vocablo latino “respondere”, que significa “dar correspondencia a lo prometido”, y hace alusión también al compromiso de asumir las consecuencias de nuestras propias acciones.
En términos legales, la responsabilidad, es una noción de suma importancia, ya que se encuentra relacionada con el deber de dar cuenta, tanto de nuestras acciones como de nuestras omisiones, las cuales pueden ser constitutivas de faltas o delitos cuando éstas no se ajustan a la ley. En este ámbito, el concepto de responsabilidad suele entenderse bastante bien y, por lo general, también suele ser razonable.
Podríamos decir, por tanto, que asumir la responsabilidad respecto de lo que hacemos es muy apropiado para funcionar lo mejor posible en una sociedad como la nuestra.
Pero, por otro lado, en términos de Desarrollo Humano, la noción de responsabilidad no siempre es tan clara y precisa como lo descrito anteriormente. No obstante juega un papel fundamental en dicho proceso, por lo que conviene que profundicemos un poco en ello.
Con cierta frecuencia pasamos por alto o no tenemos en cuenta que también somos responsables de lo que sucede en nuestro interior.
Sabemos que no podemos controlar muchas cosas de las que pasan fuera, pero siempre podremos modular nuestra respuesta frente aquello que nos sucede. Esta es nuestra responsabilidad.
Según parece resulta bastante más sencillo ser responsables en el trabajo o en los asuntos de la casa, por ejemplo, que asumir esa misma responsabilidad en los asuntos de nuestro Mundo Interior. Conozco numerosos ejemplos de personas que, siendo muy responsables en el ámbito de su trabajo, no lo son tanto en lo que se refiere a sus procesos metales.
Entonces, ¿qué papel juega la responsabilidad en el terreno del Desarrollo Humano?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que hemos de comenzar aceptando que somos los responsables de nuestra propia vida.
Esto no siempre resulta sencillo de asumir, pues muchas veces preferimos atribuir a terceras personas, o a determinadas circunstancias, la causa de nuestros males, desgracias o infelicidades.
Aceptar ser responsables de nuestra vida constituye en sí mismo un reto y también una elección. Una muy importante elección, diría yo, ya que a partir de ella se derivarán significativas consecuencias para nuestra vida.
En términos generales, en cuanto al Desarrollo Humano se refiere, lo sepamos o no, siempre tenemos dos opciones: elegir seguir dormidos o elegir comenzar a despertar.
Si eliges seguir dormido, entonces no necesitas continuar leyendo. Puedes cambiar a otra lectura o tal vez a una serie de televisión, porque lo que viene a continuación está dirigido sólo al segundo grupo de personas, es decir, a aquellos que han decidido despertar.
Así que, si continúas leyendo, es porque decidiste comenzar a despertar. Entonces ¡enhorabuena!, porque este es el camino de quienes buscan la autorrealización o, dicho de otro modo, de aquellos que han decidido salir en busca de la felicidad.
Y una de las primeras creencias que deberíamos de instalar en nuestra mente es, precisamente, la de que elegir despertar conlleva una gran responsabilidad.
Pero ¿qué quiero decir exactamente con eso de que es una gran responsabilidad?
Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que la afirmación “quiero despertar”, se encuentra inseparablemente conectada con “soy responsable de mi vida”. Y si volvemos a la definición que expresé al comienzo de este artículo, es como decir “he de corresponder con lo comprometido”.
¿Y qué es lo comprometido?, pues alcanzar la autorrealización.
Quiere decir que, a partir de ahora, no podrás tratar de culpar a otros (personas, circunstancias, condiciones etc.) de tu propio destino. Y esto último suele no gustar a determinadas personas.
A partir de ahora has de saber que eres responsable de tu vida, de ser capaz de alcanzar tus metas, de poner pasión por lo que haces. Eres también responsable de buscar la excelencia y de no escatimar esfuerzo ni trabajo hasta conseguirlo, así como de muchas cosas más.
Aceptar dicha responsabilidad no es una tarea sencilla, pero si suficientemente importante y valiosa como para que lo apreciemos como un auténtico tesoro, porque esto es lo que establece la diferencia entre quienes persiguen sus sueños respecto a quienes los abandonaron hace mucho tiempo.
Por tanto, no sólo somos responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer, sino también del modo en que nos construimos como seres humanos.
La afirmación “soy responsable de mi propio destino” resulta ser tan comprometida como poderosa, porque quienes asumen el reto de acoger y aceptar la responsabilidad como parte de su proceso de Desarrollo Humano, sentirán la energía y la fuerza necesaria como para poder superar los obstáculos que encuentren en su camino, para ser capaces de afrontar la adversidad cuando ésta les llegue y para alcanzar, finalmente, las más altas metas en su camino hacia la autorrealización.

Acontecimientos y experiencia

Acontecimientos y experiencia

acontecimientos y experienciasEn el mundo suceden cosas, y a esas cosas que suceden las llamamos acontecimientos o eventos. Podríamos decir, pues, que un acontecimiento o un evento, es un fenómeno histórico ocurrido en un tiempo y un espacio concreto.
Pero cuando un ser humano lo experimenta, entonces pasa de ser un mero suceso histórico para transformase en una “experiencia vital”.
Es en ese preciso momento cuando deja de ser algo algo sucedido y objetivo, para convertirse en una construcción mental personal y subjetiva, es decir, elaborada.
Por eso, ante cualquier acontecimiento existen tantas interpretaciones construidas como sujetos lo experimenten. Cada cual hará la suya propia y se quedará tan satisfecho. No existe, pues, una interpretación verdadera y única que haga que las demás sean falsas. Todas ellas serán subjetivas y personales, pero con la característica de que cada persona la defenderá como su “auténtica verdad”. Por tanto, lo que llamamos experiencia, es sólo una mera “interpretación de algo vivido”. Comprender esto tiene una gran importancia.
En términos de desarrollo humano, no nos interesa clasificar las experiencias en buenas o malas, sino en limitantes o en potenciadoras. Es decir, un mismo acontecimiento me servirá para sufrir o para crecer, dependiendo del modo en que procese dicha información.
Lo anterior no tendría mayor importancia si no fuese por el tremendo error que los seres humanos reiteramos contumázmente: creer que lo que sentimos como experiencia vital es igual al acontecimiento histórico. Este error constituye la base de mucho sufrimiento inútil, de discusiones e incluso de conflictos de mayor envergadura.
A lo largo de los años trabajando con muchos pacientes, he constatado con cierta frecuencia que lo que la persona siente que sucedió apenas se parece al evento acontecido.
Para salir de este error, conviene tener muy claro unas cuantas premisas:
1.- Lo que en cada momento piensas y sientes no es más que una construcción mental y personal de algo diferente.
2.- Cada persona tiene la suya propia.
3.- Esta construcciones mentales no deben clasificarse como verdaderas o falsas, sino como apropiadas (potenciadoras) o no apropiadas (limitantes), según nos hagan crecer o sufrir.
4.- La felicidad o el sufrimiento, pues, no son fruto de acontecimientos vividos sino de la forma en los que cada uno los ha experimentado.
5.- Podemos aprender a construir experiencias internas de un modo más potenciador, y eso nos ayudará a vivir mejor el presente y a reinterpretar mejor nuestro pasado.
Comprender estos cinco puntos es fundamental para aquellas personas que han tomado la decisión de sufrir menos y de vivir mejor.
Aquejados por el error que he comentado anteriormente, hay quienes sostienen la creencia de que “un niño herido será un adulto amargado o enfermo”. Esto es defendido actualmente por muchos psicólogos y terapeutas, constituyendo en muchos casos el dogma central de sus creencias, a partir del cual construyen una terapia basada en el trauma.
Pero lo curioso del caso es que las investigaciones psicológicas realizadas en los últimos diez años sobre poblaciones con condiciones vitales difíciles, demuestran justo lo contrario.
¿Qué hacer, entonces, ante estas nuevas evidencias científicas?
Pues tal vez debiéramos hacer lo que una vez escuché decir al Dalai Lama cuando le preguntaron a propósito de las contradicciones entre la ciencia y la tradición. Él respondió, “cuando la ciencia demuestra algo que es contrario a lo que siempre he creído, he de cambiar mis creencias”. Esta respuesta del Dalai Lama encierra una gran humildad, pero sobre todo contiene una gran sabiduría. Así, cuando la vida nos demuestra algo distinto de lo que hasta ahora habíamos creído, lo más apropiado debiera ser cambiar nuestras creencias.
Si asumimos esta perspectiva, muchas cosas podrían cambiar en nuestro interior y podríamos liberarnos de las terribles cadenas de nuestro pasado.
No cabe duda de que somos herederos de nuestro pasado. Cada uno arrastra su propia historia personal, lo cual en algunos casos puede ser un lastre para muchas personas que sienten que su vida presente se encuentra determinada por los acontecimientos que vivieron en el pasado. Estas personas viven como prisioneros de su propia biografía.
No debemos renunciar, ni tampoco negar, nuestra propia historia pasada, pero desde el punto de vista de la Sofrodynamia®, la clave estriba no en qué herencia has recibido sino en el modo en el que gestionas dicha herencia.
Todos conocemos casos familiares en el que dos hermanos reciben la misma herencia y al cabo del tiempo uno la ha multiplicado mientras el otro vive en la ruina. Algo parecido hacemos con nuestra historia vital, unos la usan para crecer y otros para quejarse y lamentarse durante el resto de su vida.
Cuando queremos salir del sufrimiento, quedarse estancado en la queja permanente acerca de lo mala suerte que hemos tenido o lo dura que ha sido la vida con nosotros, es de muy poca utilidad, más bien se convierte en un veneno, porque dicha actitud lo que hace es fomentar el rol de víctima que sólo nos traerá más sufrimiento.
Los estudios actuales sobre resiliencia demuestran que una cierta cantidad de dificultad en la vida puede ser muy apropiada porque nos hace más fuertes. Lo único que tenemos que hacer es aprender a bregar con las dificultades en lugar de quejarnos de ellas.
Otro interesante descubrimiento de la moderna psicología es el hecho de constatar que entre las personas que sentían haber tenido mala suerte en la vida y aquellos otros que se consideraban afortunados, en realidad no había tantas diferencias en lo que se refería a los acontecimientos vividos. Incluso en muchos casos, los que se consideraban afortunados habían tenido una vida más complicada y difícil que el otro grupo. ¿Cómo explicar esto? Pues muy fácil. Cada uno está limitado por sus propios procesamientos mentales y no por el acontecimiento histórico en sí.
Aprender a cambiar nuestros procesamientos limitantes por otros más potenciadores, tal vez sea la mejor manera de sanar nuestro presente y nuestro pasado, y, sobre todo, la mejor manera de construir un futuro mejor.

Sobre la felicidad: reflexiones para este día

Sobre la felicidad: reflexiones para este día

felicidadHace muchos años que escuché por primera vez aquello de que “todos los seres sintientes deseamos ser felices”.

El anciano y enjuto lama tibetano al que le oí decir estas palabras parecía saber mucho de ello. Su forma de expresarse era sencilla, clara y evidenciando una serenidad envidiable al tiempo que su rostro esbozaba una plácida y serena sonrisa, a pesar de que quienes sabíamos algo de su vida teníamos constancia de que no había sido precisamente fácil ni sencilla. La vida de un exiliado que ha tenido que huir de un país invadido no suele serlo.

Tiempo más tarde, alguien me enseñó que en realidad la felicidad no debía ser considerada como una meta, sino que tenía mucho más que ver con el modo en el que transitamos nuestro propio camino. Es decir, la felicidad tenía más que ver con un “cómo” que con un “qué”.

La verdad es que me pareció bastante adecuada esta última opinión. Basándome en ella me di cuenta de que eso de la felicidad no era algo que estuviese fuera de nosotros, sino que se trataba  más bien de un estado de nuestra mente, un estado de nuestra consciencia. Y si es verdad esto último, entonces quiere decir que depende mucho del modo en el que usamos dicha mente. De la misma forma que también quiere decir que es algo que se puede aprender y mejorar.

Entender esto es un gran avance.

Resumiendo, la cosa parece bastante obvia, todos queremos ser felices, pero el asunto es que no nos ponemos de acuerdo en qué significa exactamente eso de la felicidad, y parece que tampoco somos lo suficientemente hábiles como para alcanzar dicha felicidad de forma segura.

Según entiendo, el anhelo de alcanzar la felicidad es un deseo universal, pero cada uno lo interpreta según su peculiar manera de ver la vida. Así, hay quienes se centrarán en conseguir una vida feliz a través del logro de sus metas personales; otros en ver como triunfan sus hijos; para otros, la felicidad se basará en conseguir estabilidad económica o fortuna, etc., etc.

Pero, ¿podemos realmente ser felices?, ¡veamos!.

En la vida diaria encontramos personas que difícilmente logran ser felices por muchas cosas buenas que sucedan en su vida o a su alrededor, mientras que, también, tenemos múltiples ejemplos de lo contrario, personas que se consideran felices a pesar de que las circunstancias que le rodean sean adversas y pudieran hacernos pensar que se sentirían de otro modo.

La mayoría de las personas describen haber disfrutado de algunos momentos felices en sus vidas. Pero esto no nos parece suficiente, anhelamos la felicidad duradera, aquella que no se pierde y que se puede mantener de forma estable a pesar de los avatares que surgen cada día.

Según los que entienden de estas cosas, dicha felicidad se encuentra más fácilmente cuando buscamos en el lugar adecuado, y esto no es fuera, sino dentro de nosotros mismos, en nuestro Espacio Interior.

Si aceptamos la premisa de que la felicidad es un estado de nuestra mente, entonces quiere decir que puede ser cultivado. Así que podemos preguntarnos si es posible aprender a ser felices de una forma eficaz.

Pues los avances actuales, sobre todo en lo referente a la Psicología Positiva, nos permiten contestar afirmativamente. ¡Sí!, es posible aprenderlo.

Pero como todo aprendizaje requerirá de una dedicación (compromiso), también un método y, sobre todo, un cierto adiestramiento.

No pasamos de una mente con un modelo limitante centrado en los aspectos negativos de la existencia a una mente con un modelo potenciador así porque si, sino a través de nuestro propio esfuerzo.

Hay quienes afirman que ser felices es vivir sin miedo. Y en cierto modo también encuentro que tienen bastante razón, porque, según mi experiencia, es el miedo una de las emociones que más perturban la vida de las personas a las que suelo atender.

¿Qué sería de nuestra vida si fuésemos capaces de dar unas buenas vacaciones a nuestros miedos?

Como tantas cosas en la vida, definir la felicidad no resulta nada sencillo, como tampoco lo es definir el amor o la amistad verdadera. Sin embargo, basta con haber experimentado en alguna ocasión alguno de estos estados como para que ya no necesitemos que nadie nos los defina. Un gramo de experiencia, en estos casos, es más valiosa que cualquier definición teórica.

Así que, sea lo que sea en realidad esa cosa a la que llamamos “estar felices”, lo cierto es que conocemos la existencia de diversas condiciones que, según se ha constatado, favorecen su desarrollo, de la misma forma que existen otras condiciones que la dificulta.

Comentaré aquellas que a mi juicio considero más importantes.

Un aspecto fundamental para sentirse feliz es darle un sentido a lo que hacemos. Algunos lo llaman tener claridad, a mi me gusta llamarlo tener pasión. La pasión es lo que hace que te involucres en tu tarea de una forma que no te importa ni el tiempo ni el esfuerzo, simplemente disfrutas haciendo lo que haces porque, en ese momento, es para ti lo más importante del mundo.

Las personas que ponen pasión en sus actividades son más fácilmente felices que quienes no lo hacen.

También ayuda a conseguir la felicidad un estilo de vida saludable. No quiere decir esto que no se tengan algunas molestias o incluso alguna patología, pero si en tu vida se incluye una buena alimentación, una práctica deportiva moderada, una buena gestión del estrés y las emociones, todo marchará mucho mejor.

Otro factor importante es aprender a vivir el momento presente, ser capaz de disfrutar de cada instante. Los maestros desde la antigüedad nos han invitado a “vivir en el presente”, en “el aquí y el ahora”.

¿Cuándo tomaremos la decisión radical de dejar de una vez nuestros lastres del pasado?, porque no es posible sentirse feliz si tu mirada se enfoca sobre todo en el pasado.

También debemos tener en cuenta la importancia de ser consciente de nuestras capacidades, nuestras potencialidades y, sobre todo, lo que los psicólogos llaman ahora nuestras fortalezas, que no son más que aquellos aspectos de nuestra personalidad en la que somos brillantes, es decir, nuestras virtudes.

Por último, no debemos dejar de lado que nuestra vida se desarrolla en interacción con otras personas. Hay quienes piensan que los demás son un obstáculo, y que solos estarían más felices. Pero si, por suerte o por desgracia, les llega el momento en que experimentan esa deseada soledad, entonces resulta que no se sienten tan felices como en un principio imaginaron.

También sabemos hoy día, de manera fehaciente, que las relaciones sociales, los grupos “nutricios” y el cultivo de relaciones humanas sinceras y respetuosas constituyen un factor fundamental para conseguir personas más estables y felices.

Así que, si es cierto que, como mencioné al principio, todos los seres queremos ser felices”, no nos queda más remedio que ponernos manos a la obra y trabajar para ello cultivando todas aquellas semillas que fructificarán en estados de felicidad.

He esbozado algunas ideas para compartir con todo aquel que lo desee y, sobre todo, con quienes de verdad han asumido el reto de mejorar su existencia, sabiendo que, cuando asumimos con honestidad dicho compromiso, de forma automática, estamos contribuyendo también a mejorar la vida de todos aquellos que nos rodean.

 

Feliz Día Mundial de la felicidad

Éxito y fracaso

Éxito y fracaso

Exito y fracaso¿Cuántas veces las cosas no salen tal como esperamos? ¿En cuántas ocasiones los resultados son menores que el esfuerzo que hemos invertido en ello?

Decimos que hemos fracasado cuando lo que sucede no se corresponde con nuestras expectativas o, simplemente, cuando no conseguimos lo que nos habíamos planteado previamente.

Hay personas que viven esta experiencia de un modo limitante y sienten disminuida su autoestima. Otros, en cambio, lo experimentan de forma potenciadora como algo que sucede en sus vidas y que, por tanto, también forma parte de su proceso de aprendizaje.

¿Qué es lo que marca la diferencia para que un mismo acontecimiento pueda verse de  formas tan distintas?

Se dice que fracasar es no tener éxito. Y eso, en general, no nos gusta.

En el caso de las personas perfeccionistas, esta sensación de fracaso es algo que suelen llevar bastante mal. Su error consiste en intentar eliminar el fracaso en sus vidas, pensando que pueden controlar todos los factores para ser exitosos, pero no se dan cuenta de que eso no es posible.

Fracasar no tiene por qué ser agradable, pero podemos hacer que sea provechoso, si lo transformamos en una experiencia útil ligada a nuestro proceso de aprendizaje.

Por tanto, aprender a “fracasar apropiadamente”, puede ser una de las mejores estrategias que deberíamos tener disponible en nuestro menú de recursos.

Eso quiere decir que la experiencia a la que llamamos fracaso tal vez no sea tan negativa como algunos pudieran creer en un primer momento, porque fracasar en algo nos permite aprender y adquirir importantes experiencias vitales que podrán ser utilizadas más adelante, siempre que se encuadre en un modelo funcional de aprendizaje.

Hubo una frase que se me quedó grabada en una de las películas que vi de pequeño, “Cualquier fracaso también tiene su gloria. Si te equivocas, aprovéchate” (De la película Chyti Chyti Bang Bang)

Sin embargo, en nuestra sociedad suele existir un innegable miedo al fracaso, porque la mayoría de las personas se enfocan sólo en los logros, en lugar de atender también a lo que van aprendiendo durante cualquier proceso vital. Esto se debe a que vivimos en un ambiente demasiado polarizado en la consecución de metas y de notoriedad, lo cual nos condiciona fuertemente, ya que se generan sentimientos de desvalorización o de falta autoestima cuando no se consigue lo que nos habíamos propuesto.

En nuestra cultura, existe una tendencia a valorar a las personas en función de los “logros” que obtiene, cosa que tiene su lógica, pero que se puede convertir en una limitación si no se hace de forma adecuada. Porque hay personas que llegan a ser exitosos por aquello que aprenden durante el camino y no por el resultado que obtienen a final de él.

La vida nos deparará muchas situaciones en las que queremos una cosa y sucede otra. ¿Cómo estar preparados para el fracaso y para lo inesperado? ¿Cómo estar preparados para el cambio?

En general vivimos condicionados por una sociedad que propone un éxito fácil y rápido. Los jóvenes, y los no tan jóvenes, se encuentran seducidos por una propaganda que les induce a creer que todo se puede conseguir de una manera rápida y sin demasiado esfuerzo. En general, esto es falso y, además, perjudicial, porque en la vida cuenta más el esfuerzo y la constancia que otras muchas cosas.

Pero en algunos aspectos dicha tendencia parece que va cambiando. Hoy día hay empresas que valoran mucho a quienes han sido capaces de alcanzar el éxito después de haberse sobrepuesto a algunos fracasos previos. Expertos en aprendizaje han llegado a a conclusión que es el esfuerzo más que el talento lo que permite ser exitoso a largo plazo.

¿Pero qué es el éxito?

Según decía Winston Churchil, “éxito es ser capaz de ir de fracaso en fracaso sin desesperar”. 

Muy ilustrativa, también, me pareció en su día la definición que ofrecía sobre el éxito el que fue mítico entrenador de baloncesto de la universidad de UCLA, Jonh Wooden, “el éxito es la paz de la mente que es el resultado directo de la auto-satisfacción de saber que usted hizo todo el esfuerzo que pudo para conseguir lo mejor de lo que eres capaz”.

Eric Berne (el padre del Análisis Transacional), aporta también su punto de vista al respecto. Decía que “un triunfador no es al que todo le sale bien, sino quien sabe qué hacer cuando fracasa” ¿Qué te dice esta frase?

Según parece, éxito, es algo distinto de conseguir una meta. Tiene mucho más que ver en cómo gestionamos nuestros desenlaces y de qué modo conseguimos seguir aprendiendo y desarrollándonos.

El éxito o el fracaso dependen en gran medida de nuestra percepción, ya que cada uno de nosotros interpretamos la realidad según nuestro modelo.

En muchas ocasiones la línea que separa a éxito de fracaso no está tan clara. Hace unos días leía el relato de una cantante que refería “haber perdido el control de su vida”, y eso sucedió debido al enorme éxito que tuvo. Fue el éxito lo que le llevó a tener que retirarse durante siete años.

El éxito es algo que todos deseamos, pero que no se encuentra exento de numerosos peligros. También hay que aprender a gestionarlo.

Hoy día, muchas corrientes psicológicas insisten en que es necesario enseñar a los jóvenes a experimentar y gestionar el fracaso, ya que uno de los problemas de muchas personas en la actualidad es la poca capacidad para hacer frente a las frustraciones.

Nuestra biografía puede contener muchas fuentes de información acerca de cómo hemos gestionado nuestros fracasos en el pasado, y sobre las conductas que han sido más eficaces.

La palabra fracaso se encuentra cargada de muchas connotaciones negativas. Cuando una pareja se separa, se dice que el matrimonio ha fracasado. Si un negocio se cierra, se dice que el negocio ha fracasado, etc. Y todo ello se suele expresar con matices limitantes. Pero, ¿es mejor mantener lo que no funciona bien o mejor intentar cambiarlo?

Por otro lado, hay personas que sienten la sensación de fracaso porque tienen la pretensión de que las cosas que intentan le salgan a la primera.

Que las cosas salgan a la primera es posible, pero no es frecuente. Lo normal es que cuando queremos aprender algo nuevo, necesitemos realizar varios intentos para que salga aceptablemente bien. Es la repetición, la práctica y el entrenamiento lo que permite alcanzar la excelencia en una tarea.

La historia nos enseña que, con frecuencia, el éxito ha llegado después de múltiples intentos. Dichos intentos fallidos no son fracasos en sí, siempre que los gestionemos de modo apropiado.

Es el miedo al fracaso lo que impide a muchas personas que intenten algo de nuevo, quedándose con la sensación de que no pueden. Hemos de aprender a permitirnos la posibilidad de no acertar a la primera y desarrollar el coraje para intentar las veces que sena necesarias aquellas cosas por las que creemos merece la pena el esfuerzo.

Pero no quiero decir que no existan ciertos fracasos, porque desde el punto de vista de la Sofrodynamia®, sí que existen los fracasos en términos de desarrollo humano.

¿A qué me refiero?

Entendemos que fracasan aquellos que no lo intentan, quienes ante cualquier pequeño obstáculo prefieren “el sueño de la oruga” en su crisálida, en lugar del vuelo, incierto pero libre, de la mariposa.

También hablamos de fracaso cuando por el miedo a fallar abandonas tus sueños y tus metas, o cuando dejas pasar la vida sin llegar a desarrollar todo tu potencial.

Estos son los fracasos a los que deberíamos temer, ya que, como dirían los budistas, nos hacen desperdiciar el ”precioso renacimiento humano”.

Sin embargo, no deberíamos tener miedo a no estar a la altura porque otros hacen las cosas mejor. Ni tampoco a que las cosas sucedan de un modo distinto al que nos gustaría. Ni a tener que intentarlo más de una vez. No deberíamos tener miedo a luchar por aquello que merece la pena, pues todo lo valioso tiene un coste.

Las cosas son como son, pero somos nosotros quienes las transformamos en un fracasos o en una oportunidad para crecer, y a esto último bien que podríamos denominarlo como éxito.

El éxito, pues, desde el punto de vista sofrodynámico consiste no en sólo en obtener resultados, sino en aprovechar cada momento de la vida para seguir creciendo y avanzando como seres humanos.

 

Editorial de marzo 2014

Editorial de marzo 2014

marzo-2014Con bastante frecuencia me acude a la mente aquello que me contaron en mi adolescencia, cuando por entonces estudiaba filosofía en el bachiller, acerca del famoso filósofo griego Heráclito de Éfeso, también llamado El Oscuro, así como lo concerniente a su Filosofía del Devenir. 

Dicho filósofo afirmaba aquello de que “nadie puede bañarse dos veces en el  mismo río”, “todo pasa, nada permanece”. ¡Qué razón tenía el griego!

Casi por el mismo tiempo que Heráclito, en otra parte del mundo, en los recónditos parajes del norte de la India, otro famoso personaje, Sidharta Gautama, el Buda, predicaba su doctrina de la Impermanencia.

Claro que ni el enigmático de Heráclito, ni tampoco el buenazo de Buda, conocieron a nuestros políticos actuales. Porque de haberlos conocido, sus doctrinas hubiesen quedado en entredicho. Tal vez ni se habrían atrevido a formularlas. Ya que a pesar de las evidencias sobre el devenir de las cosas y de la impermanencia de los fenómenos, hay algo que, según parece, permanece inmutable en el universo en general y en nuestras vidas en particular, la ineptitud y la mediocridad de la clase política que nos rodea, ya sea por babor o por estribor.

Pero salvando esta excepción, se podría afirmar que todo lo demás que existe en el mundo lo hace de modo impermanente.

Un día sucede a otro día, un mes a otro mes, un año a otro año, y aunque experimentamos un universo cíclico de estaciones anuales, ninguna es igual a la anterior…“todo pasa, nada permanece”.

Y no sólo porque cada minuto es distinto al que minuto le precedió, sino porque también nosotros somos distintos y percibimos la realidad con matices diferentes.

Por eso nunca leerás dos veces el mismo libro, ni tampoco encontrarás al mismo amigo del que te despediste, porque a la vuelta, tú ya no serás el mismo y tu amigo tampoco.

Pero a nuestra mente común no le gusta demasiado esta experiencia de impermanencia, tal vez por ello tienda a querer hacer estables e inmutables lo que por naturaleza no lo es.

En ese juego entre esencias y apariencias generamos mucha confusión y no poco sufrimiento.

Pero a lo largo de cientos de años hemos recibido enseñanzas para ayudarnos a transcender los errores de nuestra mente. Así, los maestros de todos los tiempos se esforzaron en enseñarnos a vivir el momento presente como único e irrepetible. Nos han transmitieron diversos métodos para hacer de cada instante una verdadera experiencia de eternidad, así como para enseñarnos a vivir la seguridad y la estabilidad en un mundo que no es ni seguro ni estable y para que, entre otras muchas cosas, aprendamos a experimentar el amor desinteresado por todo lo creado mediante la práctica del no aferramiento.

Así que cuando volteamos una nueva página del calendario para inaugurar un recién nacido mes, en este caso marzo, se nos propone con ello una maravillosa oportunidad para tomar consciencia de ese “devenir de las cosas”.

Obviamente, ante el paso del tiempo que marcan los meses del calendario, uno se lo puede tomar de muchas maneras. Podemos vivirlo como un mes menos que nos queda de vida o como un mes más que tenemos la fortuna de haber vivido. Ambas cosas son ciertas, pero el hecho de verlo de una u otra manera puede marcar la diferencia en nuestro interior.

Cada instante es, pues, una oportunidad para el crecimiento y para el aprendizaje y, en el caso del presente mes de marzo, para hacer más énfasis en el cambio y la impermanencia, ya que no sólo cambiamos de mes sino también de estación del año.

Parece que en algunos momentos de estos pasados días el aire se hubiese vuelto más cálido y suave, al tiempo que transportaba ciertos aromas florales de forma sutil, preludio de una próxima y espero que agradable primavera, aunque todavía durante unos día arrastraremos los últimos coletazos de un invierno que se despide y lucha por no abandonarnos.

En estos días se puede percibir un evidente cambio de energía en la naturaleza, propio de los momentos que preceden a la primavera. Pero sólo si abres tus sentidos y te dejas inundar por dicha energía podrás experimentarla y entenderás perfectamente de qué estoy hablando.

Es posible percibirla como una energía alegre, cantarina diría yo, que tiende a la risa y a la expansión, preludio de la eclosión vital ha de llegar.

En la entrada de mi casa floreció ya hace unos días el Jazmín de Invierno. Al traspasar la puerta de entrada me recibe con el regalo de su aroma y su belleza cada vez que vuelvo al hogar.

Marzo, como los demás meses del año, también nos proponen algunas fechas dignas de mención. Para mi, las más significativas son el día 8 de marzo, Día Mundial de la Mujer Trabajadora, el 19 de marzo Día del Padre y el 22 de marzo Día Mundial del Agua.

La primera de ella, el Día Mundial de la Mujer Trabajadora, considero que es una fecha especialmente importante para tener presente el papel de la mujer en nuestra sociedad y su aportación a lo largo de la historia. Es como una especie de momento “fuerte” para incentivarnos a seguir trabajando en los distintos ámbitos sociales por esa igualdad de derechos a la que todos aspiramos.

La segunda, la del Día del Padre, además del aspecto genérico en el que tratamos de recordar y agradecer la importancia y el esfuerzo de lo que significa para los hijos la figura paterna, en mi caso existe un interés personal especial, confieso que algo interesado, que surge de la esperanza de recibir algunos regalitos especiales por parte de mi familia. Hasta ahora siempre me han agasajado más que de sobra, y espero con ilusión que este año también suceda.

Hay algunas voces que se alzan en contra del Día del Padre, del de la Madre, de San Valentin… y siempre con la misma cantinela…”ha sido un invento de los Centros Comerciales, en especial del Corte Inglés, para vender cosas”.

Yo creo que no es cierto eso, pero si lo fuera, me da igual. Porque no es necesario comprar nada para regalar o para agradecer. Pero, además, en un mundo como en el que vivimos, en el que abunda el egoísmo y la falta de agradecimiento, celebrar el amor o la gratitud hacia quienes nos dieron la vida, es algo que no deberíamos dejar pasar bajo ningún concepto, aunque sea el Corte Inglés, Bill Gates o Periquillo de los Palotes, quienes lo propusieran.

Recuerdo de mi infancia, y de eso hace ya muchos años, que mi madre me dejaba un regalito, normalmente modesto, no había para más, un masaje para después del afeitado, una colonia o similar, para que se la entregase a mi padre en esos días. Él lo recibía con ilusión y fingía esa especie de sorpresa que un niño siempre agradecía.

Pienso que el día del Padre, de no haberlo inventado alguna empresa comercial lo hubiese hecho mi madre, ya que fue siempre un ejemplo de agradecimiento para todos los que estuvimos a su lado.

Y como yo viví su ejemplo, creo que si el día del Padre, o de la Madre, no hubiesen estado en el calendario, hubiese buscado alguna oportunidad en cualquier otra fecha para celebrarlo.

Además, si hay partidarios de organizar celebraciones tan peculiares como la del pasado 4 de febrero, “Día del Orgullo Zombie”, ¿cómo no va a haber un Día del Padre?, ¡qué menos!

Respecto a la celebración del Día Mundial del Agua, es bueno que recordemos, al menos un día al año, la importancia de un bien tan preciado, necesario y limitado como es el agua. La intención de las Naciones Unidas al promover dicho día fue la de ayudarnos a tomar consciencia de la importancia de la conservación y la buena gestión de nuestros recursos hídricos.

Dada la importancia que tiene el agua para la vida en el planeta, considero que cualquier actividad que nos ayude a promover actitudes ecológicas al respecto han de ser bienvenidas.

Un avanzado en estos aspectos ha sido el alcalde de mi ciudad, Málaga, quien hace unas semanas se hizo famoso en la prensa por su derroche de austeridad al afirmar, mediante un experimento riguroso y contrastado, que gastaba once litros de agua a la hora de ducharse.

Y yo, que soy más o menos de su misma altura, me he quedado anonadado porque he de confesar que gasto unos cuantos litros más. No he tenido el impulso científico de medirlo, pero seguro que muchos más. Esto me ha producido una cierta turbación y no poco desasosiego interior, de tal modo que me he propuesto seguir los pasos de mi edil.

Animado por el ejemplo del máximo representante ciudadano, me he puesto manos a la obra a la hora de ahorrar el líquido elemento, y en estos momentos me encuentro practicando el lavado de manos y cara con el contenido de agua de un dedal, aunque he de reconocer que me quedo algo pegajosillo y he de recurrir después a las toallitas perfumadas para mejorar mi acicale y salir a la calle con cierta dignidad en el aseo. No obstante, no dudo en mejorar y transformar dicha práctica en todo un logro medioambiental.

Además de lo anterior, y como muestra del impulso que ha supuesto para mi el ejemplo del alcalde, me he propuesto, también, para este verano, practicar buceo ya no en la piscina, ni en la playa, sino en el cubo de fregar, eso sí, apartando previamente el palo de la fregona para evitar accidentes mayores. Pienso que las piernas me quedarán colgado del borde borde del cubo, y tal vez un podo doblado el cuello, pero no ha de ser esto impedimento alguno para frenar mi ansia de superación ecológica.

Caso de que lo consiga, me pondré en contacto con el departamento oportuno de mi ayuntamiento para que tomen nota y, por los medios más apropiados, estimulen a los ciudadanos y ciudadanas a ese ahorro hídrico tan beneficioso para todos y todas.

Y es que, lo que es algo importante y necesario, como es la gestión de los recursos en general y del agua en particular, evitando los despilfarros innecesarios, cuando lo coge un político entre sus manos, se puede tornar en algo grotesco y caricaturesco.

¡Qué estos asuntos mundanos no turben en nuestro corazón, ni tampoco la entrada de la ya próxima primavera!

 

Feliz marzo

 

EDITORIAL DE MARZO DE 2014

 

Con bastante frecuencia me acude a la mente aquello que me contaron en mi adolescencia, cuando por entonces estudiaba filosofía en el bachiller, acerca del famoso filósofo griego Heráclito de Éfeso, también llamado El Oscuro, así como lo concerniente a su Filosofía del Devenir.

Dicho filósofo afirmaba aquello de que “nadie puede bañarse dos veces en el  mismo río”, “todo pasa, nada permanece”. ¡Qué razón tenía el griego!

Casi por el mismo tiempo que Heráclito, en otra parte del mundo, en los recónditos parajes del norte de la India, otro famoso personaje, Sidharta Gautama, el Buda, predicaba su doctrina de la Impermanencia.

Claro que ni el enigmático de Heráclito, ni tampoco el buenazo de Buda, conocieron a nuestros políticos actuales. Porque de haberlos conocido, sus doctrinas hubiesen quedado en entredicho. Tal vez ni se habrían atrevido a formularlas. Ya que a pesar de las evidencias sobre el devenir de las cosas y de la impermanencia de los fenómenos, hay algo que, según parece, permanece inmutable en el universo en general y en nuestras vidas en particular, la ineptitud y la mediocridad de la clase política que nos rodea, ya sea por babor o por estribor.

Pero salvando esta excepción, se podría afirmar que todo lo demás que existe en el mundo lo hace de modo impermanente.

Un día sucede a otro día, un mes a otro mes, un año a otro año, y aunque experimentamos un universo cíclico de estaciones anuales, ninguna es igual a la anterior…“todo pasa, nada permanece”.

Y no sólo porque cada minuto es distinto al que minuto le precedió, sino porque también nosotros somos distintos y percibimos la realidad con matices diferentes.

Por eso nunca leerás dos veces el mismo libro, ni tampoco encontrarás al mismo amigo del que te despediste, porque a la vuelta, tú ya no serás el mismo y tu amigo tampoco.

Pero a nuestra mente común no le gusta demasiado esta experiencia de impermanencia, tal vez por ello tienda a querer hacer estables e inmutables lo que por naturaleza no lo es.

En ese juego entre esencias y apariencias generamos mucha confusión y no poco sufrimiento.

Pero a lo largo de cientos de años hemos recibido enseñanzas para ayudarnos a transcender los errores de nuestra mente. Así, los maestros de todos los tiempos se esforzaron en enseñarnos a vivir el momento presente como único e irrepetible. Nos han transmitieron diversos métodos para hacer de cada instante una verdadera experiencia de eternidad, así como para enseñarnos a vivir la seguridad y la estabilidad en un mundo que no es ni seguro ni estable y para que, entre otras muchas cosas, aprendamos a experimentar el amor desinteresado por todo lo creado mediante la práctica del no aferramiento.

Así que cuando volteamos una nueva página del calendario para inaugurar un recién nacido mes, en este caso marzo, se nos propone con ello una maravillosa oportunidad para tomar consciencia de ese “devenir de las cosas”.

Obviamente, ante el paso del tiempo que marcan los meses del calendario, uno se lo puede tomar de muchas maneras. Podemos vivirlo como un mes menos que nos queda de vida o como un mes más que tenemos la fortuna de haber vivido. Ambas cosas son ciertas, pero el hecho de verlo de una u otra manera puede marcar la diferencia en nuestro interior.

Cada instante es, pues, una oportunidad para el crecimiento y para el aprendizaje y, en el caso del presente mes de marzo, para hacer más énfasis en el cambio y la impermanencia, ya que no sólo cambiamos de mes sino también de estación del año.

Parece que en algunos momentos de estos pasados días el aire se hubiese vuelto más cálido y suave, al tiempo que transportaba ciertos aromas florales de forma sutil, preludio de una próxima y espero que agradable primavera, aunque todavía durante unos día arrastraremos los últimos coletazos de un invierno que se despide y lucha por no abandonarnos.

En estos días se puede percibir un evidente cambio de energía en la naturaleza, propio de los momentos que preceden a la primavera. Pero sólo si abres tus sentidos y te dejas inundar por dicha energía podrás experimentarla y entenderás perfectamente de qué estoy hablando.

Es posible percibirla como una energía alegre, cantarina diría yo, que tiende a la risa y a la expansión, preludio de la eclosión vital ha de llegar.

En la entrada de mi casa floreció ya hace unos días el Jazmín de Invierno. Al traspasar la puerta de entrada me recibe con el regalo de su aroma y su belleza cada vez que vuelvo al hogar.

Marzo, como los demás meses del año, también nos proponen algunas fechas dignas de mención. Para mi, las más significativas son el día 8 de marzo, Día Mundial de la Mujer Trabajadora, el 19 de marzo Día del Padre y el 22 de marzo Día Mundial del Agua.

La primera de ella, el Día Mundial de la Mujer Trabajadora, considero que es una fecha especialmente importante para tener presente el papel de la mujer en nuestra sociedad y su aportación a lo largo de la historia. Es como una especie de momento “fuerte” para incentivarnos a seguir trabajando en los distintos ámbitos sociales por esa igualdad de derechos a la que todos aspiramos.

La segunda, la del Día del Padre, además del aspecto genérico en el que tratamos de recordar y agradecer la importancia y el esfuerzo de lo que significa para los hijos la figura paterna, en mi caso existe un interés personal especial, confieso que algo interesado, que surge de la esperanza de recibir algunos regalitos especiales por parte de mi familia. Hasta ahora siempre me han agasajado más que de sobra, y espero con ilusión que este año también suceda.

Hay algunas voces que se alzan en contra del Día del Padre, del de la Madre, de San Valentin… y siempre con la misma cantinela…”ha sido un invento de los Centros Comerciales, en especial del Corte Inglés, para vender cosas”.

Yo creo que no es cierto eso, pero si lo fuera, me da igual. Porque no es necesario comprar nada para regalar o para agradecer. Pero, además, en un mundo como en el que vivimos, en el que abunda el egoísmo y la falta de agradecimiento, celebrar el amor o la gratitud hacia quienes nos dieron la vida, es algo que no deberíamos dejar pasar bajo ningún concepto, aunque sea el Corte Inglés, Bill Gates o Periquillo de los Palotes, quienes lo propusieran.

Recuerdo de mi infancia, y de eso hace ya muchos años, que mi madre me dejaba un regalito, normalmente modesto, no había para más, un masaje para después del afeitado, una colonia o similar, para que se la entregase a mi padre en esos días. Él lo recibía con ilusión y fingía esa especie de sorpresa que un niño siempre agradecía.

Pienso que el día del Padre, de no haberlo inventado alguna empresa comercial lo hubiese hecho mi madre, ya que fue siempre un ejemplo de agradecimiento para todos los que estuvimos a su lado.

Y como yo viví su ejemplo, creo que si el día del Padre, o de la Madre, no hubiesen estado en el calendario, hubiese buscado alguna oportunidad en cualquier otra fecha para celebrarlo.

Además, si hay partidarios de organizar celebraciones tan peculiares como la del pasado 4 de febrero, “Día del Orgullo Zombie”, ¿cómo no va a haber un Día del Padre?, ¡qué menos!

Respecto a la celebración del Día Mundial del Agua, es bueno que recordemos, al menos un día al año, la importancia de un bien tan preciado, necesario y limitado como es el agua. La intención de las Naciones Unidas al promover dicho día fue la de ayudarnos a tomar consciencia de la importancia de la conservación y la buena gestión de nuestros recursos hídricos.

Dada la importancia que tiene el agua para la vida en el planeta, considero que cualquier actividad que nos ayude a promover actitudes ecológicas al respecto han de ser bienvenidas.

Un avanzado en estos aspectos ha sido el alcalde de mi ciudad, Málaga, quien hace unas semanas se hizo famoso en la prensa por su derroche de austeridad al afirmar, mediante un experimento riguroso y contrastado, que gastaba once litros de agua a la hora de ducharse.

Y yo, que soy más o menos de su misma altura, me he quedado anonadado porque he de confesar que gasto unos cuantos litros más. No he tenido el impulso científico de medirlo, pero seguro que muchos más. Esto me ha producido una cierta turbación y no poco desasosiego interior, de tal modo que me he propuesto seguir los pasos de mi edil.

Animado por el ejemplo del máximo representante ciudadano, me he puesto manos a la obra a la hora de ahorrar el líquido elemento, y en estos momentos me encuentro practicando el lavado de manos y cara con el contenido de agua de un dedal, aunque he de reconocer que me quedo algo pegajosillo y he de recurrir después a las toallitas perfumadas para mejorar mi acicale y salir a la calle con cierta dignidad en el aseo. No obstante, no dudo en mejorar y transformar dicha práctica en todo un logro medioambiental.

Además de lo anterior, y como muestra del impulso que ha supuesto para mi el ejemplo del alcalde, me he propuesto, también, para este verano, practicar buceo ya no en la piscina, ni en la playa, sino en el cubo de fregar, eso sí, apartando previamente el palo de la fregona para evitar accidentes mayores. Pienso que las piernas me quedarán colgado del borde borde del cubo, y tal vez un podo doblado el cuello, pero no ha de ser esto impedimento alguno para frenar mi ansia de superación ecológica.

Caso de que lo consiga, me pondré en contacto con el departamento oportuno de mi ayuntamiento para que tomen nota y, por los medios más apropiados, estimulen a los ciudadanos y ciudadanas a ese ahorro hídrico tan beneficioso para todos y todas.

Y es que, lo que es algo importante y necesario, como es la gestión de los recursos en general y del agua en particular, evitando los despilfarros innecesarios, cuando lo coge un político entre sus manos, se puede tornar en algo grotesco y caricaturesco.

¡Qué estos asuntos mundanos no turben en nuestro corazón, ni tampoco la entrada de la ya próxima primavera!

 

Feliz marzo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Consejos sofrodynámicos para mejorar la autoestima

Consejos sofrodynámicos para mejorar la autoestima

autoestimaAunque muchos problemas de autoestima son fruto de lo que pensamos, no deberíamos de olvidar que la autoestima se cultiva también a través del hacer y del sentir. Por tanto, estas tres dimensiones han de estar presentes dentro de nuestro enfoque para ayudar a desarrollar una autoestima más sana basada en el propio autoconocimiento.

A continuación expongo algunos consejos sofrodynámicos para mejorar nuestra autoestima.

Dichos puntos no debieran de entenderse como una lista de recetas, sino que cada punto en realidad no e´s más que una de propuesta de trabajo, un reto al que dar respuesta mediante la práctica de una serie de estrategias, las cuales solemos trabajar en los grupos de entrenamiento. Sigue leyendo

Sofrodynamia®: los orígenes

Sofrodynamia®: los orígenes

sofrodynamia- los orígenesEn más de una ocasión me han preguntado cómo se me ocurrió crear esto de la Sofrodynamia®. La respuesta no es sencilla porque en realidad no fue ninguna ocurrencia, ni tampoco una especie de invento cualquiera, sino que tuvo y tiene mucho que ver con mi proceso personal de crecimiento y desarrollo humano y, como tal, es una cuestión larga y compleja para explicar, debido sobre todo a que a estas alturas  son ya muchos los años vividos que he dedicado a estos asuntos. Sigue leyendo